sábado, 26 de septiembre de 2009

Irremediablemente

Soñé algo así como me volvía loco. Loco del todo. Irremediablemente. Tenía tanto miedo que tuve que despertarme. Imaginaba mi cerebro y le rogaba que funcionara bien. Tanto miedo. Despertar. Quería ocultarme en un lugar fuera del espacio. Algo así como una necesidad imperiosa de escuchar música desgarrada y triste y de llorar de nostalgia me sobrevino al despertar. Imaginaba mi cuerpo drogado sobre un escenario, mi cuerpo salvaje y demasiado cobarde para envejecer. Cantaba y luego le rogaba a la chica de la primera fila que me abrazara muy fuerte sin mirarme a los ojos. Tanto miedo. Alguien me decía estás como un puta cabra. Yo callaba. En serio, insistía. Prefiero irme a casa, decía yo. Poco antes de despertar. Tanto miedo. Mi cerebro ahora no puede pensar en nada. Repta sobre el lodo tratando de no sucumbir. Tratar de no sucumbir agota todas sus fuerzas. Ella decía todo va a ir bien, ensaya pasos de baile mientras te arrastras por el lodo, pequeños pasos invisibles, oxigenarán tu cerebro. Tu cerebro hambriento de horizontes absolutos.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Reinado de la incertidumbre

El futuro se anuncia con el sonido retro de sintetizadores viejunos. Una vez destruida la línea simbólica de la modernidad, la lógica del revival instaura ciclos de repeticiones huérfanas de origen y de meta. Indigentes ontológicos, despertamos del sueño o pesadilla de la identida total en devenir hacia sí misma a lo fragmentario, lo múltiple, al caos de inesencialidades desatadas ante nuestros aturdidos ojos. Eterno retorno sin el relato de la teodicea según el cual Dios es principio y fin de todo cuanto hay. Lo verdadero es el todo, y el todo es esencialmente resultado, decía Hegel. Hoy, sin embargo, el todo es lo imposible. El todo ha muerto. No hay resultado final. Película sin the end. Apertura radical. Reinado de la incertidumbre.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Huir

Tardes de electropop y Spinoza a mediados ya de septiembre, 2009, acuciado por pasiones cuya naturaleza tiene el extraño poder de sumegirte en una atmósfera líquida como de ensueño blando e infinito. Sin embargo, un leve temblor tenebroso inquieta la serenidad de la atmósfera. Una especie de oscuridad informe o ruido sordo planea siendo, a la vez, lo más cercano y lo más lejano. Huir de aquí, susurra una voz; huir de aquí, con decisión, con valentía, un pie y después otro, paso a paso, huir, alejarse lo más posible de aquí, dejar de una vez de columpiarse en la atmosera anestesiante que te envuelve y abrir los ojos, y despertar, regresar al mundo de los vivos, y caminar, con la mirada fija en el horizonte, aun si se trata de un horizonte surcado por nubes negras y amenazadores, sobre todo si se trata de un horizonte de nubes negras y amenazadoras, sin apenas equipaje, quemando las huellas, olvidando, avance a toda máquina, con alegría, que las nubes negras y los ruidos sordos son encantamientos que te impiden caminar y has de cruzar, si de verdad quieres despertar, el umbral de la fantasía paralizante que te ata a tu lugar de origen.