viernes, 23 de julio de 2010

miércoles, 21 de julio de 2010

Calor y polvo

El calor sofocante y pegajoso diluye las ideas en una serie de meandros que no desembocan en ninguna parte, o las hace girar en un círculo infernal, sin fin, hasta que caen rendidas, sudorosas, sobre la tierra seca, abrasada por el sol.

El extraño deseo de tumbarse hasta que el sol secara su carne y su cerebro se iba poco a poco apoderando de él. Ser polvo de nuevo y viajar con el viento a tierras desconocidas

Eran solo ideas o imágenes con las que se entretenía, posibilidades huérfanas de realización, es decir, posibilidades que no eran reales, meras fantasías.

Descalzarse y caminar sobre el asfalto caliente hasta cruzar los límites de la ciudad y continuar caminando sobre los campos amarillentos en los que no se divisa árbol alguno, hasta morir de sed, con la piel quemada, a cientos de kilómetros de cualquier lugar. Como un mártir de ninguna causa. Mirarían su cuerpo -la expresión hosca, su cara sudorosa y polvorienta, los labios apretados, la mirada curiosamente alegre, satisfecha- mucho tiempo después, y una desazón que no alcanzarían a comprender encogería los estómagos de los perplejos observadores. Llamarían a la policía. Se apartarían en silencio. Todo habría terminado. Una historia sin sentido. Ni siquiera el final logaría configurar un sentido. Nada cuadraría. Un mal relato.

Otras imágenes no eran tan tristes ¿ni tan absurdas?: bailaba en medio de una muchedumbre que con sus saltos formaba una densa nube de polvo, bebiendo cerveza, y alguien le miraba y esa mirada era el signo que necesitaba para saber que existía y no debía caminar hasta morir por ninguna causa, que era mucho mejor sonreír y seguir bebiendo cerveza y saltando protegido por la calurosa noche de verano que envolvía a todo el mundo con una fragancia de éxtasis. Escuchaba la música y la locura destruía el mundo. Se trataba de una imagen hermosa y liberadora, pero insostenible. Lo que la locura musical destruía era el mundo de las acciones y los vínculos humanos sobrios y obligatorios, que esperaban a la vuelta, y proponía en su lugar una efímera comunidad de poéticos habitantes de un mundo transformado en un dios bailarín. Algo así. Pero aquí la tristeza viene después. Al tiempo de la fusión dionisiaca le sucede el tiempo de la disgregación, y entonces él regresa a casa con la frente apoyada en la ventanilla del autobús.

Pero él estaba solo y desencantado. El calor, sin duda, era la causa de sus fantasías alocadas. La soledad podía ser la causa de que algún día prefiriese creer en ellas y habitarlas y olvidarse de todo convirtiéndose en un pobre hombre extravagante al que los niños tirarían piedras riéndose e insultándole: viejo loco, puto trastornnado.

Sentarse en una mecedora en el porche de una casa del sur de Estados Unidos con un rifle y una botella de whisky y emborracharse a conciencia creyéndose un gran escritor cuya imposibilidad de sustraerse a un destino tan trágico como estúpido alimentaría su misantropía a la vez que le rodearía con una aureola de atractivo malditismo. Fumaría mucho contemplando el atardecer y luego las estrellas y el resto de la noche escribiría grandes novelas americanas sobre la desquiciada y violenta sociedad contemporánea. Tendría muchas groupis, pero nada aliviaría su soledad, porque la soledad de un escritor norteamericano que bebe whisky sin parar en un porche pertenece a su esencia de ser humano lanzado a bocajarro a un mundo hostil. La necesitaría para alimentar su rabia y sus ensoñaciones, aunque fuera lo más parecido a mascar polvo en el desierto.

viernes, 16 de julio de 2010

Animal Collective



PD: Leí por ahí que este grupo era un despropósito. Pero a mí me encantan los despropósitos.

jueves, 8 de julio de 2010

Sequía (y un texto a medio hilar sobre fútbol)

Parece que escribo poco, pero lo que en realidad estoy haciendo es escribiendo mucho y borrándolo todo a continuación. Me he vuelto muy exigente o muy torpe. Y lo que no borro lo dejo en estado límbico de borrador. El último borrador:

[Las Formas platónicas, bien entendidas, no residen en un mundo trascendente, en el supuesto "mundo de las Ideas" o, al menos, existe otra posibilidad de lectura que las concibe, más bien, como potencialidades realizables. Del mismo modo que, para Hegel, una voluntad que no se determina no es real, podríamos decir que una potencialidad que no se realiza, tampoco lo es, sino que es mera "fantasía", un cuento de esos que, precisamente Platón, despreciaba.

El fútbol, bien entendido, es un discurso trágico, con su sintaxis, sus reglas, su significado (Pasolini dixit).

Ayer, lo que se vio en el partido de España, fue una Forma de jugar que, como queda dicho, no está en un mundo aparte, sino que es la configuración global que dota de sentido a la fluida sintaxis del juego, el hilo que articula los episodios, que serían las jugadas, el sentido de ese discurso dramático que, no obstante, se quiebra, en cuanto tal discurso, cuando la emoción lo desborda todo en el instante poético por antonomasia, el gol, instante cualitativamente diferente y en el cual converge toda la intensidad y la tensión del partido, temporalidad concentrada, Acontecimiento fulgurante que se destaca sobre el fondo de esa temporalidad dilatada que únicamente cobra sentido como espera, como temporalidad expectante en la que lo que pasa es la espera misma del Acontecimiento.

No puede haber Forma sin contenido, ni viceversa. Ambos se coimplican porque su separación es meramente abstracta. No es posible separar la forma de tocar un violín del sonido resultante. Y no existe la Forma perfecta, porque se lleva a cabo en el tiempo finito de los mortales, pero sí existen cumbres de virtuosisimo que arrancan el aplauso y la emoción.

Como ya ensañaba Platón, no puede haber diferencia entre conocer la virtud y ser virtuoso, dado que la virtud pertenece al régimen de la praxis. Un virtuoso del violín, un virtuoso del fútbol, solo se llega a ser con la práctica.

Desde luego, marcar gol es el objetivo, la meta, el fin que, no obstante, de alguna manera, también precede al juego. Una especie de motor inmóvil.]

No está acabado. Pensar el fútbol es una cosa muy seria. Alguien dijo: no es que el fútbol sea una metáfora de la vida, sino que la vida es una metafora del fútbol...