miércoles, 29 de junio de 2011

martes, 28 de junio de 2011

Querido Diablo:

En la próxima vida quiero ser músico y tocar en Godspeed You! Black Emperor y en Fly Pan Am. Te vendo mi alma a cambio.

56 kilos

Al final vas a desaparecer de verdad. Tienes que engordar. Te lo dice todo el mundo. Estás demasiado delgado. Te lo dice todo el mundo. Tu índice de masa corporal está por debajo de veinte. Según parece, es poco. Te da bastante igual. Eso no es lo importante. Piensas: eso no es lo importante. Y a punto estás de morirte de nostalgia. Por algo que no tiene nada que ver con esto, claro.

Godspeed You! Black Emperor - The Dead Flag Blues

jueves, 23 de junio de 2011

Fantasías con whisky

El mundo entero pende de un peligroso quizás pero tú no sabes qué quiere decir eso solo es algo que pensaste mientras ibas a por tabaco mientras caminabas por la calle saludabas vecinos gente que conoces hace mil años que no conoces en realidad de nada hay que saludar igualmente aunque no los conozas el mundo está incompleto indeterminado la libertad es vértigo pende de un peligroso quizás pero aférrate a tus convinciones ni esperanza ni desesperanza manténte firme en tus convinciones no desfallezcas que no te tiemblen las piernas

el calor el verano las cortas noches de verano las cálidas noches de verano no se te ocurra beber tanto whisky como Faulkner tú no eres Faulkner no te sienta bien demasiado whisky

el instante de la decisión es una locura decídete entonces vuélvete loco aunque el mundo esté incompleto penda de un peligroso quizás no puedes alimentarte solo de fantasías no se te ocurra alimentarte solo de fantasías aunque te tiemblen las piernas el instante de la decisión es saltar a ciegas sobre un barranco salta nadie puede saber las consecuencias todos los hombres están locos el lenguaje los volvió locos los arrojó al mundo el hombre es un ser extático la verdad está ahí fuera

las cálidas noches de verano no están habitadas por ninfas eso lo sabe todo el mundo no existen las ninfas no sonríen en ninguna fuente búscalas de todas formas en el fondo de un vaso de whisky si quieres pero no esperes encontrarlas eso son fantasías no se te ocurra mezclar fantasías con whisky

Buenas noches, cometas suicidas

otra vez las manos frías, el alma fría, vacía, hueca. ya nada se mueve en este escenario abandonado, en ruinas, donde sólo soplan los vientos.

la melancolía soy yo, esta sonrisa triste arrastrándose por los tejados. tal vez algún día me tire del tejado. aún no lo he pensado, pero no es tan mala idea como parece. he sentido un pavor muy dulce estremeciendo mi piel al asomarme, jugando con la idea de arrojarme. caer en la noche, romper la jaula. pero no quiero tirarme, quiero desaparecer, sólo eso.

cerrar los ojos y desaparecer.

la noche es también un bosque y yo miro.

Alicia cae en el fondo de la noche, pero la noche no tiene fondo.

tus ojos se derriten. ahora ya son lluvia, pero no puedo bebérmelos de un trago largo. guardaré tu recuerdo bajo la almohada, para que las noches de insomnio no estemos solos mi cigarrillo y yo.

no sabría cómo ser sin este vértigo perenne que habita en mi estómago, sin esta inquietud mordisqueándome el alma. se puede estar triste y contento a la vez. a veces casi no me atrevo a existir, y otras veces soy un pájaro entusiasmado que incendia los cielos, un pájaro de fuego en el frío universo de la noche y el pecho me estalla de ensueños indecibles. el viento me lleva, el ritmo se acelera, corre, grita, enloquece. ya no hay barrotes, el miedos se desvanece, las luces aún tenues de una ciudad despuntan entre la niebla.

escribo cartas a nadie, sin destino posible, salvo quizá otros destinos rotos, otros ojos abiertos en esta noche azul, mirando estrellas caer a lo lejos.

vengan a beber conmigo a los tejados. recorreremos la ciudad, y caeremos, y beberemos.

hace un viento muy frío, pero así es mejor.

las palabras, espadas desenvainadas en la noche.

los gatos ebrios y yo velamos el cadáver de la realidad. fumamos y escuchamos música y el viento helado atraviesa nuestra piel. se está bien aquí. y qué placer acomodarse en esta tristeza extraña, esta belleza que se nos escapa de los dedos, esta noche de invierno, de insomnio, noche azul, esta música apagada derramándose por la piel, este anhelo imposible, parecido a un rostro que intenta escapar de una fotografía, de una jaula invisible.

lanzo botellas al mar de la noche.

muchas veces me gusta estar solo, pero la soledad es algo muy distinto.

¿soy un gato ebrio saltando de noche por los tejados?

y ya casi no me queda noche ni tabaco. se me olvida decir algo, pero no sé qué. buenas noches, gatos ebrios, buenas noches, cometas suicidas.

PD: 2004, y ya dejo de recuperar textos viejunos

La portada más fea de la historia

Para evitar tener que toparme con semejante espanto he pintado encima con rotulador negro permanente.

miércoles, 22 de junio de 2011

Una tontería como cualquier otra

En la radio, una voz, grave y serena, con inequívoco tono irónico, decía: vivo en una hipnótica espiral de locura y vientos racheados que desordenan mi conciencia y alteran mi percepción. El tono se tornaba triste, o simulaba cierta tristeza, a partir de la y. Era una entrevista, pero la voz del entrevistador no se escuchaba. No corrijo nunca mis frases, las pienso antes de escribirlas. Echo de menos muchas cosas, echo de más muchas otras. Me gustan las palabras esdrújulas, pero procuro no abusar. Es una fijación como cualquier otra. Me gustan los números de las matrículas. El número de matrícula de la furgoneta de mi padre era 9781. 978 es el prefijo del ISBN que llevan los libros. 978 es el prefijo telefónico de León. Por supuesto, esto no quiere decir nada. Me gustan las espirales. Estoy aquí, diciendo cosas, cualquier cosa, cualquier chorrada, sólo para alcanzar el post número 48, en el mes de junio. Es una tontería como cualquier otra. Ni siquiera es un número redondo.

La voz parecía rebelarse contra mí. Pero es cierto, 48 ni siquiera es un número redondo. La voz proseguía, con inequívoco tono de desgana: ¿lo ves? Incluso tú lo admites. ¿Qué hago aquí, hablando de matrículas, prefijos y espirales? No tiene sentido. Podría decir: existir es insistir y resistir, como dijo Schlegel. Esta frase es muy útil, porque define la existencia. Nunca viene mal tener bien definida la existencia. Por si alguien pregunta. Podría seguir con más frases útiles: una voluntad que no se determina no es real, como dijo Hegel. Esta frase está muy bien también, porque es cierto. Querer es querer algo. ¿Sabes acaso lo que quieres? No tienes ni puta idea, por eso tu voluntad no es real, por eso me haces decir que vivo en una hipnótica espiral y lo del viento racheado. O sea, zarandeado de aquí para allá, yendo y viniendo, caprichosamente, a merced de la Fortuna. Podría seguir con más frases, y resultar pedante y cargante, pero ya hemos cumplido nuestro objetivo: el post número 48 del mes de junio. Una tontería, efectivamente, como cualquier otra.

De lo humano y lo divino y lo de más allá o más acá

A las cuatro de la mañana, doblo la esquina superior de la página 174 de Amor se escribe sin hache, apago la luz del flexo y me dispongo a dormir. Zambombo intentaba una vez más averiguar cuándo se decidiría Sylvia a recibirle de nuevo en pijama. A eso de las siete y cincuenta y ocho de la mañana, me despierta el móvil. La Casa del Libro me entregará mi pedido en 24 horas. Seguro que llegarán sobre las nueve de la mañana, pienso. Tengo que levantarme a las nueve. Puedo dormir una hora más. He dormido apenas cuatro horas, no me vendría mal dormir una hora más. Pero no me duermo, permanezco en un estado intermedio entre el sueño y la vigilia, soñando a ratos con PJ Harvey, a ratos con Messi y a ratos con un confuso mundo en el que se libra una batalla incomprensible entre piratas informáticos y corporaciones gigantescas y en el que una catástrofe irreversible de naturaleza desconocida ha vuelto el aire irrespirable y las ciudades, inhabitables, bañadas por una luz crepuscular, presentan un aspecto ruinoso y romántico. Decido levantarme a las ocho y media, harto de ese paisaje medio ciberpunk, medio romántico. Llegan a  las diez y media. Miro por la ventana: no hay ruinas, el aire es respirable, todo bien. No abro la ventana para llamar a voces a PJ Harvey, por la sencilla razón de que no estoy tan loco.

Abro el paquete. Miro los libros. Me gustan los libros nuevos. Con el tiempo, la entropía y la baja calidad del papel, las páginas presentarán un aspecto amarillento. El papel se vuelve friable, quebradizo. Así es la vida. Tiempo y destrucción. Cronos y olvido. Descomposición de cadenas moleculares. Celulosa. Palabras.

Fumar, esperar, tomar café, creer en algo o no creer en nada, vaciar ceniceros, aburrirse, mirar a lo lejos.

Por cierto, voy a tomar un café, que tengo sueño, claro es. En La repetición, Kierkegaard dice que una de las pocas cosas que le gustan en el mundo es el café. Me cae bien Kierkegaard. No por lo del café, sino porque es un tío simpático, muy irónico, a veces. En otra novela, no logro saber cuál, otro autor, no logro saber quién, dice que puede tomarse ocho o nueve tazas de café diarias. A mí con dos o tres me vale. En Mente y Cerebro leí que la cafeína y el tabaco son buenos para el cerebro. Quizá el artículo matizara un poco lo que he acabo de decir, pero yo lo interpreté así: hay que tomar café y fumar tabaco para escribir y para vivir.

Volviendo a lo de la entropía y las cosas que envejecen y se estropean y todo es triste y absurdo pero mejor tomárselo con humor. La entropía, que para mí significa finitud y muerte de Dios, aunque no signifique realmente eso, es la responsable de que sea más fácil romper un cristal que reconstruir ese cristal a partir de los pedazos y también de que los libros y todo en general se desordene y cueste mucho trabajo volver a ordenarlo. Es también la responsable de que mi camiseta de Joy Divsion envejezca, lo cual es una tragedia. O, por decirlo en jerga filosófica: nuestra voluntad de fijar el ser está maldita. Creo que ya me he referido en otra ocasión a esta cita de Bataille. La verdad es que apenas he leído a Bataille, pero esa frase me gusta. En la época de antaño, como diría Rachel, la de Friends, el ser fijo, estable, inmutable, la verdad, etc., era Dios (esto ya dudo que lo dijera Rachel). Zizek dice que no sé quién intepreta el cristianismo de la siguiente manera: Dios crea el mundo, el mundo es un desastre, está mal hecho, así que abdica en Cristo, Cristo muere, por lo tanto, muere Dios. La muerte de Dios se lleva a cabo en el interior mismo del cristianismo. Sólo queda el Espíritu Santo, que viene a ser el comunismo (esto sería muy largo de explicar y además no me he enterado muy bien, porque Zizek, de hecho, en la conferencia, sonríe y no explica nada; tiene algo que ver con el agape y con la universalidad, creo). Estamos solos y somos responsables, ya no hay ningún Gran Otro al que pedir nada. Solos. La muerte de Dios. Fin del dualismo metafísico. Un solo mundo, una vida y nada más, pura inmanencia.

Realmente no sé por qué estoy mencionando a tanta gente y hablando sobre el café y el cristianismo. Se me acabó el café. En sexto de EGB djé de ir a clase de religión. Tuvo que ir mi madre a explicarle a la directora del colegio que yo me negaba a ir a dicha clase y que aquello era un colegio público y que hicieran el favor de no adoctrinarme. Bueno, la verdad es que no pusieron pegas y mi madre no tuvo que dar ningún discurso en pro de la libertad de pensamiento ni nada, simplemente fue, dijo que yo no quería ir a clase de religión y ya está, dejé de ir. Asi que durante la hora de religión al minoritario grupo de herejes (Manuel y yo) nos dejaban ir a la biblioteca a leer un rato, ver películas e, incluso, jugar a fútbol en el patio. No es de extrañar que estuviésemos convencidos de que toda nuestra clase estaba constituida por imbéciles, excepto nosotros. Vimos Los niños cantores de Viena como siete veces, con nuestra clase una vez y con las clases de otros cursos siempre que coincidía que iban a verla cuando nosotros teníamos religión, es decir, hora libre para recrear nuestra mente según las circunstancias. Pero la verdad es que ahora me han entrado muchas ganas de leer la Biblia. Estoy convencido de que es literatura de la buena. Claro que seguiría negándome a acudir a clase de religión. Allí, en quinto de EGB, al menos, lo que hacían era rezar. Después ya no sé qué hacían, evidentemente, porque no fui nunca más a clase de religión. Umberto Eco dice que la Biblia tiene un montón de sexo y violencia y todo lo que un lector moderno puede pedir. La verdad es que en el libro de Judith, por ejemplo, ésta seduce a Holofernes y luego le corta la cabeza, para liberar a su pueblo, así que sí, podríamos decir que hay un montón de seducción interesada y violencia teológico-política.

Y nada, ya no se me ocurre qué más cosas decir. Cronos, palabras, olvido, perturbación del equilibrio cósmico, entropía, caos, levedad del ser, etc.

martes, 21 de junio de 2011

Pero... ¿sabe realmente Vila-Matas quién era Spencer?

Trescientos años.
Social Statics está consagrado abiertamente a la defensa de la propiedad privada y la libre empresa, con advertencias de los desastres bioculturales que caerán sobre la humanidad si se permite que el gobierno intervenga en favor de los pobres(...) Se oponía [Spencer] a que las escuelas, las bibliotecas y los hospitales fueran públicos y gratuitos, rechazaba las medidas de sanidad pública, la dispensa estatal de los títulos de médicos y enfermeras, la vacunación antivariólica obligatoria, las "leyes de los pobres" y cualquier clases de sistemas de beneficiencia pública.
Marvin Harris, El desarrollo de la teoría antropológica: una historia de las teorías de la cultura

La culpa de todo la tiene Prisa

¿Wimbledon no se retransmite en abierto? O sea, que hay miles de canales donde no paran de aparacer retrasados mentales de ultraderecha, pero no se puede ver Wimbledon. En fin.

PJ Harvey



lunes, 20 de junio de 2011

Recuerdo de un recuerdo

recuerdo caminar bajo la lluvia, por calles laberínticas, borracho y feliz, de regreso a casa; recuerdo que no pensaba nunca en nada y lo comprendía todo; conversaba con las estrellas, testigos mudos de mis euforias repentinas y de mis tristezas de no poder atrapar al ladrón del entusiasmo, que dejó desolación; recuerdo borracheras gloriosas por las calles laberínticas del casco antiguo de León: fui muy feliz caminando borracho de regreso a casa. escribí entonces muchos poemas sobre las luces de las farolas viejas que iluminaban las calles, laberínticas y desiertas, las calles de las seis o las siete de la mañana, cuando regresaba a casa, las calles silenciosas; y ahora lo recuerdo, tal vez imaginándolo, como una época feliz en mi existencia atribulada. tenía entonces dieciséis o diecisiete años y no pensaba nunca en el futuro y, aunque en mis poemas me representara como un frágil muñeco suicida, lo cierto es que lo pasaba muy bien y no pensaba nunca en el futuro, tal vez porque una Wendy imaginaria me protegía por las noches, una Wendy que no olvidó cómo volar y me protegía por las noches con su sonrisa imaginaria. recuerdo que sobre la mesita de noche tenía un libro de Borges que me gustaba leer cuando llegaba a casa borracho, y conservo el recuerdo de ese Borges leído borracho como un tesoro en mi memoria: un mundo de laberintos, espejos y tigres fantásticos con el que soñaba despierto, con mi conciencia dulcemente alterada por el alcohol; y es que la mejor almohada es Ficciones, de Borges, aunque yo entonces casi no comprendía nada de lo que leía, ni siquiera sobrio, pero igual me gustaba, porque me provocaba la sensación de estar espiando un mundo irreal a través del ojo de alguna cerradura, como si fuera un mundo secreto al que sólo unos pocos acceden, y mi mayor deseo era ver ese mundo, entrar en él, al igual que Alicia quiere entrar en el jardín y Alejandra quiere entrar en la noche. Wonderland. en fin, tenía dieciséis o diecisiete años y me gustaba Borges y caminar borracho por las calles mojadas, viejas y laberínticas del casco antiguo de León y a veces iba cantando en voz muy baja: ir cantando solo, en voz muy baja, por las calles vacías, a altas horas de la noche, es una sensación extraña, como si fuera otro el que canta (yo es otro) y como si todo el mundo en sus casas, dormidos ya, fueran capaces de oír tus susurros de adolescente borracho. a veces, en lugar de cantar, iba recitando poemas improvisados que, al estar borracho, me salían solos, sin pensar, y probablemente ninguno tuviera el menor sentido. estos poemas que dictaba a la noche, de regreso a casa, solo y borracho, por las calles mojadas, sintiéndome el único hombre despierto en el mundo, el único al que al llegar a casa le esperaba Borges sobre la almohada, eran poemas que invariablemente trataban de la fascinación que me provocaban las luces lejanas de las estrellas, las luces amarillas de las farolas y el sonido de la lluvia, hermoso como una rosa suicida. traté de escribirlos, de día y sobrio, pero ya no era lo mismo, la magia había desaparecido, yo ya no era un ángel caído cantando la belleza de las farolas viejas sino un ser aburrido viendo videoclips frente al televisor: el éxtasis poético había dejado paso al nihilismo de los sábados y ya sólo podía echarme en el sofá sintiendo que me habían expulsado del no-lugar donde reina el rey decapitado de la realidad, que me habían expulsado y que pasaría mi vida buscando el modo de regresar, de crearlo, porque yo sólo quería entrar en ese mundo que no existe, nada más entrar
y qué extraño, puesto que Peter Pan no existe, es ver a las palabras empeñarse en crear una llave que abra la puerta que nos cierra la entrada.

PD: de nuevo en 2005

domingo, 19 de junio de 2011

Prestar libros

Prestar un libro no es una experiencia agradable, a no ser que sea de Pérez-Reverte. Si prestas El guardián entre el centeno, porque tu prima lo necesita para clase y nadie te toma en serio cuando aseguras que eres un ser lo suficientemente cruel como para preferir que tu prima suspenda a correr el riesgo de que el libro no te sea devuelto, lo mínimo que esperas es que te diga que el libro es una maravilla y que Holden Caulfield es su nuevo dios. Si va y suelta que menudo coñazo, ¿qué hacer?, ¿qué clase de mundo hemos creado, en el que a una adolescente El guardián entre el centeno le parece un coñazo?

Espíritu se escribe sin hache

Después de haber leído el prólogo de Amor se escribe sin hache, de Enrique Jardiel Poncela, puedo afirmar fehacientemente que el prólogo a la Fenomenología del Espíritu, de Hegel, es muy aburrido.

Todo puede ser verdad, pero todo puede no serlo...
Enrique Jardiel Poncela

La pena o la nada

La nada le parecía más pavorosa que el dolor
Miguel de Unamuno, Niebla

sábado, 18 de junio de 2011

Las rectas son curvas, aunque de curvidad mínima


Lo decía Nicolás de Cusa. Curvas de radio infinito o, al menos, muy grande. Nicolás lo decía así, en La docta ignorancia:

que la línea infinita sea recta, se manifiesta así: el diámetro del círculo es una línea recta y la circunferencia es una línea curva mayor que el diámetro; así pues, si la línea curva tiene menos curvidad cuando la circunferencia sea de mayor círculo, la circunferencia del círculo máximo, mayor que la cual no puede haber otra, es mínimamente curva, por lo cual es máximamente recta

viernes, 17 de junio de 2011

La implacable lógica maternal

-¿Otra vez a por tabaco?
-Sí.
-¿No estás fumando mucho?
-No, como siempre.
-Entonces, siempre fumas mucho.
-Eso tiene bastante lógica.

No solamente va a ser insondable

Dudas nada metódicas

Mucho tiempo he estado creyendo, al acostarme, que al día siguiente amanecería en otro lugar, en otra casa, con otra familia, con otros amigos, siendo yo, en realidad, otro. Se trataba de una espinosa cuestión epistemológica: ¿cómo sé que todo esto no es más que un sueño? Nada más despertarme comprobaba que yo era yo, y que mi casa era mi casa, y así era. Pero eso no aseguraba que en el futuro siguiera siendo así.

Otro cosmos

Doctor, los locos sólo somos otro cosmos, con otros otoños, con otro sol. No somos lo morboso; sólo somos lo otro, lo no ortodoxo. Otro horóscopo nos tocó, otro polvo nos formó los ojos, como formó los olmos o los osos o los chopos o los hongos.
Oscar de la Borbolla, Las vocales malditas

jueves, 16 de junio de 2011

Ahí

Ahí, en la extraña claridad
serena como un párpado dormido
viviré a la intemperie

los días vencidos serán
mi alimento

La gran afirmación

El inocente y monstruoso
reinado de la necesidad:
nada, absolutamente nada,
podría haber sido de otro modo.

Y, además, todo sucedió por azar.

Amor fati.

Solo ante el peligro

Temblor de labios que mueren
en la otra orilla de la ciudad
y caen en el polvo
del lejano Oeste.

Solo ante el peligro.



Me llegan noticias confusas
señales e interferencias
que no puedo descifrar.

Adivino tu rostro
en los charcos de lluvia.



El peligro avanza en silencio
tensando el aire.

Mi voz se quiebra.



Te inventé sin saber
que el deber de toda criatura
es rebelarse



Habitar sólo en lo que huye
o en la visión de lo imposible:
racimos de estrellas
incomestibles.



Por la noche
bajo la bóveda celeste
saltar hasta romperse.


O decir tu nombre
hasta que
por fin
existas.

Consideraciones acerca de la poesía y el idealismo de la publicidad

La poesía está bien, pero hay que reconocer que es una cosa muy de vagos. Con sesenta páginas y poemas de cuatro líneas ya tienes montado un poemario bastante chulo. Siempre puedes decir oiga, es que lo mío es el minimalismo esencialista, la expresividad de la carencia, o del silencio, un rollo místico de adelgazamiento espiritual. Vale, de acuerdo, pero una cosa no quita la otra. Se puede ser un místico y un vago.

Además de ser un arte propio de vagos -pero, vamos, que ser un vago no tiene nada de malo- es un arte que da pie a que los exégetas se luzcan comentando cosas muy raras sobre los poemas -lo de ser un exégeta ya sí que tiene bastante de malo-. Los comentarios pueden ocupar hasta diez veces más -o treinta, o sesenta, o cuatrocientas, según- que el poema comentado y dar la sensación de que el poema en sí no importa mucho, que el comentario podría aplicarse perfectamente a cualquier otro, que el poema está ahí como pretexto. Por ejemplo: el anhelo de trascendencia de un yo escindido y desgarrado por una temporalidad carente de sentido se erige en un deseo de totalidad que se sabe a sí mismo imposible de ser colmado, en los poemas de fulanito. Bueno, pues vale.

En fin, que la mayoría de las veces toda esta jerga sirve, en realidad, como reclamo publicitario. El idealismo ha triunfado en la publicidad, como se sabe.

miércoles, 15 de junio de 2011

Reivindicación de Unamuno

Dado que la imaginación gusta en ocasiones de rellenar la mucha ignorancia de uno con invenciones desajustadas por completo de la realidad de las cosas, he creído hasta ahora, erróneamente, claro es, que el bueno de don Miguel de Unamuno era un escritor soporífero, al que más valía evitar a toda costa, no fuera uno a contagiarse de casticismo metafísico, o de algo por el estilo. No seré yo, líbreme Dios, quien, con lengua viperina, vitupere a escritores norteamericanos, tan de moda hoy en día por estos pagos, que ni soy quién para vilipendiar a nadie, ni en ello me complazco. Leáse, pues, con gusto, a David Foster Wallace, y admírense sus piruetas formales, mas no se maldigan las letras castellanas con infundadas injurias, pues no todo en sus dominios es realismo chato y como aplanado, que los que tal dicen no saben, en puridad, de lo que hablan.

I am the walrus

martes, 14 de junio de 2011

Ruegos y preguntas

¿Amy Farrah Fowler no va a desaparecer nunca de The Big Bang Theory? Ha arruinado por completo la serie.

PD: Querido Dios, haz que empiece pronto la octava temporada de Entourage y líbranos de los frikis, amén.

Desmayo

Tarde medio dormida, lánguida, ajena. No sopla el viento, creo. No ocurre casi nada. Todo se desparrama, con desgana, como sin querer, en un suave y lento desmayo que pareciera extenderse por el aire inmóvil y azul. Paquetes de cigarrillos, vacíos y arrugados, desperdigados por el escritorio. Todo se desparrama con discreción, como si diera igual, se hunde, pierde intensidad, realidad. Quizá da igual. No es fácil saberlo. El viento sigue sin soplar. Quedan horas de luz aún. A través de la ventana abierta llega el sonido de los pájaros. Libros viejos, a medio leer, desperdigados por el escritorio. Habría que tirar los paquetes vacíos, terminar de leer los libros a medio leer, pero el suave y lento desmayo se apodera de la atmósfera, envuelve la tarde, la mece en un sopor en el que casi nada ocurre y todo dormita.

lunes, 13 de junio de 2011

Lo maravilloso atacando al mundo de los hechos

Lo maravilloso, que es más profundo que la belleza, y que se manifiesta a través de ella como uno de sus medios, se comunicaba así a través de sueños, libros e imágenes y estorbaba los esfuerzos de una educación que intentaba aniquilarlo totalmente y desarraigarlo, o, lo que es lo mismo, también explicarlo. Ese apoyo de lo maravilloso era fuerte, más fuerte como para que resultara claro a la conciencia, afectando incluso a veces a lo corporal. Quien tiene capacidad para ello es seguro que ha experimentado en sí mismo ese ataque de lo maravilloso al mundo de los hechos, como desequilibrio en instantes en los que se abre la perspectiva mágica, como parálisis de la respiración y del latido del corazón, como extinguirse fulminante de la percepción y su renacimiento, al que aparece el mundo de algún modo cambiado, especialmente despúes de la irrupción óptica de ciertos paisajes. Seguramente que los médicos también han clasificado este estado en su gran catálogo de soserías con las que comentan las enfermedades.
Jünger

El tiempo no frena y nosotros tampoco

No es del todo improbable que haya alcanzado un grado espantoso de malsana egolatría, lo cual explicaría el despropósito de que últimamente me esté leyendo a mí mismo, a mi yo perdido en el tiempo, y recuperando algunos textos para traerlos de vuelta al futuro. Tenemos que regresar, Señor S., regresar al futuro, me grito a mí mismo. Este texto pertenece a la época en que me dio la tontería de no poner mayúsculas después de los puntos. En fin, algo bastante lamentable por mi parte. No sé si pensaba que era un gesto subversivo de la hostia o qué. El poeta maldito al que se alude en el siguiente texto es, cómo no, Leopoldo María Panero. También es bastante lamentable lo de usar la expresión poeta maldito. En mi defensa diré que tenía veintiún años y que la estupidez es un derecho universal.

El hecho de que esté escribiendo una especie de prólogo que ocupará, seguramente, más espacio que el propio texto, no tiene perdón de dios. Que uno se lea a sí mismo, movido por la nostalgia o por lo que fuere, pase. Que uno se escriba un prólogo a sí mismo debería figurar en el código penal como un delito tipificado. Que uno escriba que se está escribiendo un prólogo a sí mismo pretendiendo salvarse del desastre aludiendo irónicamente a ello es un síntoma inequívoco de que precisa urgentemente atención médica. Que uno escriba que escribe que se está escribiendo, etc.

Por otra parte, en el siguiente texto se dicen cosas que se ajustan plenamente a la verdad: los años pasan, así de simple. Desde que fue escrito, han pasado siete años. Que yo ahora esté hablando sobre el paso del tiempo respecto aun texto que habla, a su vez, sobre el paso del tiempo, me da que pensar. No sé en qué, pero me da que pensar. También me marea un poco. Y me voy a dormir que es muy tarde.
celebraremos la Fiesta Del Sinsentido Del Paso del Tiempo, de los años huyendo alocadamente hacia delante, coches descerebrados, sin frenos, carreteras inéditas y conductores rumbo hacia lo extraño, lo sorprendente. todas las certezas arrojadas en la cuneta. equilibristas sobre la nada, marionetas en desiertos urbanos, esperando que pase algo, lo que sea, inventando vidas: la del jugador tramposo, la del aventurero suicida, la del pintor atormentado, la del asesino involuntario, la del poeta maldito, de manicomio en manicomio y un vaso de alcohol en el alma, su vida fue una inmensa borrachera.


de los tejados se lanzan diminutos hombres blancos: deshielo suicida.

tus ojos raros que no comprenden -nadie comprende- tus pies agotando senderos en la nieve. lucy, probablemente ese es tu nombre, u otro, no importa, lucy sonríe entre el humo del bar, afuera el frío congela las voces, apenas salen de los labios se pierden y nadie comprende. lucy, las palabras mienten, sólo los locos dibujan palabras, las palabras destruyen la realidad: necesitamos ficciones que disfracen nuestra nada.

cada vez más lejos, siempre en el camino; he descubierto que lo sueños cumplidos son sueños muertos, que vivimos en el futuro, que nuestro ser consiste en decidir constantemente lo que queremos ser: extraña paradoja. menos mal que lo sueños no se cumplen, lucy, si fuera así no sé con qué soñaríamos.

lucy y sus ojos raros atraviesan la espuma congelada de un mar loco tendido en las calles, nieve espumosa acostada ya en la noche impaciente de este invierno, al que sucederán otros inviernos: los años pasan, así de simple, el tiempo no frena y nosotros tampoco y dime, lucy, cómo sé que soy todo el rato yo, hace diez años y dentro de veinte, si siempre he sido yo yo no me acuerdo, yo me he inventado la infancia: la memoria y la imaginación son el arma bicéfala que me dice eres tú, pero lucy, si existo es a través de tu mirada, quiero decir que somos barro hasta que otros ojos nos moldean. como el poeta maldito, sólo soy a ratos.

domingo, 12 de junio de 2011

No hacer nada

Percepción repentinamente extrañada del mundo. Nubes dispersas, aparentemente inmóviles. Serenidad contagiosa. Consejo de Kafka: no hagas nada, quédate en tu habitación, completamente solo y en silencio, el mundo se prosternará extático a tus pies. 

Animal Collective: Bluish

sábado, 11 de junio de 2011

El hombre del saco se lleva a los niños que no duermen

Películas de Tim Burton: Eduardo Manostijeras, no te preocupes, los monstruos son los otros. La nieve y los cuentos y las noches. Los cigarrillos, la magia, en habitaciones a oscuras. Juegos infantiles, había que correr mucho y muy deprisa y no mirar atrás. El hombre del saco se lleva a los niños que no duermen.
 
La fantasía, la música, las brujas silbando en la noche. La alegría de marcar goles. Construíamos casetas de madera en el valle y robábamos herramientas de las obras y una vez nos persiguieron por todo el pueblo y nosotros nos reíamos. Los flashes, las gominolas, las pipas. El hombre del saco, niños que no duermen. Leer libros de aventuras, con una linterna, bajo las sábanas. Soñar lugares que no existen. Alicia a través del espejo y Peter Pan en el país de Nunca Jamás. Los libros de los cinco, los de leo-leo, los de animales que hablaban. Juegos infantiles, en habitaciones a oscuras. Batman. Superman nunca nos gustó, demasiados superpoderes, así cualquiera. Spiderman es Peter Parker. John lennon, voz vulnerable. Janis Joplin, voz de terciopelo ajado. La guitarra de Jimi Hendrix, rasgando el aire. Blues y tequila, noches de blues y tristeza. Una princesa atrapada en un cuento. Si no la besas se muere. Películas de terror muy viejas que veíamos en la filmoteca. El hombre del saco se lleva a los niños que no duermen.
 
Heidi, los fraggle rock, Pumuky. Los globos de agua. Tardes de verano en el parque, tu pelo mojado, calor, globos de agua. Partidos de fútbol, leer toda la noche, la magia, los cigarrillos. Las ventanas abiertas las noches de verano. Jugar a soñar en el columpio del atardecer. La música triste. Estrellas distantes. Soñar despierto. Los gusiluz, el mecano, coches teledirigidos. Las tardes de televisión y nocilla. Madrugar para ver dibujos animados. La bicicleta y las postillas en las rodillas. La pistina. El esconderite inglés. Nadar, el cloro, los ojos rojos, el cansancio. Aquella noche de San Juan, hace tanto tiempo, los fuegos artificiales, la hoguera. Más tarde cerveza en las tardes sin nada que hacer. La música ruidosa con gritos de adolescente desesperado. Nirvana. Adolescentes tristes y rabiosos. Películas de monstruos buenos que sufren y científicos locos. Frankenstein y Drácula, y cuentos de Edgar Allan Poe de muertos que vuelven a la vida. El viento de la noche. El hombre del saco se lleva a los niños que no duermen.
 
Películas de Hitchcock. Las hogueras que encendíamos con mis primos cuando nos íbamos de campo. El silencio, las noches de estrellas comiendo pipas. El gato con botas. El diablo de Tazmania. El correcaminos. El horror, tener que ir al colegio. Tan inteligente, tan tímido, qué será de este chico. Apocalipsis Now. Jugar a fútbol hasta el anochecer. Hemingway persiguiendo a un pez toda una tarde. A Proust que su madre no le da el beso de buenas noches. Contemplar el mar, muy quieto, muy callado, para que me confiara su secreto. Mallorca, el sol, la playa. Pescar cangrejos en el río. Olor a Ducados, en el coche de mi padre. Las películas de Bruce Lee, las de Rambo, las de Truffaut, las de Patrice Leconte, las de Eric Rohmer, las de Quentin Tarantino. La ciudad de los Niños Perdidos. Trainspotting. Las vírgenes suicidas. Millones de series de televisión. Los Caballeros del Zodiaco. Henry Miller, Bukowski. Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas, pecado mío, alma mía. Recordar tu rostro, tu rostro de entonces que ya no existe. Borges, laberintos, bibliotecas de babel que son el universo, sistemas de signos que nos atrapan. Metáforas, para poder caminar. Las pesadillas. Este niño sueña demasiado, no puede ver Conan, ni pesadilla en Elm Street, ni se le puede contar el cuento de Caperucita Roja, tiene miedo del lobo. Las pesadillas, despertarse en medio de la noche e ir corriendo a la cama de tus padres. El hombre del saco se lleva los niños que no duermen.
 
El miedo. Poemas de Alejandra Pizarnik, de Georg Trakl. El mar, el verano, leer por la noche, en verano, junto al mar. La lluvia, su secreto escondido bajo siete llaves. Escuchar música en el coche, el olor a Ducados. Me gustaba ese olor, tanto que los coches sin olor a Ducados me parecían lugares inhóspitos. Cómo pasa el tiempo. Aún me acuerdo, tu rostro ya no existe y parece mentira. Los cuentos de Cortázar, qué raros. Cernuda, qué triste. Ángeles caídos, Kurt Cobain, Arthur Rimbaud. Los peligrosos: Antonin Artaud, el conde maldito, Leopoldo María Panero. Pipi calzaslargas, que vivía sola y tenía un caballo. Oliver y Benji. Lanzar bolsas llenas de agua desde un cuarto piso. Preparar minibombas con bolitas de aluminio y aguarrás. Los escritores alcohólicos. Los poetas lunáticos. Leyendas urbanas. La música de Radiohead, la música de Los Planetas, la música de Joy Division. Si a las doce en punto te haces así tres veces con una tijera se te clavan solas en la barriga. Los fantasmas que no existen, la enorme casa abandonada que exploramos hace tanto tiempo. El hombre del saco se lleva a los niños que no duermen. 

A este niño lo dejamos aquí solo, mirando el mar, y ni se acuerda de nosotros. El niño que no duerme en busca del tiempo perdido. El hombre del saco se lleva a los niños que no duermen.

PD: Este texto también es del 2005

viernes, 10 de junio de 2011

Pequeña colección de textos escritos con luz artificial (Mayo de 2005)

En cualquier caso hubo siempre un viento feroz acechando
un viento azul que atravesaba la lluvia
con los ojos más grandes y más tristes del mundo
un viento azul pájaro rebelde o temerario
que me invitaba a subir en sus alas invisibles
para intentar lo imposible o destruirnos

En cualquier caso siempre hubo un viento veloz huyendo
un viento veloz que atravesaba la lluvia
al que ofrecía mi ser para que se lo llevara
para desaparecer en su mirada alquímica y oscura.
Y hubo noches en que este azul viento feroz
al que sin pensar me entregaba

sonaba como una esperanza de barco perdido en la niebla
cuyos tripulantes desaparecen
y desaparecen
con una sonrisa cheshire que flota en la noche

Y hubo noches en que este feroz viento azul
al que yo ofrecía con furia triste mi ser
sonaba como una larga caída de pájaro demente
cuyo único deseo es llegar al fondo

Siempre hubo noches de azul viento veloz que atravesaba la lluvia
de pájaro sin jaula volando hacia Nunca Jamás


inexplicablemente no morí aquella tarde en que yo adoraba la locura, como una palabra dadá más y me fingía poeta de los que saben que la literatura es una forma de vida, de aquellos que escriben con su propia carne las locuras poéticas más peligrosas y fascinantes que existen. aquella tarde en que inexplicablemente no morí decidimos que lo importante era habitar poéticamente y que le dieran por el culo al resto del mundo. si bebíamos, con nuestra sed insaciable de desesperados y contentos, era para perforar el ser, para que saliera de su encierro en la cajita de huesos a las órdenes del tirano Razón y pudiera burlarse de las leyes de la causalidad con los deseos más furiosos que existen. sabíamos -nos lo dijo un poeta francés- que los vicios del hombre aportan una prueba de su ansia de infinitud. aquella tarde dijimos sapos y culebras y los sapos y las culebras fueron escupidos por nuestras blasfemas bocas entre charcos de alcohol dadaísta.


todos los ratos que pasé frente a la ventana, bebiendo cerveza y más cerveza, mirando con entusiasmo el crepúsculo, llorando lágrimas saladas de puro placer al sentir cómo me fundía sin remedio con las nubes desmayadas, con su suave incendio de despedida. las sombras llegaban sigilosas, presencias más misteriosas a cada nuevo trago.


nunca quise comprender el mundo, sino sentirlo salvajemente, sentirlo con el coraje de los suicidas, enlazar placer y muerte en la danza más peligrosa que existe, más peligrosa que la droga más dura y fascinante.


soy dinamita si muerdo el crepúsculo
y me bebo su sangre de joven doncella
con sed insaciable y sonrisa brutal,


como quien espera que un grito desgarrado rompa los barrotes...


el placer perverso de adentrarse en el verso más triste
en la nota exacta que destruye la realidad
para que el pájaro solitario vuele aun con alas rotas


una noche de invierno asomado al balcón
el mar susurra lo indecible que se estrella contra las rocas
la luna muda lámpara fantasmal mi compañera
de mil viajes inventados al fondo del mar


arrojarse y flotar muñeca triste
en el viento más azul que golpea los párpados
-donde yace nuestra infancia asesinada-
que evite el vértigo de sobrevivir para nada.


evidentemente si prestas atención al atardecer se oye el grito de Peter Pan: Wendy ya no sabe volar, la muy zorra. eso significa que estamos solos, bajo la lluvia, y que no sabemos a dónde ir.


lista de provisiones para la caída: cervezas, un precipicio y unos ojos con el coraje de mirar la nada.


duerme, pequeño soñador extraviado, expulsado de tu campana de cristal. duerme, soñando con la gran venganza con una risa entre los dientes y una nostalgia feroz en la mirada perdida. duerme, con el rumor de las olas, la canción que evoca el enigma de la infancia anterior al yo.


y ahora, pequeña muñeca, abre los ojos y dime que eso de ahí afuera no es cierto, que podemos inventar una guarida, si la batalla, ya se sabe, está perdida, entonces sólo queda gritar hasta deshacer el mundo como ejemplo de rebeldía metafísica contra el absurdo; el canto empeñado en desoír los límites impuestos. pequeña muñeca, estoy leyendo un libro de metafísica a la luz de una vela, afuera llueve y se oyen ruidos de coches que se alejan, y no entiendo nada, y la palabra nada es ya metafísica mientras eruditos doctores discuten sobre ella, contradiciéndose al afirmar, al decir la nada es, pero la inmensa lluvia de las calles interminables impone su melodía y la muñeca, bostezando, se despide, cierra los ojos, hasta mañana, duerme con una sonrisa que borra el mundo para crear muchos otros mundos.


escucha el canto del llanero solitario, como una mosca pegado a la luz de la pantalla, que brilla en la oscuridad, máquina de escribir y gusiluz, donde las palabras se pegan y corren como hormigas. escucha su canto que dice qué lejos el mar, y mi vida fluyendo por el río, torpemente agarrada a las briznas del barco ebrio que incendió las aguas, a un trozo de madera como quien camina con los pies desnudos sobre una cornisa envuelta en niebla. qué lejos, y qué cerca, y qué misterio; el mar, el mar del llanero solitario, estas caracolas para escucharlo en diferido, estas palabras nocturnas a cuya sombra descansa el llanero solitario de las miradas de los otros, miradas que lo apuñalan a la luz del sol infame. escucha el canto del llanero solitario, dirigido a otros llaneros solitarios, para crear un coro de voces asidas a lo que no existe. llaneros solitarios cazando palabras en latas de cerveza vacías, llaneros solitarios en torno a la hoguera de las palabras que iluminan la noche más fría, hipnotizados por su fuego, su extraño fuego que atrapa las miradas, para siempre.


no sé si te acuerdas, jugábamos
como dos hojas agitadas por el viento
buscándose entre risas
al borde de la noche
que caminaba de puntillas, sin hacer ruido
jugábamos entonces ignorando
que era inevitable crecer, no sé si te acuerdas
los dos, solos
como si el mundo fuera a acabarse por fin
jugábamos agitados por el viento
como si el mundo fuera a cabarse por fin
como dos hojas que se buscan entre risas
al borde de la noche
mecidas por el viento que juegan
como si el mundo fuera a acabarse por fin


soy el tipo que nunca duerme
porque prefiere conversar con el misterio mudo de la noche.

Citas (sin ton ni son)

Anochece: afán impaciente de actividad, aparición alada de las palabras, sensación furiosa de felicidad. Se me hinchan las piernas con frecuencia. Me mareo con frecuencia. Me gusta mi destino que tiende a desmoronarse.
Imre Kertész, Yo, otro

Estoy tan lúcido hoy, como si no existiera
Fernando Pessoa, Libro del desasosiego.

2 de agosto. Alemania ha declarado la guerra a Rusia. Tarde, escuela de natación.
Franz Kafka, Diarios (1910-1923)

También les dije a los estudiantes que, en bien del futuro de la humanidad, esperaba que todos fueran estériles -Ignatus se colocó las almohadas alrededor de la cabeza-. No habría podido leer las barbaridades y disparates que salían de las mentes oscuras de aquellos estudiantes. Me pasará igual donde quiera que trabaje.
John Kennedy Toole, La conjura de los necios

La pantomima de los socráticos enloquecidos

And now, for something completely different: Ancient Philosophy.

Nietzsche, como un moderno cínico y mortal enemigo de Platón, recupera la importancia filosófica del cuerpo, el gran olvidado de las corrientes idealistas. Con su retórica enfurecida y brillante proclama que la gran mentira se llama idealismo. El error se produjo muy temprano, con la filosofía platónica, y no consiste en otra cosa que en la inversión del mundo, en el dualismo metafísico que condenó a la filosofía a ejercer de detective enfermo de psicosis ontológica, siempre sospechando de la irrealidad de las apariencias y buscando detrás de estas sombras el verdadero ser, trascendente al mundo fenoménico. Las inversiones del platonismo, desde Diógenes hasta Deleuze, se basan en un pensar el ser sin escisiones, un pensar de la inmanencia, del acontecimiento y de la afirmación de la intrascendencia de la vida. 

Platón definió a Diógenes como un Sócrates enloquecido. Con la intención de difamarlo, Platón le concede a Diógenes, sin quererlo, el más alto honor, al compararlo con el más grande dialéctico, tal como señala Sloterdijk. El método dialéctico de Diógenes no se basa en el discurso, su diálogo antiplatónico se expresa con un enloquecido lenguaje corporal, con bufonadas pantomímicas que quiebran el discurso, pues él no opone razones, sino acciones, se sale del logos por la tangente para exhibir su verdad, entendida como aletheia, como desocultación. Ante quien niegue el movimiento, no le refutará defendiendo la teoría contraria, simplemente se levantará y caminará, pues el movimiento se demuestra andando. Ante Aristóteles no buscará una definición alternativa del hombre, sino que desplumará un gallo y lo arrojará a la academia, gritando: he aquí al hombre de Aristóteles. No le interesa la teoría, las ideas consideradas en sí mismas. Considera este saber vano, inútil para los hombres. Como más tarde dirá Epicuro, vana es la palabra del filósofo que no cura alguna enfermedad del alma. La filosofía da un giro práctico, es un saber vivir, un arte de la vida y una logoterapia, mucho antes que las intrincadas especulaciones de las cabezas idealistas. La filosofía cínica es realista, sin que esto suponga una afirmación metafísica de tipo positivista, pues no le interesa la teoría del conocimiento, sino el hombre de carne y hueso concreto, considerado en su finitud espacio-temporal, y no abstraído mediante la fórmula de la humanidad. De ahí que su crítica a la ideología no busque la emancipación del hombre considerado abstractamente, sino que se dirija solamente a unos pocos, lo suficientemente lúcidos y desvergonzados como para comprender su mensaje. Aquí reside la gran virtud de la ética cínica, incapaz de sacrificar al hombre concreto en función de un ideal de humanidad emancipada que algún día se realizará en la historia. Se dirige al hombre como el universal concreto, su humanismo es un humanismo del individuo y no de la humanidad, con lo que el cínico no cae en fantasías historicistas de tipo hegeliano-marxistas, es demasiado individualista y libertario para eso, y tampoco cae en la aceptación de lo dado tal como es, pues su crítica es incisiva e incesante al estado de cosas existentes. No es ni un revolucionario ni un conservador, sino un sabio, dedicado al arte ahora anacrónico de cultivar la excelencia del alma como un bien de orden superior a los bienes materiales. Su ética es una ética para náufragos, una ética para tiempos de crisis de valores, de confusión y de inestabilidad. 

El cinismo es la filosofía moral más radical y, atenuada por diversos matices, influye en el posterior estoicismo, movimiento filosóficamente más sólido que el cinismo. No obstante, la ética cínica tiene sus limitaciones, precisamente por su radicalidad. No es universalizable, no se dirige a todos, sino sólo a unos pocos. En el ámbito teórico es demasiado inconsistente como para poder fundamentar la organización de una sociedad compleja. Junto a la fascinación que nos produce la subversión contracultural de la propuesta cínica, su vida libre de ataduras, desvergonzada y despreocupada, independiente y alegre, no podemos reprimir la sospecha de que en el fondo late una nostalgia ingenua del buen salvaje, de que esa apelación a la naturaleza encierra una contradicción, un malentendido, pues ese estado de naturaleza ideal es una ficción producto del malestar de la cultura, y que la solución propuesta por los cínicos, esta vuelta a la naturaleza, puede valer para algunos individuos, pero es incapaz de solucionar situaciones externas objetivas de injusticia. Su gran virtud y a la vez su gran limitación es, pues, esta orientación a la interioridad del individuo. 

Además que la dicotomía natural/artificial es discutible. El hombre es un ser biológicamente cultural. Ahora bien, podemos interpretar la apelación a la naturaleza por parte de los cínicos no como una oposición a la cultura como tal, sino a un modo concreto de cultura que aliena al hombre, que lo convierte en un extraño para sí mismo. En algún momento del desarrollo cultural, la cultura se colapsa, ya no acoge en su seno al hombre, sino que se le enfrenta como un producto extraño y alienante que cercena su libertad creándole cada vez más necesidades en cuya satisfacción malgasta inútilmente su potencial creativo y vital. Ante esta situación, el filósofo cínico, para librarse del malestar de la cultura, propone una subversiva terapia del deseo: limitando estrictamente nuestras necesidades externas conquistaremos el ámbito de nuestra interioridad, y seremos libres, pues nuestro bienestar no estará cifrado en el azar de las circunstancias externas que no dependen de nuestra voluntad, y seremos capaces de afrontarlas, pues la libertad interior conquistada es inviolable, un reducto de serenidad, una isla impertérrita en mitad de la tormenta.
     
En este sentido, la filosofía cínica, lejos de estar desfasada, posee una gran vigencia; pues en el actual e histérico sistema de producción capitalista, que constantemente inventa nuevas necesidades y bombardea nuestros cerebros machaconamente con la publicidad de nuevos productos que tenemos que consumir, la propuesta de limitar nuestras necesidades es una propuesta emancipadora dirigida al individuo, no al proceso histórico. Lo que consideramos valioso, la fama, el éxito, el dinero, etc., son los valores impuestos por la sociedad, por la doxa, por el Se impersonal, valores inauténticos vistos a la luz de la linterna cínica. Hay que desafiar las convenciones, transmutar los valores. Diógenes busca auténticos hombres con una linterna en pleno día, y sólo encuentra inmundicia. El consumismo patológico de nuestras hipercomplejas sociedades es el polo opuesto a la sabiduría cínica que nos enseña a descubrir lo más valioso en nuestra libertad interior (que no tiene porqué degenerar en una forma de solipsismo), en lo que el hombre es, en su naturaleza propia, y no en lo que el hombre tiene.
      
Decía Deleuze que la filosofía es inseparable de cierta cólera contra el propio tiempo histórico que a uno le toca vivir, contra los acontecimientos, a la vez que nos proporciona cierta serenidad frente a ellos. Este doble movimiento de cólera y serenidad puede ser observado en la filosofía cínica. El más colérico sería Diógenes y el más sereno Crates. La crítica a la sociedad, a los hombres, es feroz, pero el crítico no se deja dominar por la cólera, su interior está a salvo, es libre en su ataraxía anímica.
     
Frente a la alta teoría y sus graves preocupaciones, refinadas y civilizadas, el cinismo reivindica, con sus gestos provocativos, la dignidad filosófica de todo aquello habitualmente considerado bajo e indigno, en un movimiento subversivo que busca la transmutación de los valores, poniendo en evidencia su carácter convencional y transitorio, falsos en la medida que no se corresponden con las leyes de la physis, y cuya función es legitimar el orden existente. La razón dominadora presupone que debe de haber un orden y que para conservarlo es preciso engañar a los hombres. El cínico, haciendo gala de su libertad de palabra y de acción (parresía) se opondrá al poder, a esa civilización fruto de la razón instrumental que en lugar de facilitar al hombre la felicidad, más bien se la impide. La civilización, tal como está constituida, supone un inmenso rodeo para lograr lo que el filósofo cínico consigue de forma directa, aunque no sin esfuerzo (ponós). La virtud sólo se logra con esfuerzo. Al igual que un atleta entrena su cuerpo, para lograr la virtud el sabio entrenará su alma, y cualquier hombre puede lograr la virtud, no sólo los aristócratas atenienses. Diógenes abraza las estatuas en invierno y camina descalzo sobre la arena caliente, pues el sabio ha de estar preparado para sufrir los avatares de la Fortuna sin menoscabo de su libertad interior. El sabio cultivará la adiaphoría. Este concepto alude a un estado anímico de imperturbabilidad, de indiferencia, colindante con la ataraxía y la apatheia. Esta familia conceptual forma la figura del ideal de sabio tal como lo concibió la filosofía moral helenística, en la cual podemos ver un movimiento reactivo frente a las circunstancias. Pero los cínicos no se limitan a este movimiento reactivo de refugiarse en la conciencia, su ética es un activismo destinado a sacudir las conciencias y los valores, pues todo valor remite a una conciencia que lo reconozca como tal, y en este sentido su ética es también un activismo político. Se ha hablado de la misantropía de Diógenes, pero el que verdaderamente desprecia a los hombres no se preocupa lo más mínimo por enseñarles nada. No hay una antropología pesimista en los cínicos. Cuando Diógenes observa a los filósofos piensa que no hay nada tan inteligente como el hombre, y cuando observa a astrólogos piensa que no hay nada tan estúpido como el hombre. El hombre es capaz de lo mejor y de lo peor, y Diógenes admira la racionalidad y la fortaleza interior del hombre, pues es, dicho sin connotaciones peyorativas, un Sócrates enloquecido.

Diario del Señor S. de 1994

el dia 15 de abril de 1994 he celebrado mi cumpleaños, he cumplido 11 años y me han regalado este diario. mi cumple es Hoy el 16, hemos hido a jugar un partido de fútbol, por la tarde vamos a Astorga a ver jugar a los juveniles del equipo que soy yo el Atletico pinilla y van casi todos los niños de mi equipo.

2 de julio, me he levantado a las 9:30 de la mañana para ver unos dibujos de fútbol que se llaman goleadores, después de estos dibujos hay peter pan y después Heidi, he desayunado como de costumbre leche con cola cao y galletas he leido un poco y a las 14:30 o asi he comido después he ido a la piscina y me lo he pasado bien.

jueves, 9 de junio de 2011

If my honey comes back sometimes



He aquí la potencia de la repetición. Si, además, esta canción se escucha repetidamente, obsesivamente, durante días, la intensidad del efecto se multiplica. Quizá sea la culpable de que me haya vuelto adicto a un ritmo de escritura frenético. Cuanto más rápido, mejor. Sé que esto no es necesariamente así. También puede suceder que el resultado de escribir a toda hostia sea lamentable, pero, al menos, no habrás perdido mucho tiempo. Lo mismo estás diez años para escribir una gran novela y al final te sale una mierda. En ese caso qué haces.

Necesidad, azar y libertad

Eres una marioneta en manos de la Fortuna.
Como todos. No le temas a los Lestrigones.
Todo sucede según un orden necesario.
La pluma mágica era un placebo. Salta.

El ritmo de las cosas

Por aquella época yo tenía un trabajo mal pagado de camarero y era feliz porque apenas me quedaba tiempo para estar solo pensando y sintiendo. Ambas cosas son muy tristes. Lo dijo Proust, no yo. Me relacionaba con el mundo sin inventar complicados subterfugios que me mantuvieran a una prundente distancia desde la que poder contemplarlo. La vida era simple, activa, ajena a las paradojas y las regresiones infinitas. Todo lo que es simple es bueno. Hacía sol, me bañaba en el mar, al llegar a casa descansaba tomando una cerveza y viendo la tele sentado en el sofá. No me importaban la calidad de la cerveza ni de las películas. Me reía a menudo. No me preocupaba mi aspecto. No leía más que las instrucciones de las pizzas congeladas. Precalentar el horno a 220º durante diez minutos, meter la pizza en el horno, esperar diez o doce minutos. Lista para comer. Me tumbaba en la playa. Conocía a algunas chicas cuyos nombres no recuerdo. Venían conmigo a la playa, a tomar cervezas. Nunca objetaba nada a nadie. Aunque, en realidad, yo nunca estoy de acuerdo con la gente, esa es la verdad. Es como un tic, como un resorte que me mueve a opinar automáticamente lo contrario que mi interlocutor. Pero por aquella época no exponía nunca mis opiniones y así dejaba que se generase un clima espontáneo de complicidad que resultaba muy agradable. Una pequeña comunidad segura de su identidad grupal, unificada por el hecho decompartir una serie de opiniones sobre los hechos que componen el mundo. Aunque yo, en contra de todos los que opinan que todas las opiniones son respetables, opino que todas son una mierda. Opiniones humanas, juegos de niños. Lo dijo Heráclito. Los filósofos siempre han despreciado las opiniones. Han hecho bien. No sirven para nada. No son conicimiento, pero, en fin, como son un elemento esencial de las conversaciones, siempre están ahí. Pienso que, al ser todas una mierda, lo mismo me da estar a favor o en contra. Me es indiferente. Comer carne o no comer carne, nucleares o renovables, Pepsi o Coca-cola. Me la suda.

No me bañaba casi nunca. A mí el mar me gusta mirarlo. Sobre todo mirarlo. La arena tampoco me vuelve loco. Prefiero no mancharme con la arena. Por eso me parece un engorro lo de bañarse, porque al salir del agua se te pega la arena por todas partes y eso es molesto. El viento que sopla siempre cerca de la playa tampoco me gusta. Me provoca dolor de oídos. Todos los detalles concretos referentes a ir a la playa me molestan, y sin embargo, de forma incomprensible incluso para mí mismo, me gusta ir a la playa. Me gusta más aún por la noche, ya que tomar el sol tampoco me gusta. No me gustan las pieles morenas, las prefiero blancas. Fue Coco Chanel quien puso de moda lo ponerse moreno. Hay que admitir que ahí se equivocó. Con lo de menos es más quizá acertara, eso sí. Aunque todo esto depende de lo que uno opine, claro.

No tenía responsabilidades, ni novia, ni casa, ni coche, ni dinero. Era una carencia plena. Nunca me he sentido más libre. Pasaba horas muertas contemplando los árboles que se veían desde la terraza del piso de alquiler que compartía con mis compañeros de trabajo. Desde que tengo memoria, siempre me han fascinado los movimientos de los árboles, de las olas, pero también de los ventiladores o de las lavadoras. No es una estúpida cuestión moral sobre la belleza natural. La naturaleza es también mala y cruel, no sólo hermosa. Me parece evidente. No sé qué opinará la gente. Me da igual, claro. Se trata del movimiento. No existe nada en este universo que esté en un estado de reposo absoluto. El movimiento se demuestra andando, de acuerdo, pero no se lo piensa andando. Las paradojas de Zenón no se refieren a la imposibilidad de demostrar el movimiento, sino a la imposibilidad de pensar el movimiento sin desmenuzarlo en partes, en puntos que, en realidad, no son movimiento, sino eso, puntos, puntos de detención del movimiento. No sé si me explico. En cualquier caso, me gustan las cosas que se mueven, la sucesión cíclica de las olas, los vaivenes caóticos de las hojas arrulladas por el viento. Se trata del ritmo. Del ritmo de las cosas. Algo así. De conectar con el ritmo de las cosas, la música del mundo, compuesta por el azar. De dejarse envolver, arrastrar, sin mediaciones, de forma inmediata, clara, aunque quizá estoy delirando.

Furia en el tejado

El amanecer fue nítido y preciso, del cielo irradiaba una confianza plena y azul, un acuerdo categórico con el ser pocas veces sentido con tanta intensidad, pero más tarde, surgidas de no se sabe dónde, unas ganas irrefrenables de subirse al tejado con un rifle y disparar a los pájaros le asaltaron como un puñetazo en la mandíbula, unas ganas locas de disparar a cientos de pájaros, que caerían destrozados sobre el asfalto, y después ya sólo fluiría el silencio, densamente, despacio, a la espera del atardecer, un silencio postapocalíptico y hermoso, como la belleza macabra de los pájaros muertos, ángeles terribles.

Y se ve a sí mismo subido ahí arriba, se imagina sereno y desquiciado a la vez, mentalmente desquiciado, pero disfrazado con gestos serenos que indiquen que no pasa nada, que todo está bajo control, que quizá no seais capaces de advertir el sentido de todo esto, pero tengo un plan, quizá muera como el protagonista de una película, perseguido por la policicía, justo al final, trágicamente, pero la cámara lenta y la música dotarán de sentido a la escena. Un hombre con un rifle, subido en el tejado, desesperado y sonriente, envuelto en olor a pólvora y con un amplia panorámica a la vista, con la piel estremecida por la brisa, nostálgico, inseguro, cabreado, vulnerable; el sol se diluye como un grito mudo, lentamente, entre edificios y antenas y chimeneas; una calma sobrenatural invade la escena, todas las cosas vibran y adquieren una cualidad expresiva inquietante. Expectante.

Nadie pasea por las calles, ningún coche circula por las carreteras, sólo queda él, subido en el tejado, y los cadáveres de los pájaros, caídos en cualquier parte. Alza su rifle contra el cielo nocturno. Saca una petaca de whisky. Se dispone a pasar la noche en vela. He aquí un idiota lleno de furia, grita. Pero no hay nadie, ningún receptor de su mensaje. He aquí un idiota lleno de furia gritándole a nadie. Dios no se inmuta. He aquí un idiota ateo lleno de furia gritándole a nadie para nada. Cada vez está más borracho. Y ahora, el acto final, dispararse con el rifle y caer desde el tejado sumándose así a la multitud de pájaros muertos. Pero no se decide.

Lo mejor será darse una ducha. El agua siempre aclara las ideas. Antes de tomar una decisión como la de subirse a un tejado a disparar pájaros y quizá acabar disparándose a uno mismo en un gesto cuyo sentido escapa a la razón, lo mejor es darse una ducha.

Estética de lo feo

Pero lo complicado, lo anfibológico y por tanto lo criminal, lo extraño, lo delirante es interesante. La inquietud fermentada en el infierno de la contradicción tiene una mágica fuerza de atracción.

El infierno no es sólo ético y religioso, es también estético. Estamos inmersos en el mal y el pecado, pero también en lo feo.
Rosenkraz, Estética de lo feo

miércoles, 8 de junio de 2011

No fun

En qué geometría...

En qué geometría tomentosa habitarás ahora,
tus dedos como rayos qué luz harán temblar.

Deseo de ser polvo estelar II

Conviértete en polvo estelar,
fulgor invisible y sin memoria, jirón
desgarrado, trazo caótico,
geometría del frío y la deriva,
mordisco de dientes de espuma,
y no le temas a los grandes espacios
ni a la soledad que se estremece
en su figura sin contornos,
en la luz que se aleja con un crujido
de estrellas que se rompen,
con la música del azar sonando de fondo,
y la frialdad de lo irrecuperable
latiendo al ritmo de la sangre.

Deseo de ser polvo estelar

Conviértete en polvo estelar:
no le temas a los grandes espacios
ni a la soledad

Consejos prácticos para niños sonámbulos

Si un niño es sonámbulo, no es aconsejable que duerma en una litera. Ni siquiera durante unos días, de vacaciones. Es probable que al levantarse se caiga y se despierte dolorido y en un estado de confusión absoluta. Por otra parte, es una experiencia interesante, de la cual se acordará aunque hayan transcurrido veinte años. El sonambulismo, siempre y cuando no ocasione caídas bruscas, es mucho mejor que las pesadillas, básicamente porque se produce en la fase profunda del sueño y no recuerdas nada. Las pesadillas sí las recuerdas. Puestos a elegir entre trastornos del sueño durante la infancia, me quedo con el sonambulismo. El problema es que se puede perfectamente padecer ambos trastornos del sueño y nadie te da a elegir nada. Lo bueno es que a partir de los ocho años, más o menos, suelen acabarse.

El arte de adherirse a rutinas ritualizadas de forma inflexible

Rutinas sobre el lugar en el que se encuentran tus cosas antes de dormir: el vaso de agua en la mesita, entre dos columnas de libros. Después de leer, dejar el paquete de tabaco, con el mechero encima, en la columna de libros que queda más cerca de la cama, y las gafas justo al lado. En la otra columna, el cenicero. El móvil, siempre en el escritorio.

Rutinas sobre el orden de ejecución de los actos previos a irse a la cama: ir primero al baño de abajo, luego subir a la habitación, encender la luz y dejar el vaso de agua y el tabaco en sus sitios respectivos, dar a continuación la luz del flexo de la mesita, ir ahora al baño de arriba a lavarse los dientes, regresar a la habitación y apagar la luz de la habitación antes de cerrar la puerta.

Rutinas sobre el lugar en el que se encuentran tus cosas cuando vas por la calle: cartera y bonobús en el bolsillo izquierdo de la cazadora, el tabaco y el móvil en el derecho. Las llaves en el bolsillo derecho del pantalón.

martes, 7 de junio de 2011

El Cantar de los cantares

Hay infinidad de interpretaciones delirantes de libros y pasajes de la Biblia, pero el Cantar de los cantares se lleva la palma. En fin, que trata sobre la unión de Cristo y su Iglesia... Vamos, no lo dirán en serio. Ese libro trata sobre lo que trata.

domingo, 5 de junio de 2011

Dogma

A partir de ahora:

-Evitar a toda costa la cursilería.
-Evitar a toda costa los adjetivos innecesarios.
-Evitar a toda costa las metáforas innecesarias.
-Evitar a toda costa los Grandes Signficados Abstractos.
-Odiar a Russian Red (bueno, esto lo he hecho siempre).

jueves, 2 de junio de 2011

Relativismo ontológico, epistemológico, lingüístico... y algún otro, probablemente

-Va a llover esta noche.
-Está lloviendo ahora -dije.
(...)
-Mira el parabrisas -dije. ¿Es eso lluvia o no?
-Me limito a repetir lo que dijeron.
-El hecho de que lo digan por la radio no significa que tengamos que dejar de prestar crédito a la evidencia que nos proporcionan nuestros sentidos.
-¿Nuestros sentidos? Nuestros sentidos se equivocan con mucha mayor frecuencia de la que aciertan. Se ha demostrado en el laboratorio. ¿Acaso no has oído hablar de todos esos teoremas que afirman que nada es lo que parece? El pasado, el presente y el futuro no existen fuera de nuestras mentes. Lo que llamamos leyes de la dinámica no son más que un timo monumental. Hasta el sonido puede engañar a la mente. El hecho de que no oigas un sonido no significa que este no se produzca. Los perros pueden oírlo. Otros animales también. Y estoy seguro de que existen sonidos que ni siquiera los perros consiguen oír. Pero existen en el aire, en las ondas. Quizá nunca se interrumpen. Con una frecuencia alta, alta, alta. Procedente de quién sabe dónde.
-¿Está lloviendo -insisití yo- o no?
-No quisiera tener que responder.
-¿Y si alguien te pusiera una pistola en la sien?
-¿Quién, tú?
-Alguien. Un tipo con gabardina y gafas ahumadas. Te pone una pistola en la sien y pregunta: "¿está lloviendo o no? Lo único que tienes que hacer es decir la verdad, y yo me guardaré la pistola y tomaré el próximo vuelo que salga de aquí".
-¿Qué verdad es la que quiere? ¿La verdad de alguien que viaja a través de otra galaxia casi a la velocidad de la luz? ¿La velocidad de alguien que gira en órbita alrededor de una estrella de neutrones? Quizá si esa gente pudiera contemplarnos por un telescopio nos vería con sesenta centímetros de estatura y estaría lloviendo ayer en lugar de hoy.
-Tiene su pistola apoyada en tu sien. Quiere tu verdad.
-¿De qué sirve mi verdad? Mi verdad no significa nada. ¿Y si ese tipo de la pistola procede de un planeta situado en un sistema solar completamente distinto? A lo mejor él llama jabón a lo que nosotros llamamos lluvia. Llama lluvia a lo que nosotros llamamos manzanas. ¿Qué se supone que debo responder?
-Se llama Frank J. Smalley, y es de St. Louis.
-¿Quiere saber si está lloviendo ahora, en este crítico instante?
-Eso es. Aquí y ahora.
-¿Existe algo que podamos llamar ahora? El ahora viene y se va tan pronto como lo has dicho. ¿Cómo puedo decir que está lloviendo ahora si lo que llamamos ahora se convierte en entonces nada más decirlo?
-Acabas de decir que no existían el pasado, el presente ni el futuro.
-Sólo en nuestros verbos. Ése es el único lugar en el que los encontramos.
-La lluvia es un nombre. ¿Existe lluvia aquí -en este lugar en particular- en cualquier momento que elijas para responder a la pregunta durante los próximos dos minutos?
-Creo que el problema de esta discusión es que intentas hablar de este lugar en particular mientras viajas en un vehículo que, evidentemente, se encuentra en movimiento.
-límitate a responderme, ¿quieres, Heinrich?
-Como mucho, podría aventurar una opinión.
-O está lloviendo o no lo está -dije.
-Exacto. Eso es precisamente lo que intento decir. Sería cuestión de adivinar. Si quieres seis, seis, y si no, media docena.
-Pero puedes ver que está lloviendo
-También ves el Sol desplazándose en el firmamento. Pero, ¿es el Sol el que se desplaza a través del cielo o la Tierra la que gira en torno a él?
-No acepto la analogía.
-Pareces convencido de que eso es lluvia. ¿Cómo sabes que no es ácido sulfúrico desprendido por las fábricas que hay al otro lado del río? ¿Cómo sabes que no es lluvia radiactiva procedente de una guerra desencadenada en China? Quieres una respuesta aquí y ahora. ¿Puedes probar, aquí y ahora, que eso que cae es lluvia? ¿Cómo puedo saber yo que lo que llamas lluvia es lluvia de verdad? ¿Qué es la lluvia, en cualquier caso?
-Eso que cae del cielo y hace que termines lo que llamamos mojado.
-Yo no estoy mojado, ¿Lo estás tú?
- De acuerdo -dije- muy bien.
-No, en serio; ¿estás mojado?
-Fantástico -proseguí-. Una victoria de la incertidumbre, el azar y el caos. Un momento estelar para la ciencia.
-Ponte sarcástico, si quieres.
-Un momento estelar para los sofistas y los quisquillosos.
-Sigue. Muéstrate sarcástico. No me importa.

Don DeLillo, Ruido de fondo.

Proyectos a corto plazo

Escuchar Sister Ray, leer a DeLillo, comprarme un reloj Casio muy retro.

Urgencia de fuego

Algo así como una urgencia de fuego
en las entrañas, en los pájaros, en el horizonte,
un fuego que luego se desmaya
con una sonrisa más bien triste
y que apenas ya si quema.