lunes, 31 de diciembre de 2012

K.

He sido una hoja en el viento del otoño, pero de ningún árbol

Kafka

lunes, 24 de diciembre de 2012

El cuento de navidad del Señor S.

-Tengo cosas importantes que hacer esta noche -dice en voz baja-, tengo que leer a Pynchon y escuchar a Glenn Gould, así que comprenderás que no puedo cenar con veinte personas a mi alrededor -estira la espalda, su silla emite una serie de crujidos-, y has de saber que pienso que ese rollo de que uno es lo que come, o de que uno piensa en función de lo que come, me parece la idea más estúpida que existe... casi aberrante
-De todas formas tienes que ir a cenar, es nochebuena -dice de un modo tajante que no admite réplica.
-No soy ningún hedonista, en cualquier caso aspiraría a una beatitud rollo Spinoza -hace gestos con las manos como si así pudiera explicar qué está diciendo-.Vale, mira, de verdad que aprecio a Jesús, la versión no pervertida por San Pablo, me refiero al Jesús que no juzga, pero no veo en ello ningún motivo para ser arrancado de mi sitio y colocado en medio de una vorágine de voces confusas, de conversaciones cruzadas y de preguntas retóricas, todo lo cual está en las antípodas de la paz, el asombro y la serenidad de las Variaciones Goldberg... las de 1981 sobre todo.
-Puedes escuchar lo que te de la gana cualquier otra noche, no seas pesado
-Pero precisamente esta noche no siento ningún deseo de... -se encoge de hombros-, ¿a ti parece normal tener que hablar con primos a los que no ves nunca de cosas que no te importan?
-Pues claro, es lo más normal del mundo.
-De acuerdo, cierto, es lo más normal... -típico ceño fruncido de reflexión o contrariedad.
-Vamos a ver -le grita bruscamente-, en el transcurso de su vida, el ser humano contrae numerosas obligaciones que se oponen a su voluntad, el ser humano es arrancado una y otra vez de sus intereses y puesto en situaciones absurdas y tediosas, y has de aceptarlo con cierto grado de entereza estoica, no puedes limitarte a ser una quejumbrosa alma bella.
-Estás en lo cierto -dice asintiendo con resignación-, incluso podríamos hablar de las implicaciones políticas del egoísmo lírico y del encierro en la torre de marfil, no niego que esas implicaciones sean inaceptables, pero no se me ocurre nada más atroz que...
-¿Que qué? Vamos
-No sé muy bien lo que iba a decir... que todo eso de participar y... opiniones, sin duda la peor sociedad es aquella en la que todo el mundo opina de todo sin saber de nada, sencillamente me parece insoportable participar en algo así... no hay ningún lugar que quiera ocupar en una sociedad así, desquiciada por el lenguaje convertido en ruido, en entropía informacional.
-Pero se puede charlar, sin más
-Ah sí, eso está bien, no hay nada malo en eso -se levanta de su crujiente silla, coge un cigarro, lo enciende y vuelve a sentarse-. La vida de un tertuliano es lo más parecido al infierno que puedo imaginar. Si tuviera que sobrevivir trabajando como tertuliano, prefería no sobrevivir...
-Pues entonces ya está -interrumpe su discurso, siempre tendente a la exageración gratuita-, fin de la historia, vamos, cenamos, charlamos.
-Vale, pero que quede claro que me da una pereza enorme y que espero que se cene poco, mal y rápido, que no haya postres y que volvamos lo más pronto posible y, sobre todo, que no se hable de política, porque si se habla de política me levanto y me voy.
-No se hablará de política, no te preocupes
-Ya tengo ganas de que se acabe la cena, y aún no ha empezado... joder, podíamos cenar aquí unas pizzas congeladas y ver una peli, pero no señor... podíamos ver La vida de Brian, una peli muy apropiada en estas fechas, pero no señor... a comer turrón, ¿a mí qué coño me importa el turrón? Si no existiera turrón, me sería indiferente... eliminado sea el turrón, jajaja
-No tienes por qué comer turrón.
-Por supuesto que no, lo sé.
-Pero tú entiendes que la gente se reúne, ¿verdad? Quiero decir, entiendes que hay gente a la que le gusta y disfruta hablando de cosas banales y todo eso
-Claro que lo entiendo, a mí también me gusta a veces, pero no hoy, precisamente hoy, quiero escuchar música y mirar el cielo...
-No tienes cuatro años, idiota, ya no se te permite ser un enano tiránico que piensa solo en satisfacer sus deseos.
-De lo que estás hablando es de ese conflicto esencial que se da entre nuestra insignificancia objetiva y nuestra centralidad subjetiva, si no te entiendo mal
-No hablo de nada, te digo cómo son las cosas
-Nadie sabe cómo son las cosas, amigo, nadie, determinar lo que las cosas son ha sido el constante y supremo esfuerzo de la humanidad, el supremo esfuerzo del pensar que, encima, no puede llegar a una conclusión definitiva... de hecho, nada es, todo deviene, el ser en tanto no-ser
-No sé nada de eso
-Ni yo, es lo que trato de decirte, presta atención

Ni el salvaje oeste, ni el mágico sur, siempre el nítido y frío norte

domingo, 23 de diciembre de 2012

Pájaros

A decir verdad, no soportaba el canto de los pájaros. Todas las mañanas le despertaban. Los muy cabrones cada día cantaban más fuerte, con la intención de fastidiarle. Estaba convencido de que esos pájaros pensaban y se divertían a costa de su desgracia. Pensaban que él no sabía que pensaban, pero lo sabía. No eran inocentes. Les espiaba a menudo. A pesar de todo, cuando de improviso desaparecieron, les echó mucho de menos. Deseaba que regresaran, aunque fuera para fastidiarle.

viernes, 21 de diciembre de 2012

Armonías

Mira cómo las formas y los colores varían, con qué calma atardece. Escucha el vuelo de los sonidos, su trayectoria invisible, esa rara y mágica armonía entre el asombro y la serenidad.

viernes, 14 de diciembre de 2012

Oscura tierra

Nacidos todos en la oscura tierra gusanienta, frías chispas de fuego, luces malas brillando en la oscuridad. Donde arcángeles caídos se sacudieron de la frente las estrellas.
James Joyce, Ulises 

Reflexiones mañaneras y deslavazadas sobre arte y reconocimiento y otras cosas

Leo, en gallego -no me entero muy bien; no sé por qué narices estoy leyendo en gallego, ni para qué, ni cómo he llegado a esa página- a alguien que se alegra de que ese año en la escuela se lea poesía punk -no sé muy bien qué es la poesía punk- en vez de cantigas medievais. Hace muy mal en alegrarse, eso significa que el tiempo de esa poesía ya ha pasado, que ya se ha convertido en material de archivo, de estudio, que le ha llegado la hora de la disección erudita, que el cadáver ya está bien frío y que los alumnos van a leer por obligación lo que tendrían que haber descubierto y leído como quien comete un delito contra la moral pública. Les obligarán a contar sílabas, me temo. Benditos tiempos aquellos -parafraseando a  Zizek- en que las instituciones oficiales eran conservadoras; y el arte, transgresor. Pero a los ayuntamientos y demás les dio por acoger en su seno las obras escandalosas, con el resultado inevitable que el escándalo dejó de ser tal -como mucho un simulacro mediático cuyos efectos se diluían a los dos días- y un ejército de hermeneutas explicaba que aquellas obras grotescas y feas pretendían, por ejemplo, acercarse sin mediaciones retóricas a lo real. Mentira cochina, evidentemente. Era otro tipo de retórica, no su ausencia.

El caso es que si una obra se plantea al margen del reconocimiento oficial, e incluso en contra, su aceptación equivale a su fracaso, o al menos al fracaso de su intención originaria. Si las vanguardias están hoy archivadas y museificadas es porque fracasaron -en el sentido de que no unieron el arte y la vida, deshaciendo su distinción-, no hay vuelta de hoja.

Se pueden apreciar sus cualidades estéticas, artísticas o lo que sea, de acuerdo, pero de punk le quedará poco a una poesía que se estudia en los colegios, con el beneplácito de los profesores, de las figuras de autoridad. Aunque las cosas seguramente sean más complicadas. Una obra de arte, cualquiera, y para ser una obra de arte, necesita algún tipo de reconocimiento, por escaso o marginal que sea. Una obra que no lee/escucha/ve nadie no es una obra. Dicho en heideggeriano -llevo ya un rato reprimiendo mi impulso de decir esto en plan terrorista verbal- la estructura de una obra de arte es ser-para como fenómeno unitario y constitutivo de la misma.

Sigo leyendo, en gallego, entendiendo más o menos, que ahora en vez de leer alguna puta mierda los alumnos van a leer buena poesía. Esto a mí directamente me deprime -bueno, exagero un poco; recuerden: siempre hay mediación retórica, no hace falta ni decirlo- porque significa que la buena poesía ya no puede defenderse sola y que, de hecho, está muerta, nadie la lee y por eso necesita protección institucional. Si no está muerta del todo, desde luego es obvio que está moribunda. Es una especie en extinción, y desde hace muchos años.

Pongamos por caso que a Nacho Vegas se le estudiase en los colegios. No habría ningún motivo para alegrarse. Que se le estudie en los colegios, vale, pero dentro de doscientos años. Como a Nacho Vegas yo solo le deseo el bien, espero que no se vea nunca en la situación de ser estudiado por alumnos soñolientos y distraídos que se pongan, qué sé yo, a contar las referencias y el uso de figuras bíblicas en clave poética que hay en sus canciones, si hay rima o no, qué métrica y bla bla bla, en lugar de dejar que las canciones les digan algo, de dejar que las canciones les hagan experimentar algo. Es difícil emocionarse mientras cuentas sílabas. No digo que no se deba estudiar, con todo el aparato crítico y la jerga infame que se precise, la literatura, ni que la emoción deba ser el único criterio, lo cual nos arrojaría en manos del irracionalismo y la estupidez, pero me parece obvio que enseñar a un alumno a contar las malditas sílabas de una poesía de San Juan de la Cruz no es enseñarle a leer poesía; es empezar la casa por el tejado.

Otra mala manera de leer literatura es esa promulgada por algún que otro seguidor del materialismo filosófico para quien en la literatura lo que hay son sistemas de ideas objetivados. Llega así a la conclusión -deprimente; y ahora no exagero nada, me deprime profundamente- de que los niños son idiotas y no pueden leer obras literarias, porque sus pequeñitos cerebros no están acostumbrados a extraer inferencias de premisas, a captar la complejidad del entrelazamiento sistémicos de las ideas, a lo que él llama usar la razón. Este régimen del terror parece tener por objetivo anular el placer de la experiencia de leer. Lo que tendría que hacer un lector, siempre, es ser examinado ante un tribunal y, si se detecta que no ha captado el significado de una obra, ser castigado. No me extraña que un sujeto tan terrorífico odie a Deleuze, a quien, por lo demás, seguro que no ha comprendido. Ahora voy a permitirme decir una cursilada: a Deleuze hay que leerle con amor -¡toma ya, racionalistas dogmáticos de mierdra!-. Si prefiere se lo digo en plan terrorismo verbal -me encanta la expresión terrorismo verbal, que Safranski aplica al, por lo demás, grandísimo filósofo Kant- académico: querido inquisidor, estás haciendo de la razón un sujeto hipostasiado propio de la metafísica dogmática precrítica -mira qué de esdrújulas juntas: música celestial-.

Disculpen que me ponga pesado, pero es que no me entra en la cabeza que la literatura consista únicamente en sistemas de ideas. Decir que están objetivados es redundante, si fueran subjetivos estarían en la cabeza de alguien y nunca los leeríamos. ¿Qué idea hay en ese verso de Bob Dylan tan extraño y fascinante, el fantasma de la electricidad grita en los huesos de su cara? Ante todo, es una imagen, cuyo sentido no está claro. Dylan podría haber dicho su cara era bonita, o su cara era chispeante, pero no sería lo mismo, no expresaría lo mismo. ¿Se puede reducir la poesía a un sistema de ideas? No lo sé, pero si se hiciera, lo que perderíamos sería la propia poesía, creo yo. Nos quedaríamos con los huesos, pero ningún fantasma de la electricidad gritaría en ellos.

En fin, para acabar, tengo que decir que también es verdad que el hecho de que una obra alcance reconocimiento es bueno, en el sentido de que simplemente logra mayor difusión, y si la obra lo merece, bienvenida sea. De todas formas, no tengo ni idea de crítica ni de teoría literaria, así que tomen estas reflexiones como lo que son: opiniones sin fundamento, fruto de la pereza, la inmediatez -culpa del formato blog- y la grafomanía.

jueves, 13 de diciembre de 2012

Call me John - It's alright



Videoclip grabado en el bar Paniagua de Salamanca. Cientos de horas de mi vida han transcurrido ahí.

Beckett - El expulsado

Aquí. A mí Beckett siempre me hace muchísima gracia: ¿cómo describir el sombrero? ¿y para qué?

lunes, 10 de diciembre de 2012

La discusión

Él dice, con un tono alegre, que seguramente este es el peor de todos los mundos posibles, pero que los demás, además de imposibles, no serían mucho mejores, y que la idea de que las cosas podrían haber sido de otro modo es errónea. Ella le pregunta que cómo puede decir cosas tan terribles con un tono tan alegre. Él responde que lo terrible es esa ilusión que no tiene en cuenta la irreversibilidad del tiempo y le cuenta por enésima vez que el azar y la necesidad son términos estrictamente correlativos, no antagónicos. Ella le dice que lo único que él hace en la vida es beber café y fumar cigarros y decir tonterías. Él está de acuerdo, no es un hombre de acción, ni siente deseo alguno de serlo. Ella dice que no le gusta hacer nada. Él dice que no hay nada que hacer. Ella le dice que no está bien de la cabeza. Él dice que es probable que lleve razón, porque últimamente todo le parece irreal, incluyéndose a sí mismo. Ella le dice que han quedado para cenar con unos amigos. Él dice que cenar con unos amigos le parece un fastidio. Ella le pregunta que qué le apetece hacer. Él dice que no mucho, dar un paseo, tal vez. Ella le pregunta que en qué piensa. Él dice que no piensa en nada, que pensar es difícil y un fastidio. Ella le dice que creía que él no hacía otra cosa. Él dice que está muy equivocada. Ella le pregunta que entonces qué le gusta. Él dice que las palabras y las tormentas. Ella le dice que no diga tonterías. Él dice que también le gustan las pipas. Ella le dice que se refiere a cosas importantes. Él dice que no tiene ni repajolera idea de a qué se refiere con eso de cosas importantes. Ella le dice que a la vida en general. Él dice que menos aún sabe qué pueda ser la vida en general. Ella le dice que no se haga el tonto. Él dice que los seres vivos son máquinas termo-hidraúlicas que oscilan entre cero y sesenta grados, en combustión lenta. Ella le dice que no se haga el listo. Él pregunta si todo esto que están haciendo ahora, usar palabras, no le parece, en el fondo, algo incomprensible. Ella le responde que si se piensa pasar todo el día divagando con su filosofía barata a cuestas que no cuente con ella. Él abre un paquete de pipas y dice que está bien, salgamos a ver ese estúpido mundo de ahí fuera. Ella le dice que así le gusta. Él dice que vayamos a cenar, mastiquemos con brío y bebamos con entusiasmo. Ella le dice que muy bien, que no es sano pasarse todo el día encerrado leyendo a alemanes muertos. Él dice que a veces también lee a griegos muertos. Ella le dice, con ironía, que es muy gracioso. Él contesta, también con ironía, que lo sabe. Ella le dice que está en el mundo porque tiene que haber de todo. Él dice que, en efecto, tiene que haber de todo, incluyendo gente que lo único que hace es beber café y fumar cigarros y decir tonterías. Ella le dice que está loco, pero que hay que quererle como es. Él dice que, en efecto, todo lo que hay que decir sobre la ética es eso, que a la gente se la quiere como es o no se la quiere y que no hay más. Ella le pregunta si no cree que la gente puede cambiar. Él responde que si alguien cambia es porque su manera de ser es de tal modo que no podría no cambiar. Ella le dice que no está de acuerdo. Él dice que da igual, no le gusta discutir. Ella le pregunta que por qué no le gusta discutir. Él dice que sencillamente es aburrido y no sirve para nada. Ella le dice que es porque no le gusta comunicarse. Él dice que si tuviera algo que comunicar, lo haría, pero que, al menos de momento, no tiene nada. Ella le dice que es porque no soporta que le lleven la contraria. Él dice que eso, probablemente, es cierto, pero que la razón última de por qué las discusiones son inútiles es tan simple como que se suele estar hablando de cosas distintas, jugando a diferentes juegos de lenguaje. Ella le dice que no cree que los juegos de lenguaje sean tan inconmensurables como le parecen a él. Él dice que probablemente están, ahora mismo, dándoles distintos significados a la expresión juegos de lenguaje. Ella le dice que no empiece con paradojas. Él dice que más que de una paradoja cree que se trata de una autorreferencia, pero no está seguro. Ella le dice otra vez que no está bien de la cabeza. Él comenta que, de todas formas, es improbable que haya algo fuera del texto. Ella le dice que es un maldito pedante. Él dice que si ahora mismo le pincharan, no sangraría. Ella le grita e intenta golpearle, pero, claro, no puede.

domingo, 9 de diciembre de 2012

Meditaciones metafísicas sobre la voluntad

No hace falta ningún anillo único de poder para comprobar cómo la voluntad humana es doblegada. Basta con un paquete de tabaco.

The philosophical mind of David Foster Wallace

Aquí. Quizá a quien no vea a DFW como a una especie de Moisés que subió al monte y bajó con la tabla de la literatura en una mano, la tabla de la filosofía en la otra, y las unió provocando así una gran singularidad discursiva cuyos efectos han de extenderse por los siglos de los siglos (estoy desvariando un poco, cierto) no le interese demasiado el enlace, pero es un buen aperitivo para aquellos que, cual perros paulovianos, estén ya salivando, ansiosos, mientras esperan la publicación de La escoba del sistema.

viernes, 7 de diciembre de 2012

Blue air

and beyond it, the deep blue air, that shows
nothing, and is nowhere, and is endless
Philip Larkin

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Algo: retrato de un sonámbulo (III)

Antes de dormir, algunas noches miraba al cielo, y me parecía natural que alguien, a su vez, escondido detrás del cielo, alguien tal vez sin rostro, me mirara a mí. No me resultó fácil librarme de esta pueril fantasía, si es que me he librado de ella, aunque no era exactamente alguien, no me he explicado bien, ni sé hacerlo mejor. Una loca efervescencia interior dominaba mi ánimo: podía comunicarme telepáticamente con ese inmenso tú sin rostro. Cierto que no respondía nunca, pero también es cierto que yo no preguntaba nada.

Ese silencio helado de las noches de invierno era a la vez frágil e indestructible. Me acostumbré a ver toda la comedia humana desde la posición de espectador. Podría decir, ahora, muchos años después, que entonces yo era un ojo en busca de otro ojo que pudiera ver mi ojo, puesto que un ojo no puede verse a sí mismo. El alba deshacía mi delirio, con la llegada del día no quedaba ni rastro, ni un solo jirón de aquellos pensamientos y visiones que, al parecer, solo surgen con la complicidad de la noche.

sábado, 1 de diciembre de 2012

Algo: retrato de un sonámbulo (II)

Los días transcurren con normalidad, una tras otro, como el goteo rítmico de un grifo mal cerrado. Ir al colegio, regresar, jugar a fútbol, hacer los deberes, cenar, irse a la cama. Una rutina armónica, un orden preestablecido, límites claros enmarcan todos los actos, todo transcurre de manera regular, precisa, limitada y hermosa. Más tarde, será preciso despertar de ese sueño, pero por ahora no. La amenaza del caos, de la variación continua, la comedia sin gracia de la incertidumbre aún no extiende su sombra alargada sobre el seguro refugio de los días de la infancia.

Un montón de canicas de todos los colores ganadas inesperadamente constituyen un valioso tesoro que hay que conservar a toda costa, pero hay que seguir jugando, arriesgarse a perder. De hecho, perder es inevitable.

Las burbujas estallan. También es inevitable.

Los días dichosos son todos iguales, pero las noches se diferencian mucho unas de otras. Los despiertos comparten un mundo común, pero el que duerme se vuelve hacia su mundo particular, de manera que todos somos, a nuestra manera, solipsistas en nuestros sueños y pesadillas. Solía despertar, en una fase de sueño lúcido, antes de saber el desenlace de la narración onírica que escribía mi cerebro al margen de mi consciencia que, sin embargo, se asomaba tímidamente al borde del sueño para saber qué estaba ocurriendo, tratando de no perturbar con su presencia el desarrollo de las imágenes, porque si se asomaba demasiado entonces la consecuencia no era otra que despertar. La duermevela solo existe en un equilibrio frágil que a la mínima se rompe y te ves impulsado hacia un lado o hacia otro. En este intersticio se esconde el enigma de la realidad y pensaba que había que explorarlo. En este intersticio hay pasillos, largos corredores oscuros, polvorientos, pero también grandes llanuras y horizontes. Por ahí pasea el sonámbulo, aunque luego no lo recuerde. Mi propósito era convertirme en un sonámbulo consciente, en un ciego que ve.

Algo: retrato de un sonámbulo (I)

Sonámbulo despierto, ciego capaz de ver
Georges Perec, Un hombre que duerme 


Mis manos se extienden mecánicamente, chocan contra la puerta. Afuera la noche, el frío, las farolas envueltas en la niebla que todo lo abarca. La puerta está cerrada con llave con el fin de evitar que salga a la calle y camine por ahí, profundamente dormido, expuesto a innumerables peligros, como un autómata al que han dado cuerda y no puede parar una vez activado el mecanismo que lo mueve, un resorte oculto en su sistema nervioso. Enciendo luces y las apago, sin ningún propósito aparente. Me desplazo hasta la cocina, abro y cierro unos cuantos armarios. A mi madre le preocupa que alguna noche me caiga por las escaleras, pero eso no sucederá. Camino con los ojos muy abiertos, pero no veo nada, no soy consciente de nada. Mi mirada está fija en un punto que no pertenece a este mundo. Algunas noches me visto y me desvisto. Mis actos son absurdos y repetitivos: encender y apagar luces, vestirme y desvestirme. No perturbo el orden de las cosas. Lo dejo todo como estaba al principio. El final es idéntico al principio. Al día siguiente mi madre me dice: te levantaste otra vez, tuve que llevarte hasta la cama. No recuerdo nada.

Hablo, pero mis palabras son ininteligibles. Ni siquiera son palabras, es un murmullo, un caótico torrente de sonidos desarticulados que nada significan, un flujo subterráneo que no alcanza la superficie del lenguaje.

Me dicen que es peligroso despertar a un sonámbulo. Imagino que si me despiertan mientras vago en sueños de los que al día siguiente no recordaré nada algo terrible puede ocurrir. Lo cierto es que es mentira, lo único que pasa si un sonámbulo se le despierta es que estará confuso y desorientado hasta que despierte del todo. Ningún oscuro peligro amenaza la vida del sonámbulo, pero tengo once años y aún no lo sé y por eso mi fantasía se alimenta de enigmas: algo, indeterminado, impreciso, ocurrirá si te despiertan.

Nos vamos de vacaciones. Duermo en la litera de arriba. Me caigo en medio de la noche. Me hago daño en el hombro, en la cadera y en la cara. No vuelvo a dormir en la litera de arriba. Ni siquiera cuando deje de ser sonámbulo. Ya no me gustan las literas de arriba.

Algo: retrato de un sonámbulo

Tremendas ganas de leer Nada: retrato de un insomne, de Blake Butler, pero como no está en la biblioteca y no puedo comprarlo (le debo dinero a Amazon por mi brillante idea de comprar un libro de Joan Didion sin tener dinero en la cuenta) lo que voy a hacer, de momento, es imaginar cómo escribe Butler tomando como base los escasos fragmentos que pueden leerse por Internet. Incluso puede que escriba Algo: retrato de un sonámbulo, para entablar un diálogo con el fantasma del libro de Butler.

Próximamente, en sus mejores pantallas, Algo: retrato de un sonámbulo.

Voy a empezar por la promoción, en plan prólogo de teatro clásico:
El autor sale a escena. La muchedumbre delirante se mantiene a la expectativa. Declama, con voz estruendosa: una gran fusión de autobiografía, ensayo, ficción narrativa y lirismo alucinado. No se lo pierdan. No se engañen a ustedes mismos: no tienen nada mejor que hacer que leer este libro; sus vidas no son tan interesantes, mis queridos, hipócritas prójimos. Si pudieran mantenerse sobrios durante unas horas, no estaría de más que aprovecharan ese breve interludio de lucidez mental para abrevar en este libro honesto y de esmerada sintaxis en cuya producción el autor no ha ahorrado esfuerzos ni se ha acobardado a la hora de desmenuzar analíticamente un variado catálogo de trastornos del sueño. A ratos simbólico, a ratos egocéntrico, a ratos pedante y sabihondo, a ratos irritantemente poco narrativo, este libro, no obstante, les hará sentir que caminan en sueños, lo cual es, bien mirado, peligroso para su integridad física. Un recorrido por los abismos laberínticos e insondables del yo. Epifánico en grado sumo, como poco.
Bien, ahora, después de haberlo promocionado, tengo que ponerme a escribirlo.

jueves, 29 de noviembre de 2012

Cosmópolis

Y Cronenberg emergió de su soso período conservador. Aunque la nueva carne ahora es mucho más verborreica que visual.

Todo son fenómenos que obedecen al azar. Aplicas las matemáticas y otras disciplinas, desde luego. Pero al final te las ves con un sistema que escapa a todo control. Histeria a muy altas velocidades, día a día y un minuto tras otro. Los habitantes de la sociedad libre no tienen por qué temer la patología del Estado. Generamos nuestros propios frenesíes, nuestra propia convulsión en masa, impulsados por máquinas pensantes sobre las cuales no tenemos en definitiva ninguna autoridad. El frenesí apenas es perceptible la mayor parte del tiempo. Es sencillamente nuestra manera de vivir.(...) 
-La cultura del mercado es total. Genera a esos hombres y mujeres. Son necesarios para el sistema que desprecian. Lo dotan de energía y concreción. El impulso que los mueve pertenece al mercado. Son productos de cambio en los distintos mercados del mundo. Por eso mismo existen, para refortalecer y perpetuar el sistema.(...) 
-El futuro es siempre una totalidad, una igualdad absoluta. Allí todos seremos altos, fuertes, felices -dijo ella-. Por eso fracasa el futuro. Siempre fracasa. Nunca podrá ser ese lugar cruelmente feliz en que aspiramos a convertirlo(...) 
-Ya sabes lo que siempre han creído los anarquistas. -Sí. -Pues dímelo -dijo ella. -El afán de destruir es un afán creador. -Ese es también el sello distintivo del pensamiento capitalista. La destrucción forzosa. Es preciso eliminar sin contemplaciones las industrias anticuadas. Hay que reclamar a la fuerza nuevos mercados. Es necesario reexplotar los mercados anticuados. Destruyamos el pasado, construyamos el futuro(...) 
-La tecnología es crucial para la civilización. ¿Que por qué? Porque nos ayuda a configurar nuestro destino. No necesitamos a Dios, ni los milagros, ni el vuelo del abejorro. Pero también es algo agazapado, no está sujeto a decisiones. Puede tirar por un lado o por otro(...) 
Y es que todo es remolino. El remolino es la dramaturgia del despojamiento. Gritan y giran hasta fundirse en un alma común. Y todo porque esta noche ha muerto alguien, porque solo ese girar vertiginoso podrá aplacar su pesar(...) 
Toda tu vida consciente es una pura contradicción en los términos. Por eso has orquestado tu propia caída en desgracia(...) 
Una persona sube como la espuma gracias a una palabra, y cae al vacío cuando tropieza en una sílaba
Don DeLillo, Cosmópolis

domingo, 25 de noviembre de 2012

Lengua y sexismo

Aquí. No entiendo mucho de griego, pero para mí que anthropos no designa el género masculino, y supongo que Protágoras escribió ἄνθρωπος.

PD: vale, ya se lo han señalado hasta el hartazgo en los comentarios

sábado, 24 de noviembre de 2012

La dura vida de los genios incomprendidos

Se sentó a fumar mientras esperaba la llegada de la inspiración. La inspiración se retrasaba y los cigarros se encadenaban uno tras otro. Puso su cara de genio incomprendido y paseó de un lado a otro de la habitación. Su cara de genio incomprendido consistía en lo siguiente: se imaginaba que se parecía a Beckett. No era cierto ni por asomo, pero bueno, así pasaba el rato. Caminaba de un lado a otro de la habitación tal como se imaginaba que caminaría Beckett, con el semblante serio y concentrado. Esto es lo que estuvo haciendo durante un buen rato. Luego escribió un párrafo. Luego lo borró. Era una mierda. Le pareció un gran adelanto haber borrado ese párrafo infame. Un acto digno del mismísimo Beckett. Una nueva oportunidad de fracasar se divisaba en el horizonte, como una caricia de luces lejanas. Estaba entusiasmado. Se sentó en su silla, estirando un poco las piernas, no del todo, con un nuevo cigarro entre los dedos, mirando a la cámara, exactamente del mismo modo en que se sentaba Beckett. Luego bajó a cenar. Los tarados que pierden el tiempo imaginando que se parecen a Beckett también comen.


Probablemente me metí en una especie de espiral invertida, quiero decir una espiral cuyos anillos, en vez de ir ampliándose, se fueran reduciendo.
Beckett, El innombrable

jueves, 22 de noviembre de 2012

Persecución del instante

Retrocede el astro y se retira, ha fenecido el día,
pero corre hacia otros lugares, a fomentar nueva vida.
¡Ay, que no me levanten del suelo unas alas
para lanzarme hacia él y siempre hacia él!
Vería, a través de un eterno destello vespertino,
un mundo silencioso postrado ante mis pies,
encendida toda cima, calmado todo valle,
el argentado río corriendo en áureos caudales.
Mi marcha, equiparable a la de los dioses,
no sería detenida por la salvaje montaña con todas sus quebradas;
y pronto el mar, con sus bahías caldeadas,
se abriría ante los sorprendidos ojos.
Goethe, Fausto.

martes, 20 de noviembre de 2012

Poesía

La definición más sencilla y atinada de la poesía que se me ocurre es ésta: se trata de un arte que pone en juego a la imaginación mediante las palabras.
Schopenhauer
Yo sé que la poesía es imprescindible, pero no sé para qué. 
Jean Cocteau
La poesía es más profunda y filosófica que la Historia.
Aristóteles
Si físicamente me siento como si me levantasen la tapa de los sesos, sé que eso es poesía. Esta es la única manera que tengo de saberlo. ¿Hay alguna otra?
Emily Dickinson

sábado, 17 de noviembre de 2012

La mosca de Breaking Bad

Aquí, por Vila-Matas. No sabía que el capítulo fuera polémico. Para mí siempre ha sido evidente que se trata del mejor capítulo de Breaking Bad, que Fly es una suerte de vórtice simbólico que aglutina todo el significado de la serie, un corte magistral de la narración, el punto de fuga que convierte la serie en una verdadera obra de arte.

PD: A algunos amigos míos, cuyo juicio respeto, no les gusta nada, pero yo sigo en mis trece de considerarlo una kafkianada genial, de significado ambiguo, enigmático, como corresponde a toda representación artística que alcanza un valor simbólico.

jueves, 15 de noviembre de 2012

Procrastinar es un arte

Procrastinar es un arte, como todo, y yo lo hago especialmente bien. La palabra es, desde luego, hórrida: causa pavor y dentera. Pronunciar esa palabra es como masticar cristales (iba escribir: mastricrar cristrales). Bien, dejemos este tormento fonético. El caso es que después de madrugar para estudiar, tomar café para estar despierto y tomar más café para poder estudiar estando bien despierto, que es la mejor forma de estudiar, sigo pensando que no estoy lo suficientemente despierto para estudiar y que necesito aún más café y, en lugar de estudiar, he estado la mayor parte del día perdiendo el tiempo y dejando para luego el estudio, y lo último que he hecho ha sido calcular mentalmente si me queda tiempo o no, si puedo o no dejar para mañana lo que tendría que hacer hoy.

Creo que puedo, aunque anteriores experiencias lo desaconsejan vivamente. Cierta ley dice que siempre se tarda más de lo esperado en hacer cualquier cosa, incluso teniendo en cuenta dicha ley. La ley es cierta, incluido, por supuesto, su autorreferencial e irónico corolario.

Incluso he tardado más tiempo de lo esperado en escribir este post.

El café, además, pasado cierto umbral, deja de ser eficaz en cuanto a estudiar se refiere. Yo diría que es una gran droga nootrópica* que despierta los impulsos cognitivos del ser humano, pero que tampoco conviene abusar.

*Esta palabra mola, así que la pongo, sea verdad o no que el café es una droga nootrópica.

Ley

Salus populi suprema lex

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Cuentos

El nadador, John Cheever

En lo alto para siempre, David Foster Wallace

Una navidad, Truman Capote

Levitación, Cynthia Ozick

Cara de luna, Jack London

Chicle de menta, José Balza

PD: Los criterios que rigen esta selección son la arbitrariedad de mi gusto, la arbitrariedad de mi memoria y (este sí es un criterio objetivo) la disponibilidad de los cuentos. Iba a poner solo cuentos norteamericanos, por acotar un poco la cosa, pero luego me acordé del cuento de José Balza, que me gusta mucho, y también lo puse. Así que no hay criterios válidos, pero creo que todos los cuentos están muy bien.

PD2: A posteriori podríamos trazar algunas conexiones (bastante fortuitas, eso sí) y paralelismos entre los cuentos, dejando a un lado Cara de luna y Chicle de menta. Ahí van: piscinas, agua (El nadador, En lo alto para siempre). Altura, elevación (En lo alto para siempre, Una navidad, Levitación). Dios (Una navidad, Levitación).

sábado, 10 de noviembre de 2012

La sonrisa sórdida del capital

Pincho en un enlace titulado Hacia una revolución molecular, de William Burroughs, y leo el texto y me parece bien, y me digo sí, luchemos en la calle por este mundo, y me encuentro, justo debajo del texto, con un montón de anuncios que prometen más de setecientas marcas de zapatos, más de treinta mil modelos, y anuncios de Converse, Reebok, Adidas, Kawasaki, Bensimon, New balance, Ascis, entrega gratuita. El texto está etiquetado Bajo control. La intención del blog es desbaratar al acrítico hombre masa.

viernes, 9 de noviembre de 2012

Joan Didion


Llevo un rato intentando averiguar por qué la prosa de Joan Didion es tan fascinante, tan adictiva, tan luminosa. No lo he averiguado, pero no importa. Lean a Joan Didion.

jueves, 8 de noviembre de 2012

Angeles







Entrevistas breves con hombres bastante serios y convencionales que adoran incondicionalmente a DFW

-Soy un tipo bastante serio y convencional. Cuando estaba en el instituto, llené mi libro de historia del arte de comentarios pretendidamente irónicos y chistosos. Al verlo, años después, me he estremecido de horror ante mi estupidez y los he borrado todos. La ironía pueril es un cáncer en estos tiempos. Demuestra nuestra mezquina recepción de las obras del pasado, nada más. Es una actitud narcisista, en el fondo. Nosotros, los modernos, somos más listos. Y es triste. Somos los últimos hombres, desencantados, indiferentes, siempre con un comentario irónico guardado en la manga. Y es cobarde. Es como si necesitáramos una coraza protectora, o un filtro que diluya cualquier emoción. Es, por decirlo de un modo pedante, la deconstrucción devenida ideología dominante.

-Puedes reírte de las obras de arte comentando cosas como "Señora en bolas mandando a un ángel a por tabaco", y no digo que me parezca mal, solo que termina por ser cansino y que la parodia no deja de ser parasitaria de lo parodiado. Vale, lo hemos desmitificado todo, somos fríos, distanciados, superautoconscientes e inteligentísimos, ¿y ahora qué?

-Creo que los lectores de DFW lo tenemos muy mal. Imitarle, pero en versión subnormal, me parece catastrófico. ¿Puede ser una influencia nefasta? Puede, claro que sí. Los que dan vueltas a la manivela pueden echarlo todo a perder. Yo qué sé.

-Bien, adoro incondicionalmente a DFW, pero pienso que tal vez ahora mismo el reto no sea hacer explícita la mediación de la conciencia en el texto, sino todo lo contrario: eliminarla. Esta entrevista sería un ejemplo de lo que no hay que hacer: imitar en modo subnormal a DFW y no parar de plantearse el tema de la autoconciencia.

-Que el ombliguismo narcisista en la literatura escrita por jóvenes, esos entes que solo saben hablar de sí mismos, es un cáncer, lo sabe todo el mundo, creo yo. Supongo que debe de haber una explicación sociológica de todo este asunto, pero no sé cuál es.

-Soy consciente de que soy consciente y etcétera.

-Estoy convencido de que la emoción que siente, digamos, una adolescente semianalfabeta ante un grupo de cantantes al que claramente habría que encerrar en una mazmorra y encadenarles y negarles el pan y el agua no es inferior a la que siente un erudito melómano ante una excelsa pieza tocada por la filarmónica de no sé dónde. Estoy inmerso en un proceso de deconstrucción de mis opiniones pueriles de antaño. Ahora mismo no creo que la copla sea un género inferior al grunge, por ejemplo. Está claro que esa opinión no era nada más que el fruto de la necesidad de diferenciarse de la tradición y señalar la diferencia generacional entre nuestros abuelos carcas y nosotros, los nihilistas gritones y melenudos de vaqueros rotos. Tampoco estoy seguro de que esta dinámica de, digamos, parricidios hermenéuticos sucesivos siga una lógica eterna o ajena a la historia y que se repita siempre. Esta lógica reactiva no creo que se diera en la edad media, por ejemplo.  La lógica misma es un producto de la modernidad. No sé si me estoy explicando. Pero lo que quería decir es que cuando nos metemos con chavales a los que les gustan cosas que a nosotros nos parecen horripilantes no estamos, en primer lugar, empatizando con ellos y, en segundo lugar, hay un odioso trasfondo narcisista según el cual consideramos que nuestro gusto es superior, que sabemos más y somos más listos. Por otra parte, porque siempre hay otra parte, si solo dejamos en pie la emoción como criterio, el desastre no podía ser mayor. ¿Qué podríamos responder a alguien que dijera que Cuéntame es mejor serie que Breaking Bad porque a él le emociona más la historia de los Alcántara que la de Walter White? ¿La diferencia solo reside en que un grupo de esnobs queremos diferenciarnos de una masa ignorante? No sé.

-Movidas como superar el ego y tal suenan a rollo new age hipiesco, lo sé, y no se me ocurre nada más odioso que el rollo hipiesco, pero, claro, ahora soy consciente de mi falta de empatía con una colgada descalza que no se lava y pretende acabar con el capitalismo fundiéndose en un abrazo cósmico con la madre naturaleza y también soy consciente de que esta descripción paródica abunda en esa falta de empatía y de que las parodias son casi un signo que refleja el cinismo actual de la conciencia ilustrada que ya no cree en nada y ridiculiza cualquier creencia, aunque algunas creencias merecen, efectivamente, ser ridiculizadas.

-En mi defensa, he de decir que antes de leer a DFW ya escribía diálogos autoconscientes y potencialmente inaguantables, digresivos y pedantes.

-Odio que me pregunten cosas como: ¿vas a tomar otro café ahora, antes de comer? ¿Acaso no es evidente? ¿Crees que voy a tirar el café por la ventana? Esta clase de preguntas retóricas son odiosas en muchos niveles. No son preguntas, sino mandatos morales encubiertos, intentos de regular la conducta. Este tipo de detalles intrascendentes tal vez estén jodiendo esta entrevista.

-Una opinión no es interesante por el hecho de ser tuya.

-El lector no sabe lo que hay en tu cabeza. Esto es obvio, pero es importante tenerlo en cuenta, asumir lo que implica. En términos de DFW, implica pasar de una escritura expresiva a una escritura comunicativa y que echar la culpa al lector de no entenderte es pueril. Creo que la mayoría de lo que he escrito, desgraciadamente, es pueril en este sentido.

-No sé qué escritora empezó a escribir con cuarenta años. Me doy once años de plazo para aprender a escribir bien. Quiero decir escribir algo auténtico y, desde luego, sé que esta palabra es ambigua, pero ahora pienso así: escribir algo auténtico, que comunique algo.

-Santo Tomás de Aquino, al final de su vida, se refirió a todo lo que había escrito como a algo carente de importancia, por no decir pueril, palabra que he repetido no sé cuántas veces. Pienso que había visto algo, había sentido algo, había comprendido algo, y que ese algo era lo verdaderamente importante. Tal vez los libros, la lectura, funcionen como la escalera de Wittgenstein. Sirven para subir, para llegar a algún sitio, pero la escalera en sí no es lo importante. ¿Se entiende lo que digo? Virginia Woolf también expresó una idea semejante. Los libros, ¿a quién le importan? Al escritor no, el escritor busca otra cosa. No quiero que esto suene demasiado esotérico o paradójico.

-Marcho a comer. Soy consciente de que digo marcho, en lugar de me voy, porque soy de León, por cierto.

jueves, 1 de noviembre de 2012

Nacho Vegas - El salitre


La boca de ballena de la noche me engullirá como a un Jonás cualquiera

Estrellas que caen

Hay una amenaza indefinida y una promesa de luz y transparencia, algo incomprensible que se insinúa tímidamente, que se muestra sin mostrarse del todo, un rostro velado, acaso un grito en la noche que recorre los milenios y encuentra eco en las letras impresas. Paseas, con las manos en los bolsillos, contemplando las viejas farolas, de regreso a casa, levantas unos segundos la vista hacia la oscuridad del cielo y un espasmo eléctrico te atraviesa. ¿Qué estrella cae sin que nadie la mire? No sabes por qué, pero la pregunta de Faulkner de repente te parece triste y desgarradora y, sin embargo, también, y con más fuerza aún, te une con ese cielo estrellado, por medio de hilos invisibles. Ahora eres el guardián del cielo, aunque sabes que un montón de estrellas caerán, solitarias, sin que nadie las mire. Eres, como todos, un guardián imperfecto. Podrías hablar de revelación, pero, en cualquier caso, se trataría de una peculiar revelación, puesto que no revela nada, no da ninguna respuesta. Una loca energía a punto de estallar. El orgasmo del arte. El fantasma de la electricidad. La estrellas caerán, no podrás evitarlo, y seguirán cayendo cuando ya no quede nadie para mirarlas, pero habrás percibido esa luz capaz de sortear las tinieblas, esa luz que brilla como un don gratuito, rodeada de oscuridad.

martes, 30 de octubre de 2012

Arreboladas mejillas decimonónicas: la turbulencia pasional y sus signos


Estoy bastante seguro, aunque no lo he comprobado, de que la palabra que más veces se repite en las cien primeras páginas de Ana Karenina es mejillas y de que casi siempre están ruborizadas o, lo que viene a ser lo mismo pero mejor dicho[1], teñidas de arrebol



[1] Mejor significa aquí lo siguiente: con un estilo deliciosamente desfasado que nos retrotrae a ese mundo decimonónico de pasiones amorosas que se manifiestan, pese al intento de reprimirlas, en signos bien visibles: las mejillas arreboladas. No es que las pasiones sean exclusivas del siglo XIX, claro, pero no parece posible escribir algo así, hoy, sin la mediación de una conciencia irónica o cualesquiera modalidades discursivas oblicuas que atenúen la violencia que hay implicada en decir las cosas directamente. Si alguien, hoy, escribiera que a un personaje se le tiñeron las mejillas de arrebol, para describir la súbita impresión producida por la contemplación del objeto de deseo, la intención del escritor, probablemente, sería paródica o, en el caso de no serlo, estaría cayendo en una cursilería imperdonable. Dado que no podemos sino ser hijos de nuestro tiempo, verdad de Perogrullo, por lo demás, no podemos ya sino sentir la distancia que nos separa de ese mundo, de esos signos y expresiones que envuelven a los novelones decimonónicos. Ciertamente, necesitamos nuestros propios modos y formas de escribir, pero eso no es motivo para denostar a los grandes maestros, como hacen algunos que usan sistemáticamente el adjetivo decimonónico con connotaciones peyorativas y que confunden innovación con ignorancia, y que conste que a mí me pirran la fragmentación, la ausencia de sentido englobante e incluso de final, la primera parte de El Ruido y la furia, con su narrador idiota y el caos verbal que parece echársete encima como un vendaval, El Innombrable y los fuegos artificiales vistos desde la orilla de Sandymount, pero eso sigue sin ser motivo para denostar al siglo XIX, así, en bloque. Decía cierto profesor, de cuyo nombre no queremos acordarnos (he/hemos cambiado a la primera persona del plural, de aquí en adelante, para adoptar un tono más academicista), pero del que hemos de decir que no parece haber comprendido la teoría del cierre categorial, que en la literatura lo que hay son sistemas de ideas objetivadas. No vamos a negar que esto sea así, pero nos parece insuficiente, de todas formas. En las mejillas arreboladas, por seguir con nuestro ejemplo, no hay tanto una idea como el signo expresivo de una pasión. Tampoco habría un sistema de ideas de las pasiones, sino la expresión de la vivencia de esas pasiones. Donde sí que hay un sistema, more geométrico además, de las pasiones y afectos, es en la Ética del divino Spinoza, por ejemplo, que justamente no es una obra literaria, por mucho que puedan alabarse las cualidades estéticas de su prosa, cristalina y solar. Si en la literatura solo hay sistemas de ideas, ¿en qué se diferencia de la filosofía? Por nuestra parte, aunque no sostenemos esto como tesis ni somos expertos en literatura, creemos que la nota diferencial y específica de la literatura radica en el uso expresivo del lenguaje, por encima incluso del uso significativo, lo cual podría acarrearnos las acusaciones de irracionalistas a las que tan aficionado es el no mentado profesor, quien, por cierto, ve un sistema de ideas racionalista y coherente en Los cantos de Maldoror, pero no lo ve en Así habló Zaratustra, de Nietzsche, quien según el profesor es un teólogo incapaz de usar la razón. Misterios de la vida. En la teología también hay sistemas de ideas objetivadas, por cierto. En el nombre del Señor, si Santo Tomás no es sistemático, ¿quién lo es? En fin, lo que queremos decir es que sí, insistimos, hay ideas en las obras literarias, e incluso discusiones filosóficas, como en La montaña mágica, pero que nadie se pierde en la nieve en la Crítica de la Razón Pura ni se ruboriza ni pega las mejillas ardientes al frío cristal de la ventana de un tren y que estas cosas, perderse en la nieve, pegar las mejillas ardientes al frío cristal de la ventana de un tren, no son ideas generales, sino signos expresivos, singularidades que no expresan algo unívoco o perfectamente determinado y acotado, sino algo abierto, indeterminado y, llámesenos místicos chiflados o lunáticos descerebrados, algo así como un flujo de intensidades que corre por encima o por debajo de los significados establecidos. Sabemos, no obstante, que todo este rollo de las intensidades irreductibles a los significados establecidos puede ser, y de hecho es, utilizado por dispositivos como la publicidad, con el objetivo de dirigir el deseo y la demanda, en el marco de un sistema capitalista. No estamos haciendo un llamamiento al abandono de la razón. Solamente decimos que el ser humano es tanto un sujeto racional como pasional. La definición de Faulkner, bien poco científica, pero precisa, preciosa y valiosísima, de la literatura como un fogonazo que ilumina la oscuridad que nos rodea, nos apasiona mucho más que esas definiciones de cartón piedra que nos proporcionan determinados profesores de los que sospechamos que no han entendido la teoría del cierre categorial y que imaginamos con un sempiterno ceño fruncido, aposentados en el Tribunal de la Razón y trabajando sin descanso en la caza de los herejes que no se ciñan a la única interpretación correcta que debe existir de una obra literaria y que convierten así, lo sepan o no, al sentido en una entidad metafísica hipostasiada, por mucho que presuman de materialistas. Ahora, como seguramente habrán notado, estamos desbarrando bastante. Tampoco queremos dar la impresión de que nuestros huesos se derritan por los popes de la posmodernidad o de que pensemos que no hay criterios y, en consecuencia, todo vale. No es eso. No todas las interpretaciones de una obra literaria son válidas, ni todas valen lo mismo, pero es que tampoco hay, necesariamente, una que sea correcta y que excluya a todas las demás. Por poner un ejemplo concreto, Casa tomada, de Cortázar, ¿acaso tiene una única lectura correcta?, ¿hay un sentido único, invariable, que el lector debiera desvelar?, ¿no se da así ya por supuesto que el sentido es único en lugar de ser múltiple?, ¿este dar por supuesto no es una petición de principio de índole metafísica? El sentido que puede atribuirse a Casa tomada, por otra parte, debe estar ligado a la obra. Es cierto que las interpretaciones en ocasiones se desentienden de las obras y las usan como meros pretextos, lo cual aquí nos desagrada profundamente, lo aseguramos, pero, a su vez, no es menos cierto que el hecho de que haya interpretaciones delirantes de muchas obras se usa como pretexto para intentar restaurar un Antiguo Régimen en el que una casta privilegiada detente el monopolio hermenéutico y prohíba las lecturas que considere desviaciones irracionalistas de lo que verdaderamente significan, como si lo que verdaderamente significan resultase evidente y no fuese el problema mismo de la interpretación y lo que es objeto de controversia, por no meternos ya en jaleos de tal magnitud como el de la noción de verdad. En definitiva, y ya vamos a ir acabando, aquí creemos en la literatura como alfombra mágica. ¿Somos irracionalistas por ello? Muy bien, pues lo somos.

lunes, 29 de octubre de 2012

Llegó el invierno

Llegó el invierno. Es urgente ponerse a leer a escritores rusos. ¡Viva el siglo XIX! ¡Viva Tolstoi!

viernes, 26 de octubre de 2012

Un cerebro nuevo

Se percató de que tal vez ya iba siendo hora de librarse de su apego irracional a determinado objeto, que usaba de forma idiosincrásica, desconectados de su función, haciéndolo girar entre los dedos continuamente; apego que evidenciaba un rasgo autista, según se deduce de lo que se indica en el segundo borrador del DSM-V: TEA, concretamente en el apartado de patrones repetitivos y restringidos de conducta, donde también se indica que los síntomas deben estar presentes en la infancia y que el Síndrome de Asperger debe ser eliminado en cuanto categoría independiente y subsumido en la categoría más amplia de trastornos del espectro autista. El propósito de librarse de una vez por todas de su apego se enfrentaba, sin embargo, a la paradoja de un cerebro con rasgos autistas intentando eliminar por sí solo esos mismos rasgos autistas. La cosa no parecía tener solución. Su apego irracional comenzó antes de cumplir los tres años. Más de veinte años después, se percató de que tal vez ya iba siendo hora de librarse de su apego irracional a determinado objeto, pero la paradoja era inevitable, y también se percató de eso. La cuestión era cómo desprenderse del objeto y no verse sumido en una espiral de angustia imparable. Después de meditarlo concienzudamente, decidió que la única manera de lograrlo sería buscar el camino de baldosas amarillas y recorrerlo, para finalmente pedir otro cerebro, distinto del suyo, porque con su cerebro la disyunción era exclusiva: o bien el apego irracional, o bien la angustia, la desorientación, la sensación de que una parte de sí mismo le había sido arrancada. Se imaginaba al espantapájaros y a sí mismo, juntos, cogidos de la mano, dando saltitos por las baldosas amarillas, cantando: queremos un cerebro nuevo... y no un maldito diploma, ya tenemos un maldito diploma.

Courage!

Según una psicoanalista, el objeto autista impide el desarrollo de la imaginación y sirve como coraza protectora frente a un mundo visto como confuso e incomprensible. Un mundo estridente y lleno de estímulos, demasiados estímulos, un mundo agotador. No se hacía ilusiones. Si lograba desprenderse de su apego irracional, seguramente el mundo seguiría siendo igual de abrumador y ruidoso, o peor, lo sería mucho más. Seguiría necesitando soledad y calma. Seguiría fascinado por el color del cielo al atardecer y seguiría resultándole terriblemente molesta cualquier mínima variación ambiental o cualquier alteración del orden preestablecido en el que ejecutaba complejos rituales sin función aparente. Le seguiría pareciendo intolerable que alguien ocupara su sitio, por ejemplo. Si alguien estaba en su sitio, no se sentaba. Si al ir a desayunar alguien estaba ocupando su sitio, ese alguien debía levantarse, o no se sentaba. Seguiría angustiándole no saber por anticipado qué es lo que va a pasar en una determinada situación. La cuestión era, por tanto, que aun desprendiéndose de su rasgo autista más evidente, algo que, por lo demás, rozaba lo inconcebible o era directamente inconcebible, no habría solucionado nada, porque había toda una serie de rasgos autistas concomitantes menos evidentes que eran como el subtexto implícito en el que estaba envuelto su apego patológico.

The man behind the courtain.

El problema, desde luego, es que el Mago no es, en realidad, un Mago, que el Gran Otro no existe y  que estamos solos.

And Scarecrow's brain?

La paradoja respecto a querer dejar de controlar por anticipado situaciones incontrolables era que quería controlar y saber por anticipado cómo había que dejar de controlar por anticipado situaciones incontrolables. Un cerebro con rasgos autistas intentando eliminar sus rasgos autistas tiene estas cosas. Las dificultades lógicas siempre están ahí. La cosa no parecía tener solución. Según la psicoanalista, los objetos autistas no solo impiden el desarrollo de la imaginación sino también el desarrollo del habla. En su caso, esto no era cierto. Aprendió a hablar con normalidad, si bien no vamos a negar que llevar el peso de una conversación le parece algo agotador y que en ocasiones no le apetece hablar y que cuando no le apetece hablar y le obligan a hablar odia a quien le obliga a hablar. Aunque no es odio exactamente lo que siente y, en realidad, sea lo que sea, se dirige contra sí mismo. Se parece más a un ataque de mutismo transitorio. No le suele suceder, pero cuando le sucede hablar se convierte en una tarea titánica, como ponerse a barrer hojas en medio de un huracán. Cuando tenía seis años, su profesor llamó a sus padres para decirles que el niño no hablaba nada en clase y preguntar si estaba bien. Estaba bien. En el recreo hablaba, jugaba, se relacionaba con sus compañeros. En clase no pronunciaba ni una palabra. Lo que pasaba era que había interpretado literalmente al profesor cuando dijo que no hablaran en clase, a no ser que no entendieran algo. Hasta ese momento, lo había comprendido todo, así que no había hablado, les explicó a sus padres.

Surrender Dorothy.

También según la psicoanalista, los objetos autistas sirven para generar sensaciones tranquilizadoras mediante movimientos rítmicos y crean un mundo cerrado en el que no se deja entrar a nadie. Funcionan como barrera. Esto es cierto, pero a medias. No funcionan solo como barrera. Tras más de veinte años de apego irracional, no sabe bien cómo funcionan, pero está seguro de que no solo funcionan como barrera. No es exactamente así. Tranquilizan, claro; ya hemos dicho que la alternativa al objeto es la angustia, la sensación de que su sí mismo se ha volatilizado o disuelto o se ha dispersado y él ya no tiene ningún tipo de unidad, lo cual es un tipo específico de angustia que habría que diferenciar del conjunto de la angustia en general. Tampoco es que sea una angustia especialmente intensa, más bien se trata de una especie de estado de desconexión consigo mismo potencialmente aterrador, aunque aterrador tal vez sea una palabra demasiado fuerte. Habría que inventar una palabra que designara exclusivamente esa sensación, sino no puede haber más que equívocos y aproximaciones conjeturales, pero no pueden existir lenguajes privados, así que de nada serviría que se inventase una palabra que designase con el más alto grado de especificidad dicha sensación y cuyo significado solo fuese accesible para él, porque precisamente por eso, porque solo sería accesible para él, no significaría nada. Tampoco es que necesite tener el objeto siempre, o que siempre que no lo tenga se produzca este estado de desconexión. Es difícil de explicar.

We are not in Kansas anymore.

No obstante, es la intersección entre el conjunto de déficits en la interacción social recíproca, el conjunto de la comunicación, el lenguaje y el juego simbólico y el conjunto de las conductas e intereses restringidos y repetitivos lo que podríamos calificar de autismo en sentido estricto, mientras que si los tres conjuntos no se intersectan tendríamos que hablar, por ejemplo, en el caso de que se den síntomas solo en dos áreas, o de que se den en las tres áreas, pero de forma leve, de trastorno general del desarrollo no especificado, categoría tan vaga que no parece ni una categoría, por cierto. El espectro del TEA parece ser un continuum bastante difuso en el que no se sabe muy bien en qué punto se pasa de la normalidad a la anormalidad. Se habla de grados, de cantidades intensivas, difícilmente medibles. Las respuestas de los test usan cuantificadores como mucho o poco, cuantificadores de por sí difusos y que además solo adquieren sentido contextualizados. El concepto de continuum tal vez implique una aproximación infinitesimal al concepto de verdad. Estamos en las pantanosas aguas de la lógica difusa. La claridad de la teoría de conjuntos es engañosa.

You, my friend, are a victim of a disorganizated thinking.

Nuestro protagonista opina, por cierto, que llamar trastorno al trastorno del espectro autista es un error. La idea de trastorno sugiere que ha habido un cambio repentino, o más o menos repentino, que se ha perturbado la conducta o la conciencia. Nada más lejos de la realidad.

Aw, that's too bad

La mayoría del tiempo está bien, en términos generales. Tiene problemas para hablar en público, cierto. Tiene problemas para mirar a la gente a los ojos, cierto. No lleva bien que le toquen desconocidos, cierto. Repite mentalmente tres veces las palabras exactas que va a usar para comprar tabaco y siempre dice lo mismo, cierto. Coloca en el mismo orden, antes de irse a dormir, el tabaco, el cenicero y las gafas, cierto. Coloca, en general, objetos en un orden preciso, cierto. Sigue un orden preciso y carente de sentido que consiste en dar la luz del flexo de la mesilla de noche antes de ir a lavarse los dientes y volver a la habitación para encontrarse con la luz del flexo ya dada, cierto. No se le da bien iniciar conversaciones, cierto. Es un poco obsesivo, cierto. Está obsesionado con David Foster Wallace, cierto. Pero, en términos generales, la mayoría del tiempo está bien.

Who said that?

Otra cosa que dice la psicoanalista, y que explica el hecho de que considere al psicoanálisis una espantosa pseudociencia infinitamente más dañina que la cábala o la astrología, es que el objeto autista es el resultado de no sé qué que falla al desprenderse de la madre. La teoría es un puro delirio y, lo peor de todo, una insensatez. Espera que los científicos de verdad la emprendan a golpes contra los psicoanalistas en los congresos. Desea con fervor que los psicoanalistas se extingan de la faz de la tierra. Son peligrosos y son malos. Sin ánimo de ofender.

Some people without brains do an awful lot of talking... don't they?

Es posible que también esté obsesionado con El Mago de Oz.

jueves, 25 de octubre de 2012

Desayuno con uvas y cerveza

Como hemos pedimos la bebida justo antes de que el local fuese a cerrar, tenemos que salir y beber en la calle. Hay gente a la que hacía mucho tiempo que no veíamos. Nos saludamos. Hablamos de cine clásico. He visto Desayuno con diamantes más de diez veces, comento. También he visto Charada, sí. Considero que cualquier película en la que salga Audrey Hepburn se convierte en una obra maestra por la magia inefable de su presencia, del resplandor que irradia desde cada poro de su piel. Si Platón hubiera podido contemplar el rostro de Audrey, no habría tenido ganas de progresar hacia la belleza absoluta, solo de fijar la mirada en la superficie. Lo más profundo, como se sabe, es la piel. El solo hecho de poder ver la imagen de Audrey Hepburn dota al Universo de sentido. Todo el ruido y la furia y la desesperación y el horror quedan de algún modo atenuados, redimidos casi. Un ser intermedio entre los mortales y los dioses. Confundir a Jennifer Connelly con Sandra Bullock, qué infamia, qué calumnia, qué falta de sensibilidad para captar los matices. Sandra Bullock es el mal y Jennifer Connelly se diferencia infinitamente de ella, comento. Lo que el viento se llevó, creo que la veo una vez al año, por lo menos. Vivian Leigh, otra actriz con magia, en efecto. Ya no se hace cine como el de antes. Soy un conservador, estéticamente hablando, y un retrógrado y un nostálgico. Lo admito. No puedo remediarlo. Sea como sea, yo amo el cine clásico, y punto. John Ford, eso son palabras mayores. Sí, es muy joven, usted solo conoce la ciudad desde que la cruzó el tren; era muy diferente entonces, muy diferente, señor Scott, muy diferente. Magistral. Incontestable. Tengo frío. El tren inaugura otro mundo, claro. Tal vez también estemos ahora en el fin de algo que no acaba de morir y al comienzo de algo que no acaba de nacer; tal vez en todas las épocas se tiene esa sensación. Estamos en medio, siempre. Ignoramos el principio y el final. Quedan fuera de foco. Pero ser contemporáneo es ser intempestivo, para ver la propia época hay que tomar cierta distancia. Es muy abstracto y muy vago lo que estoy diciendo, lo sé.

Jose Luis Garci dijo una vez que Faulkner era un coñazo y que Truman Capote no. Pero Truman Capote, gran escritor, por supuesto, dijo que Faulkner era un gran escritor. No tiene sentido confrontarlos. Ambos fueron geniales. Qué manía de oponer, de competir. ¿Para qué?

Paso de pedir patatas porque no tengo hambre, así que pido otra cerveza. Luego me entra hambre y pico patatas de todo el mundo. Discutimos con un chaval que está sentado en nuestra mesa, con nosotros. Nadie sabe quién es. Es amigo de alguien, o algo, pero nosotros no le conocemos. El chaval opina que Darwin era un farsante. No cree en la evolución. Mi amigo biólogo le va rebatiendo, pero el chaval quiere una prueba fehaciente que demuestre la evolución del mismo modo que, según él, la caída de una manzana demuestra la ley de la gravedad. El chaval no usa la palabra fehaciente. El chaval es irritante y obtuso a más no poder y no se calla. Ha visto un vídeo en Internet. Habla tanto que no escucha, así que tenemos que gritar. Le hablamos de procesos sin sujeto, mecanismos causales, caracteres adquiridos no heredables, ausencia de intencionalidad, falacias teleológicas. Inútil. Nuestra autoridad no es nada comparada con un vídeo de Internet. La evolución es una opinión, todo son opiniones, todas las opiniones son igualmente válidas. Las pirámides las construyeron los egipcios o los extraterrestres. Es una cuestión indecidible. Los reptilianos pudieron existir y darnos la inteligencia, etcétera. Le pregunto a mi amigo si se da cuenta de con qué clase de conspiranoicos descerebrados solemos discutir y de lo frustrante que resulta. Aunque tal vez no tengamos razón, tal vez seamos presuntuosos y arrogantes. Tal vez. La posibilidad de ser visto como un tipo arrogante me produce escalofríos. Es lo que menos quiero en el mundo. Se da cuenta, claro. Resignado, propongo admitir el fracaso de la educación y dejar que los bárbaros pululen por el mundo creyéndose lúcidos y sagaces críticos de la ciencia convencional. Es inútil mandar a luchar nuestras naves contra los elementos. Es inútil darse cabezazos contra la pared. Terminamos las patatas y las cervezas. Son las cinco y media de la mañana.

Caos de gente entrando y saliendo. Parece una escena cómica de cine mudo. Gente apelotonada sobre la barra, pidiendo, con impaciencia, y gente que entra y sale por detrás de ellos y brazos en alto, por encima de las cabezas arremolinadas, sosteniendo raciones de patatas y kebabs y cañas de cerveza.

Estamos otra vez en la calle, fumando y pasando frío, como siempre. Se nos acerca un hombre. Tiene la mirada a la vez penetrante y perdida, fija y desvalida, como atraída por un punto que se sustrae del régimen de lo visible. Una mirada triste, desgraciada, que provoca una insoslayable sensación de malestar. Una mirada que mira sin ver. El hombre pide un cigarro y fuego. Le cuesta mucho hablar, cambia de tema con brusquedad, parece sumido en meditaciones abstrusas, en pensamientos incomunicables, inasibles. Se esfuerza visiblemente por hacerse entender y cada poco admite su derrota, su incapacidad para expresar con las palabras adecuadas lo que quiere decir. Pensar: luchar contra el lenguaje, con el lenguaje, en el lenguaje, estar atrapado en el laberinto, en medio del laberinto, buscando el camino. Le escuchamos con paciencia, aunque mis amigos le prestan una atención flotante, por así decir; hablan entre ellos y no le hacen mucho caso. Yo le presto una atención tremenda, porque en cuanto te despistas no sabes de qué narices está hablando. Cada poco nos pregunta si sabemos qué es una montaña. En el fondo, toda la situación es muy triste. La estructura de su discurso es un delirio: los temas van y vienen sin asomo de ilación lógica. Frases entrecortadas sobre Jesús, Rey de reyes, el cristianismo, la creación del mundo, Nietzsche, chistes, adivinanzas, C. S. Lewis y explicaciones sin pies ni cabeza sobre la naturaleza de la luz o los números binarios forman un flujo ininteligible e inagotable. Borbotones de palabras. Estoy intrigado por lo que dice. Creo que debe de haber una lógica oculta tras sus palabras, un sentido que las guíe. Al final se descubrirá que la pregunta por la esencia de la montaña forma parte de una adivinanza, cuya formulación completa se alarga durante muchos, demasiados minutos, entreverada por todo tipo de digresiones, sobre el significado de la palabra filosofía, entre otras disquisiciones filológicas bastante aventuradas, y la planificación de un hipotético robo en el cual cada uno de nosotros tendríamos un papel que cumplir, un rol, una función determinada. Sería un consuelo tener un papel y no ser un paria, aunque fuese en un plano imaginario. El hombre va asignando papeles a cada uno de mis amigos. A uno le toca ser el conductor, a otros vigilar, a otros desactivar las alarmas. Yo me quedo sin papel. Concluye, finalmente, con un gran esfuerzo, la formulación de la adivinanza, que nadie intenta siquiera responder, porque solo retrospectivamente cobra sentido (por decir algo), y a estas alturas todo el mundo se ha olvidado de la pregunta por la montaña y él mismo tiene que responder a la adivinanza. Si un helecho está hecho de hechos, una montaña está hecha de montañas. La solución al enigma era una tautología o el reconocimiento de que las cosas mismas son su eîdos, es decir, que son lo que son. Se lo comento. Dice que sí, una tautología, en efecto, y que las cosas son lo que son. Sospecho que me da la razón porque soy el único que está prestando una atención tremenda a su discurso y que de alguna manera se da cuenta y aunque no se entere muy bien de lo que digo, agradece que le conteste. Creo que el hombre y yo nos entendemos muy bien. A los dos nos gusta hablar sobre lo que nos interesa, aunque ni se nos entienda ni se nos preste atención. El hombre habla mucho más que yo, sin embargo. Cuando ya estoy convencido de que me ha marginado del robo imaginario y me siento excluido y dolido porque se me considere prescindible a la hora de robar, me asigna el papel estelar: el dirigente ideológico de todo el tinglado, el planificador, aquel que opera en las sombras, urdiendo la trama, manejándolo todo, el titiritero supremo, el maestro de marionetas. Le digo que por supuesto, que acepto, que no quisiera verme mezclado en las turbias aguas de la acción y que ese es, precisamente, mi papel soñado. Me coge del brazo. No digo nada, pero odio que me toquen desconocidos. Sigue hablando y yo pienso: suelta, suelta, suelta. Oigo risas a mi alrededor. Alguien comenta que nos ha calado a todos. Más risas. El hombre pide otro cigarro y le doy otro cigarro. Ya casi no me quedan, pero se lo doy de todas formas. Me suelta el brazo, por fin. Hay algo muy triste en su forma de mirar, algo que te hace pensar inmediatamente en la palabra desolación. Cuando nos despedimos, se disculpa por habernos molestado. Todo el mundo le asegura que no, que para nada, no nos ha molestado, no tiene nada de lo que disculparse. Nos vamos. El hombre se queda quieto, en medio de la calle, del frío, con la mirada fija y perdida.

Antes de llegar a la parada de taxis, nos paran dos chicos. Uno está comiendo un racimo de uvas. Nos invitan a comer uvas. Insisten. Digo repetidas veces que yo me voy a casa porque tengo frío y sueño. Nos comemos las uvas. Nos vamos. Vienen con nosotros. Van afeitados y repeinados y engominados y no llevan cazadoras a pesar de que la temperatura es de dos grados. Quieren que vayamos con ellos a un after. Yo me quiero ir a mi casa y, además, los tipos me caen rematadamente mal. El chaval que no creía en la evolución al menos tenía inquietudes culturales, veía vídeos por Internet, desafiaba con atrevimiento, coraje y gallardía el poder académico y cuestionaba su monopolio hermeneútico. El hombre loco era un buen hombre. Estos son idiotas. Son las siete de la mañana. Hace un frío tremendo.

En el taxi otra vez las mismas conversaciones sobre los controles de la guardia civil. No digo nada. He escuchado la misma conversación cientos de miles de millones veces. Exactamente la misma. Es como vivir en el día de la marmota, como vivir en un loop infinito, sin salida, en un movimiento sin fin, sin progreso.

Son las siete y media de la mañana. El mausoleo de toda esperanza y deseo. Las batallas ni siquiera se libran. Los esplendores del pasado duermen hoy en la tumba. Levanto la vista. Ya no hay tantos pájaros como antes, ¿no? ¿Emigran o algo, cuando llega el frío, como los patos cuando los estanques se hielan? No creo, o sí, bueno, no lo sé. El sabio seguro que podría respondernos. Risas en la calle desierta. Seguro, respondía a cualquier cosa, pero yo casi no le escuchaba, de todas formas. Yo sí, tío, le prestaba muchísima atención: estaba como una puta cabra. Ya, eso sí. Era triste, en realidad, como ver a una mente en ruinas tratando de construirse un tejado o algo así. Siempre acabamos hablando con los tíos más pillados del mundo. Sí, pero lo triste de todo el asunto, si lo piensas bien, no residía en su locura, sino en que no estaba lo suficientemente loco como para no darse cuenta de que lo estaba, era esa chispa de lucidez que aún sobrevivía en su mente la que teñía de una tristeza inconsolable su mirada, ¿entiendes? Se daba cuenta, por eso se disculpó al despedirse. Sí, puede ser. Y cuando nos fuimos, ¿no te fijaste? Se quedó quieto; literalmente no tenía un sitio al que ir, eso es más triste. Ya, ¿y qué podíamos hacer nosotros? Nada, claro; pero eso es aún más triste.

Llego a casa. Voy al baño. Voy a por un vaso de agua. Subo las escaleras. Me meto en la cama. Poco a poco, voy dejando de tener frío.

lunes, 22 de octubre de 2012

Prosa otoñal

La fría nitidez de algunos días otoñales, cuando el cielo está despejado y las calles vacías acogen la luz del sol en silencio, siempre le había entusiasmado y conmovido. El aire vibraba. Aunque siempre que llegaba el frío, el frío de verdad, nada más salir de casa temblaba y maldecía a los dioses, pensaba que el frío otoñal investía al mundo con una transparencia penetrante que el verano era incapaz de lograr, y le daba la bienvenida al otoño con los ojos anegados en lágrimas de felicidad. La brisa que entraba a través de la ventana abierta iba enfriando poco a poco sus manos. Su mano derecha sostenía un cigarro. El humo del cigarro salía por la ventana, como si alguien, al otro lado, estuviese aspirando con fuerza. La luz envolvía y resaltaba todo con exactitud, delimitaba los contornos de las cosas; la línea horizontal del tejado más cercano separaba el aquí concreto donde se desarrollaba la vida, las casas cuyas fachadas pálidas resplandecían, de esa pura abstracción azul y vacía, de esa ilusión de profundidad informe que absorbía la mirada sin que esta encontrase objeto alguno al que aferrarse o que obstaculizara su vagabundeo por lo insondable. La línea del tejado partía el mundo, lo escindía en dos mitades, lo rasgaba como una cuchillada rasgaría un lienzo, para descubrir que detrás del lienzo no hay nada y que sobre esa nada despuntan figuras móviles, formas precarias, frágiles, esparcidas al azar, sometidas al poder del tiempo, destinadas a volver al seno inmóvil de la nada tras una corta aventura por los dominios del ser. Eso era todo. Despertar, mirar, volver a dormir. Valía la pena despertar, aunque solo fuera un instante. Tenía que valer la pena.

jueves, 18 de octubre de 2012

Una y seis frases

Bajo la lluvia esperan los hombres de cera.
Esperan bajo la lluvia los hombres de cera.
Los hombres de cera esperan bajo la lluvia.
Los hombres de cera bajo la lluvia esperan.
Esperan los hombres de cera bajo la lluvia.
Bajo la lluvia los hombres de cera esperan.

miércoles, 17 de octubre de 2012

Después del fin, sí

Seguir aquí después del fin, sí. Perseverar, a pesar de todo. Una ciega urgencia te arrastra. Querrías rescatar las palabras asomadas al abismo y devorarlas para que estén contigo cuando ya no haya nadie, solo silencio. El resplandor infernal de Saturno se refleja en las calles mojadas. Hay una ferocidad ebria oculta en el corazón de la quietud. Oyes vibrar el mundo a tu alrededor. Querrías morder la lluvia, el viento, el frío. Deseo caníbal, melancólico. Hablas como si los lazos entre las cosas se hubieran roto, y miembros errantes cruzaran el cielo, desgajados. Como si nada rimara con nada. Un rostro aquí, una mano allí, en el escenario fantasmal del cielo gris, de tu imaginación gris. La lluvia, a todo esto, cae sobre los tejados de las casas deshabitadas que se ven desde tu ventana. Toda la noche desvariando, queriendo dormirte pronto para despertarte pronto para acudir a una cita con algo que no sabes qué es y se te escapa de las manos. La luna, una vez, recuerdas, se deshizo entre tus manos, mientras lobos errantes retaban a la noche. Siempre algo que se deshace, que huye, que se te escapa, algo perdido que nunca existió. Habitar en las ruinas, iluminadas por el desvarío. Palabras antiguas, tus palabras, de repente odiosas. Sintaxis odiosa. Poesía odiosa. Querrías escribir una prosa tan cristalina, tan perfecta, tan exacta y fluida que sería como si el propio lenguaje se hubiese borrado para dar a luz y mostrar lo que solo gracias a él puede darse y mostrarse.

martes, 25 de septiembre de 2012

Incipit Philosophia

Estrictamente hablando, esta entrada no forma parte del blog, es un post scriptum destinado a anunciar el comienzo de Murmullo incesante, blog que pretende centrarse exclusivamente en cuestiones filosóficas... si hay algo así como "cuestiones filosóficas", algo que no podemos dar por supuesto, ya que "dar por supuesto" es lo menos filosófico que hay. La risa de las criadas tracias, lo sé, no ha dejado de perseguir a los filósofos, pero, como respondió Diógenes cuando le dijeron que la gente se burlaba de él: sin embargo, yo no soy burlado, o como dijera Deleuze, mucho tiempo después: el filósofo no ofrece donde hacer presa, aunque sea presa de todos los ataques.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Fin

Y ya hemos llegado. Me siento como si hubiera escalado una montaña muy alta y ahora le gritase a los astros ved lo que soy. La ventana está abierta y se está haciendo de noche, pero aún no es de noche, momento ideal para despedirse. Un cigarro humeante reposa en el cenicero. El vaso de café está vacío. Seguiremos perseverando y fracasando cada vez mejor.

Ahora el cigarro se acaba. Y llega la noche.

999

Penúltimo post. Permanezcan atentos a sus pantallas para contemplar el apoteósico final.

This is the end

Que el inminente fin de mi blog haya llevado a mi imaginación a considerar el fin del mundo como un acontecimiento hermoso y de lo más hermoso quizá sea un signo de mi solipsismo patológico. Como todos somos solipsistas y todos nos morimos, el mundo desaparece con nosotros y solamente la literatura muy menor se ocupa del Apocalipsis, decía, más o menos, Anthony Burguess. Yo lo dejo ahí.

Ahora

Ahora el sol desciende como una promesa indeterminada que flota ingrávida en la atmósfera. Se insinúan ya las sombras acogedoras. Qué hermoso sería si el mundo se acabase ahora, no con un gran estallido sino como quien desaparece sin ser visto, escabulléndose a hurtadillas, sin hacer ruido, como algo que se difumina en el aire hasta perder del todo su forma.

Dilema

Tomar un café y arriesgarme a dormir mal y con el cerebro revolucionado o no tomarlo y dormir bien. La segunda opción parece mejor. Sin embargo, me quedan cuatro post para acabar y creo que es mejor hacerlo aumentando la dosis de cafeína de mi torrente sanguíneo.

Diálogos crepusculares

-¿Qué tal vas con lo de llegar a los mil post y finiquitar el blog?
-No muy bien, de ahí este post.
-¿Este post solo es de relleno?
-Evidentemente.
-¿Se te han acabado las ideas?
-Puede ser.
-¿Te da miedo quedarte sin ideas?
-Yo no tengo ideas propias casi nunca.
-¿En serio?
-Totalmente.
-¿Cómo es eso?
-Ni siquiera estoy seguro de que las ideas puedan ser propiedad de alguien.

The Cure - A Forest



Again and again and again and again and again and again and again and again and again and again and again and again and again and again and again and again and again and again and again and again and again... and again... and again

Espantapájaros

La mirada lanzada al infinito, a las llanuras sin fin donde la tierra abraza al silencio, la tierra de rojo furioso y amarillo lejano sin un solo árbol a la vista. Yacer en estos campos irreales, hablar solo con espantapájaros. Parece fácil desparecer aquí. No morir, sino desaparecer. No huir, sino desaparecer. Inexplicablemente. Disolverse en la luz, en el viento. Espantapájaros con ojos plateados. De nada nos serviría un cerebro. Es otra cosa lo que necesitamos, confía en mí, le digo a espantapájaros. ¿Y quién eres tú?, pregunta el espantapájaros.

Sauces

La reverberación del sol sobre las aguas siempre cambiantes del río atrapa tu mirada, como si los intermitentes destellos de luz proyectasen hilos invisibles, irrompibles, en dirección a tus ojos, frágiles hilos de luz que te unen aún al mundo. Toda tu atención, todo tu ser, se dirige y concentra sobre la superficie móvil y serena del río. Ese ritmo callado, murmullo incesante. Ese río nunca igual a sí mismo en el que no te puedes bañar dos veces y ni siquiera una vez. Las ramas del sauce rozan las aguas, como la mano de una niña distraída que juega en la orilla. Ahora sabes por qué lloran los sauces.

Batallas

Cuando su padre le entrega a Quentin el reloj, el mausoleo de toda esperanza y deseo, se lo entrega
no para que recuerdes el tiempo, sino para que de vez en cuando lo olvides durante un instante y no agotes tus fuerzas intentado someterlo. Porque nunca se gana una batalla dijo. Ni siquiera se libran. El campo de batalla solamente revela al hombre su propia estupidez y desesperación, y la victoria es una ilusión de filósofos e imbéciles.
William Faulkner, El ruido y la furia 


Top Ten

1. La Biblia.
2. El Quijote.
3. Hamlet.
4. El Banquete.
5. Antígona.
6. Ulises
7. Crimen y Castigo.
8. Esperando a Godot.
9. Alicia en el país de las maravillas.
10. La broma infinita.

La lista, claro es, podría variar, es incompleta y todo lo que siempre pasa con las listas. La Biblia, independientemente de que se crea o no, es uno de los libros más influyentes, me parece a mí, en toda la historia de la literatura occidental. Las dos grandes influencias de Faulkner, como dijo alguien, fueron la Biblia y el whisky, por ejemplo. Faltan muchos, obviamente. El propio Faulkner, tal vez, si bien no soy superfanático de Faulkner, en realidad. De momento estoy con El ruido y la furia, que todavía no había leído.

Es curioso que, a pesar de que prácticamente no leo nada de teatro, siempre que pienso en listas así, incluyo Antígona, Hamlet y Esperando a Godot como tres de las mejores obras de todos los tiempos.

Incluyo solo una obra de Filosofía, porque, en fin, habría que hacer una lista aparte de obras filosóficas, pero no incluir a Platón me parecería un crimen y, aunque El Banquete tal vez no sea su obra más importante, supongo que todo el mundo está pensando en La República, a mí la obra que más me gusta de Platón es El Banquete, y además pienso que no desentona compartiendo espacio con obras literarias, como sí desentonaría, por ejemplo, el Parménides, obra filosófica en un sentido mucho más estricto. Incluir La broma infinita quizá es prematuro, pero no incluir a David Foster Wallace también me parecería un crimen. Alicia en el país de las maravillas es probablemente el libro que más veces he leído en mi vida. Crimen y castigo representa, para mí, que ni soy filólogo ni nada, la cumbre de la novela decimonónica y es una de las mejores novelas jamás escritas, si bien, en general, prefiero la literatura del siglo XX. El Quijote, evidentemente, no necesita justificación.

Faltan Proust y Kafka, claro. No me había dado cuenta.

The Divine Comedy - The booklovers

Caos

379. Al filosofar hay que bajar al viejo caos y sentirse a gusto en él.
Wittgenstein, Observaciones diversas. Cultura y valor. 

Monólogos

445. Casi siempre escribo monólogos conmigo mismo. Cosas que me digo sin testigos.
 Wittgenstein, Observaciones diversas. Cultura y valor.

martes, 18 de septiembre de 2012

El camino

Había un hombre quieto en la esquina y señalaba un camino donde no había ningún camino, pero, de todas formas, yo quería ir por aquel camino que no era un camino y por eso luché con todas mis fuerzas por avanzar siguiendo la dirección que señalaba.

Short film b/n: epílogo

¿He comprendido el secreto de los árboles, del viento, del cielo, de unos labios abiertos y mudos? Solo podría creer en un dios que pasase de largo, sin apenas mirar, para volver a retirarse, que pasase como un soplo y se extinguiera de nuevo, un roce leve, un breve destello, nada más, un relámpago fugaz, nada más.

REM - Losing my religion



Hablando de REM, en este vídeo hacen un homenaje a Sacrificio, la película de Tarkovsky.

REM - Oh my heart



Dirigido por Jem Cohen

Short film b/n: prólogo

Determinados días te levantas cansado. Pausa. Te entran ganas de romper algo. Pausa. Remueves el café con despreocupación. Miras las noticias. Afuera ruge el viento y agita bolsas de plástico delante de tu ventana. Pausa. La firmeza de las estructuras se ha revelado frágil. Cualquier cosa puede significar cualquier cosa. Pausa. La incertidumbre es palpable. La incertidumbre huele a frío y brilla sobre una carretera mojada. Pausa. En cualquier momento puedes resbalar. No sabes qué viene a continuación. Pausa. No saber qué viene a continuación. El siguiente movimiento. Pausa. Acostumbrados ya al desasosiego suburbano. Un ruido de fondo. Pausa. Los zapatos de Dorothy aquí no serían ni rojos ni plateados. Pausa. El camino de baldosas amarillas aquí no sería de baldosas amarillas. Pausa. Pero hay. Una luz. Lejana. Se ve. Pausa. Con los ojos. Pausa. Pegados al cristal.

Short film b/n: Instrucciones de lectura de un texto aún por escribir

[En mi imaginación, este texto debería ser leído en inglés por una voz en off, mientras una serie de imágenes inconexas -pero no del todo, regidas por alguna idea o por algún espacio concreto que dotara de cierta coherencia a la serie- en blanco y negro se suceden en una pantalla, sin relación evidente ni inmediata con las palabras, como dos series que solo de vez en cuando se encuentran, en algún punto, pero que, de alguna forma, no dejan de resonar la una en la otra. No sé si ha quedado claro. También debería sonar de fondo una música nada melódica ni tonal, más bien minimalista y aparentemente caótica, que constituiría la tercera serie. El significado total residiría en las tres series, pero no sería nada determinado. Algunas imágenes funcionarían como líneas de fuga: ventanas, cielos despejados, etc. He dicho todo esto, pero aún no he escrito el texto. Tal vez no estaría mal que la voz pronunciara en un idioma inventado y se subtitulara al español, de forma que se produjera cierto extrañamiento entre la voz y la escritura, remarcando su diferencia y constituyendo, además, dos series paralelas, una de las cuales, la voz, carece de significado, pero parece tener significado como efecto del texto... Quizá ahora sí que se me está yendo la olla un poco].

Descanso

Como ya me voy cansando un poco de tanto post voy a tomarme un descanso. Me quedan veinte para llegar a mil.

Lógica proposicional

Si León es un reino yo soy Napoleón.

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Vic Chesnutt - Rustic city fathers

Jem Cohen - Lost book found



La narrativa se puede expresar a través de un momento: hay alguien que está haciendo algo sin necesidad de un desenlace, y de repente aparece toda una narrativa que resulta muy misteriosa. De eso trata la vida, no vivimos historias perfectas sino narrativas quebradas
Jem Cohen

Conexiones fortuitas

En sentido wittgensteiniano no me estoy volviendo loco, eso está claro, pues no he sufrido cambio repentino de carácter alguno, ni más o menos repentino. Yo no soy de los que cambian, como dijera Guy Debord, aunque esto no viene a cuento para nada. El caso es que Elliott Smith se murió en octubre de 2003. En la Rockdelux de diciembre de ese mismo año hay un reportaje sobre Elliott Smith. En otro número de Rockdeluxe, de 2010, hay un reportaje sobre Jem Cohen, y justo después de mirar ambos números (estaba buscando algo que no tiene nada que ver con esto, por cierto) me encuentro con que hay un vídeo de Jem Cohen en el que aparece Elliott Smith. A mí esto me parece que mola bastante. Como si el azar por sí mismo dibujara conexiones y generara órdenes y armonía.

Vecinos (Bernhard Style)

Odiaba a sus vecinos y a los perros de sus vecinos y consideraba que sus vecinos eran una prueba de paciencia a que Dios le sometía y pensaba que después de soportar a sus vecinos temer al infierno era ridículo pues nada peor que sus vecinos podía existir en este o en cualquier mundo posible o imposible.

No perder la perspectiva

-No perdamos la perspectiva, yo ya estoy harta de decirlo, es lo único importante. Así comienza La colmena. Es también lo que viene a decir el primer rabino, el rabino joven, al que acude el tipo serio de los Coen en busca de ayuda y es lo que parece lograr, encontrar una nueva perspectiva, cuando fuma marihuana con su vecina. Alguien dijo que a Spinoza le gustaría la marihuana porque favorece los afectos positivos.

Aspiraciones y en el principio era el verbo

Sigamos con Wittgenstein. Dice: aspiraciones, ser amado sin ser admirado. Esto me recuerda algo que dijo alguien cuyo nombre no recuerdo: que admiramos a alguien por alguna razón, pero que se ama sin motivo. También dice que el lenguaje es un refinamiento, en el principio era la acción (Goethe), pero también dice que las palabras son acciones. Así que: en el principio era el verbo, y el verbo era acción. Algo así tendríamos que concluir.

PD: Soy consciente de lo deslavazado que está quedando todo esto.

Locura y Filosofía

Wittgenstein dice algo bastante extraño sobre la locura, que no debe considerarse como una enfermedad, sino como un cambio de carácter repentino, o más o menos repentino. También dice que todas las buenas doctrinas no sirven, en última instancia, de nada, que debe cambiarse la vida, lo cual, me parece, le convierte en un filósofo de verdad.

En la cabeza

Tengo metida en la cabeza la canción Somebody to love, de Jefferson Airplane, por culpa de los Coen. También tengo metida en la cabeza la idea de que cuando por fin alcance los mil post algo nuevo debe suceder. No es que me haya vuelto loco ni nada.

Visión

He visto al Judío Errante pasar por debajo de mi ventana. No es verdad, claro, pero la oración debe de significar algo. O no.

Empanada mental

Agitado, inquieto, constantemente interrumpido por ruidos molestos, hojeando alternativamente a Nabokov, a Faulkner, a Bernhard, a Marx, a Wittgenstein, a Heidegger y las vidas de los más ilustres filósofos griegos, total para nada, descentrado totalmente y sin comprender nada, con el pensamiento embotado en el más alto grado, como si la visión de esas largas cadenas de signos sobre el papel hubiesen perdido su capacidad de significar, como si ninguna posibilidad se concretara en nada...

Fluctuación

Como es natural, mi estado de ánimo fluctúa entre una alegría liberadora y la melancolía inherente a cualquier final.

Tierra a la vista

Me quedan treinta y pico post aún para llegar a los mil, pero, una vez desatada el ansia por llegar al final, viendo ya el puerto, por así decir, preveo que se van a suceder de modo tan vertiginoso como absurdo.

Supersticiones numéricas

De nuevo, como ya sucediera con el extinto Pensamientos Despeinados, me asalta la necesidad de llegar a mil post y acabar el blog de una vez y ya no escribir más en el blog y liberarme de escribir en el blog y para eso, por alguna razón, o sinrazón, mejor dicho, tengo que llegar a los mil post.

Los perros, la humanidad y Bernhard

Pero la humanidad, incluidas todas las partes del mundo, no encuentra nada raro en cuidar y atender mejor a los perros que a sus semejantes, en efecto, cuida más y atiende mejor a todos esos miles de millones de casos de perros que a ella misma. Me permito calificar un mundo así de perverso y en el más alto grado inhumano y totalmente loco.
Thomas Bernhard, Hormigón

lunes, 17 de septiembre de 2012

A serious man

Seré breve: obra maestra.

PD: Final soberbio, por cierto.

PD2: Estoy por decir que es la mejor película de los Coen, junto con la inconmensurable Barton Fink, por supuesto.

PD3: ¿Qué sería de nosotros y del cine sin gente inteligente como los Coen?

PD4: Usar el calificativo raro como categoría estética debería figurar en el código penal como delito. Decir que algo es raro es igual que no decir nada.

PD5: Compárese con el afectado nihilismo de Melancolía, de Lars Von Trier, quien parece limitarse a decir ahora me enfado y no respiro. Sin tremendismos esteticistas, los Coen aciertan de pleno.

PD6: El final de A serious man es mejor que el final de Melancolía.

PD7: Debería ser obligatorio ver esta película en una clase de Filosofía.

PD8: Me están dando ganas de volver a verla otra vez, y acabo de verla.

PD9: ¿He dicho ya que me parece la mejor película de los Coen junto con Barton Fink?

PD10: Habría que estudiar seriamente la influencia de Kafka en los Coen (probablemente ya se haya hecho).

PD11: Habría que estudiar seriamente la influencia de Kafka en Woody Allen (probablemente también se haya hecho)

PD12: Habría que estudiar seriamente por qué los judíos leen más que los católicos (esto ya se ha hecho, seguro)

PD13: ¿Algún católico español ha leído la Biblia? (Me estoy yendo por los cerros de Úbeda)

PD14: Es tan obvio que tiene como trasfondo El libro de Job que ni lo había mencionado.

PD15: Hay que tener un talento gigantesco para lograr un equilibrio tan perfecto entre tragedia y comedia.

PD16: ¿He dicho ya que los Coen me parecen unos genios y esta película en particular una obra maestra?

PD17: No entiendo que a alguien no le gusten los Coen.

viernes, 14 de septiembre de 2012

¿Por qué?

¿Quién es el sujeto de derecho? ¿Por qué tanta gente parece dar por sentado que es el pueblo? ¿Por qué la izquierda, vergonzosamente, apoya el nacionalismo? Es una auténtica vergüenza y mi corazoncito marxista sufre y llora de dolor, pero en fin, es lo que hay, una izquierda traidora sin asomo de vocación universalista, insolidaria y que desprecia el interés general.

Ahora igual salgo a la calle a reclamar que La Virgen del Camino es un país propio oprimido por León y que quiero mi Estado y que la culpa de todo la tiene León. Puestos a desvertebrar España, hay que desvertebrarla del todo. Incluso puede que reivindique la independencia de mi barrio respecto del resto del pueblo, al que veo también bastante opresor. Y quizá también, dentro de mi barrio, reclame la independencia de mi calle y, dentro de mi calle, mi casa, claro, que tiene una tradición propia claramente diferenciada del resto de la calle, tenemos nuestra propia manera de hablar y de cocinar, lo cual nos constituye, creo yo, como nación independiente oprimida por el resto de la calle. Dentro de mi casa, mi habitación, desde luego. En mi habitación hay una tradición que nada tiene que ver con el resto de la casa, que me oprime bastante también. Quizá me invente una lengua. En mi Estado no habrá guerras, ni hambre, ni nada, solo paz, felicidad, amor y piruletas. Y un aeropuerto.