jueves, 28 de noviembre de 2013

Yo fui a la EGB y luego fui a la ESO

Así que qué, ¿cuál es mi generación? ¿Soy un privilegiado educado en la EGB o un mísero tontaina intelectualmente nulo por culpa de la LOGSE? ¿Ambas cosas? ¿Un Aufheben hegeliano que sintetiza lo mejor de ambos mundos? ¿Lo peor? Pasamos de octavo de EGB a tercero de la ESO. En mi caso, la transición se saldó con un espectacular descenso de mi rendimiento académico (no me agradan excesivamente los cambios). De sacar un montón de notables y sobresalientes pasé a sacar... Vamos, que suspendí TODO menos gimnasia. Cuando digo TODO menos gimnasia es TODO menos gimnasia, de ahí las enfáticas mayúsculas (bueno, de ahí y de mi manía por imitar COSAS QUE ME MOLAN). Mi solícita tutora, a quien aún recuerdo, estaba seriamente preocupada y me preguntaba con semblante incrédulo si DE VERDAD había sacado esas notas en octavo y que qué me había pasado. Y yo respondía: A MÍ no me ha pasado nada, es EL MUNDO el que ha cambiado sin mi permiso. En realidad no respondía eso, claro. Mi solícita tutora llamaba a mi madre cada dos por tres y estaba EMPEÑADA en que yo tenía que aprobar. Tonto del todo no parece, decía, quizá algo retraído y, como los aqueos, de melenuda cabellera. No exactamente con esas palabras (si me hubiese descrito homéricamente hubiera sido raro, aunque gracioso), pero en resumen eso es lo que quería decir. Mi solícita y vigilante tutora logró de algún modo introducir en mis atolondradas mientes la idea de que debía aprobar. Iniciando lo que con el transcurrir del tiempo acabaría siendo una tradición de mi periplo estudiantil, aprobé CASI TODO en Septiembre, excepto Lengua y Matemáticas -bah, asignaturas sin importancia-, y pude pasar de curso. Mi tutora se puso muy contenta.

Cuarto de la ESO y primero de Bachillerato pasaron sin pena ni gloria, con notas mediocres, salpicadas por un ocasional diez en ÉTICA. Por extraño que parezca, Ética no era una maría. Debíamos de tener al único profesor de todo el Instituto que se tomaba la asignatura en serio. Yo estaba absolutamente fascinado con, por ejemplo, la distinción entre acciones intencionales y actos reflejos, y con cómo solo era posible atribuir responsabilidad a las primeras, de modo que la moralidad de una acción parecía residir más en algo tan intangible como la intención que en algo tan tangible como los resultados de la acción. El diez no tiene mérito alguno. Recuerdo perfectamente haber dejado de lado todas las asignaturas y concentrarme en la que menos importancia tenía después de gimnasia, que por mucho que se empeñen los profesores no tiene ninguna importancia (algo parecido hice en octavo -pero octavo de EGB, en mi colegio al menos, era una chorrada- cuando me propuse construir, para una asignatura que supongo se llamaba tecnología o algo así, una torre Eiffel de ocumen, que requería un montón de horas de trabajo e implicaba la imposibilidad de hacer deberes de Matemáticas porque uno estaba ocupado serrando). Llegaba de clases y repasaba los apuntes de Ética una y otra vez. Total, que me sabía los apuntes DE MEMORIA. No sabía ni qué era una derivada (literalmente), pero estaba convencido de que el VALOR es el fundamento del DEBER.

Respecto al tema de las derivadas, he de decir que, por culpa de mi intermitente asistencia a las clases, no sabía que los demás tenían una tabla con la que se resolvían esas intricadas cuestiones matemáticas, de manera que durante las clases yo me limitaba a permanecer quieto y callado en mi asiento, imaginando jugadas de fútbol sublimes o lo que fuera, pero sin prestar las más mínima atención a lo que me parecía el colmo de lo ininteligible y abstruso.

Segundo de bachillerato. Dejémoslo en que, por lo que fuera, TRIPITÍ dicho curso.

Infancia. Para mí, claro, la peonza o las canicas o las chapas no eran juegos retro. Eran LOS JUEGOS DEL MOMENTO. Lo cual no quita que cuando mi Padrino me regaló la NES flipara y tuviera LA MÁS FULGURANTE EPIFANÍA JAMÁS EXPERIMENTADA. Aquello era indescriptible, inefable. Mi vecino tenía la consola anterior a la NES, esa ochentera, a la que ya había jugado, pero ciertamente los juegos eran cosa como dos palitos blancos que se movían verticalmente y una bolita blanca que iba de un lado a otro, todo ello sobre un fondo negro (o sea, un TENIS MINIMALISTA), pero con el MEJOR mando de la historia, un joystick alucinante, amigos. Mi comunión y el inestimable, nunca suficientemente agradecido don de la NES fueron acontecimientos que sucedieron ya en los noventa (a principios). Uno, la comunión, supuestamente trascendente, el otro, la consola, verdaderamente trascendental (la diferencia entre trascendente y trascendental es algo que los comentaristas deportivos jamás comprenderán, pero trascendente, en resumen, es algo que está más allá, trascendental, al menos después de Kant, significa condiciones de posibilidad de algo, lo que sea. Hay partidos de fútbol trascendentales, pero no trascendentes. Fin del paréntesis filosófico).

EL MUNDO ha seguido cambiando sin mi permiso y yo he seguido siendo un CONSERVADOR irredento. No me hace gracia que ya no haya casettes ni discos y todo sea etéreo e inmaterial (bueno, no es exactamente inmaterial). A mí me gustan las COSAS. Que los libros ocupen espacio. No huelo celulosa en descomposición porque huele mal, pero leer en el Kindle es mucho peor. Digan lo que digan es peor. Y punto. Me dirán: Señor S. es usted un conservador. Y yo: pues claro, acabo de reconocerlo en MAYÚSCULAS. Hay partidarios de la revolución permanente y de la obsolescencia programada y de que todo cambie todo el rato porque sí, y me parece bien, pero no es mi caso. Por ejemplo, ahora los programas de televisión no paran de informarte de lo que pasa en twitter. No tengo más remedio que gritarle a la tele, cual basilisco enfurecido o cual Ignatus Reilly en sus mejores momento de exacerbada misantropía: ¿¡qué narices importa lo que opine el gentío!?

-Dijo el tío que no para de opinar en su blog
-Touché.

El caso es que -seamos apocalípticos- las tecnologías han acelerado las comunicaciones de forma histérica. Queda poco tiempo para que nuestros cerebros se aburran con películas que duren más de tres minutos. Y puede que tengamos que hacer varias pausas en esos tres minutos para consultar el correo, picar algo, descargar un disco, hacernos fotos, responder a un wasap (no pienso molestarme en saber cómo se escribe bien), etc. Reacción kafkiana: NO TENGO NADA QUE COMUNICAR, déjenme en paz, me quedaré aquí hasta que el mundo se prosterne extático a mis pies (ya, esto no ha venido muy a cuento). Otra opinión: después del Mario Bros. 3 ya no hay nada que valga la pena. Esto ya es directamente ser un reaccionario. Pero -seamos también derrotistas- la retromanía es inútil porque no restituye el pasado, lo cual es imposible, obviamente. Lo que no puede recuperarse -seamos ahora un pelín líricos- es la infancia. Si ahora tuviera una peonza en las manos, tal vez sentiría una punzada nostálgica en el estómago, pero no saldría a la calle a jugar a la peonza con mis amigos de entonces.

Y mi NES, ¿dónde está mi NES? Ay.

Los tardíos años ochenta se infiltraban en los incipientes noventa, supongo (aquí podríamos intercalar un paréntesis súper teórico sobre lógica difusa, pero nos lo vamos a ahorrar, porque apenas tengo idea de lógica, no digamos ya de lógica difusa, y porque basta con decir que los límites son siempre difusos, ya se trate de los límites que dividen décadas o del espectro de los colores). No solo veía EL COCHE FANTÁSTICO, era el mayor fanático que ha habido nunca. Mis vecinos me llamaban Michael Knight, no digo más. No sé si esto era a finales de los ochenta o principios de los noventa, ya digo. TODO EL DÍA estaba con una especie de volante de plástico. O sea, no era un volante de verdad. Aunque, bien pensado, lo usaba como un volante, y el significado es el uso -seamos pragmatistas, como debe ser-. Ergo era un volante.

Excursus ontológico: ser es SER ENTRE. Entre décadas, entre sistemas educativos. Por ejemplo.

Los VHS. Los VHS también han desaparecido. Yo tengo muchos. ¿Qué pasa con las tecnologías obsoletas? Los radicales de la revolución permanente no se interesarán ni se compadecerán por el destino de los VHS. Yo derramo lágrimas amargas. Lloro tanto como Alicia. Luego nado y luego me seco corriendo, porque no queda otra.

Excursus mesiánico-político (siempre hay que citar a Benjamin con cualquier excusa): Hay que tirar del freno de emergencia de la Historia. Que se pare. La única revolución permanente que existe se llama capitalismo, pero no prosigamos por estos derroteros. Baste decir que si yo fuera profesor y preguntase a mis alumnos qué sistema revoluciona histéricamente las condiciones de producción y puede concebirse como la religión más absurda de la historia, una que no conoce tregua ni redención, quien no respondiera que el capitalismo tendría que abandonar mi clase. No, es broma, no les obligaría a pensar como yo. Les diría, por ejemplo: amigos, solo a través de la BELLEZA se llega a la LIBERTAD, lo dijo Schiller y aunque no entiendan nada, ¿no es una hermosa frase? No sean nunca demasiado irónicos ni demasiado cínicos ni demasiado críticos, no hagan demasiado caso de lo que pone en sus libros de Filosofía, en los que se ensalza demasiado el poder de la crítica. La crítica constante entristece la vida. La Filosofía no se reduce a la crítica, aunque no la excluya, no sé si me explico...

En conclusión (por decir algo), la EGB era mucho mejor que la LOGSE. En la LOGSE las asignaturas tienen nombres omniabarcantes como CONOCIMIENTO DEL MEDIO. Pero, ¿qué medio? ¿El medio? Debe de haber ochocientas acepciones de esa palabra. O más. El medio. Ni puta idea. En la EGB las asignaturas se llamaban, por ejemplo, Ciencias naturales que, quieras que no, acota más el terreno y es una categoría lógica y de sentido común. No como Conocimiento del medio, que carece de sentido. O sea, no éramos extravagantes ni posmodernos. Hubo un tiempo en que no todo era líquido, ni había académicos forrándose gracias a una metáfora y sacando un montonazo de libros que se resumen en: eso ahora es líquido. Ya, Bauman, para ya, lo hemos pillado. Por lo demás, una cosa es la EGB y otra la EGB en mi colegio. En mi colegio quien fuese capaz de responder a dos preguntas seguidas bien levantaba sospechas de ser superdotado. Tenía compañeros que, durante las clases, se dedicaban a escribirse nombres de chicas en los brazos con la parte que pincha del compás. O sea, con sangre. Igual era muy romántico aquello, pero a mí me parecía propio de zumbados totales. Lo de Nietzsche, lo de escribir con sangre, era metafórico. Eran involuntariamente kafkianos, ahora que lo pienso, literalizando metáforas. Pero no todos estaba zumbados, solo la mayoría.

La LOGSE tampoco estaba mal. Quiero decir que había parques y futbolines cerca del Instituto. Los salones recreativos no existen ya y eso es también una DESGRACIA. Si el mejor juego de la historia es el Mario Bros. 3, cosa que no admite discusión, el segundo mejor es el Pang, y al Pang había que jugar en las máquinas. El Pang, amigos, provoca un estremecimiento proustiano en cada poro de mi piel.

PD: Acabo de jugar ahora al Pang y me ha costado pasar el primer nivel. Lamentable. Todo va de mal en peor, efectivamente.

sábado, 23 de noviembre de 2013

La literatura como agujero negro

La literatura como agujero negro, Ricardo Menéndez Salmón.

El artículo me parece impecable, muy bien escrito; así que esto no es una pega, pero yo ni a Deleuze ni a Benjamin les he visto por La casa de hojas. Puede que me haya despistado. Da igual. Tiene razón. La novela es adictiva, absorbente, un atractor extraño, sin fondo y sin centro, que demanda por parte del lector una inmersión plena en sus retorcidas y reverberantes páginas, en las que resuenan ecos, voces, interpretaciones, todo un coro en busca del sentido, de ese sentido que se pierde en la oscuridad como una hoja de papel ardiente.

Lecturas obligatorias, retos librescos

Por diversas razones, hay montones de libros que he dejado sin terminar, a veces hacia la mitad, a veces casi al final; y no siempre porque no me gusten (algunos, de hecho, me gustan mucho). También hay montones de libros, sobre todo clásicos, que quisiera leer y no he leído. Otros los estoy leyendo. Otros los he comprado pero aún no los he leído. Algunos no los he terminado pero aún así los he releído. Así que, con el objetivo de obligarme a leer los libros dejados a medias y obligarme a leer libros que quisiera (el subjuntivo ha de transformarse en imperativo) leer y no he leído, algunos de los cuales es imperdonable no haber leído ya, otros no puedo encontrarlo, he confeccionado una lista de libros (también por la sencilla razón de que me encantan las listas) que debo leer o, en muchos casos, terminar de leer de una vez, sí o sí. 

-Canción de hielo y fuego, George R.R. Martin -estoy en ello
-El faro de Blackwater, Colm Tóibín -comprado pero no leído
-Desayuno en Tiffany's, Truman Capote -ídem (da pereza porque en el libro no sale Audrey Hepburn)
-Divina comedia, Dante -relectura azarosa de pasajes, sin terminar 
-El Quijote, Miguel de Cervantes -releído sin terminar pero casi terminado
-Ulises, James Joyce -releído pero abandonado en el capítulo quince, que será el corazón del libro pero a mí me saca de quicio, si bien Joyce alcanza la gloria a menudo en su puñetero libro
-La vida instrucciones de uso, Georges Perec -releído sin terminar pero casi terminado
-La fortaleza de la soledad, Jonathan Lethem -dejado a la mitad sin motivo alguno
-Un jardín de placeres terrenales, Joyce Carol Oates -ídem
-America, Franz Kafka -imperdonable no haberlo leído
-Las mil y una noches -Simbad el marino y tal, pero en ediciones infantiles, cuando era pequeño
-La historia interminable, Michael Ende -no leído
-Silvia y Bruno, Lewis Carroll -no puedo encontrarlo y lo deseo con toda mi alma, con todo mi corazón, con toda mi voluntad y con todo mi completo ser de adorador de Lewis Carroll
-La casa de hojas, Mark Z. Danielewski -en realidad no debería estar en la lista porque ya lo he leído, lo he terminado hoy (colosal, por cierto)
-La Celestina, Fernando de Rojas -dejado más o menos hacia la mitad hace no sé cuánto tiempo
-Libro de Apolonio -apenas empezado, pero sería mejor hacerse con una versión para tipos vagos y que no hayan estudiado filología, la versión de clásicos universales planeta es demasiado, aunque con paciencia se puede afrontar
-Jakob Von Gunten, Robert Walser -estoy en ello
-Bajo el volcán, Malcolm Lowry -no leído
-El dios de las pequeñas cosas, Arundhati Roy -dejado a la mitad hace ni sé
-Odisea, Homero -solo fragmentos
-Ilíada, ídem -ídem
-Neuromante, William Gibson -solo el principio
-El poema de Gilgamesh -no leído nada de nada
-Moby Dick, Melville -abandonado a la mitad hace ya
-El hombre sin atributos, Robert Musil -no leído nada de nada
-Antiguo Testamento, Dios (es broma) -casi leído del todo -me chifla el génesis, el éxodo y la maravillosamente seductora y violenta historia de Judith- pero no totalmente del todo
-Nuevo Testamento, Dios (ídem) -leído algo -El evangelio de San Juan, que empieza apoteósicamente bien con lo de "en el arké era el logos", pero luego decae, a mi entender; los evangelios según tal y cual que vienen a contar lo mismo con pequeñas variaciones, el apocalipsis, pero este no del todo, o no del todo bien, y un poco las cartas de San Pablo
-El arco iris de la gravedad, Thomas Pynchon -Llega un grito a través del cielo. Ya ha ocurrido otras veces, pero ahora no hay nada con que compararlo. Repito su comienzo hasta en sueños pero no he leído el libro entero... La verdad es que me costó Dios y ayuda terminar de leer Vineland y eso que se supone que es de los libros más fáciles de Pynchon, pero bueno, leer a Pynchon es una rara especie de tortura gozosa a la que hay que someterse.
-El almuerzo desnudo, William Burroughs -leído hace tiempo sin que me enterase de una puta mierda, así que es como si nunca lo hubiera leído. 
-El señor de los anillos, Tolkien -leído algo pero no todo

viernes, 22 de noviembre de 2013

Tras el hombre de negro

Tras el hombre de negro, Javier Avilés.

Buscando a Nacho Vegas.

Puede que las gotas de esta lluvia eterna sean lágrimas de ángeles agonizantes.

Divina locura culinaria

Después de tanto visionar programas en los que se ensalza la figura del cocinero como la nueva y más rutilante estrella del firmamento mediático, uno abre la nevera y de repente se siente imbuido por un espíritu vanguardista, transgresor, se siente inspirado por una locura divina, escucha una música de origen desconocido que zumba en su cabeza con un ritmo enloquecedor y a un volumen ensordecedor, y en lugar de prepararse un simple, vulgar y tradicional sándwich, poseído por un furor báquico decide experimentar y con valentía, acaso con temeridad, unta el pan previamente tostado con un lecho de paté, coloca cuidadosamente sobre este una etérea loncha de jamón de york, añade unos trocitos níveos de queso fresco y corona su creación con unos cuantos copos de queso azul.
-¿Y qué tal?
-No mata.
-Ya.
-Ergo te hace más fuerte.
-Mira tú que bien.
-Lo llamo el sándwich del superhombre.
-Pero sabes que es una mierda, ¿no?
-Lo que importa es el proceso artístico.
-Ya.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Elvis Presley - Suspicious Minds



Nunca he sido yo muy de Elvis. Pero cómo se mueve. Las únicas otras tres personas que ha habido en el mundo capaces de moverse de manera tan apoteósica y demencialmente flipante son: Ian Curtis, Michael Jackson y Franco Battiato.

martes, 19 de noviembre de 2013

Listado completo de palabras pentavocálicas

El incomprensible mito de que murciélago es la única palabra en español que contiene las cinco vocales. Hay 42266. Helas aquí.

PD: Nach creyendo que le plagian (jeje).

Los locos somos otro cosmos, Óscar de la Borbolla.

A propósito de la comida

-En realidad a mí comer no me gusta.
-¿No?
-No, a Deleuze tampoco le gustaba.
-¿A qué viene lo de Deleuze?
-A Glenn Gould la sola idea de comer con gente le aterrorizaba.
-Estaba como una puta cabra.
-Al contrario. Muy cuerdo. Un gran tipo.
-¿En serio te parece cuerdo?
-Por supuesto. Muchas veces estoy comiendo y pienso: qué aburrimiento.
-¿Sí?
-Pues sí.
-No me lo creo.
.Créetelo. Me aburro.
-Raro.
-Nada de eso. Hay que comer todos los días. Es un puto coñazo.
-¿Y cocinar?
-Si tengo que cocinar, cocino. Soy un genio absoluto haciendo lentejas.
-¿En serio?
-Sí.
-Es raro, ya que no te gusta comer.
-Sencillamente tengo un don.
-¿En serio?
-Que sí. Mis lentejas son obras maestras, absolutamente perfectas.
-¿Eres, además de modesto, tradicionalista en cuanto a la comida?
-Si no te refieres a ninguna tradición concreta, no tengo ni puta idea de qué estás hablando.
-Usted perdone
-Sigo sin saber de qué hablas.
-Digamos que no eres culinariamente posmoderno.
-La cuestión es esta: a mí toda esta obsesión por la comida me parece un síntoma de la decadencia de occidente.
-Anda.
-Pues sí.
-Eres un bicho raro, no sé si lo sabías.
-La idea más idiota de todos los tiempos es esta: somos lo que comemos.
-No te pases...
-¿Te imaginas a Heidegger escribiendo "el ser del "ser ahí" es la comida"?
-No, la verdad.
-También odio el vino.
-Lo que yo digo: eres raro de cojones.
-Es un bistec licuefacto. Joyce dixit.
-¿Tienes que estar todo el día diciendo lo que no sé quién dijo?
-El vino tinto es el horror. Mezclado con coca-cola es el apocalipsis.
-Exagerado.
-Bueno, a decir verdad, lo más absolutamente odioso que hay en la naturaleza son los pepinillos.
-A mí me gustan.
-Yo creo que poner pepinillos en las hamburguesas sin especificar que llevan esa atrocidad debería ser delito. Deberían meter en la cárcel a los perpetradores de tamaña monstruosidad.
-¿En serio?
-Totalmente.
-...
-Una vez me puse malo de tanto comer berberechos. Comí una auténtica barbaridad. De pequeño.
-¿No decías que no te gusta comer?
-Perdón, excepto berberechos. Los berberechos son un don divino. Los pepinillos los creó un demiurgo maligno.
-Puede ser...
-Es totalmente obvio, ¿cómo que puede ser? Maldito amante de los pepinillos.
-Vale, vale, acepto tu extrañísima visión gnóstico-alimentaria.
-Así me gusta.
-...
-No hace falta decir que también odio las novelas en las que se habla de comida.
-¿También el Ulises?
-Excepto el Ulises. Siempre hay excepciones, carajo.
-¿Por qué odias las novelas en las que se habla de comida?
-¿Crees que el odio es racional?
-O sea, que las odias porque sí.
-Porque sí.
-Porque sí no es una respuesta.
-Eso me lo decía mi madre cuando era pequeño.
-Razona tu respuesta.
-Bueno, en realidad puede que no odie todas las novelas en las que se habla de comida, pero sí en las que se habla de comida sin venir a cuento, y el puto autor se demora una eternidad describiendo la comida.
-Vale.
-...
-...
-¿Sabes? Echo de menos la Edad Media.
-Eso ni siquiera es posible.
-¿Te imaginas a Tomás de Aquino hablando sobre la esencia de la comida, diciendo, por ejemplo, "diferente es la esencia de estos macarrones y su existencia"?
-No mucho...
-¿Lo ves? Una época de esplendor intelectual. Nadie hablaba de comida.
-Ya, pero es no...
-Tertium non datur
-¿Qué dices?
-Que no me repliques.
-Pero si tertium non datur no significa eso...
-Significa lo que yo quiera que signifique. Lo importante es quién manda.
-No eres Humpty Dumpty, maldito tarado...
-Impenetrabilidad, eso es lo que digo.
-Dios, ¿te has averiado?
-...
-Reconduzcamos este diálogo.
-¿Diálogo?
-Lo que sea.
-Por mí bien.
-¿No crees que cocinar fue un acontecimiento decisivo en la historia de la humanidad, de la civilización?
-Obvio. Y ahora hay crudiveganos. O sea, que nos estamos volviendo bárbaros. Si comer no me gusta, las sectas ya... En fin.
-Tienes que ser más tolerante.
-El tolerantismo tiene límites. Hay libros sobre eso.
-Hay libros sobre cualquier cosa.
-Touché.

lunes, 18 de noviembre de 2013

Batiburrillo sin pies ni cabeza

Entre recordar y entre olvidar me quedo con las dos cosas
Andrés Calamaro, Las dos cosas

Nietzsche escribió una razonable alabanza del olvido. Le asignaba una función equivalente a la digestión. Es necesario olvidar. Para que no se nos indigeste el pasado. Para mirar el porvenir con los ojos limpios. Pero la verdad es que eres como ese pájaro fabuloso descrito por Borges que volaba hacia adelante con la cabeza mirando hacia atrás. ¿Y si olvidases ciertas cosas, no sería como si nunca las hubieses vivido? El pájaro fabuloso descrito por Borges es un animal melancólico. Su mirada se pierde en una lejanía cada vez más inalcanzable, fija en un momento que ya no retornará jamás. Desea lo imposible. Desea que algunos momentos no se pierdan como lágrimas en la lluvia. Desea rescatarlos de la implacable y destructora sucesión de los días, los meses, los años. Que floten como esencias indestructibles y resplandezcan en la oscuridad. Que la lluvia no pueda apagar su fuego. 

Aunque los ecos del pasado sean susurros que se escapan de los labios de los fantasmas. 
Aunque lleguen hasta el presente teñidos de bruma. 
Aunque suenen como una canción cuya melodía, cada vez más lánguida, se desvanece poco a poco, porque se estira y se estira, planeando sobre el silencio.

La melancolía provoca cierto estado de furor. Starobinski dice que permite, al que la padece, transformar su incapacidad de vivir en capacidad de decir. Hay un montón de bibliografía sobre esta cuestión. Destacamos el estupendo libro de María Bolaños Pasajes de la melancolía: arte y bilis negra a comienzos del siglo XX, de donde extraemos un poco al azar la siguiente cita:

He perdido totalmente la facultad de meditar o de hablar con coherencia sobre cualquier cosa

H. von Hofmannsthal 

Entonces, ¿qué pasa? ¿la melancolía también puede llevar a la afasia? En lugar de un sujeto afable, tenemos a uno afásico, acaso obsesionado con lo inefable, al que se le atragantan las palabras y, en consecuencia, balbucea, tartamudea. 

Sintaxis descoyuntada para un mundo que carece de centro, de estructura, de arké, de telos. Habla desgarrada. Dispersa. Logos fragmentado. El funambulista cojo salta sobre una cuerda tendida sobre el abismo. Se le encocora el corazón. Caen las estrellas, como lágrimas. El funambulista levanta la vista. Alza los brazos. Habla con los astros sin pronunciar una sola palabra. Una angustia densa como niebla tensa sus músculos. Llegar al otro lado, la meta. No mires atrás. Sí, un solo vistazo. Dos no. Dos sería mortal.*

*Ni idea de qué significa todo esto. Dejémoslo en que es un desvarío. El verbo encocorar no lo usa ni Dios, pero mola. Hay que ponerlo de moda. Esperemos que lo esté usando bien porque no pienso consultar ahora un diccionario. 

Y la pupila del alba embelesa las calles frías, vacías, esparce una sonrisa rosada, inmarcesible en su fragilidad. Sonrisa informe no construida por labios humanos. Allá a lo lejos, un hueco de luz se se abre paso entre la opacidad herrumbrosa del cielo, como un suspiro. No hay nadie. Es muy temprano y todavía no hay nadie. Solo el alba, la carretera sin coches, las farolas. Las cosas diríase se encogen, tiritan. Arropadas por la incipiente luz ahora. Una desolación innombrable late en los aleros de los tejados, en el asfalto dorado por el amanecer, en las nubes que se apartan con deferencia, en el estallido mudo y mullido de las amables llamas invernales.*

*Ídem.

-Esa escena es totalmente irreal y mágica. Un clásico. Propongo la siguiente definición de clásico, que no es mía: aquella obra que con el paso del tiempo se ha vuelto inmune a las críticas y forma parte del, por decirlo con una odiosa expresión, inconsciente colectivo, y es capaz de resistir todas las parodias porque posee una especie de fondo de verdad, de emoción pura, inatacable por mucho que los esnobs y/o los críticos culturales se empeñen en decirnos que es una mierda. Además, esta narración está tan perfectamente estructurada que me da ganas de llorar. De acuerdo, todo es tópico. La historia de amor y todo eso. La música es cursi. Lo que quieras, pero funciona a la perfección. Todo encaja. Solo tienes que librarte de todos tus prejuicios culturetas para verlo.*

*Por extraño que parezca, esta parrafada fue motivada por el visionado de Titanic. En un estado propicio para las epifanías fulgurantes. Sea como fuere, no deja de ser cierto que el gusto cultureta en ocasiones tiene que ver con el deseo de distinguirse de la chusma.
-Dijo el fan de Malick y de Dreyer.
-Sin comentarios. 

Cambio abrupto de tema.

He aquí, lector, unas cuantas citas:
He aquí, lector, un libro de buena fe. Te advierte de entrada que no me he propuesto ningún fin que no sea doméstico y privado.
Montaigne, Ensayos.
Acometo una empresa como nunca hubo una igual, y cuya ejecución no tendrá imitadores. Quiero mostrar a mis semejantes un hombre verdaderamente natural. Y este hombre seré yo. Yo sólo. 
Rousseau, Confesiones.

Naturalmente, este rollo de un hombre verdaderamente natural es una pamplina porque, como dijo Kafka, confesar equivale a mentir. Lo que uno es, lo es sin más. Yo, por principio, desconfío de todo autor que presente su libro como un libro de buena fe. Tal vez sea porque la televisión nos ha convertido a todos en en alumnos aventajados de la escuela de la sospecha. Quién sabe. 

Nuevo cambio abrupto de tema
Arcaico significa: cercano al arké, es decir, al origen. Pero el origen no está situado solo en un pasado cronológico, él es contemporáneo del devenir histórico y no cesa de actuar en este, de la misma manera que el embrión sigue actuando en los tejidos del organismo maduro y el niño en la vida psíquica del adulto.
Giorgio Agamben, ¿Qué es lo contemporáneo? 

Lo que podría ser otro cambio abrupto más de tema pero que vamos a relacionar con el tema del origen (esta vez, de forma derrideana -pedimos perdón por anticipado- sirviéndonos de una larga -otra más- cita fragmentada, en la cual salen a relucir otros motivos recurrentes de este blog) para dotar de un poco de criterio a este post monstruoso


La fotografía encierra un valor mesiánico y ritual, pretende siempre conjurar una ausencia que se sabe inevitable. Busca recuperar la presencia de lo ausente. La fotografía es una forma de visión profética, reveladora, promiscua, subversiva (...) Diane Arbus solía decir que una fotografía es un secreto acerca de un secreto(...) Idea que causa terror: no hay origen; todo efecto de origen es un simulacro. Simulacro en el origen, que desplaza la jerarquía ser-apariencia, original-copia, alma-cuerpo... Peligro para el origen, pero que a la vez siempre puede hacer un efecto de origen: siempre puede añadir algo (suplemento sería, a la vez, lo que suple y lo que añade). Este es el efecto que tiene la mirada(...) En la fotografía el tacto se ausenta pero quiere volver, en su imposibilidad desespera y se vuelve espectral [¿No es esto melancolía clásica en estado puro, el deseo de abrazar lo que no es susceptible de abrazo, según la definición de Ficino que estoy seguro ya he comentado otras veces?]. El espectro es a la vez visible e invisible, sensible e insensible, es el presente de su ausencia. El espectro no es simplemente ese visible invisible que puedo ver [el gusto por las expresiones paradójicas no es culpa mía, la culpa de todo la tiene Derrida], es "alguien que me mira sin reciprocidad posible y que por lo tanto hace ley allí donde yo estoy ciego, ciego por situación" (Derrida, Ecografías de la televsión; ¿lo ven? Ahí está Derrida. Ni idea de lo de "hace la ley", lo de la "ausencia de reciprocidad" está bastante claro, y es inquietante y fascinante: piensen en ello cuando miren fotografías)
 Estefanía Dávila Martín, La escritura de la luz

Del este mismo artículo vamos a citar la opinión de Kafka sobre la fotografía -cuyas palabras van a misa, ciertamente, aunque en esta ocasión tenemos algunos reparos-, opinión que en el artículo está extraída de Conversaciones con Kafka, de Gustav Januch (citado por Sontag en Sobre la fotografía)
La fotografía concentra nuestra mirada en la superficie. Por esa razón enturbia la vida oculta que trasluce a través de los contornos de las cosas como un juego de luces y sombras. Eso no se puede captar siquiera con las lentes más penetrantes. Hay que buscarlo a tientas con el sentimiento.
Los reparos a las palabras de Kafka estoy por decir que son kafkianos (aquí kafkiano quiere decir estrictamente kafkiano, y estrictamente quiere decir que los reparos se basan en sus propias palabras... No sé si esta frase ha tenido mucho sentido, la verdad). Porque si lo que no es lo es sin más y confesar equivale a mentir, la vida oculta no se revela sin enturbiarse artificialmente, y no importa si el artificio son las palabras o las imágenes. En ambos casos hay que buscar a tientas. ¿No hay, en la superficie de las fotografías, en el juego de luces y sombras, sentimientos que se ofrecen a una visión intensiva? Hay que buscar a tientas en la superficie misma. (Seguramente he dicho algunos disparates)

Última cita de La escritura de la luz:
La cámara atomiza, controla y opaca la realidad. Confiere a cada momento el carácter de un misterio. 
Confesiones. 

Me he quedado sin cigarros. Por lo tanto, fin del post.

Confesiones II

El post va a continuar un poco más a pesar de todo. No mucho. Sigo sin cigarros. Me duele la garganta. He aquí un hombre verdaderamente natural. Mira, Rousseau. Empresa superflua, soporífera. Al hombre verdaderamente natural que le den. Que le den a Rousseau. Rousseau no mola, nunca moló y nunca molará*. Empresa como nunca hubo una igual, dice. Anda. 

*Otro que no mola es Voltaire. ¿Qué es, si nos ponemos un poco serios, Cándido, sino una bobada escrita por un tipo que obviamente no ha comprendido nada de Leibniz? Nada de nada de nada. Novelita irritante la de Voltaire. 

Breve consideración sobre la potencia y la narrativa por venir

Es extraño, o al menos a mí me resulta extraño/inquietante, que casi siempre, cuando aparece una gran novela, haya un montón de reseñas hablando, no de lo que es la novela aquí, ahora, ya, sino de lo que representa, y que lo que representa sea lo que puede ser en el futuro la narrativa. Como si la obra no tuviera valor por sí misma, solo como signo de una posibilidad, la del advenimiento de una época de esplendor novelístico inusitado. ¿Y si, a su vez, las nuevas grandes novelas del futuro se consideran en signos de otras novelas de un futuro aún más lejano y así sucesivamente? ¿No hay aquí una especie de mesianismo subyacente? Quiero decir, parece que los reseñistas estén esperando la llegada definitiva pero infinitamente postergada de la Novela Final o algo así. El fin del juego, que diría nuestro amigo Derrida.

No puedes meterte el todo en el bolsillo, porque el bolsillo forma parte del todo
El mundo es como una realidad virtual sin salida de emergencia que solo puede ser observado desde su interior*
*Ni idea de a quién pertenece esta frase. Está anotada en un cuaderno bajo el título Indofísica: el mundo del observador interno. Al parecer insistí bastante en esta idea: pretender una descripción completa del mundo es imposible; imposibilidad de un acceso al mundo desde fuera, observación necesariamente interna; limitación del campo de visión por (ilegible*) punto de vista.

*A veces no entiendo mi letra.

También hay anotada una visión pesimista de los medios de comunicación y sus ciclos. Muy básica y desgraciadamente cierta. Es esta: 

Noticia-Indignación-Olvido... Noticia-Indignación-Olvido... Y así sucesivamente. 

(la comunicación es psicótica)

Signos de madurez

-Yo, ahora mismo, por ejemplo, no soportaría estar en una habitación brutalmente desordenada.
-Tu habitación está ahora mismo brutalmente desordenada.
-Creo que no eres consciente del nivel de desorden que antaño podía soportar. No lo puedes ni imaginar. Y, por cierto, hay patrones ocultos. No hay tanto desorden como parece.
-Solo en tu escritorio hay: paquetes de tabaco vacíos, el cenicero azul, folios escritos con lápiz (en uno hay escrito lo siguiente: "las estrellas ululan esta noche helada/ como mensajes rotos, voces mudas, lejanas"), portaminas, el mp3 azul, paquetes de pañuelos, un vaso de tubo, otro par de gafas, un afilapuntas, billetes de autobús viejos, el Kindle, Cedés, chinchetas adhesivas para pegar cosas a las paredes, un paquete de Halls, un móvil viejo, un paquete de cerillas, un cargador viejo, un estuche de gafas, una pulsera de cuero, cuatro mulatitos, piruletas, varios bolígrafos, la caja del mp3, un bote con más bolígrafos y piruletas, una caja que guarda más bolígrafos y mecheros que no sirven para nada y pilas gastadas que tampoco sirven para nada...
-Bah, eso no es nada.

Confesiones III

Para ser sinceros, ahora ya tengo cigarros. Por eso el post ha continuado. Sin rumbo, sí, pero continuado al fin y al cabo, que es de lo que se trata. Anoche fue cuando me quedé sin cigarros. Hoy ya tengo. Anoche tuve un montón de sueños. Bastante raros. Ya no los recuerdo. Antes de dormirme, sin embargo, sí recuerdo que empecé mentalmente a escribir una novela en primera persona y que lo que más me preocupaba era el tono de la voz, más que el estilo, si es que esto tiene algún sentido. Más o menos comenzaba así: 
Me han mandado que escribiera mis impresiones sin preocuparme por nada, solo que divagara y me dejara llevar, y eso es lo que voy a hacer. Tengo esta noche. Mañana tengo que entregar a mi profesor lo que haya escrito. El encargo se parece al de una película que vi hace tiempo. Me gusta. Me gustan las películas. Aunque no suelo recordar los títulos. Creo que escribir es relajante. Solo teclear. Sin más. Lo que sea. Sin presiones de ningún tipo, sin ambiciones de ningún tipo, sin pensar, entregado únicamente al ritmo. Es lo que voy a hacer. Mi historia. Empezaré por el principio: nací un día de agosto. Nevaba, por extraño que parezca. No, no es cierto. ¿Qué coño va a nevar en agosto? Da igual cuando naciera. Mis padres me abandonaron cuando era pequeño. Crecí en instituciones estatales. En orfanatos. Ahora puede que se llamen de otra forma. Últimamente no paran de cambiar los nombres de las cosas. El mundo se ha llenado de tiquismiquis. Por ejemplo, está mal decir que alguien es autista, hay que decir que tiene autismo. A mí me la sopla. Vale que no constituye todo su ser, no lo niego. Pero el verbo tener también es problemático. Parece  como si tuvieran una cosa. Tengo autismo. Uno se siente impulsado a preguntar: ¿dónde lo tienes?, ¿lo tienes escondido? Tal vez esté equivocado. Tal vez haya elegido un mal ejemplo. De hecho, lo estoy. Equivocado, digo. Cuando uno dice tengo catarro, no se siente impulsado a preguntar dónde. Lo anterior, por tanto, ha sido una estupidez colosal. Igual he dejado de ser capaz de razonar. Esta posibilidad me asusta un poco, he de confesarlo. Pongamos otro ejemplo. Hay personas a las que les parece mal decir hombre o mujer. Dicen cosas como: persona asignada con el género masculino, o persona visibilizada como hombre al nacer. Es de risa. O dicen: nosotros, nosotras, nosotres. Para mearse de risa, ya digo. Por otro lado, las personas que dicen cosas como al pan y al vino vino suelen ser aún peores. Quiero decir: demagogos y capullos. A las cosas por su nombre. ¿Pero es que las cosas tienen un nombre? No sé ni qué pregunto. Estoy un poco mareado. Claro que tienen nombre. ¿O no? No entiendo lo que digo. Escribir relaja, sin duda, pero también te lleva a la locura. A cierto tipo de locura, diría yo. Todos venimos de la noche y la locura. Por ejemplo esta frase que acabo de escribir no sé a cuento de qué viene. La he escrito antes de pensarla. Luego me he quedado pensando en qué podía significar. Es bastante raro. Crecí al abrigo del Estado, ya digo. No me fue mal, no crean. Una cosa curiosa, pero que tampoco viene a cuento de nada y que solo escribo porque tengo que escribir cualquier cosa, es que de las chicas rubias que he conocido a lo largo de mi vida no recuerdo ningún nombre. Algo inquietante, por algún motivo. Tampoco significa nada, pero a mí me parece de lo más curioso. Sin excepción, recuerdo vagamente sus caras, pero no sus nombres. Tampoco han sido tantas. Creo que debería ser capaz de recordar sus nombres. ¿Por qué soy incapaz de recordar sus nombres? ¿Por qué esto solo me pasa con las rubias? Ni puta idea. Recuerdo, por ejemplo, que a una le gustaba Bukowski. Yo dije que guay, a mí también, por qué no. La verdad es que Bukowski ni me gusta ni me deja de gustar, pero qué más da. Mis recuerdos son fragmentos, imágenes inconexas, atomizadas, deshilachadas, misterios reverberantes. Una cosa que tengo que confesar es que no pienso hablar de nada verdaderamente importante, que lo verdaderamente importante no se lo voy a confiar a las palabras escritas, que me lo pienso guardar, por decirlo así, en el alma. Hay cosas que no hay que contar jamás. Esto es de una canción. ¿Por qué no? La respuesta requiere una explicación un poco pedante. No tengo tiempo de desarrollarla bien. Baste decir que tiene que ver con una cosa que decía Platón. Que hay cosas que se tienen que grabar en el alma. Algo así. Con eso tendrá que bastar. De momento. Sigo. Es ya muy de noche. Esto me está llevando más tiempo del que pensaba, y eso que solo acabo de empezar. Oigo ruidos. La noche lo transfigura todo. Las cosas parecen más solitarias. Los sonidos se amplifican. Otro mundo. Me siento casi irreal. Como si no existiera. Es una sensación peculiar, agradable pero a la vez desasosegante. No sé si me estoy explicando bien. 
Inmersos en el misterio de lo absurdo*

* Otra frase anotada en un folio que no sé a quién pertenece. Las anotaciones que siguen son estas: Irremediablemente subordinados a observaciones de segundo grado: el entretenimiento (McLuhan) Apenas he leído a McLuhan, pero bueno. Otra: no solo no tenemos una salida de emergencia, es que ni la estamos buscando. Otra más: hay que restaurar la perceptibilidad... Supongo que son apuntes de algún congreso de Estética. Con mis apuntes no hay manera de aclararse. Mis apuntes son un puto desastre.

La mirada de Medusa 

"Su necesidad de ti es como una especie de Medusa que te petrifica" (DFW, no recuerdo en qué relato... Cito de memoria, más que nada por pereza, porque no pienso levantarme a comprobar si la cita está bien y dónde... Otra de DFW, relacionada con lo de Diane Arbus: "Siempre hay secretos dentro de los secretos", apostaría a que esto lo dice en El rey pálido
Desde tiempos inmemoriales, la mirada se ha considerado peligrosa, e incluso sacrílega. Se ha desplegado bajo la sombra de la sospecha. La mirada tiene confines, límites que no se deben transgredir. Pero, a pesar de todas las prohibiciones, no se ha dejado de mirar aquello que no se debía ver... Recordemos, entre otras, las trágicas muertes de Acteón y Prometeo en la mitología griega. ¿Qué es lo que vieron, que les hizo merecedores de tal condena? Lo que hace sacrílega su mirada no es lo que vieron, sino que fueron conscientes de que mirar es una forma de poseer, de hacerse con lo mirado, y este hecho es imperdonable. Toda mirada es furtiva, roba algo de las cosas. Toda mirada tiene un precio. Mirar es una forma de poseer, y a la vez de perder aquello que vemos. Mirada que llega incluso a enfrentarse a la muerte. Solo el que viene de mirar a la muerte a la cara tiene algo que decir sobre la vida. Esta mirada extrema, de umbral, que nos lleva al confín de lo visible y nos deja ante lo invisible o ante el vacío, es la mirada de Medusa.
Estefanía Dávila Martín, La escritura de la luz*

*Cuando dije lo de la última cita del artículo de Estefanía era, como queda claro, mentira.


This is the end

Fotografía en la pared: Marilyn Monroe. Lleva ahí años. No ha cambiado nada. No produce ese efecto de muchas fotografías, que parece que te están mirando. Los ojos de Marilyn miran hacia un lado. Marilyn es un misterio. Ninguna mirada poseerá a Marilyn jamás. Su rostro escrito con luz es indescifrable. Fotografiada una y otra vez, Marilyn es lo inapropiable por antonomasia*

*Vale, sí, desvaríos de mitómano. 

viernes, 15 de noviembre de 2013

Narciso

Miren el cielo, mírense ustedes mismos y recuerden: no somos más que los ecos de Dios, y Dios es Narciso
Hanson Edwin Rose, Creationist Myths (Pneuma Publications, Detroit, Michigan, 1989), p. 229*

*En La casa de Hojas, Mark Z. Danielewski, (Primera edición Segunda edición, Alpha Decay, Pálido Fuego, 2013), p. 44.

Y llegó el invierno

-Abrigaos bien que hace un frío del carajo.
-¡Puta mierdra*!

*No es un error.

martes, 12 de noviembre de 2013

Extraña sensación paramnésica antes de leer aclamada novela de culto

Noto una sensación extraña. En realidad, se trata del típico déjà vu o paramnesia. La noto justo al comenzar a leer La casa de hojas. Es un día espléndido, soleado, una falsa primavera, antesala de la llegada del invierno. Se acerca el invierno, eso está claro, aunque hoy no lo parezca. La tregua antes de la guerra, por decirlo con retórica bélica. Las expectativas generadas sobre la novela de Danielewski son tan gigantescas, tan desmesuradas, que me fuerzo deliberadamente a rebajarlas con el objetivo de no sentirme decepcionado. Trato de leer como si nadie hubiera dicho nada de la novela. El torrente de referencias y comparaciones es, no sé si azaroso, pero desde luego muy caudaloso. Añadamos a la lista (David Foster Wallace, Melville, Borges, ¿Lovecraft?, ¿Joyce?, siempre hay que mencionar a Joyce) a Jerzy Kosinki, porque sí, y a Kundera, también porque sí (qué espantoso crítico literario sería si lo fuese, que no es el caso). ¿No se refiere a Kundera ese Muss es sein? Tal vez no, tal vez sí (yo digo que sí, de momento). ¿Por qué Kosinski? Hablo de Kosinski como si hubiera leído toda su obra, pero no es cierto, solo he leído El ermitaño de la calle 69 y no estoy seguro -nunca estoy seguro- de haberlo entendido (aquí debería introducir disquisiciones infinitas y potencialmente tediosas acerca de los libros considerados como máquinas asignificantes en contraposición a las lecturas deconstructivistas estándar, Deleuze versus Derrida, y preguntarme, con ademán solemne, la mirada perdida, pose de asombro y agudeza crítica, acaso mesándome la barba: ¿qué carajo significa entender una obra literaria?). ¿Por qué añado a un escritor judío poco conocido, y cuando digo poco conocido quiero decir que hasta hace muy poco yo no lo conocía de nada, lo cual no quiere decir, bien mirado, que sea poco conocido objetivamente (DFW se refiere a un libro suyo en En cuerpo y lo otro)? Bueno, por las notas a pie de página y las citas y todo este "ludismo metalibresco de raigambre cervantina" (¡toma frase!), y porque El ermitaño de la calle 69 es la transcripción de los papeles de trabajo de Norbert Konski. También, claro, tendríamos que hablar de Borges, pero es un referente demasiado obvio. Borges, Nabokov, sí, sin duda, pero si empezamos con todo este salvaje referencialismo no vamos a acabar nunca. Puede que la literatura, como el ágape cristiano, no acabe nunca, en otro sentido que no tiene nada que ver con esta referencia bíblica totalmente arbitraria. La sensación paramnésica tarda en evaporarse. Mientras dura no puedo concentrarme en lo que leo, solo en lo que siento, que no tiene nada que ver con lo que leo, aunque haya sido de alguna forma generado por la lectura del libro (aunque solo he leído la introducción y ese Muss es sein interrogativo que yo creo que se refiere a Kundera, a La insoportable levedad del ser, que si no recuerdo mal comenzaba hablando del eterno retorno, igual, por cierto, que la Historia abreviada de la literatura portátil, de Vila-Matas, que también comenzaba hablando de Nietzsche y del peñasco en el que Nietzsche tuvo la intuición del eterno retorno, idea, por cierto, que nada o muy poco tiene que ver, en mi opinión, con los átomos ni es refutable acudiendo a Cantor, como parece  pensar Borges al principio de La doctrina de los ciclos, aunque luego reconoce que Nietzsche nunca habló de los átomos, que la clave de Nietzsche (parafraseo libremente) es el Amor fati. Escribe Borges: "alguna vez nos deja pensativos la sensación de "haber vivido ya ese momento". Los partidarios del eterno regreso nos juran que así es e indagan una corroboración de su fe en esos perplejos estados". No creo, sinceramente, que haya de verdad partidarios del eterno retorno que busquen corroborar su fe en esos momentos (que estoy convencido de que tienen una explicación neurológica y no un alcance ontológico). Retornar es el ser del devenir; el eterno retorno es la disolución de la identidad sustancial, ya sea de Dios o del hombre, pero esta jerga de rufianes (que diría Walter Benjamin), o sea, de filósofos, amenaza con convertir mi post en un galimatías incomprensible).

En fin, que me voy a leer La casa de hojas y que se la recomiendo desde ya, aun sin haberla leído (qué coño, uno se puede fiar, en el moribundo y furibundo país de las letras, de la editorial Pálido fuego), mis escasos, sufridos y queridos lectores.

PD: Lamento tener que escribir una vez más algo tan desestructurado y carente de orden y geometría, basado en algo así como asociaciones libres teñidas de subjetivismo. Avanzando un poco en la lectura (no se preocupen, no voy a contar cada mínimo detalle que se me pase por la cabeza mientras leo) he reparado en la alusión a las estrellas y al tráfico. Las estrellas y el tráfico son cosas que siempre me obsesionan llaman la atención. Esto simplemente es así (en este momento mi hermano mi interrumpe para preguntarme cosas sobre gramática; respondo pero no me hace ni puto caso y entonces yo le pregunto que para qué me pregunta si no va a hacerme ni puto caso y luego está una eternidad de tiempo divagando sobre presente simple y presente continuo mientras yo no escucho casi nada de lo que dice y me concentro en cómo continuar este post porque temo perder el hilo, porque por muy embrollado que esté siempre tiene que haber un hilo, y pienso que se le está yendo la olla porque quiere ponerlo todo en presente continuo, cosas como ¿estás necesitando ayuda? en lugar de ¿necesitas ayuda? y yo le digo algo así como que la ayuda se necesita, en mi opinión, en un instante dado, discreto, del tiempo, no en un presente continuo, y que si uno lo piensa un poco, la gramática y la ontología están imbricadas de formas complejas y fundamentales (momento en el cual es él quien deja de escuchar), aunque en inglés, creo, se usa más el presente continuo que en español, así que tal vez él tiene razón, después de todo). Escribe Danielewski (Johnny Truant):
Podréis intentar entonces, como hice yo, encontrar un cielo lo bastante lleno de estrellas como para volveros a deslumbrar. Pero ya no habrá cielo que pueda deslumbraros. Por mucha magia iridiscente que haya ahí arriba, vuestra mirada ya no podrá detenerse en la luz, ya no podrá encontrar las constelaciones. Solamente pensaréis en oscuridad y os pasaréis buscándola horas, días, tal vez incluso años, intentando en vano creer que sois una especie de centinela indispensable nombrado por el Universo, como si con el mero hecho de mirar ya pudierais mantenerlo todo a raya.
Y, un poco más adelante, en El expediente Navidson:
Por lo que dice a su padre, lo que más echa de menos es el ruido del tráfico. Al parecer, el ruido que hacían los camiones y los taxis creaba para él una especie de nana vespertina.
Ahora, un fragmento de Una guitarra de diamantes, de Truman Capote:
Le gustaban mucho las estrellas, pero aquella noche no le sirvieron de consuelo; no bastaron para recordarle que lo que nos ocurre a los que vivimos en tierra carece de importancia contemplado desde el eterno fulgor de la eternidad.
Y ahora un fragmento de Profesor miseria, también de Capote:
 El ruido de un coche que pasa por la calle puede hacer que cientos de personas dormidas caigan en lo más profundo de sí mismas. Es curioso pensar en ese coche avanzando en la oscuridad, desatando tantos sueños.
Parece que no soy el único al que le gustan el ruido de los coches por la noche y las estrellas. Afortunadamente, dicho sea esto al margen, tampoco soy el único al que las películas de Nolan sobre Batman le parecen la peor mierda jamás filmada, bodrios insoportables, una negra eternidad de tedio sin límites, una prefiguración de castigos infernales.

sábado, 9 de noviembre de 2013

El otro

Necesito camisetas en las que ponga: no, queridos familiares lejanos a quienes casi ni conozco (primos de mi padre, hermanas de mi abuelo, etc) yo no soy el gemelo, no es que haya cambiado mucho y ya no nos parezcamos tanto, ES QUE YO NO SOY EL GEMELO y tener que explicarlo cincuenta veces seguidas es desesperante.

Transcripción más o menos fidedigna de una de las cincuenta conversaciones semejantes a esta que he tenido hoy

-¿Qué erais, gemelos o mellizos?
-Yo no soy nada de eso, señora, son mis hermanos...
-Pues os parecéis...
-Ya, pero no tanto...
-Creía que erais los mellizos..
-No, es mi hermano...
-¿Y tú no?
-No, no, yo soy el mayor...
-Ah, pero ¿gemelos o mellizos?
-Gemelos
-Pues no os parecéis tanto para ser gemelos, parecéis mellizos...
-¡Por los clavos de Cristo, no es tan difícil de entender! Este de aquí tiene un hermano gemelo, pero no soy yo, yo no tengo ni gemelo ni mellizo... Su hermano gemelo no está aquí, ¿entiende? Somos dos los que estamos aquí, pero no somos hermanos gemelos ni mellizos, somos hermanos a secas, yo soy el mayor.
-Ah, ¿entonces tu hermana es la pequeña?
-¡Noooooo! ¡Noooo! Me refería al mayor de los tres, mayor que mis dos hermanos gemelos, que obviamente tienen la misma edad.
-...
-¡Madre, acuda en mi auxilio ipso facto! Necesito ayuda para hacerle comprender a esta señora tan simpática nuestra, al parecer, complicadísima composición familiar y el puesto intermedio que ocupo yo en ella.
-¡Ay, pobre! Siempre se olvidan de que existes (risas)
-No, no, es que al verles a los dos juntos creí que eran los mellizos
-¡Que no hay mellizos! ¡Gemelos!
-¿Entonces tú eres el otro?
-Sí, bingo, eso es, y voy a obviar el hecho de que se me defina como el otro.

jueves, 7 de noviembre de 2013

Tame Impala - Feels like we only go backwards

Camus

No tenía ni idea de que hoy fuese el centenario de Albert Camus, pero Google me lo acaba de comunicar. Recientemente, hablando con uno de mis hermanos, le decía que Sartre no solo era mucho más feo que Camus, sino, además, de muy inferior catadura moral y que yo estaba de parte de Camus siempre y que, incluso aunque Sartre tuviera razón contra Camus, había que estar con Camus.
Sísifo enseña la fidelidad superior que niega a los dioses y levanta las rocas. También él juzga que todo está bien. Este universo en adelante sin dueño no le parece estéril ni fútil. Cada uno de los granos de piedra, cada fragmento mineral de esa montaña llena de noche, forma por sí solo un mundo. La lucha por llegar a las cumbres basta para llenar un corazón de hombre. Hay que imaginarse a Sísifo feliz.
Albert Camus, El mito de Sísifo

martes, 5 de noviembre de 2013

Fragmentos (hojas desgajadas de ningún árbol, flotantes y fortuitas)

De la incomodidad de las fobias. Te dispones a bajar las escaleras cuando eres asaltado por una espantosa visión y todo tu cuerpo se estremece sacudido por violentas oleadas de pánico irracional en estado puro. He ahí una araña gigantesca, monstruosa, horripilante. El único curso posible de acción es retroceder de inmediato, parapetarse tras la puerta de la habitación y gritar en busca de auxilio. En ese momento, tu hermano procede a aplastar a ese bicho atroz. No obstante, una posibilidad proyecta una sombra ominosa sobre tu mente fóbica, la posibilidad de haber estado solo en casa. En ese caso, imaginas posibles cursos de acción alternativos, algunos de ellos tan delirantes como abrir la ventana y descender por la pared en plan Spiderman. Una vez en la calle, podrías entrar en casa sin haber tenido que bajar por las escaleras, custodiadas por el siniestro bicho. El problema es que tus llaves están en la entrada, no en tu habitación. Es decir, que para coger las llaves tendrías que bajar por las escaleras.

La lámpara eterna. En algún lugar, Walter Benjamin hablaba de esta lámpara. Es la llama que se enciende el último día y se nutre de todo aquello que no ha ocurrido entre los hombres. No sé muy bien qué quiere decir Benjamin con esto, pero yo lo interpreto más o menos así: todas aquellas posibilidades que no se cumplieron, todo aquello que se quedó flotando en el limbo de lo que pudo haber sido y no fue, todo eso que hoy no puede ser más que un anhelo imposible, se realizará en el último día y para siempre. Esta especie de esperanza mesiánica puede ser totalmente inverosímil y, sin embargo, de alguna forma, es una verdad poética. Redención del pasado y felicidad. Luz perpetua.

Ángeles caídos. En mi sueño, en algún lugar del cielo nocturno, la figura de un rostro desconocido se dibujaba con trazos tan tenues que el soplo más leve podría haberlo borrado del firmamento. Desde donde estaba no podía verlo bien y lo único que deseaba era poder verlo, aunque solo fuera una vez. Perseguía aquella imagen inasible y serena que proyectaba su resplandor sobre mi sueño agitado. Creía estar caminando por un terreno pedregoso sumido en la penumbra, guiado por la mirada de ese rostro evanescente. Varias veces estuve a punto de despertar, pero mi mente se negaba a ingresar en el mundo común de la vigilia y se empeñaba en permanecer bajo el influjo de aquella mirada única. Comprendí, dentro de la lógica de mi sueño, que aquel rostro, aquella imagen, aquella mirada, pertenecían a un ángel que caía lentamente, a través del universo, como un copo de nieve. Pero, antes de que cayera, desperté. Mi sueño se vio interrumpido sin que se produjese el desenlace. El ángel caería sobre la oscura tierra y los ojos y la boca se le llenarían de tierra y no podría ni gritar ni llorar y entonces yo me acercaría despacio y le quitaría con suavidad la tierra de los ojos y de la boca para que los ojos se le llenaran de lágrimas y la boca lanzara un grito triunfante. Pero el desenlace, ya digo, no tuvo lugar, así que la única esperanza es que sirva de alimento a la lámpara eterna que se encenderá el último día.

Lecturas que tal vez podrían explicar los desvaríos precedentes. Básicamente, Giorgio Agamben, concretamente los libros de los años setenta sobre estética, que siempre hablan de lenguaje, teología, ángeles, ninfas, etc. Mucha teología y poca cerveza hacen que el Señor S. pierda la cabeza.

De las ilusiones fugaces sobre la propia capacidad de autodominio provocadas por un catarro. Tres días acatarrado, fumando solamente dos cigarros diarios, le hacen concebir a uno grandes esperanzas sobre su capacidad de autodominio, de tal manera que tiende a sobrevalorar la fuerza de su voluntad, a la cual ya veía desfilando triunfalmente y recibiendo honores por haber roto las cadenas del vicio. Pero no. En cuanto se recupera la salud, se recuperan las ganas de fumar.

Huellas. Aquello que evoca un origen en el momento mismo en que testimonia acerca de su desaparición.

Variación sobre el ángel caído. ¿Y si, al mirarle a los ojos, te destruye o te paraliza?

Melodía y ritmo: consideraciones excesivamente vagas y metafóricas. Las melodías parecen sobrevolar la tierra, desplegarse y mecerse con el viento, rumbo a lo desconocido, afectando a nuestros estados de ánimo, que también se despliegan y se mecen en el viento y se adentran con deleite en lo desconocido. Y viento es, por cierto, la palabra con que se nombra al espíritu, ya sea en los filósofos presocráticos o en la Biblia. El ritmo, sin embargo, ancla, por así decir, a la melodía. El ritmo es seguro, repetitivo, penetra en las profundidades de la tierra. La melodía es horizontal, el ritmo vertical.

Shekinah. El eterno presente. Momento femenino de la divinidad. Ángel salvador.

Lecturas que explican la aparición de conceptos del misticismo judío, como el anterior, en este blog. También Giorgio Agamben.

Agradable sensación de atardecer. Mientras, suena una y otra vez Interpol. Me voy inventando las letras de las canciones con las pocas palabras sueltas que entiendo. Casi todas las letras son terriblemente tristes pero también son acogedoras. Fumando asomado al balcón, tu rostro se pierde en el humo, y yo he visto tus huellas impresas en el aire; ahora llega la noche y la locura, dulces sueños. Por ejemplo. Supongo que poco o nada tienen que ver con las verdaderas letras de Interpol.

Locura poética. Cierto que Platón despojaba a los poetas de la capacidad de razonar. Nada malo, sin embargo, se infiere de ello, pues les atribuía una divina locura, la inspiración, que les poseía. La teoría platónica era maravillosa, ya que no obligaba al poeta a tener que explicarse, a hacerse cargo de sus palabras, lo cual es fastidioso e inútil. Hörderlin sabía perfectamente que el hombre es un dios cuando sueña y un mendigo cuando reflexiona.

Gramática

Yo leo para aumentar mi corazón y no para tener el gusto de contemplar cómo las reglas de la gramática se cumplen una vez más en las páginas del libro.
Ortega y Gasset, Ideas sobre Pío Baroja 

Sirva la declaración de Ortega para calmar a esos oscuros dementes que de tanta fiereza crítica olvidan lo esencial.