lunes, 27 de septiembre de 2010

Instantes

Es en ese instante, nítido y pletórico de intensidad, que acontece y se repite a intervalos irregulares de forma siempre inesperada, cuando lo maravilloso se desprende de los hechos -y se nos impone y nos conmueve- como un vapor sereno y furioso, suave y violento, deslizándose sobre la superficie...

jueves, 16 de septiembre de 2010

Work in progress V

Llueve pero asoma el sol entre fragmentos desgajados de nubes grises bordeadas por un blanco luminoso que, por alguna razón, me consuela. La luz adopta texturas musicales expansivas y el espacio las acoge con delicadeza. Por la ventana se cuelan voces en sordina. La lluvia, la luz, el espacio, componen una melodía mínima que avanza como un animal acuático capaz de ir hasta el fin, de adentrarse en las profundidades abisales del oceáno con una sonrisa desvaída pero luminosa.

domingo, 12 de septiembre de 2010

Work in progress IV

5 de julio, 2006

Labios agrietados, surcos morados alrededor de los ojos, piel pálida salpicada de puntos negros, barba de dos semanas y una delgadez cadavérica coronando la estampa espectral. Tengo diez pares de zapatillas para caminar por ahí y cruzarme con gente que a lo mejor no me ve. Aunque ya es tarde para ser Rimbaud. Estoy pensando en anclar el barco ebrio. Que me de más el sol. Ni en el infierno ni iluminado, simplemente yendo por ahí, pensando y sintiendo, cosas que no tienen por qué ser siempre tristes, ¿me oyes, Proust?

Work in progress III

4 de Julio, 2006

La inercia nocturna convierte los cuerpos en máquinas desesperadas y felices fundidas en el ritmo de la música electrónica. Movimiento perpetuo, sin destino: la narración disuelta en la pura compulsión pueril a la repetición. Una vez y otra vez y otra vez. Ahora la corriente que nos arrastra gira en círculos. Los ritmos más artificiales emulan los de la naturaleza perdida. Tú saltas y te ríes y pides más cerveza y que buena noche se ha quedado, salgamos. Últimas noticias: la tierra gira alrededor del sol, el sol gira alrededor del centro de la galaxia, las galaxias se alejan y aceleran y a ti no te importa demasiado, hace años que no miras las estrellas, quizá se han caído todas sin que tú las mirases. A las siete de la mañana la energía decae y al llegar a casa preparas algo de comer, te desplomas sobre el sofá, buscas dibujos animados en la tele, el resplandor matutino mece tu cerebro en un dulce sopor.

viernes, 10 de septiembre de 2010

Work in progress II

2 de Julio, 2006

Despertar ligeramente resacoso. No hay problema, turno de tarde. He desayunado Sprite y un trozo de pizza recalentada, el desayuno de los campeones sin esperanza. No sé muy bien por qué he escrito eso. En cualquier caso, la esperanza no es un bien. Implica vivir un tiempo devaluado en función de un fin que escapa a nuestro control. Por mi parte, creo en la eternidad del instante, signifique eso lo que signifique. Sigo ligeramente resacoso, lo cual implica una merma considerable en la capacidad de ordenar mis pensamientos en secuencias lingüísticas inteligibles. Por eso digo "eternidad del instante" y que cada cual piense lo que quiera. Pero bueno, más o menos quiero decir que, por ejemplo, una canción, un recuerdo u otra cosa, pues pertenecen a instantes que se pueden repetir. Algo así. Hoy he paseado, he leído, he comprado ropa, pero sobre todo me he aburrido y me he imaginado que heredaba una inmensa fortuna y vivía de las rentas el resto de mi vida, sin trabajar. El sueño capitalista. Trabajar es un castigo, en eso la Biblia es al menos más sincera que quienes asignan al trabajo un valor sagrado precisamente porque ellos no trabajan y reciben el fruto del trabajo ajeno. Es sin duda muy importante que los pobres trabajen para que los ricos sean ricos.

Work in progress

1 de julio, 2006

Lo cierto es que esta mañana me he levantado magnánimo. Mientras esperaba a que hirviese el café he tarareado algunas melodías de canciones que no recuerdo haber escuchado y he observado el bosque de pinos, que desde la terraza parece un laberinto. He pensado que solo desde esta perspectiva aérea sería fácil encontrar la salida del laberinto, como en esos juegos para niños en los que viene dibujado el mapa de un laberinto y tu misión consiste en trazar con un lápiz el camino de regreso y salvación, porque hay que suponer que siempre hay un monstruo en el bosque, una amenaza oculta que da sentido a la trama y a las peripecias del héroe. El café estaba un poco amargo. Me lo he tomado en la terraza, en bañador y, a pesar de que no tenía nada que hacer y de que sobre mi vida no planeaba ninguna meta, ningún objetivo sobre el cual verter ese sentimiento mezcla de temor y deseo que llaman esperanza, he sonreído, feliz, sintiendo que cada poro de mi piel agradecía la brisa y que mi espíritu se elevaba permitiéndome contemplarlo todo desde una perspectiva inhumana, distante, desde un lugar en el que la serenidad y la indiferencia se fundían en un abrazo cósmico. Exagero, lo sé. Me gusta exagerar. Soy de naturaleza hiperbólica, desde siempre, al menos que yo recuerde. Escribir implica exagerar, exagerar la tristeza, la soledad, el deseo que uno realmente siente, expulsarlos, desembarazarse de todo eso que, no obstante, vuelve, como una carta que hubieses escrito destinada a ti mismo, sin que tú lo supieras. Una carta escrita con tinta fabricada con la sangre de espectros anónimos. Bueno, la última frase fue quizá demasiado efectista, y creo que lo estoy liando todo. Este diario debiera ser un maquinal registro de hechos y pensamientos destinados a quien tenga a bien usarlos del modo que le parezca. A mí mismo, sin ir más lejos. Una vez terminado el café -desayuno de campeones venidos a menos- me fui a la playa, estuve escuchando música mientras contemplaba a los bañistas y las reverberaciones del sol sobre la superficie del mar, alternativamente, todo ello enmarcado en una densa atmósfera de metal progresivo que contrastaba con la escena de sol y cuerpos semidesnudos que se me ofrecía a la vista. Hacía mucho calor, pero no tenía ganas de bañarme, solo de escuchar música y de mirar, registrar sonidos e imágenes, archivarlos, fomar un depósito abundante y bien ordenado, que mis conexiones neuronales pudieran revivir este exacto momento del tiempo con la mayor cantidad de matices posible. Siempre hay mundos hundiéndose a ritmos desconocidos y un tiempo pulsado off-beat que nos rescata de la entropía, o al menos hace habitable este cuento lleno de furia y sin sentido contado por un idiota. De regreso a casa compré un pollo asado con patatas y una coca-cola de dos litros y me lo comí en la terraza, leyendo el periódico, ese incombustible folletín del desastre, siempre informándonos sobre catástrofes en lugares remotos, saturándonos hasta el punto de que no podamos sentir ya nada. Quiren convertirnos en máquinas. Por cierto, Andy Warhol quería convertirse en una máquina y quizás no fuera una mala idea. Creo que se trata de una estrategia terapeútica: convencernos de que no podemos hacer nada. El mensaje es algo así como No sufras, hay demasiadas catástrofes en el mundo que exceden tu limitada capacidad de actuación, despreocúpate, vete de compras, hormiga consumidora. De ahí la publicidad entreverada en la narrativa de la desgracia. Al atardecer me he puesto ciego de cervezas y de marihuana, en la playa, con unos amigos, lo cual me ha hecho terminar el día más magnánimo aún. Siempre he dicho que soportar el eterno retorno, la muerte de Dios, el fin de las ilusiones ilustradas y todo lo que se quiera, es mucho más fácil y divertido si uno está bien provisto de cerveza y marihuana, inventos tan importantes como la rueda e Internet, unos pasos de baile fuera de la cadena de montaje.

martes, 7 de septiembre de 2010

Se acabó

Ahora sí que sí se acabó el verano: ya llueve, ya hace frío (This is León!). El tiempo retorna a sus goznes, a su curso prefijado de armonías grises que prometen comienzos y una extática serenidad que hará las delicias de los místicos melancólicos refractarios al tiempo estival que, como queda dicho, es un tiempo fuera de quicio que septiembre se encarga de reparar (¡Septiembre es como Hamlet!). El otoño es la vuelta a casa.

sábado, 4 de septiembre de 2010

El militante

El militante sabía muy bien que se exponía a la incomprensión y a la burla y, lo peor de todo, a ser confundido con la masa de sujetos vagos y pasivos desprovisto de cualquier atisbo de militancia política. Su actitud era una recusación generalizada del capitalismo. Ni más ni menos. Su estrategia: una pasividad total. Un sujeto que ni produce ni consume. Una crítica radical al núcleo del mal. Apático, desganado, contemplativo, melancólico. La nueva tabla de valores del buen revolucionario. Bajo un cielo estrellado, medita sobre la alegría de estar triste de la que ya hablaron Víctor Hugo y Kurt cobain (echo de menos la comodidad de estar triste). Pero su historia no puede ser narrada: el militante no hizo nada en toda su vida, y murió. Ya está, eso es todo.

Melancolía

Según Ficino, ésta consiste en transformar en deseo de abrazo lo que compete a la contemplación.

Y el comentario de Giorgio Agamben:

"La intención erótica que desencadena el desorden melancólico se presenta aquí como la que quiere poseer y tocar aquello que debería ser sólo objeto de contemplación, y el trágico desarreglo del temperamento saturnino encuentra así su raíz en la íntima contradicción de un gesto que quiere abrazar lo inasible. Es en esta perspectiva en la que se interpreta el pasaje de Enrique de Gante que Panofsky pone en relación con la imagen dureriana y según el cual los melancólicos, “no pueden concebir lo incorpóreo”, en cuanto tal, porque no saben "extender su inteligencia más allá del espacio y de la grandeza”. No se trata simplemente aquí, como se ha señalado, de un límite estático de la estructura mental de los melancólicos que los excluya de la esfera metafísica, sino más bien de un límite dialéctico que toma su sentido en relación con el impulso erótico de transgresión que transforma la intención contemplativa en "concupiscencia de abrazo”. Es decir que la incapacidad de concebir lo incorpóreo y el deseo de hacer de ello objeto de abrazo son las dos caras del mismo proceso, en el transcurso del cual la tradicional vocación contemplativa del melancólico se revela expuesta a un trastorno del deseo que la amenaza desde dentro"

Ruinas

Tanto leer y no saber nunca qué decir
contemplar solo ruinas, lejanías
siempre anclado en la memoria de lo que no fue
rozando la piel de la melancolía
la superficie metafísica de lo inaprehensible
que echamos de menos
las tardes de septiembre
de resaca y pájaros en sus jaulas