domingo, 28 de diciembre de 2008

La digitalización de la realidad (I)

El proceso de digitalización de la realidad llegó a su punto culminante, a su consumación, a finales del siglo XXI, tras una larga historia de complejas luchas basadas, según un famoso historiador, en el miedo y el desarraigo sufridos por un importante sector de la población convencido de que el humanismo se hallaba en peligro mortal y de que, por lo tanto, la resistencia era un imperativo moral de obligado cumplimiento y proyectaban su lucha no sobre un horizonte de posibilidades, sino que, despreciando la viabilidad del proyecto, las condiciones objetivas, la noción ideológica de realidad, proyectaban su lucha sobre el horizonte de la figura del héroe entendido como esfuerzo infinito y, tal vez, inútil y melancólico: la belleza como último recurso de los que se saben derrotados y aun así siguen luchando porque si dejaran de hacerlo todo el significado de su existencia se derrumbaría, se desplomaría sin ni siquiera hacer ruido, sin un mínimo estruendo que atestiguara su presencia, se sumergería en el olvido silenciosamente, como un gato negro fundiéndose con la noche sin que nadie lo mire. El mero gesto de resistir, ignorados por todos, calumniados, ridiculizados como reaccionarios, soñadores, románticos, almas bellas, idiotas, primitivistas, neohippies, chiflados, contenía para ellos un valor estético que lo dignificaba como un fin en sí mismo y no como un medio. Transformar la vida, decían, no es un asunto teórico, sino práctico. Y sí, se consideraban conservadores, pero no en el impreciso sentido político usual, sino en el sentido estricto de la palabra: ellos querían conservar, y la cuestión era qué había que conservar y qué no. Por supuesto, había desacuerdos, muchas posibilidades. Coincidían únicamente en una determinación general y abstracta, y disentían en las consecuencias e implicaciones de ésta. Lo que había que conservar era, ni más ni menos, la realidad humana, el mundo. Para la mayoría, esto implicaba defender la permanencia de los afectos, del tacto, de las caricias, las antenas del ser, frente al distanciamiento en las relaciones provocado por el crecimiento desmesurado de los medios de comunicación y su lógica implacable del beneficio que amenazaba con arrojarlos por la borda como trastos viejos cuya función se desconoce.

El problema radicaba en que el propio lenguaje y, sobre todo, la escritura, eran considerados por algunos la forma primordial de las relaciones a distancia y, también, el elemento primordial del proceso civilizatorio. El distanciamiento, por lo tanto, era la raíz misma del vínculo entre los seres humanos. Estas ideas pronto se convirtieron en una doctrina considerada herética en el seno de la resistencia, la doctrina que defendía la paradoja de un proceso con rostro jánico que, al despertar todo el potencial de nuestros sentidos, de las relaciones y los vínculos, podía, también, arruinarlos y degradarlos. Tenemos que convivir con esta paradoja y luchar tomando plena consciencia de la misma. El autor de esta frase fue asesinado iniciando un cruento período de sangrientas luchas por el poder en la orgnización de la Resistencia que los medios de comunicación aprovecharon para cortar por lo sano cualquier posibilidad de contagio ideológico.

viernes, 26 de diciembre de 2008

El sujeto

Pura negatividad autorreferencial. La noche del mundo. Pulsión de muerte. La locura de la razón. Exceso disfuncional. Clamor o hendidura en el ser. Voz a punto de rasgarse. Vacío primordial.

La felicidad es la lucha

Un avión cruza el cielo y deja un resplandor anaranjado, el dibujo de una línea muda y efímera incendiada por el sol, a estas horas escondido ya detrás de los edificios. Todo se aleja. Afuera los orcos sientan a la belleza en sus rodillas y la hunden en lodo viscoso y putrefacto. Adentro el vacío se extiende, como el desierto. Como el tedio. Pessoa dijo: no soy escéptico, soy triste. La tristeza no es productiva. Lo sabemos demasiado bien. Los niños idiotas y perdidos que ya no son niños pero sí idiotas y siguen perdidos llaman inútilmente a la dama del lago. La esperanza depositada en un ser fantástico, un signo de debilidad, un consuelo, una huida. Pero sin trascendencia, por favor. Huir, pero ya, y agarrar un arma. Y, sin embargo, no nos movemos. Seguimos perdidos y solos y los demás tienen coches, novias, pisos, trabajos, cosas, signos de normalidad y poderes de normalización. Nosotros un raro orgullo, los puños cerrados, el alma encharcada, pesadillas resacosas, una rabia que a veces salta y danza y otras se acuesta y cierra los ojos y simplemente espera a que el tiempo pase. La voluntad de poder sufre vaivenes inexplicables. La diosa Fortuna es caprichosa. El oxidado sueño pequeñoburgués se parece a una asfixia opresiva y nos faltan fuerzas para afrontar el peligro, pero no gozaremos de libertad que nos merecemos sin luchar a muerte por conquistarla. Y los monstruos acechan: el tedio, el derrumbe de horizontes, nuestra fundamental desmoralización y patéticos ideales, nuestros sueños reducidos al deseo de ganar dinero y más dinero para acumular cosas y más cosas. Sueños que huelen mal. ¿Qué fuerzas podemos oponer a los profetas de la acumulación, si es que no hemos quedado reducidos definitivamente a espantajos impotentes?

jueves, 11 de diciembre de 2008

Música y vitalismo trágico

Algunas canciones despiertan súbitamente un torrente incontenible de sensaciones enigmáticas e inefables, cuya verbalización las falsearía, un torrente que se desparrama, se desboca, excede sus cauces, que agita los nervios, altera el ritmo de los latidos, expande la mirada, abre la ventana y saluda con alegría la intromisión de un poco de caos libre. La nostalgia de una vida que no es la mía, que no recuerdo, que no se ajusta a ningún posesivo porque es radiantemente impersonal, se desprende de los sonidos, agitada por un viento que no ha dejado nunca de soplar, aunque nadie estuviera allí para sentir su potencial inconmovible. Ha soplado ignorado, solitario, con tenacidad y sin resignarse un sólo instante a la desolación, guerrero danzarín que enseña a reír.

Algunas canciones nos sumergen en esta cadena milenaria, que atraviesa civilizaciones adoptando una multiplicidad de formas inherente a su ser, en este torrente feroz y tierno, exaltado y sereno, que es a la vez el máximo peligro y la única forma honesta de seguridad, la intemperie del vagabundo y la casa habitable, lo apolíneo y lo dionisiaco, lo trágico de una afirmación radical de la vida más allá de su simple celebración realizada desde posiciones sociales privilegiadas ciegas al sufrimiento y de su condenación impotente y reactiva, realizada desde el sillón del misántropo rentista que se niega a realizar el esfuerzo de dibujar nuevos horizontes, que niega la categoría misma de posibilidad, apelando con una miopía triste y ruin a los hechos, como si los hechos no fueran resultados de procesos dinámicos, susceptibles de cambio.

Ni realismo ni idealismo: esfuerzo creador.

O, por dar un nombre: Nietzsche.

domingo, 30 de noviembre de 2008

No hay banda

Caminando entre la niebla. Los fantasmas se acercan y me piden fuego y sonríen y se alejan y ya no volveré a verlos más. Ojalá les vaya bien.

Ahora todas las canciones que escucho me dan ganas de encerrarme aquí para siempre. No salir jamás de aquí y no desear otra cosa que salir de aquí.

Afuera no hay música.

sábado, 15 de noviembre de 2008

Pequeña catástrofe cósmica

Hay una pequeña catástrofe cósmica cuando el paquete de cigarrillos se queda vacío.

Está a punto de anochecer, debo apresurarme, llevar el dinero exacto porque la máquina del bar muchas veces así lo exige. La luz de las farolas cambia del blanco al amarillo. Bajo su resplandor los gatos juegan con la basura. Sin duda afuera hace frío.

Y silencio.

No sé por qué, pero es un silencio que se pega a la piel.

Como una niebla fantasma.

No hay niebla, pero se nota su ausencia.

Cuento con moraleja

Mr. Francisco desarrolló una violenta alergia a los haikús japoneses. Cuando en su presencia algún incauto manifestaba su predilección por estas formas breves, así como muy zen, espirituales y puras, Mr. Francisco se ponía en plan Conde de Lautréamount e insultaba a la divina providencia por haber creado tanta basura y, en particular, los haikús. La situación se volvía embarazosa. El silencio, incómodo. Mr Francisco mantenía su actitud desafiante, los dientes y los puños apretados, acechante como una fiera salvaje. La única basura peor que los haikús son los pepinillos, que los imbéciles de McDonalds ponen en sus asquerosas hamburguesas, sin avisarte del veneno putrefacto que ocultan. Entonces le daban la razón. Cierto, yo también odio los pepinillos, ¿qué clase de Dios crea algo como los pepinillos? Yo te lo diré, contestaba Mr. Francisco, un Dios que disfruta torturando a sus criaturas, esa clase de Dios. La situación se calmaba, el alérgico a los haikús y el amante de los haikús reían y brindaban por la exterminación de todos los pepinillos.

Moraleja: la identidad de grupo se configura odiando a un enemigo exterior.

viernes, 14 de noviembre de 2008

Cuentos de ciencia ficción sin pies ni cabeza

En el año 3000 una tribu de bosquimanos se adentró en un fumadero de opio de la India en el que una mujer de remoto origen ibérico recitaba en estado de trance largas cadenas de códigos descargadas de las divinidades electrónicas y afuera, frente al mar, danzaban, en completo silencio, niños y ancianos y jóvenes y madres adorando la puesta de sol. Los bosquimanos se sentaron a ver la puesta de sol. Nadie hablaba. Sobre la arena, con un palo de madera, la mujer de remoto origen ibérico dibujó extraños símbolos y los sorprendidos bosquimanos vieron surgir ante ellos imágenes en movimiento y sonidos desconocidos. De fondo el rumor del mar inundaba el mundo de calma. Un bosquimano penetró en el mundo de las imágenes creadas por los símbolos dibujados en la arena, y luego otro, y otro, hasta que la tribu entera realizó una antigua profecía de los iconoclastas que atribuía un poder divino a las imágenes, un poder tan grande y de consecuencias tan imprevistas que ellos aconsejaban neutralizar destruyendo las imágenes, siempre que fuera posible porque, advertían, sin poder disimular su terror, llegará un día en que no será posible destruirlas, ya que se emanciparán de su soporte material y viajarán de una punta del mundo a la otra a la velocidad de la luz, y nos engullirán hechizándonos con su belleza, una belleza terrible que será como la promesa irrestible de calmar por fin nuestra sed de infinito. Los terrores atávicos de los bosquimanos nómadas e icnoclastas se derrumbaron y comprendieron que habían llegado a aquel fumadero de opio indio para iniciarse en las artes mágicas de aquella mujer negra de remoto origen ibérico. Las imágenes fluían en un ciclo sin fin, acompañadas por una música post-rock creada hace mil años. La mujer negra de origen ibérico sonreía como la estatua de un Buda.

martes, 4 de noviembre de 2008

Viaje en coche

La imagen es la siguiente: un tipo de unos treinta años entra en un coche, un viejo coche rojo. Pongamos un seat Ibiza de los años 80. Antes de arrancar se quita la cazadora de cuero, se frota las manos y trata de calentarlas expulsando vaho sobre ellas porque hace mucho frío, enciende un cigarrillo, busca la emisora de Radio 3, enciende la calefacción, se pone el cinturón de seguridad, ajusta el retrovisor, apura el último trago de una lata de coca-cola y guarda la lata vacía en la guantera. Suena una canción de Interpol y la tararea distraídamente. Decide escuchar la canción y terminar el cigarrillo antes de arrancar. Aún queda tiempo de sobra. Comprueba que queda gasolina suficiente. Observa a un grupo de chavales que vuelven del colegio cargados con pesadas mochilas, bromeando entre ellos y dando voces con esa urgencia desesperada que exige la construcción de una identidad diferenciada del resto, tan tierna y tan ridícula y en el fondo tan parecida a la del resto de la manada. Apaga el cigarrillo en el cenicero del coche y se da cuenta de que está repleto hasta los bordes de colillas, la sensación le desagrada y decide vaciarlo. Vuelve a su casa, vacía el cenicero y vuelve otra vez al coche. Más grupos de chavales vuelven del colegio. Es la hora de comer y le entra hambre. Hubiera sido mejor comer antes y viajar cómodamente con el estómago lleno. Ahora ya no hay nada que hacer, lo mejor será resignarse, ya no puede perder más tiempo, ya no queda tanto tiempo como antes. Vuelve a ponerse el cinturón de seguridad. Al girar la llave una repentina sensación de angustia se apoderá de él. Mejor esperar un rato. Suena una canción de un grupo que no conoce, pero es una buena canción y decide escucharla hasta el final antes de arrancar. Mira el cielo, la calle que se extiende enfrente de él, dos largas hileras de árboles a punto de perder sus hojas, dos largas hileras de farolas apagadas. Ahora le falta el aire, hace demasiado calor, baja la caleacción, abre la ventana. Así está mejor. Disfruta del viento helado que le golpea la cara. Lo mejor para contrarrestar el efecto de una bajada de tensión es dejarse sacudir por un frío polar en plena cara. Respira hondo, sale del coche un momento, para tomar mejor el aire. Ahora está indeciso, quizá sería mejor dejarlo para otro día, aplazarlo. Pero ya lo ha aplazado tantas veces. No, hay que enfrentarse al miedo. No hay otra solución. Ahora o nunca. Gira la llave, el corazón bombea la sangre con tanta fuerza que parece una batería de doble bombo tocada por un cocainómano hiperactivo. Pisa el acelerador y cuando se encuentra en la autopista se siente bien, de hecho se siente mejor que nunca y por eso sonríe y canta a pleno pulmón y sigue el ritmo de la música con la cabeza y dando pequeños toquecitos en el volante. No hay nada mejor que conducir sin una meta marcada de antemano por los paisajes monótonos de esta meseta. Paisajes minimalistas en los que el espacio mismo acontece con una serenidad inmóvil, como si el mundo se abriera o se desnudara y nos acogiera sin hacer preguntas, sin reprocharnos nada. Inmensa llanura donde apenas pasa nada. Toda la tarde para conducir y mirar el paisaje que es casi la negación de un paisaje, de lo que se supone que hay que ver. Leves ondulaciones del terreno, el tendido eléctrico, mudo y majestuoso, con sus gigantes antropomórficos sujetando los cables, algún pequeño lago y pueblos diminutos desperdigados aquí y allá, ajenos a la velocidad enloquecida del alma urbana. Nada más. La música y los cigarrillos y el viento y la tierra seca y la triste certidumbre del regreso.

Alegre y triste dios danzarín


La música me traslada al cielo de Manchester en los años 80. Debió de ser un cielo muy parecido a éste cielo gris del norte de España en noviembre. Ian Curtis ya está muerto y el aliento de su sombra se posa en la nuca de New Order. Afuera alguien baila al ritmo de Blue Monday sin importarle el frío hasta que cae rendido y expulsa así todos sus demonios.

Baila y arriesga tu vida, alegre y triste dios danzarín, baila por todos aquellos a los que la muerte no nos va a sorprender bailando.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Equilibristas a la intemperie


Dicen que el miedo no existía antes de que el ser humano alzara la cabeza, adoptando la postura erecta. Dicen eso, pero yo no sé quienes lo dicen. El lenguaje habla desde hace milenios, se despeña como un torrente inagotable por lo siglos y las civilizaciones, ilumina las cosas y deja zonas en penumbra. Antes de que el miedo existiera tampoco existía la alegría. En la radio Heráclito dice: armonía de contrarios, como el arco y la lira. Armonía de contrarios, tensión irresoluble. No hay superación sino tensa convivencia. Eso dice Héráclito y ningún tertuliano osa contradecirle. Equilibrio frágil. Si el miedo expande la zona en penumbra y conquista todo el territorio la catástrofe será de dimensiones difícilmente imaginables. El miedo planea sobre nuestros cerebros como una nube amenazante y dicen que el miedo no existía antes de que el ser humano alzara la cabeza y adoptara la postura erecta. Aunque probablemente no es cierto y el ser humano siempre haya conocido el miedo, incluso antes de hacerse humano. ¿Cuando se hizo humano? No hay consenso al respecto. Era, seguramente, un miedo más primitivo y concreto, más inmediato y definido. Miedo a los animales salvajes y a las tormentas, por ejemplo. Cuando alzó la cabeza vio las estrellas y antes de adorarlas un vértigo nunca antes sentido le recorrió la garganta y el pecho y sus manos temblaron. Mucho antes del desarraigo tecnológico se produjo el desarraigo de una mirada que de repente abarcaba millones de kilómetros. Una lejanía inconmensurable. Seguramente nos mareamos y agarramos la tierra con las manos en un intento vano de refugiarnos en una seguridad ya para siempre ilusoria. Y no nos quedó más remedio que enfrentarnos a las múltiples posibilidades abiertas por ese alzamiento de cabeza que alteraría el curso de la historia, convertidos todos en equilibristas caminando a la intemperie sobre el filo de una navaja.

viernes, 31 de octubre de 2008

La tristeza fosforescente de Pierre Huyghe





Al cesar la causa que la produce, la luminiscencia permanececerá, estoy seguro, como la sonrisa del gato.
Y yo vivo en este universo de líneas fosforitas, de contornos verdes como el agua verde fosforito de las piscinas en invierno, y nada más deseo recorrer todos sus pliegues, habitar su espacio, ese mundo que parece brotar de los labios insomnes que anhelan sombras húmedas y besan sábanas heladas. Que las sonrisas se despeguen y permanezcan flotando en la oscuridad del universo como aviones de papel, como las voces de los cantantes muertos que siguen sonando en el universo, seres situados en zonas fronterizas, donde no están vivos ni muertos. Criaturas del insomnio. El color del insomnio es verde fosforito.

El androide romántico en imágenes



jueves, 30 de octubre de 2008

El androide romántico

No podía dormir y siempre que eso sucede la mente se me dispara, se sale de quicio, rompe sus cauces habituales, miles de hilos de colores fosforescentes se proyectan desde mi mente a la oscuridad y se enredan en ella, formando un tejido potencial de historias, de imágenes, de ocurrencias. La mente como proyector. Me transformaba en un androide con un software que mostraba una predilección inquebrantable y agotadora por los paisajes románticos, por la belleza terminal, decadente, por los atardeceres y los cielos grises e imponentes en los que el hombre aparece como una figura minúscula, frágil, insignificante. Lo sublime es siempre la imagen de alguna transformación de un gran poder, de una gran fuerza terrible que nos amenaza y de eso van la mayoría de mis sueños. Sólo que en mis sueños el malestar suele ganar a la belleza, no tengo ni la más remota idea de por qué. Yo era un androide con un software desfasado, pasado de moda, y eso explicaba mi estado de ánimo y que yo pretendiera vivir únicamente para mis estados de ánimo. Un alma bella. Menuda tragedia. Tormentas furiosas decoraban el pasiaje por el que mi yo androide y solitario caminaba sin esperanzas pero muy bien vestido. En la ciudad, una ciudad industrial, feísima, no quedaba ni un alma. Pronto alcanzaba su límite. Verdes praderas, muy verdes y muy mojadas, se extendían hasta donde me alcanzaba la vista. Nada obtaculizaba mi visión del horizonte así que podía jugar a alcanzarlo. Corría sin importarme que la lluvia estropeara mis zapatos.

Diamond Dust Shoes

Este blog abandonado pretende agitar sus cenizas otra vez. Ahora una imagen de Warhol nos guarece: Diamond Dust Shoes. El brillo dorado y superficial rociará nuestras cabezas nocturnas. Nuestro desarraigo será hermoso y melancólico como una lluvia de zapatos. Solos en la oscuridad miraremos escaparates, la sucesión de imágenes que se repiten en el ciclo de la vida. Dandys del eterno retorno, nuestros gestos frágiles inventarán equilibrios precarios sobre el abismo, se deslizarán por la piel del mundo como una caricia tenaz consciente de que su difícil tarea consiste en abolir la distancia que nos separa de las cosas.

martes, 28 de octubre de 2008

Como un idiota

Las grúas -quietas, calladas, recortadas sobre el horizonte- parecen ruinas o fósiles fantasmales. Los chicos del pueblo se lanzan desde el segundo piso de los edificios cuya construcción se ha paralizado de repente y tal vez para siempre, y caen en la arena, con el corazón palpitante y la adrenalina revolucionada. El cielo gris es una promesa o una amenaza de lluvia. La tarde languidece entre bostezos. Los más valientes (o los más temerarios) se lanzan desde el tercer piso. Y tú estás ahí, aún en el segundo piso, en el nivel de los principiantes, sin atreverte a dar el salto, sin decidirte tampoco a dar media vuelta y regresar a la calle bajando por las escaleras, porque eso sería de cobardes, un gesto ridículo y vergonzoso que significaría resignarte a aceptar tu propia cobardía quien sabe si para siempre.

La sangre se te agolpa en las sienes, te golpea rítmicamente el cuello, a un ritmo cada vez más acelerado que abrasa todo tu cuerpo y te nubla la vista. Aprietas los puños y estás a punto de lanzarte, pero antes de hacerlo imaginas tu cuerpo suspendido en el vacío durante unos breves segundos, que en tu imaginación se hacen eternos mientras esperas, indeciso, en el borde. Imaginas también el contacto brusco con la arena, no sabes cómo reaccionarán tus piernas. Ese corto vuelo asusta y atrae a partes iguales y no sabes cómo deshacer el equilibrio, inclinar la balanza de una vez por todas.

Los demás niños gritan y ríen, la mayoría ya se ha lanzado, ya ha superado esa primera vez que da pavor y se comportan como expertos consumados en el arte de lanzarse desde el segundo piso de edificios en obras a las grandes montañas de arena que sirven para hacer el cemento. Algunos gritos son de ánimo y otros gritos son crueles. Mientras esperas, haciendo esfuerzos increíbles e invisibles por superar tu miedo, van lanzándose, como un goteo interminable, otros chicos, haciendo ostentación de su valentía, escupiéndotela a la cara con insolencia. Se lanzan como si nada, como si no tuviera importancia, se lanzan y ya está, sin pensar, suben las escaleras y bajan volando y aterrizan en la arena sin sufrir ningún tipo de daño. Tú permaneces ahí de pie, concentrado, sin escuchar los gritos de los demás, hasta que todos empiezan a irse, poco a poco, y al final te quedas solo.

Unos se han ido al parque, a tirarles globos de agua a las chicas, otros al quisco, a comprar pipas y gominolas, y otros van a jugar a fútbol. Por la noche van a apagar las luces de todo el pueblo. Eso es algo que ya habéis hecho más veces. Exige una táctica bien coordinada. El pueblo se divide en varios sectores: la barriada, la plaza, la zona del frontón y la zona del pueblo, aunque éste último no está bien delimitado ya que, en sentido estricto, debería denominar la totalidad del pueblo y no sólo un sector, pero supongo que a nadie se le ocurrió ninguna otra forma de nombrar esa zona mal definida, ambigua, de contornos borrosos, situada entre la plaza y el frontón y la barriada. Más allá está la zona del valle, en la que no hay farolas ni casas, salvo dos o tres chalets solitarios, por lo que no la consideramos exactamente una zona del pueblo, sino su límite. Para apagar las luces basta con dirigir la luz de un láser de llavero durante cinco o diez segundos a un aparato que controla la variación de la luz en un determinado sector. Se trata de engañar al aparato y hacerle creer que ya es de día. Pero al poco tiempo, si dejas de enfocar la luz sobre el sensor del aparato, las luces de las farolas vuelven a encenderse. Por eso, para que durante unos segundos todas las luces del pueblo estén apagadas, es necesario subdividirse en varios grupos y actuar de forma coordinada. La manera más sencilla es sincronizar los relojes y actuar a la vez, pero el tiempo necesario que hay que enfocar la luz del láser para apagar toda una zona no es el mismo, por eso las luces nunca se apagan a la vez, aunque durante unos breves segundos todo el pueblo se queda a oscuras.

Una vez el alcalde os persiguió. La persecución os excitó tanto que esa noche fue cuando más veces apagasteis las luces. Corríais por todo el pueblo, en grupos pequeños, de cuatro o cinco, atentos a cualquier ruido. Os llegaban informaciones cruzadas y contradictorias, que el coche del alcalde se dirigía hacia la plaza, y entonces corríais a apagar las luces de la barriada o las del frontón, y en mitad de la carrera se oía que en realidad estaba en la barriada, y volvíais a la plaza, así hasta que os cansasteis y fuisteis a la pista de fútbol sala y descansasteis contándoos las aventuras. El pueblo recuperó la luz y vosotros el aliento. Fumasteis cigarrillos como premio

Podrías ir a jugar a fútbol sala. Jugar a fútbol sala es lo que más te gusta en el mundo. Además, ahora nadie te verá, y no te creerán cuando les cuentes que te has atrevido, que lo hiciste, que por fin te lanzaste a la arena.

Anochece, has perdido la cuenta de las horas que llevas ahí parado, observando la montaña de arena, el prado de la era, que se extiende hasta el parque, el cielo gris, y a la derecha las montañas nevadas, que parece que están mucho más cerca de lo que en realidad están. Parece que podrías llegar andando hasta las montañas, pero en realidad no podrías. La arena parece estar más lejos de lo que en realidad está. Desde ahí arriba la distancia parece un abismo infranqueable. Los demás se tiran, eso significa que puede hacerse. No hay problema, no te vas a partir una pierna, hasta ahora nadie se la ha roto, y ya sería mala suerte que la primera vez que te tiras te rompieras una pierna. De nuevo coges aire, respiras profundamente, esperas un poco más, piensas que la cena ya estará lista, que tu madre estará esperando, que aún tienes que hacer los deberes y ya es el cuarto día de la semana que vas a clase sin hacerlos. Mañana es día de colegio, el último día de la semana, viernes. Se hace cada vez más tarde. Dentro de poco se encenderán las luces de las farolas y hoy tú no puedes ir a apagarlas con los demás, tu madre no te va a dejar salir después de cenar, ya no es verano, hay que ducharse, cenar, hacer los malditos deberes… te va a caer una bronca por no haber ido a casa a hacerlos antes. Caminando por la era, ves que se acerca, solitaria, una figura aún confusa.

Ahora ella ya te ha visto ahí parado como un idiota.

Un viento frío

Es frío el viento que esparce las cenizas del ser
y agita el humo de las chimeneas
y ondea su pelo abandonado en la estación
y se enreda en los dedos que se despiden
y arrastra las colillas hacia las alcantarillas

Es frío porque viene de la nieve
y es mudo como una larga caída
como una larga travesía sin huellas
-botas desgastadas y sin memoria-
atravesando ciudades heladas de frío
que escuchan el eco de la nieve sin memoria
del viento frío que viene de las montañas nevadas
y esparece el ser en cenizas
que revolotean en silencio por las calles
sin voz y sin memoria
y se posan en los tejados y en las botas
y emprenden de nuevo su viaje
sin descanso y sin meta
en manos del viento
que es frío porque viene
de la nieve

sábado, 25 de octubre de 2008

El canto más peligroso

Se rompe mi voz antes de salir al mundo.
Se rompe mi voz y ya no baila alegre por las cornisas,
abriendo los brazos al viento.
Se hace un ovillo y tiembla.
Se rompe ya en la garganta, se resquebraja.
Escombro polvoriento.
Cierra los ojos, se pone triste, se apaga.
Vive durante unos segundos, encerrada en su habitación,
y se hunde en silencio.
Se ahoga en el vacío de una piscina invernal.

Se mira en el espejo y ve una madriguera negra.
Hay una señal de prohibido en la puerta.
Y un campo sembrado de sogas en el ondean las voces muertas
como banderas derrotadas.

Y por fin, a última hora,
un grito estremecedor, el canto más peligroso.

domingo, 5 de octubre de 2008

Sobre la estética de la existencia (esbozo)

Hablemos, pues, del individuo, de el gran solitario. Procuremos, cuidadosamente, desmarcarnos de los discursos esencialistas. Gestos, estilos de mirar, de caminar, de reír, de llorar, de fumar, en definitiva, formas de actuar, prácticas a la vez sociales e individuales, conforman su ser, no como atributos de una esencia inalterable, como predicados de un sujeto (hay que pensar en un marco distinto al de la metafísica aristotélica) sino su ser pensado como las múltiples capas de una cebolla: si arrancas todas las capas no queda la esencia en su esplendorosa pureza, porque no existen ni la esencia ni la pureza. Los individuos no son átomos aislados, la interacción no es una propiedad accidental sino una relación necesaria en la constitución de los individuos en cuanto tales. No hay posibilidad alguna de autoconstituirse monológicamente. El rostro del otro aparece antes incluso que nuestro rostro. Sin el rostro del otro el ser humano no sabría reír. En la ética considerada como estética de la existencia hay que integrar la interpelación del otro; el cuidado de sí y el cuidado del otro no pueden desgajarse y oponerse. Si lo hacen, no hay ética sino escapismo y el cuidado de sí corre el riesgo de transformarse en una espectacularización de sí vacía, en la escenificación esteticista de una tristeza irreparable.

sábado, 4 de octubre de 2008

Anarco-capitalistas orwellianos (Queremos tanto al Gran Hermano)

"En el capitalismo la mayoría no obliga, no coacciona al individuo" nos dicen los ideólogos del anarco-capitalismo, (en una sentencia que revela un amor plenamente interiorizado a Gran Hermano, y por plenamente interiorizado quiero decir sin vistas a ningún tipo posible de línea de fuga, ya que habitamos una casa ideológicamente confortable, construida sin la violencia explícita de la bota permanentemente puesta sobre el rostro como visión del futuro) autodesignados como los auténticos representantes del liberalismo, los que aceptan su lógica con total coherencia. Son los utópicos de la década de los noventa, que continúan dando coletazos pese al derrumbe de la utopía. Amparados en el supuesto de una libertad individual que se identifica con la esencia (no con la existencia ni con una conquista histórica) del ser humano, de un ser humano concebido de forma alarmantemente abstracta, su hipótesis es más bien que nada puede condicionar al individuo. El individuo es libre, es soberano, decide sin que ningún elemento externo perturbe su decisión. Ni siquiera la publicidad, que se limita a informar. Pero entonces, si la publicidad no afecta a la decisión, ni siquiera pueden entenderse las razones de por qué existe la publicidad, ya que no trata de influir en la demanda. En realidad, hace ya mucho tiempo que los mensajes publicitarios no informan, ni tratan de hacerlo, perfeccionando mecanismos retóricos de seducción para dotar de trascendencia a lo intrascendente.

Si la libertad es un atributo esencial de un ser humano deshistorizado e independiente de sus circunstancias, cualquier crítica a la coacción real que sufren individuos concretos es automáticamente desestimada, porque los únicos responsables de esta coacción son los individuos que la sufren, ya que son libres. Cualquier otra explicación es un error epistemológico (todo lo que no comulgue con el individualismo metodológico es un error), un enfoque estructuralista u holista está condenado a priori, no se cuestiona el límite del reduccionismo o el campo de validez de una explicación reduccionista, que sin duda lo tiene, pero no es ilimitado: no todo es explicable en términos individuales en ciencias sociales. Además, por qué deternos en el individuos, sigamos hasta los genes y más allá. De esta forma, Paris Hilton es millonaria por sus propios méritos, y un inmigrante en paro es pobre únicamente por su culpa, ya que lo único que existe es una fórmula mágica: la libertad individual. ¿Qué lugar ocupaban en la estructura social? Preguntas erróneas, no existe nada parecido a una estructura social, todo lo que huela a estructuralismo o a socialismo es sospechoso de aberración totalitaria. O estás con nosotros los anarco-capitalistas o eres un marxista totalitario. No hay matices, sólo estrategias retóricas de exclusión/inclusión. La neolengua anarco-capitalista borra de su diccionario palabras como pobreza o desigualdad o, táctica más depurada, se limita a aceptarlas como lo natural, concebido, además, al más puro estilo de la metafísica tradicional: inmóvil, invariable, lo que conserva su esencia a pesar de los cambios. El modo de producción capitalista no es histórico, sino natural, criticarlo es como criticar la ley de la gravedad, una estupidez. La naturalización del capitalismo por parte de los anarco-capitalistas, ¿no conlleva, sin embargo, una contradicción? Somos libres, la libertad individual es la esencia del ser humano, pero esta libertad ha de circunscribirse a los límites que impone el propio capitalismo. Fuera del capitalismo, no existe libertad. Así, la verdadera libertad del ser humano, la capacidad de iniciativa, se ve severamente restringida. No tenemos capacidad de iniciar nuevas formas de organización social, creamos nuestras circunstancias sólo si aceptamos las circunstancias del capitalismo.

La guerra es la paz, la ignorancia la sabiduría, la coacción la libertad individual

Apuntes breves e inmediatos (lo interior es un pliegue de lo exterior)

El sonido digitalizado de la armónica de Dylan vibra en el aire frío de la mañana. El cielo tenuemente nublado, ni blanco del todo ni gris del todo: fuzzy logic. Un repentino acceso de tos, los pies fríos, entra el viento por la ventana abierta. Apago el cigarrillo. El movimiento de los árboles revela ya el alma de octubre.

viernes, 3 de octubre de 2008

Visión de un hombre fundiéndose con el horizonte

Un hombre camina de espaldas. Se aleja lentamente. Pero no vemos que sus pies se muevan. Suena una música atmosférica. Como si se deslizara sobre una cinta metálica. Seguramente va con los ojos cerrados. Se va haciendo de noche en la meseta. Queda poco tiempo. La línea del horizonte va a desvanecerse en breves instantes. Los objetos van a diluirse, su ser va a estallar en mil pedazos, en una explosión sorda, muy discreta pero inevitable y catastrófica. Suena la banda sonora del fin del mundo, la música de mono.

domingo, 28 de septiembre de 2008

Por favor

Esto es de suma importancia: por favor, no doblen The IT crowd, sean quienes sean los monstruos sin escrúpulos que perpetran tamaña atrocidad.

La luz, again

No sé qué ha pasado con Pensamientos Despeinados, así que vengo aquí a escribir, como quien se va de vacaciones a una casa que es suya, pero que no es suya del todo, porque aún no la ha habitado el tiempo suficiente, no se ha acostumbrado todavía a ella. Aún tengo que limpiar el polvo, abrir las ventanas, comprobar a qué lugares nuevos puede asomarse. O a qué lugares viejos, desde perspectivas nuevas. Whatever. Si no recuerdo mal, venía aquí a hablar de errancias y de gusiluces, es decir, de vagabundos extra-vagantes y de nostalgias. (Gusiluz: símbolo con un exceso de significación que se refiere -aunque la referencia sea inescrutable (o algo así) y el sentido se disemine (o algo así)- al mundo perdido de la infancia, y aquí podemos enlazar con el mito Paradise Lost, paradise lost in your memory) En la memoria, que se alía con la ficción, para crear mundos perdidos. Gusi-luz. La luz, otra vez. La luz que brilla en la oscuridad. ¿Dónde iba a brillar? Como la palabra, como el verbo ser (el único verbo, todos los demás se refieren a él, según Foucault en Las palabras y las cosas), luz del mundo. Y la verdad no es otra cosa que el espacio-luz (Eugenio Trías, Los límites del mundo).

Disonancias, sad songs, rotondas (escrito sin ton ni son)

Una disonancia perturbadora entre unas imágenes alegres, que se sucedían en ráfagas intermitentes, y una música triste, con un piano que sonaba como sumergido en lo profundo de un lago, donde ya no llega la luz -y aunque la luz no sea condición suficiente es condición necesaria- azoraba mi ánimo resacoso y mi holgazanería crónica. Protect me from what i want. Pero ayúdame más bien a desear. Nada grande se ha hecho sin pasión (Hegel dixit). A-pático y a-taráxico como un filósofo estoico, revoloteando como un mosquito atontado alrededor del fuego digital de la pantalla, viendo video en youtube y enroscado y aterido de un frío que no pertenece del todo a este mundo. Extiendo la manos en busca de alguna hoguera. Las canciones tristes -el territorio ubicuo de Sad Songs- trazan la cartografía sentimental de subjetividades cool (frías) -ah, los sujetos indiferentes que crea la moda, la moda ha perdido la cabeza -lo sabe Eloy Fernández Porta: el coolhunter se internó en la selva. No más de tres minutos, toda nuestra desazón cabe en tres minutos. Mejor el pop que el piscoanálisis. Pop, Pop, pop, pop. Si supiera cantar. Sing a sad song, man.

Una auténtica política revolucionaria consistiría en una limitación del deseo, me dice el filósofo estoico que habita en mí. El deseo se liberó y creó una cultura de consumo, esquizofrenia productiva, emperoramiento generalizado de la mercancía y la sustitución de las personas por marionetas. Le escucho, no me convence del todo. A mí todo me parece bien con tal de poder seguir escuchando canciones. El misántropo se alía con el estoico en el teatro improvisado de mi mente, y juntos se ponen a la tarea de crear una fortaleza interior, para defenderse de los indios. Pero, por suerte, aparece otro personaje para decirles que están construyendo una cárcel. Dejad de hacer idioteces, les dice. Lo más importante en un edificio son las ventanas, el espacio es la esencia de la arquitectura. Que entre la luz. Volvemos al tema de la luz en esta filosofía improvisada y apresurada de la arquitectura. Metáforas aquitectónicas: el conocimiento como un edificio, la mente como un espacio interior, pero la mente, como la verdad de X Files, está out there (por cierto, sé que es una chorrada intercalar términos en inglés sin ton ni son, pero es cool; y aquí viene un emoticono: XD). Out there, el afuera (sobre esto veáse Foucault). Hay que prestar siempre atención a las metáforas: la metáfora de la red invade el pensamiento, las carreteras ya no se construyen siguiendo un modelo centralista sino un modelo de redes, una telaraña, y por eso cada día hay más y más rotondas.