miércoles, 5 de septiembre de 2012

Work in progress (octava parte)

LA CUESTIÓN

-Está bien, calma, no habléis a la vez -dice el Redactor Jefe, que en este momento es la ecuanimidad personificada. Un dechado de virtudes diplomáticas irradia desde su sonrisa comprensiva y atenta-. A ver, Santiago, dime, ¿cuál es el problema?
-No hay ningún jodido problema, que yo sepa -dice Santiago, encogiéndose de hombros y apartando la mirada hacia la ventana abierta por la que llega en sordina el griterío del partido de fútbol sala que se está disputando ahora mismo en el patio y que Santiago se ha perdido por culpa de un esguince. Su tobillo derecho está hinchado y le envía a su cerebro agudas e intermitentes punzadas de dolor.
-El problema es que este lunático no ha corregido mi texto, lo ha rehecho por completo -dice Paloma con calma- lo ha cambiado todo.
-Me lo creo -murmura el Jefe con tono resignado-. A ver, limítate a corregir errores ortográficos, joder, no es tan difícil.
-La cuestión no es la facilidad o la dificultad -Santiago se levanta, va hacia la ventana-. La cuestión es si... -Santiago no dice nada más. Mira el partido. Su equipo está jugando de una forma totalmente desorganizada. Gustavo está lanzando balones largos y pidiendo a todo el equipo que suba. Los defensas rivales tienen ventaja en esos balones. Roban el balón, ahora Gustavo está solo para defender el contrataque. Gol. A Santiago le dan ganas de gritarles que qué cojones están haciendo, que saquen el balón jugado y que si les presionan hagan rotaciones, no que lancen balones sin ningún jodido criterio.
-¿Si qué? Habla, joder -grita el Jefe.
-Dios, ¿puedes dejar de mirar por la ventana y venir aquí? -aúlla Paloma-. La cuestión es si este tarado ególatra va a aceptar alguna vez que hay más personas en el mundo aparte de él que pueden tener razón. Esa es la cuestión.
-Bueno, calma -el Redactor Jefe extiende las palmas de sus manos en un gesto omnicomprensivo-. Tú, listillo de mierda, no cambies los textos. Que sea la última vez, ¿vale?
-De acuerdo -dice Santiago, regresando a su silla-.
-¿Solucionado? -pregunta el Redactor Jefe mirando a Paloma y alzando sus cejas a la vez que asiente con la cabeza.
-Solucionado, pero que no vuelva a pasar -dice Paloma, en el fondo siempre dispuesta a perdonar a Santiago. Ha pronunciado la oración adversativa con la mirada clavada en el suelo y apenas un hilillo de voz.
-¿Quieres que nos demos la mano para hacer las paces, jefe? -pregunta Santiago, cuyo estado de ánimo de repente es casi eufórico-. ¿Un beso de reconciliación tal vez? Me refiero a un casto beso sin lengua ni nada.
-Joder, es que eres idiota -dice Paloma, que se levanta y se va.
Afuera el griterío ha cesado. Los jugadores beben agua, se cambian las camisetas sudadas por camisetas limpias, se dan la mano, bromean. Algunos se quedan jugando a palo. Dar en el larguero vale diez puntos, en los palos cinco y en la escuadra quince. A Santiago le encanta ese juego. Hay que lanzar el balón desde donde quede tras el lanzamiento del jugador anterior.
-No lo decía en serio, Jefe, aunque bien mirado no hubiese estado mal, quiero decir que no hay mejor manera de comunicarse sin palabras que besarse y, dado que tampoco estamos buscando una unión muy profunda, solo una relación amistosa para evitar futuros incidentes, la opción beso sin lengua era ideal, porque otras opciones más profundas crearían las condiciones de posibilidad de desencuentros más profundos, no sé si me explico... Aparte obviamente de que esas otras opciones exigen privacidad y tú estabas aquí delante de nosotros.
-¿Tú te escuchas cuando hablas?
-Claro -responde Santiago con un exagerado gesto que significa obviamente capullo-. ¿Tú no?
-Sí, pero no quería decir literalmente, me refiero a... Bueno, joder, al sentido, a la forma de hablar
-No es lo mismo, aunque sentido y forma están imbricados, desde luego...
-A eso me refiero, por ejemplo -dice el Redactor Jefe ante la atónita mirada de Santiago.
-¿A qué? No entiendo una mierda de lo que estás diciendo -Santiago se levanta y se asoma otra vez a la ventana. Fin del partido-. Mira, ya se acabó el partido. ¿Podríamos dejar esta conversación? No me encuentro bien.
-¿Qué te pasa? -pregunta el Redactor Jefe, frunciendo el ceño, con tono de sincera preocupación.
-Nada, es solo que no me encuentro bien.
Una especie de gong vibrante sacude el aire cada vez que alguien acierta y golpea con el balón uno de los palos de metal de la portería. El sonido se extiende por el aire, diluyéndose lentamente, hasta que por fin es absorbido por el silencio. Como gotas de lluvia cayendo sobre el mar, piensa Santiago. No le gusta mucho la comparación, pero no se le ocurre otra. La sombra del edificio en el que se encuentran cubre ya la mitad del campo. Todo adquiere una cualidad lenta y soñolienta. Las risas estridentes de un grupo de chicos y chicas que están abajo fumando suenan como zarpazos que rasgaran el aire. El azul del cielo es inabarcable.
-La cuestión no es tener razón o no tenerla, Jefe. No es esa. Yo preferiría ponerme a rezar con las manos extendidas hacia la puta nada en mitad de un desierto sabiendo que nadie me escuchará que verme obligado a confesar algo que ni siquiera sé qué es, ¿entiendes? Algo que no sé qué es, pero que se supone que uno siente y debe confesar para formar parte de la asquerosa raza humana y no ser un marciano, ¿sabes qué quiero decir? -Santiago habla sin mirar al Redactor Jefe, que escucha en silencio y no tiene ni la más remota idea de qué intenta decir su amigo.
-No muy bien, la verdad -contesta el Redactor Jefe-. ¿Culpa metafísica, a lo Kafka?
-No, no creo, da igual, he hablado sin pensar, olvídalo -Santiago hace un gesto como si apartara un mosquito molesto de delante de sus narices-. Vámonos de una vez de aquí.
-Vamos.
Todavía permanecen inmóviles durante un tiempo. La sombra que proyecta el edificio cubre casi la totalidad del campo de fútbol sala. El patio está ahora vacío, silencioso. Santiago echa un último vistazo. El nihilismo y la belleza al fin juntos sobre la superficie de cemento de un campo de fútbol sala, piensa. Y sonríe.

4 comentarios:

  1. Anónimo4:14 p. m.

    "Tarado ególatra"?? eso mismo pensaba yo de Santiago. Ahora mismo tiene razón: los tarados ególatras son otros y todas las paranoias del pobre Santiago están más que justificadas.

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  2. Anónimo4:19 p. m.

    A ver si esto es normal... imagínate todo lo que han hecho a Santiago por detrás aquellos que están dispuestos a llegar donde sea con tal de no dar la cara...

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  3. Anónimo5:31 p. m.

    y de fondo, en ocasiones, se oían conversaciones, que venían de otro lado y S. no sabía de dónde. Era en ese momento cuando se preguntaba: ¿estarán ahí? ¿quién es ése que habla? ahora, que ningún dios me escucha, que ningún payaso me juzga...

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  4. Voces desde la nada a ti confluyen, que decía Pizarnik creo XD

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