domingo, 30 de junio de 2019

30/06/2019

He visto miles de fotografías de Marilyn Monroe. Tengo un póster de Marilyn Monroe en mi habitación desde hace más de una década. He visto sus películas, claro, y he leído Blonde, la novela de Joyce Carol Oates. Y sé que Marilyn Monroe, o mejor dicho Norma Jeane Baker, también era Helena de Troya, Norma Jeane Baker de Troya, como reza el título de la obra teatral de Anne Carson. 

Marilyn Monroe, una criatura adorable, según el retrato que hizo de ella Truman Capote. Figura trágica, icono, mito...

Podría pensarse que mi fascinación por Marilyn Monroe obedece a la típica mirada masculina, cosificadora y sexualizadora, pero yo afirmo que mi mirada, encandilada por la seductora belleza, triste y frágil, que irradia Marilyn Monroe en muchas de sus fotografías, no tiene nada que ver con eso. Tampoco, seguramente, obedezca al puro desinterés estético kantiano. 

¿A qué se debe, entonces, esta fascinación por la figura de Marilyn Monroe? ¿Se trata, en última instancia, aunque yo diga que no, de misoginia romántica, de una suerte de idealización de la mujer, de la creación fantasmática de una esencia femenina atemporal? ¿Marilyn Monroe, rubia eterna, misterio isondable?

No lo sé, pero diría que no, por una sencilla razón: las imágenes no son ni objetos ni esencias. 


Creo que tendría que cerrar esta entrada mejor, llegar a alguna conclusión o algo —desarrollar más el párrafo anterior, al menos, que ha quedado escueto y lapidario y quizá demasiado críptico; baste decir por ahora que la idea es que las imágenes de Marilyn Monroe no representan esencias de ningún tipo, son, y perdóneseme la pedantería que voy a soltar, singularidades intensivas asignificantes— pero me veo incapaz de lograrlo. Empieza a hacer mucho calor, me dispongo a tomar otro café antes de comer porque, aunque no sea buena idea introducir demasiada cafeína en el torrente sanguíneo con estos calores, yo necesito café, mucho café, y tendría que ir pensando en hacer la comida que son ya las 14:28... 

sábado, 29 de junio de 2019

29/06/2019

Hay gente que para protegerse de la ola de calor, dice la tele, va a la playa a tomar el sol. Llamadme loco, pero me parece contraproducente, por no usar una vez más uno de mis adjetivos calificativos favoritos, a saber, delirante. La tele adopta un entusiasta tono apocalíptico todos los veranos cuando llegan olas de calor infernales y supuestamente se baten récords históricos de temperatura. Se diría que la temperatura en España se aproxima asintóticamente al infinito.

Los sellos se abren, el escatón climático ya está aquí, etcétera. 

En fin, yo no he ido a ninguna playa a abrasarme sino que he hecho cosas lógicas, sensatas y placenteras: beber gazpacho, bajar las persianas, poner el aire acondicionado y ver de nuevo Neon Genesis Evangelion.

29/06/2019

Las monsergas moralistas, fanfarronadas revolucionarias y repliegues identitarios de algunos izquierdistas —yo soy marxista, dicen, como si eso significara algo, como si declarar ser x tuviera algún efecto en la realidad— solo pueden recibirse con una sonrisa sardónica. 

Muy bien, el Capital es el Mal, pero quizá habría que concretar un poco más, ¿no? Además, como todo el mundo sabe, excepto los pobres diablos conspiranoicos que tienen el cerebro frito, el Capital no tiene agencia, no es un sujeto intencional malvado, oculto tras la cortina, que mueve los hilos de la Historia.

viernes, 28 de junio de 2019

28/06/2019

Fiestas de San Juan en León. Inmensas borracheras, montones de risas. Recuerdo vagamente haber estado hablando sobre lo extraordinariamente vago que soy y la tremenda pereza que me da cocinar a diario con unas amigas de unos amigos que nos acababan de presentar y cómo, por lo que fuere, mi verídica historia causaba cierta hilaridad. A veces puedo ser ultratímido y cohibido, pero también, en determinados contextos y con determinadas personas, puedo ser, y está fatal que yo lo diga, bastante ingenioso... 

Uno no es de una única manera. Lo que uno es tiene que ver con las relaciones, afinidades, afectos, etcétera, que mantiene con los demás...

28/06/2019

Leo ESTA entrevista a Gianni Vattimo en El País. Vattimo está triste y en plan pasota, qué tendrá Vattimo, los suspiros se escapan de su boca posmoderna...

28/06/2019

En un acto de sadomasoquismo totalmente innecesario, he escuchado entera Relámpago, la canción de Amaia. A los treinta segundos ya me parecía aburrida y artificiosamente intimista, pero he logrado escucharla hasta que por fin —¡albricias!— ha terminado, y hay que decir que lo peor de todo es la letra: patética, cursi, una pastelada sentimentaloide (dicho sea sin ánimo de ofender). 

Se me podría objetar: ¡pero, Señor S., listillo presuntuoso supuestamente fan de eso que se llama el indie español, este último género/corriente/categoríadifusa/loquesea está lleno de canciones lánguidas y susurrantes con letras que encajan perfectamente en ese código emocional patético que aquí calificas despiadadamente como pastelada sentimentaloide! Y yo respondería con pendatería, parafraseando creo que a Derrida: las canciones intimistas corren siempre el riesgo de caer en el ridículo, y no serían nada sin ese riesgo. Si no caen en el ridículo, pueden ser maravillosas, y si caen son pasteladas.


En otro orden de cosas: estoy bebiendo café caliente y hay unos cuarenta grados. Estoy sudando. No ha sido una buena idea.

jueves, 20 de junio de 2019

20/06/2019

Son las 21:30. Mañana me voy a León y aún no recogido ni preparado la maleta y lo último que me apetece es recoger y preparar la maleta. Me duele la espalda. Pongo en youtube la actuación de Nina Kravitz en el Primavera Sound 2019. Estoy cansado, aunque la gente ha dejado de ir por la tarde a la biblioteca y básicamente lo único que he hecho esta tarde ha sido estar sentado leyendo. Creo que voy a abrir una cerveza, fumar un cigarro y ponerme de una vez a recoger y preparar la maleta. Tendría que haber puesto una lavadora: hay montañas de ropa amontonada en una silla, innumerables y leibnizianamente indiscernibles pantalones vaqueros despedigados por la cama deshecha. ¿Tendría que cambiar las sábanas? Adult Life. 

Me gusta el tecno y su ultrarrepetitividad hipnótica, calmante. La entronización del ritmo, que decían en 24 hours party people

No es verdad que sean las 21:30. Ahora son exactamente las 21:00. Al empezar el post eran las 21 menos algo. Soy una narrador bastante fiable, pero no del todo fiable. Tampoco es cierto cien por cien que me duela la espalda. Me duele el hombro. No exactamente el hombro, quizá la clavícula, o la zona supraclavicular, por así llamarla, y un poco el cuello. Como no sabía cómo llamar a la zona exacta que me duele, opté por decir la espalda. 

En cuanto termine la cerveza post-trabajo me pongo a recoger y a preparar la maleta. 

Son las 21:08. Ahora me ha empezado a doler la espalda también —lo falso ha sido un momento de lo verdadero—, quizá por estar encorvado sobre el teclado escribiendo esto. Escribo desde el sofá, con el portátil sobre la mesa del salón, una mesa demasiado baja. Un disparate ergonómico total que me pasará factura en el futuro. 

Son las 21:14. No, las 21:16. La cerveza se ha acabado. Hora de recoger y preparar la maleta. 

miércoles, 19 de junio de 2019

19/06/2019

Te sale un grano en la nariz y piensas que ahora formas parte de la Unión de los Horribles e Inverosímilmente Deformes (UHID), aunque sabes que eso es un poco exagerado. Probablemente no es del todo cierto que formes parte de la UHID. Pero puede ser cierto que demasiada gente te ha dicho demasiadas veces lo supuestamente guapo que eras —con énfasis en la conjugacion en pasado del verbo ser— de pequeño y que en parte por eso te preocupe tanto tu aspecto, pese a saber a) que Sócrates era feo y exhortó a los atenienses a que se preocuparan por hacer de sus almas las mejores posibles en vez de preocuparse por sus envolturas carnales, de menor rango y dignidad ontológicas, y b) que DFW dejó bien claro en Esto es agua que si te preocupa demasiado tu aspecto siempre te sentirás feo y morirás un millón de veces antes de que te entierren.

19/06/2019

Le digo a mi compañero de trabajo, fan de Saramago, que a mí no me gusta mucho Saramago, la verdad, pero no me atrevo a decirle que literalmente —y no  estoy usando figuradamente literalmente, como suele hacerse— arranqué las páginas del prólogo que escribió para El proceso, de Kafka, y las tiré a la basura. 

sábado, 15 de junio de 2019

15/06/2019

Me despierto, miro la hora en el móvil: son las diez de la mañana. Me invade una pereza de dimensiones cósmicas y una nostalgia difusa por un pasado irrecuperable, así que me paso más de tres cuartos de hora, concretamente una hora y cincuenta y dos minutos, remoloneando en la cama. Al filo de las doce me digno por fin a abandonar el lecho, me lavo la cara y me preparo un café. Enciendo la tele, le doy al mute, cojo un libro, leo un rato, y luego, al hilo del libro, escribo esto: 

La ideología ecologista imagina una naturaleza armónica previa a la instrusión del ser humano en ella. Según este mito, el ser humano es un intruso. No formamos parte de la naturaleza, no estamos insertos en su compleja trama, caótica y desequilibrada, sino que somos nosotros, pecadores, los que perturbamos el equilibrio natural. Pero, evidentemente, este equilibrio es una ficción ideológica.  

Esto no significa que no debamos hacer nada, todo lo contrario. Como dice Jorge Fernández Gonzalo en su Manifiesto pospolítico (que es de donde estoy sacando las ideas de este post): es preciso intervenir en la naturaleza para evitar que entre en una deriva inercial en la que nosotros mismos estaríamos en peligro. La cuestión sería, dicho de forma abstracta y teórica, lograr un buen ensamblaje entre la teconosfera y la biosfera. ¿Cómo? No tengo ni idea. Lo que está claro es que no basta con llevar nuestra propia bolsa al supermercado o comprar productos ecológicos. ¿Y si estos pequeños gestos solo sirvieran, en definitiva, para sentirnos bien, moralmente en paz con nosotros mismos, mientras los problemas ecológicos continuan exactamente igual?

jueves, 13 de junio de 2019

13/06/2019

Me da una pereza inmensa La Sexta, la tele de Inda y Ferreras. Se basa en la espectacularización constante de la política, en la conversión de la política en un entretenimiento histérico. Me parece deplorable y, aun así, de vez en cuando la veo.

miércoles, 12 de junio de 2019

12/06/2019

Leo un libro sobre innovación en las bibliotecas en el que se dice que hay que acabar con la anacrónica idea del silencio en las bibliotecas. Está claro que la autora no ha trabajado jamás como auxiliar, de lo contrario sabría perfectamente que son los propios usuarios los que demandan silencio en las bibliotecas y que la mayoría de las quejas se deben al ruido que se produce cuando hay actividades como cuentacuentos, de manera que con lo que deberíamos acabar es con la absurda idea pseudoprogre de que las bibliotecas no deben ser silenciosas. Por supuesto, esto no significa que las bibliotecas no tengan que hacer actividades. Simplemente habría que aislar bien las zonas dedicadas a actividades de las salas y de las zonas de estudio. 

12/06/2019

Mis sueños, lejos de ser portales a otras dimensiones o excursiones al inconsciente, son aburridas repeticiones de acontecimientos cotidianos. Anoche, por ejemplo, soñé que no podía fichar, que es precisamente lo que me pasó en el trabajo porque el programa de fichaje fallaba. 

Cuando era pequeño sí tenía sueños interesantes, aunque absolutamente aterradores. Informes monstruos lovecraftianos que reptaban por una viscosa oscuridad sin fondo me acosaban sin cesar noche tras noche. Así que prefiero mis aburridos sueños de ahora, la verdad.

sábado, 8 de junio de 2019

08/06/2019

Me despierto a las once y media, desayuno una saludable nectarina y un vaso de café. Pongo la tele. Repiten Masterchef. No he visto casi nada de esta edición, pero lo dejo de fondo. Me pongo a leer Fenomenología Queer... 

No me convence la idea de que no se nace heterosexual, se llega a serlo, como dice Sara Ahmed parafraseando a Simone de Beauvoir. Podemos ver ser diestro o zurdo, dice Sara Ahmed, no como un hecho que ya viene dado, sino como un efecto de las orientaciones. La pregunta que me surje, aunque aún no he terminado el libro, así que igual es una pregunta estúpida o una objeción que más adelante es respondida en el libro, es la siguiente: si ser diestro o zurdo no fuera algo que viene dado, sino un mero efecto de las orientaciones, ¿cómo se explica el origen de estas orientaciones? ¿Su origen es social? ¿La sociedad nos prohíbe usar el lado izquierdo? ¿Esa es una explicación de que la mayoría de las personas sean diestras? ¿No es una explicación mejor admitir que ser diestro o zurdo sí es algo que viene dado y que lo que no viene dado es la demonización (social) de los siniestros que se desvían del camino recto? 

En Masterchef un tipo tiene una crisis de identidad y afirma que en las pruebas de exteriores él no se sentía él mismo. Foucault le diría que no pasa nada: no debemos mantener relaciones de identidad con nosotros mismos, sino de diferencia. 

Después, siguiendo con la arbitrariedad que caracteriza Masterchef, rompen las reglas y no echan a ningún concursante. Masterchef es un buen programa para entender la arbitrariedad del poder totalitario. Los jueces hacen lo que les sale de las narices, los súbditos no saben a qué atenerse, las reglas pueden cambiar en cualquier momento, etcétera.

Apago la tele. Pongo el documental Dancing Dreams: aprendiendo con Pina Bausch. Ayer me quedé dormido antes de terminar de verlo. Mi capacidad para vencer el sueño y pasarme la noche viendo películas ya no es que la que era. Cuando iba a la universidad era capaz de quedarme hasta las siete de la mañana despierto viendo películas.

viernes, 7 de junio de 2019

07/06/2019

Como has puesto un póster del dirty Sonic Youth en el salón de tu casa, maldito hipster, has vuelto a escuchar ese tremendo discazo y te has acordado de la época en que un amigo y tú en cierto bar siempre pedíais la canción Nic Fit, que solo dura cincuenta y nueve segundos, y saltábais y aullábais como putos trastornados, a altas horas de la noche, completamente borrachos. Después has escuchado la canción Washing Machine, del disco homónimo —otro tremendísimo discazo, dicho sea de paso— nueve minutos y medio de pura magia sónica, y las has puesto en bucle, una y otra vez, y has abierto una cerveza y encendido un cigarrillo (no deberías, pero has vuelto a fumar a diario).  

07/06/2019

Después de ocho meses por fin me he decido a cambiar la inenarrablemente espantosa decoración de mis caseros —cuadros atroces de payasos, de mariposas horrendas, etcétera— por algo más acorde con mi gafapasterismo militante: pósters de Sonic Youth, Radiohead, Beck, Pulp Fiction y Doctor Who.


Supongo que este diario no tiene mucho interés —mi lucha contra las cucarachas, mis firmes principios en cuanto a decoración de interiores se refiere— y que es un ejercicio de narcisismo supremo, pero gracias a él he redescubierto el placer de escribir, de simplemente escribir, sin ninguna pretensión, sin ninguna razón, sin apenas lectores, porque sí, escribir lo que sea y como sea, frivolidades, absurdeces, neurosis varias, lo que surja, pero escribir.

07/06/2019

He aquí la lista de libros que he empezado a leer y que de momento no he terminado: 

Las aventuras de la mercancía, Anselm Jappe
Nuestro grupo podría ser tu vida: escenas del indie underground norteamericano, 1981-1991, Michael Azerrad
Fenomenología Queer: orientaciones, objetos, otros, Sara Ahmed
La promesa de la felicidad: una crítica cultural del imperativo de la alegría, Sara Ahmed
Aceleracionismo: estrategias para una transición hacia el poscapitalismo, Arman Avanessian y Mauro Reis (Comps.)
La silicolonización del mundo: la irresistible expansión del liberalismo digital, Éric Sadin
Manifiesto pospolítico: rutas ideológicas para la izquierda del siglo XXI, Jorge Fernández Gonzalo
Dirk Gently: agencia de investigaciones holísticas, Douglas Adams.
Autobiografía, Morrissey 

Leer nueve libros a la vez es demasiado, quizá un síntoma de vergonzosa desidia intelectual o de escasa capacidad de atención. En lugar de concentrarme y acabar de leer los libros que empiezo, picoteo aquí y allá sin leer ninguno atentamente. Tengo que autodisciplinarme. 

07/06/2019

Me encanta el olor a insecticida por la noche, huele a victoria.

Parece que la limpieza obsesiva, las trampas y el insecticida han surtido efecto. Hace dos días que no veo ninguna cucaracha. Mi cruzada contra las mostruosas, siniestras cucarachas, no ha terminado, porque pueden volver en cualquier momento, pero es un alivio.

martes, 4 de junio de 2019

04/06/2019

La retórica de cumplir nuestros sueños y de el esfuerzo siempre se ve recompensado me repatea. En un grupo de Facebook de Oposiciones a Bibliotecas, varias personas a las que han llamado para trabajar en verano dicen que han cumplido un sueño y que el esfuerzo, finalmente, siempre se ve recompensado. Me alegro por ellos, pero no deja de ser mentira que el esfuerzo siempre se ve recompensado. A veces sí, a veces no. Lo ideal sería esforzarse no en función de un fin, sino porque no queda más remedio. Si nos ponemos en plan spinozista, diríamos que no es propio de hombres libres esperar ser recompensados por sus actos. Esta idea de no actuar en función de un fin, sino de una necesidad, también la sotienen Simone Weil y Gilles Deleuze. Es un idea hermosa y liberadora, mucho más que la idea de que debemos cumplir nuestros sueños o ser recompensados, en el futuro, por nuestros esfuerzos.

04/06/2109

No puedo pensar sobre los Grandes Temas Trascendentales de la Vida, sean estos los que fueren, porque solo pienso en cómo exterminar cucarachas. He limpiado a conciencia, desinfectado con lejía suelos y baños, además he fregado el suelo con agua con vinagre —aunque supongo que este remedio casero seguramente no sea tan eficaz como la buena y vieja lejía de siempre— y he puesto trampas y rociado generosamente con insecticida todos los rincones de mi humilde morada. Luego me he vuelto paranoico pensando en que igual me estaba intoxicando con tanto insecticida. Pero las cucarachas siguen apareciendo.

Es asqueroso. 

Entre mi extenso catálogo de fobias a animales, las cucarachas no ocupan el primer puesto, pero no andan muy lejos, de manera que llevo varios días limpiando de manera obsesivo-compulsiva y viviendo en un estado de ansiedad moderado pero constante. Hoy casi no como porque vi una cucaracha en el fregadero y salí corriendo de la cocina. La idea de volver a la cocina a preparar la comida me parecía aterradora. Mis amigos y hermanos creen que exagero porque yo cuento mi combate contra las cucarachas con ironía y distanciamiento, pero no exagero nada.

Mi primer impulso, como es lógico, ha sido decir: «¡Se acabó, me mudo de casa otra vez!». Pero es un engorro. No quiero mudarme. Apenas hay pisos cerca de la Biblioteca, y yo no quiero vivir lejos de la Biblioteca porque tengo que ir todos los días por la mañana y por la tarde. Y tengo Internet contratado por un año, y el contrato del piso hasta septiembre. 

Etcétera. 

De todas formas, si veo un par de cucarachas más —contando con que no muera intoxicado yo en vez de ellas— es probable que finalmente acabe cambiándome de piso.