lunes, 3 de septiembre de 2012

Work in progress (primera parte)

MANIFIESTO EPOCAL VIOLENTO E INTEMPESTIVO Y ENCUENTRO DE SANTIAGO CON UNA ESPECIE DE REDACTOR JEFE

Somos los héroes catatónicos de la pos-posmodernidad, héroes de la no-acción, bartlebys consumados, artistas del hambre que no tienen más remedio que ayunar, somos los alienados autoconscientes y resignados a una existencia inauténtica signada por la deriva incierta de un movimiento inercial sin propósito, la consabida falta de fundamento tras la disolución de todo lo sólido en el aire, la sobreexposición a miles de estímulos mediales que cortocircuitan la posibilidad de desarrollar una vida en el marco de una segura progresión aristotélica con final catártico incluido y cierta nada desdeñable dosis de neurosis variadas que se alzan como oasis en el desierto de tedio contemporáneo que no para de crecer, pero algún día seremos pieles rojas, daremos caza a los snarks. Así comenzaba el manifiesto que Santiago había escrito para la revista del instituto. El manifiesto adolecía de una intertextualidad superficial y un estilo ampuloso, según le advirtió el tipo que ejercía funciones de redactor jefe. Santiago replicó que si no advertía el sutil distanciamiento frío y desapasionado con el que embebía su texto de ironía y ambigüedad la culpa no era suya (de Santiago) sino suya (del especie-de-redactor-jefe). Se trata de una endiablada diatraba contra el mundo contemporáneo, intempestiva y violenta, como debe ser, dijo Santiago. Aunque mejor no hablar mal de nuestra época, no es peor que las anteriores. Era la mejor de las épocas y también la peor, ya sabes. Mejor no hablar, ya sabes. ¿Ya sé qué?, preguntó el redactor jefe (vamos a llamarle así). Dickens, Beckett, ¿acaso no lees?, ¿no me dirás que dirige esta revistucha de mierda un iletrado capullo? (No debemos apresurarnos a odiar a Santiago por sus aires de superioridad y su pedantería irritante, no sin antes poner de manifiesto la inseguridad y melancolía que explica, si bien no necesariamente justifica, su manera de ser y actuar). ¿Se puede saber entonces por qué quieres colaborar en esta revista, si te parece una revistucha de mierda?, dijo el redactor jefe, visiblemente molesto y herido en su orgullo. Por el amor de Dios, es una revista de instituto, se da por supuesto que es una revistucha de mierda cuya especie de redactor jefe no ama la literatura sino que le vean como alguien que ama la literatura y está en el centro del meollo cultural de esta ciudad, que también es una ciudaducha de mierda, dicho sea de paso, dijo Santiago, visiblemente orgulloso de su retórica, de su odio a los redactores, a los necios figurantes de un espectáculo ni siquiera divertido y a su ciudad de provincias. De acuerdo, mira, escribes esta tontería repleta de miles de referencias, un batiburrillo insoportable, y luego vienes aquí a insultarme con tus aires de alma bella, que te den por el culo, dijo el redactor jefe. Si vamos a hablar sobre la necesidad de ensuciarse las manos en el barro de la historia, estoy de acuerdo, es necesario hacerlo, el alma bella es un egoísta, un ser moralmente reprobable que rehuye la responsabilidad inherente y fastidiante de ser un ser humano caído en desgracia, y mi culo va a quedar inmaculado por los siglos de los siglos, no te hagas ilusiones, dijo Santiago. Eres la hostia, chico, dijo el redactor jefe, aún enfadado pero sonriente. Tienes que publicar mi manifiesto, si tienes un mínimo de ética periodística, más que nada porque la mayoría de los colaboradores de esta revista necesitan un corrector de estilo que al menos sepa dónde poner acentos y comas, razón por la cual esta revistucha es una revistucha de mierda aún más mierdosa de lo lógicamente esperable. Por el amor de Dios, estoy dispuesto a corregir todos los malditos textos, con tal de no sufrir leyendo oraciones que parecen condicionales pero en realidad son afirmativas porque su autor ignora la diferencia entre un sí y un si. ¿Acaso saltarse las clases de lengua es un requisito imprescindible para publicar aquí?, dijo Santiago. El redactor jefe se sumió en una profunda meditación, sabedor de que las acusaciones de Santiago eran ciertas, los artículos de la revista estaban plagados de errores mayúsculos y vergonzosos. Está bien, dijo, publicamos tu diatraba violenta si tú corriges todos los textos, y más te vale que lo hagas bien. Descuida jefe, por muy mal que lo haga le aseguro que la mejora será sustancial respecto a la paupérrima calidad precedente de esta revista perpetrada por iletrados sin nada mejor que hacer que emborronar textos en su tiempo libre pero que parecen no haber leído un puto libro en su puta vida. Seguirá siendo una revistucha de mierda, obviamente, pero cada palito irá en su lugar correspondiente. Será un gran avance, ya lo verá. El espectáculo debe continuar. Mi ánimo está exultante, amigo, ahora mismo amo a toda la humanidad, a toda la inmunda y delirante multitud. Celebremos nuestro acuerdo yendo a tomar un café. Pagas tú, que yo no tengo dinero.

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