martes, 31 de enero de 2012

Recuerdo

(De este texto también me quiero librar... Podría borrarlos, pero, en fin, yo creo que un blog puede funcionar como un espacio donde publicar cualquier cosa, ejercicios de estilo, estupideces, lo que sea, lo que constituye, a la vez, la gloria y la miseria del formato de los blogs)

Recuerdo muy bien mi primer año de instituto. Era un estudiante pésimo. Suspendí todas las asignaturas, excepto gimnasia, y básicamente me interesaba el fútbol y nada más. Luego, misteriosamente, dejó de interesarme el fútbol y luego, misteriosamente también, ha vuelto a interesarme el fútbol otra vez, aunque no de esa forma obsesiva y absorbente en que me interesaba cuando todavía iba al colegio y aún durante mi primer año de instituto. Recuerdo muy bien el día en que iba a hacer las pruebas para jugar en la selección de León y, por culpa de una nevada, el autobús llegó tan tarde que, cuando por fin llegamos a hacer las pruebas, las pruebas se habían acabado. Eso ocurrió el último año de colegio. Recuerdo coleccionar cromos de fútbol y recuerdo pasar tardes enteras jugando a fútbol y recuerdo una jugada maravillosa de Redondo, el jugador del Madrid, y recuerdo que la jugada de Redondo me pareció sublime y la cumbre de la elegancia futbolística y recuerdo ver muchos partidos del Madrid esperando que Redondo marcase un gol, pero Redondo no marcaba casi nunca porque, al fin y al cabo, no era un delantero, y recuerdo que mi padre siempre me decía que no pasaba nada porque Redondo no marcase goles, que no era su función, a pesar de lo cual yo siempre deseaba que Redondo marcase goles. Recuerdo ver partidos de fútbol con mi primo, que muchas veces lloraba y se cabreaba y daba patadas a lo que tuviera cerca y recuerdo que mi tío le reñía por dar patadas y cabrearse y llorar. Recuerdo que empecé a jugar en un equipo con siete años. Recuerdo que un año, durante algún tiempo, estuve jugando a la vez en un equipo de fútbol sala y en otro de fútbol, aunque luego me di cuenta de que no se podía jugar en dos equipos a la vez, pero no recuerdo qué año fue exactamente. Con once, con doce, quizá con trece años. Finalmente, ese año jugué a fútbol sala. Recuerdo llegar muy cansado a casa después de entrenar y que me gustaba llegar a casa muy cansado después de entrenar, ducharme y cenar. Me sabía un montón de alineaciones y nombres de árbitros. Compraba la guía Marca. Un amigo mío y yo éramos, probablemente, las dos personas que más sabían de fútbol de todo el colegio. Recuerdo que cuando era el cumpleaños de algún jugador de nuestro equipo, siempre había pasteles. Cuando había llovido y el campo estaba embarrado, nos tirábamos al barro a ver quién resbalaba más. El barro estaba frío y luego la ropa te pesaba y el barro se endurecía y era muy molesto. Recuerdo pasar muchísimo frío antes de empezar a jugar, cuando nos estábamos cambiando, porque en los vestuarios siempre hacía frío, más frío incluso que fuera, y que después de los partidos siempre nos invitaban a tomar un mosto, en algún bar, y siempre había mucha gente y los camareros siempre nos felicitaban si habíamos ganado o bromeaban si habíamos perdido. Recuerdo un partido en que marqué cuatro goles en la primera parte y el árbitro me dijo que no marcase más porque se iba a quedar sin espacio en su libreta para apuntarlos y que ese día fui muy feliz, porque no había nada en el mundo, entonces, que me hiciese tan feliz como marcar goles. Recuerdo que Raúl debutó en el Madrid con Valdano de entrenador, y que siempre comíamos pipas cuando íbamos a ver un partido a algún bar, y que siempre ganábamos cuando en el colegio jugábamos contra el curso superior al nuestro, y que siempre, una vez al año, jugábamos ese partido, que se había convertido en una tradición. Recuerdo que a veces el profesor de gimnasia iba a vernos jugar y que una vez me dijo que no chupara tanto porque los demás también jugaban y que me lo dijo después de que yo hubiese marcado un gol, pero lo dijo en tono de broma y yo me encogí de hombros y me reí. Recuerdo que una vez jugamos un partido amistoso contra un equipo de chicas y nadie habló de fútbol después del partido, no se pronunció ni una sola palabra relacionada remotamente con el fútbol. Cuando, de forma repentina y misteriosa, dejó de interesarme el fútbol y dejé de jugar a fútbol y de estar absorbido y totalmente obsesionado con el fútbol, en el instituto, por alguna razón si cabe más misteriosa aún, alguien, no recuerdo quién, me dijo no sé qué sobre una revista de literatura y que si quería participar, y yo respondí que bueno, pensando que participar significaba escribir algo para la revista, pero participar implicaba reunirse en la cafetería para hablar sobre la revista y, ya puestos, sobre literatura, y recuerdo que había una especie de jefecillo de todo aquello que me pareció un sabihondo relamido y presuntuoso al que, más que la literatura, le gustaba que le gustase la literatura, y que yo me aburrí mortalmente en la primera reunión, a la que de hecho no quise ir desde un principio, y que básicamente no tenía nada que decir porque no sabía de qué hablaba aquella gente y, además, de haberlo sabido, probablemente no me hubiese interesado, aunque juro por dios que no me enteraba de nada, y que al no enterarme de nada me empezaba a angustiar y lo único en que pensaba era en salir de allí, en huir de aquella gente que hablaba y hablaba sin parar, aturdiéndome y obligándome a opinar sobre temas y temas, aquella gente sentía una auténtica y misteriosa pasión por opinar acerca de todo. Por ejemplo, había una chica a la que le sorprendía muchísimo que hubiese leído a Proust, y me preguntaba mi opinión sobre Proust, y mi única opinión sobre Proust era que había que leer a Proust, pero a ella eso no le valía, había que opinar sobre Proust, cosa al parecer más importante que leer a Proust. En fin, un disparate. Así que me entraban ganas de decir que bueno, sí, Proust estaba bien, pero que si habían visto jugar a Redondo, que la jugada de Redondo me había despertado más emociones estéticas que toda aquella palabrería vacua y atosigante y, en mi opinión, si es que querían saber realmente mi opinión, totalmente estéril, no como la maravillosa jugada de Redondo, que finalmente acabó en gol, tras un regate de tacón por la banda y un pase desde la línea de fondo, un gol hermosísimo, un gran poema. Por supuesto, no dije nada, esperé pacientemente a que todo aquel grupúsculo de intelectuales terminasen de decir sus tonterías y me fui a mi casa y no volví a reunirme más. No sé qué pasó con la revista, si es que pasó algo. Recuerdo una chica de mi clase con la que sí me gustaba hablar de literatura, porque, en primer lugar, nunca me forzaba a opinar cuando yo no tenía ninguna opinión, de hecho no me forzaba a hablar, que es algo que odio y, en segundo lugar, escuchaba mis opiniones delirantes, porque a veces sí que tenía opiniones y solían ser bastante delirantes. Recuerdo que en una excursión nos emborrachamos muchísimo, una de aquellas borracheras que solo se cogen cuando uno tiene dieciséis años y piensa que el hombre es un dios cuando sueña y un mendigo cuando reflexiona, y lo piensa en serio y de manera más o menos inconsciente. Yo era, como digo, un estudiante pésimo, pero finalmente conseguí recuperar casi todas las asignaturas y pasar de curso. Lengua no la aprobé. De hecho, creo que sigo siendo incapaz de hacer un análisis sintáctico. Por lo que a mí respecta, la sintaxis tiene más que ver con la música y con bailar al son de esa música que con descuartizar cadáveres. La mejor nota que saqué en el instituto fue en Ética. Un diez. También saqué un diez en matemáticas, en el último año de instituto, cuando cursaba el nocturno, después de haber repetido por segunda vez segundo de  bachillerato, pero ese diez fue un espejismo, porque en selectividad saqué un cero y medio, lo que no deja en muy buen lugar el nivel de las clases nocturnas de aquella época, así que no cuenta. Recuerdo a mis compañeros de clase del nocturno, todos eran mayores y ninguno pensaba ir a la universidad. Un aire secreto de desolación inundaba aquellas clases, una apatía y una resignación que quizá fueran efecto del invierno y de la falta de luz. Había una chica a la que le gustaba Nirvana y que era la única no espantosamente mayor para seguir todavía en el instituto. Creo que era un año más pequeña que yo. Era rubia y le gustaba Nirvana, pero no recuerdo su nombre. Mis amigos estaban ya en el segundo año de universidad y yo aún seguía en el instituto, con tres asignaturas. No me importaba mucho. Tenía todas las mañanas libres y todas las tardes iba al videoclub a alquilar películas. Por alguna razón, como siempre misteriosa, me dio por ver películas de serie b, películas sobre mujeres pantera, hombres lobo, las películas de Roger Corman sobre cuentos de Edgar Allan Poe, The Rocky Horror Picture Show, y así. Califico como misteriosas a las razones porque, en el fondo, pienso que todo sucede porque sí, aunque luego sea muy fácil inventarse razones. Pienso en el azar y en la necesidad, no como términos de una oposición, sino, lo que es muy diferente, como términos correlativos, pensamiento que, sin embargo, no me impide imaginar posibilidades alternativas que se perdieron irremediablemente. Por supuesto, pienso que esas posibilidades son meras ficciones creadas a posteriori y totalmente inútiles, no que se hayan realizado en universos paralelos, pero digo que lo pienso y, lamentablemente, una cosa es pensar y otra es imaginar. Los ideales de la razón y los ideales de la imaginación no siempre concuerdan, y en ocasiones incluso pueden diferir de forma desgarradora. Es posible, a la vez, pensar que nada podría haber ocurrido de otra forma y desear que hubiese ocurrido de otra forma. El ser humano es un animal muy raro, y eso es casi todo lo que se puede decir al respecto de esta especie. Recuerdo también que, después de que se me hubiese pasado la fiebre por el fútbol, fue la época en la que empezamos a salir de fiesta, cuando teníamos dieciséis o diecisiete años, más o menos, y que la segunda o la tercera vez que yo salía de fiesta un tipo me lanzó una botella de coca-cola vacía, que por suerte no me dio, y luego me dijo algo así como que si volvía a hablar con su novia me iba a dar una paliza, aunque había sido ella la que había venido a hablar conmigo y yo no sabía que tuviera novio. La chica calmó a su novio y me pidió perdón y yo pensé que todo aquel numerito había sido un fastidio y un engorro y que, si salir de fiesta consistía en eso, prefería jugar a fútbol o quedarme en mi casa viendo películas sobre mujeres que se convertían en panteras. A la chica volví a verla muchas veces y siempre, por suerte, sin su novio. La chica era rubia y no recuerdo su nombre. Fue Raúl quien marcó el gol que culminó la jugada de Redondo. Recuerdo que Redondo llevaba el pelo largo y que yo quería llevar el pelo largo como Redondo, porque realmente me encantaba la manera de moverse y de jugar al fútbol de Redondo, aunque casi nunca marcase goles. Recuerdo que casi lloro de emoción después de ver la jugada, Redondo da una taconazo y se deshace de su rival y el balón está a punto de salirse por la línea de fondo, pero Redondo llega, levanta la cabeza, con calma, con elegancia, con belleza, y ve la llegada de Raúl, pone el balón justo donde hay que ponerlo, con suavidad, con maestría, y Raúl llega desde atrás y remata a puerta vacía. Sublime. Un gran poema. Cuando iba al colegio, pasaba muchas horas, literalmente, imaginando jugadas, por eso digo que mi interés por el fútbol era obsesivo y absorbente, porque verdaderamente me absorbía y me obsesionaba y perdía horas y horas imaginando regates y pases y goles. Ahora pienso que Messi es el mayor genio de la historia de la humanidad y un prodigio y que, junto con Xavi e Iniesta, forman el misterio de dios, uno y trino, y que el gol de Iniesta en la final del mundial del 2010 es el acontecimiento más emocionante de la década y estoy a punto de llorar cada vez que lo veo, pero, créanme, no estoy tan obsesionado como antes con el fútbol. Cuando, después de ganar la liga, jugamos el provincial, nos eliminaron en el primer partido. Yo marqué un gol. El único, solitario e inútil gol de mi equipo. Ellos marcaron siete. Aquello fue, por supuesto, y sin exagerar, una catástrofe y una tragedia. Nunca me había sentido tan impotente. Sísifo levantando su roca una y otra vez seguramente lo tuvo más fácil que nosotros durante aquel partido. Recuerdo que nos dimos la mano con los rivales y que luego, en el vestuario, nos duchamos en silencio, y que un compañero de mi equipo que no jugaba nunca me dijo algo así como que qué me había pasado y yo le contesté algo así como que que hubiese jugado él, gilipollas, a ver qué hubiese hecho. Dicho así, parece que yo le contesté de malos modos, pero tendrían que haber escuchado el tono en que lo dijo. Si lo hubiesen escuchado, me darían la razón: era un gilipollas. Aquel equipo ganó el provincial. Al menos, nos consolamos pensando que nos habían eliminado los mejores. Recuerdo que durante la primera reunión de los intelectuales del instituto que planeaban su revista y en la que me aburrí y me pregunté qué estaba haciendo allí y no encontré respuesta me tomé un café y después, antes de coger el autobús, compré un cigarro suelto en el quiosco de al lado de la parada. Creo que esperando el autobús me entretuve en escribir mentalmente un poema sobre el frío, porque era invierno y hacía frío, y el autobús tardaba mucho en llegar. Creo que he perdido miles de horas a lo largo de mi vida esperando autobuses. Y he pasado mucho frío esperando autobuses. Y, por alguna razón misteriosa, ha habido veces en que me ha gustado esperar pasando frío y no lo he considerado una pérdida de tiempo, sino una oportunidad para contemplar y pensar. Otras veces no, otras veces es simplemente una putada. No recuerdo cuándo aprendí a leer. Nadie lo recuerda, que yo sepa. Recuerdo que el cuento de Caperucita Roja me daba miedo, aunque tal vez no lo recuerdo. Me han contado que me daba miedo. ¿Lo recuerdo o no lo recuerdo? Dicho de otro modo, las razones de todo cuanto sucede son misteriosas porque la voz de la razón es un postefecto causal del entrenamiento recibido. Y el suceder mismo es, si cabe, aún más misterioso. Es como aquello de que el fundamento de lo que es es, él mismo, sin fundamento. ¿Lo recuerdo o no lo recuerdo? Más tarde sí que me lo pasé bien saliendo de fiesta y emborrachándome. O como aquello de que los místico no es qué sea el mundo, sino que sea. No creo que esto tenga solución. Al final voy a tener que darle la razón a Wittgenstein, lo único que podemos hacer es callar. Recuerdo los pasillos del instituto, las clases, el patio, a bastantes profesores, a bastantes compañeros de clase, y que me piraba muchas clases para jugar al futbolín, ir a la biblioteca o a tomar café. Recuerdo cómo era la biblioteca antes de que la reformasen, los pasillos eran más estrechos, las estanterías eran más viejas, de madera, los libros sobre cine o música estaban situados al fondo, donde prácticamente no había nadie, nunca. Recuerdo quedarme leyendo junto a las ventana y que cuando me cansaba de leer simplemente miraba por la ventana a la gente pasar y a los árboles susurrar mientras el tiempo pasaba. Siempre he pensado que los árboles hablan en un lenguaje secreto. Siempre. Que hablan con el viento. He dedicado muchas horas a escucharles. Recuerdo un día, cuando ya estaba en la universidad, puede que fuera el primer año, en que me pasé una mañana entera, sin ir a clase, escribiendo, y que estaba muy contento escribiendo y sin ir a clase, y al día siguiente releí lo escrito y me pareció una mierda, pero también me pareció lo de menos. Por alguna misteriosa razón, en aquel momento lo decisivo me pareció el simple hecho de poder escribir, no escribir bien, o escribir de puta madre, aunque poder escribir de puta madre sería la hostia, desde luego, sino el simple hecho de poder escribir, de disponer de la escritura, como si fuera un tesoro invulnerable, inalienable, inexpugnable, algo con lo que, en cualquier circunstancia, pasara lo que pasara, podías contar. Con todo lo demás no podías contar. Todo lo demás podía, en cualquier momento, cambiar y desaparecer, porque, de hecho, todo cambia y todo pasa, pero la simple potencia de la escritura, pensaba yo, no, eso es diferente.

Orden en la sala

(El siguiente texto es un desastre manifiesto, parasitario, ademas, de Agape se paga, de Gaddis, pero como no tengo la fuerza de voluntad necesaria para arreglar este monumental desaguisado, ni, por otra parte, quiero borrarlo, lo pongo, finalmente, aquí, para librarme de una vez por todas de el y olvidarlo cuanto antes.)

Vamos a ver... sí, lo primero es ordenar el escritorio todo este caos este cúmulo de papeles, libros, una gafas, vasos ceniceros un reloj una pulsera un teléfono móvil, la entropía galopante, siempre es más fácil desordenar algo que volver a ordenarlo, también pasa con la información, mira ahora quieren que no se edite no se clasifique no se ordene nada solo caos, puro caos, ya ves, sí, están locos estos romanos, ¿eso lo dicen en La vida de Brian?, quieren, no saben lo que quieren, y yo no hablo no soy yo quien habla así quizá mi doppelgänger, mi doble fantasmagórico o gemelo malvado como el de Bart Simpson mi otro yo malvado como los de South Park, mi, todo un devenir pop del doble habría que estudiarlo a fondo, digo doppelgänger lo leí ayer quizá otro día ayer leyendo a Gaddis, significa el doble, en alemán, o algo así, se me figuraba en sueños tener aún el libro de Gaddis entre las manos no era verdad entonces yo dormía sobre una pendiente sintáctica me deslizaba y mientras caía saludaba a Beckett saludaba a Bernhard estaban todo muy alegres y muy tristes a la vez saludaba a Gaddis también caía haciendo reverencias tendría, sí, que ordenar el escritorio, primero tendría que ordenar el escritorio luego ordenar mi mente, trazar una geometría clara inteligible cristalina, serenidad solar, sí, ¿qué diría Spinoza? Spinoza, única luz del mundo. Pero ellos quieren la ambigüedad, dicen que todo es demasiado complejo, eso dicen ellos, ¿Quién son ellos? Es algo que habrá que averiguar más tarde, ellos resignados dicen no podemos hacer nada si todo se derrumba... Caos flujos caos me duele la cabeza ya no se pensar. Bueno no hay nada que hacer, o volver a lo de antes a contar historia para la gente, ¿para quien si no? Pero eso no es de lo que va esto, no es de eso de lo que quiero hablar, con ellos me refería a difusos entes malvados, total sin referente real, total no me refería a nada mejor olvídenlo. Y Joyce contestó que no es que su libro tratase acerca de algo, es que es algo, señora. El ser es información, dijo alguien, ser es ser el valor de una variable, dijo Quine, pero no tengo ni idea de qué significa, es solo una frase que tengo en la cabeza, pero es una buena frase para una camiseta, de hecho hay una camiseta con esa frase, pero si la información no se clasifica no sirve de nada es puro ruido nada más que ruido mi doble malvado mi doppelgänger sin sombra dice que todos los apóstoles de la cultura literaria libre no saben lo que dicen, no lo digo yo, dice sin la función de autoridad solo quedará un marasmo una yuxtaposición los libros se descargarán sobre las cabezas les golpearán las cabezas no podrán leerlos solo les golpearán las cabezas ya no significarán nada, pero no, ¿me he vuelto reaccionario? Mi doppelgänger malvado dice si no se paga por trabajar lo que hay es pura explotación, plusvalía a mansalva, ¿para quién va? Tendrías que haberme visto leer a Marx, ¿esta frase la dice Lee Harvey Oswald en Libra de Don DeLillo? Mi doppelgänger malvado dice que espera con ansia el triunfal regreso del marxismo que, como el padre de Hamlet, no ha dejado de recorrer Europa, eso dice no lo digo yo. Libros cayendo sobre las cabezas, mientras dormía caían libros desmaterializados sobre mi cabeza en sueños no se puede leer las frases no tenían sentido ¿me había dormido o no? Plutarco no hacía otra cosa que leer, dicen, leía mientras comía y leía mientras montaba a caballo, el amigo de Bolaño leía mientras se duchaba y le devolvía los libros mojados y lo que hacía era leer y ya está, y leer y leer y ya está quizá sea, en el fondo, pereza, Hegel vino a decir, y ningún buen marxista puede hablar mal de Hegel, aunque, ¿es eso cierto? que si uno solo estudia es un niñato de mierda, no exactamente con esas palabras, también dijo el amigo de Bolaño algo sobre vivir siempre en el delirio, algo definitivamente poco hegeliano, ¿cómo se llamaba el amigo de Bolaño? Amberes es un gran libro más libre más salvaje más furioso puro nervio sí, sin duda ahí fuera hay serenidad solar todo está tranquilo, y yo solo aspiro a la serenidad a la claridad, coge aire, respira, luego sigue dando vueltas alrededor del centro vacío sigue acechándolo persíguelo que no se te escape, estamos a punto ya de llegar a algún lugar hemos caminados mucho sí. ¿O no? Seguramente, en realidad, aún no hemos empezado siquiera a caminar, porque no hemos avanzado nada, aún no. Llamemos Guillermo a mi doppelgänger, Guillermo no tiene cuerpo es una voz es solo palabras palabras palabras como un espectro dice ergo no tengo sombra, dice que la sintaxis interconectiva críptica es una cosa muy esnob y que en el fondo ni siquiera significa nada y que me estoy volviendo loco de remate completamente loco pero le respondo eres tú, tú eres el loco, le digo que en un mundo donde todos están tan rematadamente locos estar cuerdo es otra forma más de locura, lo leí ayer, ¿lo dijo Tolstoi?, ¿dijo Gaddis que lo dijo Tolstoi?, las palabras palabras palabras se me enredaron en el sueño mi sueño era libros golpeando cabezas era una enredadera que crecía sobre las ruinas, estaba feliz ayer en mi sueño, saludaba a Beckett saludaba a Bernhard etcétera muy feliz ayer en mi sueño cabalgando sobre las ruinas pero hoy tengo que ordenar mi escritorio, luchar contra el caos, ese monstruo mitológico, luchar y luchar sin desmayo hasta doblegarlo y que mi mente sea geométrica cartesiana clara y distinta, limpia y brillante pero Guillermo se ríe, algún día seré claro y cristalino y demencialmente sistemático pero Guillermo se ríe Guillermo es una sonrisa sin Guillermo, se ríe de mí dice qué paradoja expresar tus anhelos de claridad así de forma tan confusa, digo mira chico ayer mientras dormía o no dormía en sueños tu voz espectral me sobresaltó dijo que intentara reflejar el alocado punto de génesis del pensamiento antes de que este fuese ordenado por el lenguaje en secuencias lógicas discursivas antes de la racionalización conceptualización y que sería divertido y que si no se comprende ni yo comprendo bien del todo es porque el todo no se puede comprender no pasa nada y que si es aburrido no es culpa mía no puedo hacer nada para remediarlo el momento demencial antes de las inferencias las deducciones los argumentos, el punto de ebullición de la génesis antes de la cristalización y... Guillermo se apagó del todo, se fue del todo me dejó solo, ni la sonrisa quedó ni una huella ni un rastro no quedó nada suena todo el rato Sister Ray y hay humo y entonces seguí hablando solo y le dije de todas formas el lenguaje se impone al final por mucho que, hay sentido, hay orden secuencias lógicas por mucho que, como si pones lanzas envías cartas bomba en a la sintaxis la sintaxis se restablece no hay manera de acabar con ella, no puedes cargarte los sujetos y los verbos, por ejemplo, Guillermo ríe, por ejemplo, aunque ni exista Guillermo ni se ría, eso no importa. Antes mucho antes ahí fuera había árboles unos árboles que cortaron para arreglar las aceras unos árboles que veía desde mi habitación a eso lo llaman progreso, a cortar árboles y ahora dudo de si fumar otro cigarro o no, dadá duda de todo, mejor sería no pero va a ser sí y el escritorio se queda de momento como está, imposible estudiar en él, lo mejor sería que me cambiase de habitación en otra habitación hay otro escritorio que no ha sido conquistado todavía por las fuerzas del caos allí encontraré serenidad, sí, eso es lo que voy a hacer pero no antes de fumar mi cigarro abrir mi ventana. Hace fresco mirad las nubes el azul no hay viento, Guillermo mi doppelgänger dice que no es exactamente (ha vuelto) que los apologistas de la cultura literaria libre sean... Pero que los traductores tienen que comer los escritores tienen que comer todo el mundo tiene que comer y que si no come la gente se pone metafísica, eso dice y también que muchos que van de comunistas se comportan como anarcocapitalistas pero si le pregunto no me responde claramente se enfurruña se vuelve críptico profetiza catástrofes dice ver muy claramente un horizonte desalentador dice ver a los mejores cerebros de su generación consumidos por el tedio rezando por su dosis diaria de entretenimiento dice que es una situación lamentable toda esa chusma esperando que se le de entretenimiento dice insiste se le ve obsesionado que ha visto a los mejores cerebros de su generación comportarse de forma pueril dice es insólito la chusma no les llames chusma esperando sus dosis de entretenimiento, dice que su cabeza abollada por los libros que caen continuamente no sabe pensar ya y vuelve a desaparecer y no deja ninguna sonrisa tampoco esta vez deja ninguna sonrisa y la Ética de Spinoza empieza por la definición de la causa de sí que es aquello cuya esencia implica la existencia luego me ordena ordenar mi escritorio de una vez vuelve otra vez a Hegel vuelve a decir que una voluntad que no se determina no es real vuelve a decir que no basta con decirlo, precisamente ese es el asunto, el tema, que no basta con decirlo, ese es el único asunto, V de Voluntad, mientras ahí fuera el sol brilla y ese es también el asunto, todo el asunto de la geometría y la claridad y el orden y Spinoza y todo el asunto es que no basta con decirlo, que decirlo da igual, en el fondo da igual, que todas las especulaciones son falsas si no se corresponden con afirmaciones prácticas, que en el fondo, y siempre ha sido así, el valor de la filosofía de todas esas locuras es únicamente práctico, exclusivamente práctico, eminentemente práctico, por eso quien solo ve especulaciones metafísicas no está viendo nada, no está en absoluto comprendiendo nada de Spinoza, nada de nada aunque escriba diez tesis doctorales sobre las relaciones entre la sustancia y los atributos y los modos, nada de nada hay que vivirlo o no vivirlo y esa es la cuestión, toda la cuestión, el fondo y la superficie de la cuestión, la cuestión entera y completa creo que ahora estamos llegando a la cuestión, por fin estamos llegando, pero no, creo nos hemos perdido otra vez, y lo que hice ayer por la noche fue construir una cinta de Moebius y efectivamente solo tiene una cara no tiene sentido distinguir interior y exterior en una cinta de Moebius eso quiere decir algo, ni interior ni exterior una sola superficie y lo que hice ayer por la noche fue leer un poco de Alicia en el país de las maravillas posiblemente el mejor libro que se haya escrito nunca, un libro cuya enseñanza primordial es caer haciendo reverencias, la cinta de Moebius y caer haciendo reverencias, puedes recorrer la aparente cara exterior de la cinta con un dedo y sin darte cuenta has llegado a la cara interior no hay dos caras eso quiere decir algo o no pero ya hace años habia construido una cinta de Moebius y la tuve en mi habitacion mucho tiempo luego no se que fue de ella. Pero este no es el tema.

Habitantes del entre

Hay metafísica, en su vertiente crítica, porque el ser está a una distancia inmensa de sí mismo. Haría falta ser Dios, esencia sin accidentes, Idea sin cuerpo, para poder recorrer esa distancia. Hay metafísica, en su vertiente metódica, porque el lenguaje y el pensamiento habitan esa distancia y aspiran a reducirla. Haría falta ser un diablo, accidente sin esencia, cuerpo sin Idea, para no emprender el camino. La metafísica distingue al filósofo del resto de los mortales en esto: él comprende y vive su fracaso, está seguro y –hasta cierto punto– feliz de fracasar, pues aunque la pregunta metafísica sobre el ser carezca de respuesta, no puede dejar de ser planteada, y aunque el problema metafísico de la escisión no pueda ser resuelto, el discurso filosófico, el diálogo acerca de la verdad del ser, es ahora el rito que actualiza, en cada una de sus escenificaciones, el mito del ser indiviso.
Jose Luis Pardo, La metafísica: preguntas sin respuesta y problemas sin solución

viernes, 27 de enero de 2012

I would prefer not to

Bartleby no es una metáfora del escritor, ni el símbolo de nada. Se trata de un texto de una violenta comicidad, y lo cómico siempre es literal. Se asemeja a las narraciones de Kleist, de Dostoievski, de Kafka o de Beckett, con las cuales forma una subterránea y brillante secuencia. No quiere decir más de lo que literalmente dice. Y lo que dice y repite es preferiría no hacerlo, I would prefer not to.
Gilles Deleuze

sábado, 21 de enero de 2012

jueves, 19 de enero de 2012

Nuevas anotaciones dispersas

Serendipias. La ironía del azar. Atención que vienen síntesis conectivas múltiples y vertiginosas.

La correspondencia entre T.S. Eliot y Groucho Marx:
iniciada por Eliot.
Leído ahora en Punto de fuga. Leído después de que escribiese el post anterior.


Hoy, en Saber y Ganar, un programa presentado por Jordi Hurtado, también se ha hablado de la correspondencia entre T.S. Eliot y Groucho Marx. En el duelo.

Vi Saber y Ganar antes de escribir lo de Eliot y Groucho. La pausa para comer que se menciona en el post es totalmente verídica. Lo llamo escritura en tiempo real. No es muy original.

La ironía del azar es una frase que se dijo también en Saber y Ganar. Después de que a la concursante que no consiguió superar el reto le quedase una palabra que empezaba por Mar-, iniciales que coincidían con su apellido.

La expresión 'síntesis conectivas' pertenece a la canción Miedo a la muerte estilo imperio, de Astrud. La canción parodia la Lógica del sentido, de Gilles Deleuze.

El cantante de Astrud es profesor de Filosofía (creo). Juanjo, la voz de Saber y Ganar, fue profesor de Filosofía antes de ser la voz de Saber y Ganar

Hobbes. Descartes. Pascal. Spinoza. Locke. Leibniz. Hume. Kant. Schopenhauer. Kierkegaard. Nietzsche. Satayana. Wittgenstein.
Ninguno se casó.
Escribió Markson en la pagina 54 de Punto de fuga.

En Niebla, creo que era en Niebla, el protagonista le dice a Unamuno, creo que era a Unamuno, que se introduce como personaje en su propia novela (o nivola): ¡no me hables de filósofos solteros!

Anotaciones dispersas

Iba a escribir una entrada titulada el canonizador canonizado, sobre Harold Bloom. Luego caí en la cuenta de que no he leído a Harold Bloom. Sin embargo, creo que la expresión el canonizador canonizado resume a la perfección el fenómeno Harold Bloom. Y me hace gracia.

Los chistes malos. ¿Por qué nos hacen gracia?
Por el contexto social de recepción, diría el segundo Wittgenstein.
Porque no son una figura lógica del pensamiento, sino una memez, respondería el primero.
Son metadiscursivos, nos reímos de lo malos que son, diría, por ejemplo, Quine.
Esa risa deja traslucir una mal disimulada concepción acerca de la superioridad de clase, diría Bordieu.

El chiste del perro llamado mistetas. Derrida y Freud tendrían mucho que decir al respeto. Deslizamientos semánticos y pulsiones que demandan satisfacción.

Fuera del perro, un libro es probablemente el mejor amigo del hombre, y dentro del perro probablemente está demasiado oscuro para leer. Dijo Groucho Marx.

Hay un grupo de fans en Facebook del chiste del perro llamado mistetas.

Cosas que odio: la palabra friqui. A todas las personas que presumen de ser friquis. A los friquis. Existe una relación inversa entre la extensión de un concepto y su significado. El significado de friqui tiende a cero.

Bergson escribió un libro titulado La risa. Bergson recibió el premio Nobel de literatura en 1927. Lo compré por dos euros en la feria del libro viejo y de ocasión. Un precio de risa, tratándose de un premio nobel.

Prefiero leer libros en papel que en el Kindle. Es así. No porque me guste oler el papel, sino porque sí. Mi profesor de Estética me estaría dando collejas hasta cansarse por seguir apegado al papel de forma tan reaccionaria, pero el caso es que prefiero leer libros en papel y ya está.

La ediciones de los libros de Platón para el Kindle son gratuitas y menos mal, porque son todas una puta mierda.

Aún no he terminado de leer el ensayo de Bergson sobre la risa. El ensayo no es nada gracioso, pero es que un libro sobre la risa no tiene por qué hacerte reír. Un ensayo sobre poesía tampoco tiene por qué ser poético.

La poesía, bruma que tiñe el ser, vendaval huidizo. Esta proposición no dice nada acerca de la poesía, es poesía. Aunque muy mala.

No me gustan los perros. A David Foster Wallace sí le gustaban.

Cosas que amo: las anotaciones dispersas, la información irrelevante, como que a David Foster Wallace le gustaban los perros. Imitar descaradamente a David Markson. A mi manera, como diría Frank Sinatra.

La importancia de llamarse Jonathan para ser escritor: Jonathan Lethem, Jonathan Safran Foer, Jonathan Franzen.

La importancia de llamarse Ernesto es un libro de Oscar Wilde. Pero es más importante llamarse Jonathan, o David.

A Jonathan Safran Foer no le gusta comer carne. A mí sí. Me gusta la sadurilla, por ejemplo, pero no sé lo que es, y será mejor que no me digan lo que es. La ignorancia es la felicidad.

La ignorancia es la felicidad es una frase que dicen en Matrix. Lo que más me gusta de Matrix es la conversación con El Arquitecto y la pelea final estilo Dragon Ball.

David Markson murió en 2010. Nació en 1927. Según El País, él mismo bromeaba sobre su condición de 'autor que debe su fama a que es desconocido'. Su novela La amante de Wittgenstein  fue rechazada por 54 editoriales antes de ser publicada.

He decidido que no me gustan las comillas dobles, por eso no las pongo, salvo en caso de que sea necesario. Por ejemplo: ''palabra' es una palabra de siete letras' dijo el profesor.

La amante de Wittgenestein está descatalogada, así que lo mejor será leer El sobrino de Wittgenstein, de Bernhard.

No sé por qué tengo esta fijación con las novelas en las que se usa el nombre de Wittgenstein en el título si a mí ni siquiera me gusta Wittgenstein. Hace años me compré un libro de Philip Kerr, Una investigación filosófica, porque en la portada aparecía una foto de Wittgenstein. Libro que he perdido, por cierto.

William Gaddis pensaba que los escritores deben ser leídos y no vistos. Yo también. La editorial Sexto Piso dice que va a publicar todos los libros de Gaddis. Gaddis murió en 1998. Un aplauso para Sexto Piso. Toda esta información proviene de la solapa de Ágape se paga.

Podría pensarse que este post es pedante. A mí simplemente me parece frívolo y me divierte escribirlo. Además que, por ejemplo, conocer a Wittgenstein no tiene ningún maldito mérito si uno ha cometido la irresponsabilidad de licenciarse en Filosofía. Es que te obligan a estudiarlo. El profesor de Filosofía del lenguaje te da collejas y patadas si ni siquiera eres capaz de decir que el significado depende del uso. Bueno, no te da collejas y patadas, pero debería.

El significado depende del uso, y el uso depende de normas, así que no venga nadie diciendo que 'entonces yo puedo usar las palabras con el significado que a mí me de la gana'. No, no puedes. Y no se trata de una prohibición moral, es que no puedes, literalmente. Reto a cualquiera a que lo intente. No podrá.

Voy a seguir un rato así hasta que me canse. Pueden dejar de leer cuando quieran. Ahora voy a comer y luego vuelvo.

Los poemas vienen cuando les da la gana. Hace mucho que no escribo poemas porque, como digo, vienen cuando les da la gana a ellos, y hace mucho que no les da. Creo más en la idea de Platón de la inspiración divina que en el trabajo. Sé que es una teoría desfasada, pero no me importa. Probablemente incluso sea incorrecta. Tampoco me importa.

T.S Eliot ganó el premio nobel de literatura en 1948. Le pidió a Groucho Marx una foto dedicada. Todavía no he leído a T.S Eliot, uno de los poetas preferido de Eugenio Trías. Prefiero una página de Trías a las obras completas de Savater.

Miguel Candel Sanmartin comenta en una nota a pie de página de su libro Metafísica de cercanías que la Ética de Aristóteles se llama Ética nicomáquea porque Nicómaco fue su editor y dice que espera que Ética para Amador sea debidamente rebautizada como Ética amadórea. 

En El rey pálido un personaje es un médium de datos.

Creo que Eugenio Trías escribió un libro que se titulaba Dispersión o que, al menos, trataba sobre la dispersión o era en sí mismo disperso. Creo que leí ese libro.

Todavía no he leído el Ulises, de Joyce. Algún día habrá que ponerse a ello.

Nunca he entendido la frase de Wittgenstein (sí, vuelvo a hablar de Wittgenstein) tan famosa: de lo que no se puede hablar, mejor es callarse. Ni mejor ni peor, si no se puede no se puede y ya está. Además, el hecho de que el Tractatus sea un libro sin sentido, según el propio Tractatus, ¿qué? ¿Se soluciona con eso de que hay que tirar la escalera después de subir? No lo veo claro. Si, de hecho, Wittgenstein no se calla y habla de lo que no se puede hablar, que luego no me venga con rollos de escaleras que se tiran después de subir por ellas.

Dice Rodrigo Fresán en el prólogo de Ágape se paga: y eso es lo que en realidad este pequeño inmenso libro: un tractat postrero y una última voluntad y un deseo final de que, al menos, intentemos comprender lo incomprensible. Y después veremos qué hacer al respecto.

Estoy pensando que si eso, o algo parecido, es lo que quería decir Wittgenstein con la dichosa escalera, entonces estoy de acuerdo con él. ¡Viva Wittgenstein! Intentemos comprender lo incomprensible, hablemos de lo que no se puede hablar.

Jonathan Lethem dijo sobre Gaddis, relacionándolo con el cine de Stanley Kubrick: tal vez encontremos otro manuscrito suyo enterrado en la luna. Del prólogo de Fresán. Estoy leyendo el prólogo mientras escribo esto.

Me gustan la expresión 'sintaxis descoyuntada' y la sintaxis descoyuntada en sí y los monólogos delirantes y no me importan los anacolutos de hecho ni siquiera sé qué son tú cuida de la música que el sentido se cuida solo este post por fin se acaba aquí.

miércoles, 18 de enero de 2012

Algo no tedioso sino narrativo

Me pongo a leer una novela supuestamente no tediosa, sino narrativa

(el supuesto implícito de este dictum es que lo no narrativo es tedioso, o incluso algo peor, a saber: formalista, elitista, esnob, filosófico, poético, vanguardista, experimental, poco recomendable, perverso, delirante, inconexo, fragmentario, reflexivo, serio, poco o nada entretenido, epatante, potencialmente despectivo para con el lector, una cosa de esas en las que se cita a Foucault, etc. Como habrán advertido, este texto va a ser farragoso, digresivo, reflexivo y un desastre narrativo total aunque, de momento, no tengo pensado citar a Foucault)

y la verdad es que me aburro, me aburro mucho, 

(los personajes, pálidos y desdibujados, no ofrecen la prometida profundidad psicológica que el autor reivindica en la promoción de la novela, son estereotipos vacíos, se repiten expresiones como 'entretanto' cada poco, y no hay drama, ni complejidad, solo una trama tópica y muertes que a nadie le importan. Uno ni siquiera desea la muerte de los personajes, sino del narrador, ese ente omnisciente que todo lo ve, todo lo sabe)

pero sigo leyendo igualmente, con desgana, deseando llegar al final

(suelo abandonar muchos libros, incluso buenos libros, que luego retomo, pero ahora, sin motivo, siento la obligación de terminar de una vez la novela supuestamente divertida, que nunca volveré a leer, y ponerme otra vez con auténticos hijos de puta elitistas sin ningún respeto por el lector, porque la verdad es que me divierten mucho más, o con algo definitivamente tan poco narrativo como El libro del desasosiego, de Pessoa)

no para saber el final, porque la novela con vocación de best-seller ni siquiera crea suspense, sino, sencillamente, para acabar; y la novela es muy larga, demasiado larga para lo poco que ofrece y

(ahora me surgen muchos interrogantes, muchas dudas, no respecto a la novela, que no me plantea absolutamente nada, sino respecto al hecho de juzgar una novela, sobre mi derecho, o el de cualquiera, a juzgar, sobre los criterios para juzgar, sobre mi animadversión hacia el hecho mismo de juzgar. Deleuze (no se cita a Foucault todavía, queridos lectores, como veis) recomendaba no juzgar nunca, sino experimentar. Decía que había dos maneras de leer un libro: una, pervertida, que va a la caza del significado, y otra manera, intensiva, gozosa, que busca experimentar y considera a los libros como maquinas asignificantes cuyo problema es si funciona, y cómo funciona para ti. La primera forma es reduccionista, la segunda aperturista. Esta novela, desde luego, no funciona para mí. Otra cuestión es que ni siquiera he dicho de qué novela se trata. Tal vez por cobardía, o tal vez no. No tiene mucho sentido leer este texto, probablemente, si no digo el titulo de la novela, pero esto no es una crítica literaria. Lo que hace este texto es generalizar salvajemente a partir de un solo caso (vicio propio de filósofos, se les tendría que caer la cara de vergüenza) que ustedes ni siquiera conocen (lo que no importa para el propósito del texto) y plantear una dicotomía mucho más amplia entre literatura supuestamente tediosa que sí volveríamos a leer y literatura supuestamente divertida que no volveríamos a leer)

ahora que estoy llegando al final siento una gran liberación interior, casi hasta me cae simpático el escritor y

(otra cuestión muy frívola es que durante la lectura de la novela, por culpa del aburrimiento que me provocaba, en algunos momentos no paraba de pensar en el peinado tan horrible que luce el escritor, lo que me lleva a pensar que los escritores no tendrían que hacerse fotos y, de paso, a pensar en que tengo que cortarme el pelo y comprarme ropa, porque a mí no me va nada el rollo del torpe aliño indumentario y necesito una cazadora nueva, jerséis, quizá alguna camisa y, por supuesto, zapatillas; yo siempre necesito más zapatillas)

me arrepiento un poco de haberle juzgado, sobre todo teniendo en cuenta que yo ni siquiera he escrito una novela y que escribir bien es difícil, muy difícil, y que

(escribir como DFW roza lo imposible)

bueno, al fin y al cabo, vale, no pasa nada porque haya novelas formalmente conservadoras y sin pretensiones que busquen entretener al lector, aunque a mí esta no me haya entretenido nada, 

(ustedes ni siquiera tienen constancia documental de esta novela obstinadamente innominada, por lo que muy bien este texto podría tratarse de un fraude y que la novela comentada ni siquiera existiese, habiéndome tomado yo la libertad de imaginar un best-seller para decir que es muy aburrido y especular sobre las consecuencias inintencionales de un supuesto autor que pretendiese escribir una novela fácil y accesible que resultase, sin embargo, tediosa)

pero que me entretenga o no depende no solo del autor, también depende del lector,

(la pregunta crucial, en definitiva, es por qué me pongo a leer una novela de la que de antemano sospecho que no me va a interesar nada y encima insisto en fustigarme imponiéndome la obligación de acabarla de una vez, pregunta que se queda sin respuesta, como tantas otras cosas)

en este caso, yo, que desde el principio

(obviamente, el sentido no existe independientemente del acto de la lectura, no flota por ahí como una gran nube algodonosa esperando a ser descifrada, el acto de la lectura sería como un rayo de sol que atraviesa la nube e ilumina una franja, aunque no deja de ser cierto que hay nubes susceptibles de ser iluminadas con diferentes grados de intensidad y complejidad y otras que no, así que no siempre la culpa es del lector)

me acerqué a la novela con mala fe,

(mi religión me prohíbe el resentimiento y la mala conciencia, monstruo bicefalo a que se enfrentaron con admirable valor Spinoza y Deleuze, pero, claro, uno no siempre logra mantenerse a salvo)

esa mala fe terrible

(quizá estoy exagerando, mejor digamos que me acerqué a la novela con cierta suspicacia)

 según la cual no se trata de comprender a los otros, sino de vigilarlos.

(nota mental: cada vez que el resentimiento se apodere de uno hay que pensar en lo que pensaría Deleuze de nosotros, y lo que pensaría es que estamos dominados por pasiones tristes, es decir, en una situación lamentable, totalmente opuesta a la libertad y a la alegría)

PD: Para resarcirme, el próximo libro que lea será uno 'tercamente intertextual y de sintaxis interconectiva críptica' con un título deleuziano, Punto de fuga, de David Markson, de quien DFW dijo que era un genio.  

Libros

Es bastante deprimente que El método Dukan sea el libro más vendido en España durante el 2011 y la primera novela de David Foster Wallace, The Broom of the system, siga sin estar traducida en español (las razones son un misterio insondable) y Los reconocimientos, de William Gaddis, y La amante de Wittgenstein, de David Markson, por ejemplo, estén descatalogados.

Por otra parte, es lógico que si la gente está dejando masivamente de comer carbohidratos sus cerebros no den para mucho y no estén por la labor (ni ellos ni sus cerebros descarbohidratados) de leer a Wallace, a Gaddis o a Markson.

lunes, 16 de enero de 2012

Comentario terriblemente pesado de un comentario terriblemente pesado

Estaba leyendo un comentario en un blog, un comentario terriblemente enrevesado, escrito con una sintaxis laberíntica, en el que el autor se disculpaba por ser tan pesado y por ser tan pesado disculpándose por ser tan pesado (esto es más que probable que me lo haya inventado yo, llevado por mi amor a las paradojas autorreferenciales) y he empezado a leer ese comentario como si viniera de un personaje de DFW, porque el comentario era fosterwallaciano a más no poder (incluso sin el añadido de estar disculpándose por ser tan pesado disculpándose de ser tan pesado), alcanzaba niveles de autorreferencialidad mareantes y demenciales (amo los niveles de autorreferencialidad mareantes y demenciales, tanto que si considero que no hay el suficiente nivel de autorreferencialidad suplo esta carencia inventado más niveles), de hecho era una especie de versión de la persona deprimida, la persona pesada, ahora en blog, y, claro, me llevó mucho rato comprender que no era un texto de ficción, aunque, por otra parte, sigo sospechando de la fiabilidad del narrador, quiero decir, aún no tengo claro que el tipo hablase en serio, sin ironías, guiños, referencias, etc, lo cual nos lleva a la cuestión de la ambigüedad inherente al discurso irónico que dinamita -por decirlo de algún modo- las fronteras entre la seriedad y la broma y explota -por decirlo de algún modo consistente con la anterior metáfora, aunque sea una consistencia vaga, no el tipo de consistencia de la lógica, o al menos no exactamente el mismo tipo- la fijación del sentido (también nos lleva a plantear si la sospecha es el medio, idea de Boris Groys, creo, es decir, si nosotros, habitantes del siglo XXI supertecnológico, no sospechamos ya de entrada... supongo que Groys me apalearía por resumir de esta forma su idea, como sospechar ya de entrada, pero, en fin, qué se le va a hacer) Con razón -en parte- Hegel odiaba la ironía. Hegel -que no era un charlatán, como pretenden sus enemigos más idiotas, enemigos que parecen creer que por ponerse del lado de Schopenhauer son tan listos como Schopenhauer, y no- comprendió muy bien el carácter corrosivo de la ironía, carácter que Schlegel consideraba la auténtica patria trascendental de la filosofía (no me estoy explicando bien, lo sé, y mi uso de paréntesis y guiones no parece muy consistente que digamos, y, de hecho, no entiendo muy bien qué quiere decir eso de que la ironía es la patria trascendental de la filosofía, es solo que me mola la expresión patria trascendental de la filosofía; también me mola la expresión topografía trascendental que -y esto lo digo totalmente en serio- expresa perfectamente qué es la filosofía, así que si alguien les pregunta qué es la filosofía, respondan con toda la convicción del mundo: topografía trascendental). Lo propio de la ironía (y lo he dicho y repetido cientos de miles de veces, de forma un pelín obsesiva) no es que sea broma y excluya la seriedad, es que es seriedad y broma al mismo tiempo, de ahí la ambigüedad inherente al concepto de ironía (esto de ambigüedad inherente al concepto también lo repito mucho, y lo dice Hegel refiriéndose al símbolo; sobre la concepción hegeliana del símbolo habría mucho que decir, pero hoy no). Total, que no hay manera de saber si el comentario iba en serio o no. Ahora -en este texto cuidadosamente estructurado, pese a que no lo parezca- venía un comentario sobre Derrida, la diseminación semántica y el vagabundeo de la metáfora (que entroncaría con la no fijación del sentido), pero creo que estoy siendo ya suficientemente y terriblemente pesado y enrevesado como para no hablar (lo que faltaba) sobre Derrida, lo cual, sumando mi ignorancia sobre Derrida y su (de Derrida) digamos que no excesivamente (estoy usando adverbios a cascoporro, lo noto yo también) clara manera de expresarse, harían de este texto algo aún más enrevesadamente posmoderno (esta palabra carece de significado, por otra parte, razón por la cual es capaz de asumir cualquiera, lo mismo que pasa con friki) pesado y completamente absurdo y ahora, para más inri, tendría que disculparme por estar siendo tan despiadadamente pesado y posmoderno -¿lo ven? asume cualquier significado, cualquiera, incluso ninguno (esto plantea problemas que ya marean incluso antes de ser planteados, por ejemplo, ¿es posible significar la insignificancia misma?)- y por estar usando una cantidad demencialmente grande de adverbios sin otro propósito aparente que el de usar adverbios sin propósito para disculparme luego por estar usando tantos adverbios y componer así un texto (este mismo) endiabladamente mareante y carente de propósito...

PD: Ya lo último. Decía Derrida que escribir era un acto impúdico en que se traicionaba al destinatario porque este era cualquiera y que habría que pedir perdón por escribir (no pienso intentar explicar por qué Derrida decía esto porque me quedaría una posdata más larga que el post en sí (esto del post en sí... ¿la posdata no forma parte?) y mucho más enrevesada, además que mi ignorancia respecto a Derrida es real, lo cual dificulta muchísimo que sea capaz de explicar qué quería decir (sobre el querer-decir dijo que su condición esencial era la ausencia del objeto intuido, lo cual tampoco pienso explicar... como mucho decir que, por ejemplo, el significado de manzana, evidentemente, no depende de mi percepción actual de la manzana, que sería el objeto intuido, porque, claro, si los signos no se diferenciasen del referente, pues no habría lenguaje), así que eso, me disculpo -especialmente este texto exige una disculpa (y aquí, entre paréntesis, he de confesar que todo esto de romper la cuarta pared y dirigirme directamente al lector (cualquiera, según Derrida) para disculparme me suena, en calidad de lector que sospecha incluso cuando lee algo que ha escrito él mismo, a estrategia retórica no tan pulcra ni franca como pudiera parecer (y aquí, en el paréntesis del paréntesis que, a su vez, va entre guiones, he de confesar que la estrategia de confesar que la estrategia retórica de disculparse era poco franca es también, ella mismo, poco franca))- sinceramente.

domingo, 15 de enero de 2012

The Smiths - There is a light that never goes out



Escuchar esta canción alrededor de cien mil veces seguidas es lo más productivo que he hecho hoy.

New Girl


Y el dios de las comedias de situación comprendió que tenía que compensar de alguna manera ese error absoluto, esa aberración llamada Amy Farrah Fowler, y entonces creó a Jess, y vio que Jess era buena.

Zooey Deschanel, LCMDTLT (La Chica Mas Bonita De Todos Los Tiempos) definitiva. La Odalisca.

El resto

Y que el resto no es más 
que guijarros que caen 
al vacío...

Nacho Vegas

viernes, 13 de enero de 2012

La conciencia

Sin embargo (estoy firmemente convencido) la conciencia, toda conciencia es una enfermedad.
Cierto que les he dicho al principio que la conciencia, a mi entender, es uno de los mayores males del hombre. Pero el hombre la quiere y no la cambiaría por ninguna satisfacción.
Fiodor Dostoievski, Memorias del subsuelo

La noche

Amo la noche con pasión. La amo, como uno ama a su país o a su amante, con un amor instintivo, profundo, invencible. La amo con todos mis sentidos, con mis ojos que la ven, con mi olfato que la respira, con mis oídos, que escuchan su silencio, con toda mi carne que las tinieblas acarician.
Guy de Maupassant

Nacho Vegas - Marquesita



Los lobos muestran ternura al morder...

jueves, 12 de enero de 2012

El estilo

El estilo lo es todo
Flaubert

La verdadera vida ausente

La verdadera vida, la invivible, se anuncia a lo lejos, como un punto de luz fugaz, un destello solitario surcando un cielo sumido ahora en una profunda oscuridad, porque siempre es de noche y siempre hay alguien con una linterna encendida en pleno día buscando hombres. La verdadera vida, inmediatamente después de ser entrevista confusamente, se fuga y desaparece y queda apenas el recuerdo tambaleante y dudoso de que alguna vez brilló. Correrás hacia adelante buscándola, la lluvia te empaparía, si lloviera. Si hiciera frío, te helarías. Pero no cejarías en tu empeño. Un silencio de pájaro herido, un rumor de olas, el ritmo vital lento de la melancolía, besos de despedida en una estación de autobuses fría, la escarcha matinal de los días de invierno; todo esto queda, como un eco, resonando por las calles, un discurso roto y sensaciones flotando como polvo esparcido por el viento, cuando la verdadera vida, la invivible, desaparece para que la busquemos. Los días pasan, bastante absurdos. Amanece y atardece y vuelve a amanecer y luego vuelve a amanecer otra vez y así pasan los días. Evidentemente, de forma absurda. Giran alrededor de un centro vacío. Alrededor del yo, de la identidad, de esta nada que encarnamos y de la cual nada sabemos. En el fondo, no sabemos nada. Todavía. Nada de nada, quiero decir. Pero igualmente proseguimos la marcha porque tampoco es que haya otra cosa que hacer.

No es tan trágico, créanme. Sueñen con un amanecer de pupilas ardientes y brisa fresca. Eso estaría bien. Clavadas en el horizonte para siempre. Las pupilas ardientes, digo. Esa es la solución. No miento. No les estoy vendiendo nada, así que no tienen motivos para pensar que les miento.

miércoles, 11 de enero de 2012

Fly Pan Am - Très Très 'Retro'


Queríamos ser el grupo de rock más feo, aburrido y frustrante, usando estructuras muy simples y repitiéndolas ad nauseam, fragmentando el appeal del trance con cortes, ruidos y lo que sea. ¡Es muy divertido!
Roger Tellier-Craig

lunes, 9 de enero de 2012

Un grito

Caminas por el desierto. Miras la desnudez de la tierra rojiza. La blanca nada batiendo sus alas en el horizonte produce un viento frío. Y un destello de luz inverosímil antes de que las sombras reptantes caigan sobre ti como un sueño vibra apenas un instante. Caminas a oscuras. No te importa. Ya has estado allí. Miras la noche hasta que desapareces. El desierto ahora coincide plenamente con su nombre. Ninguna huella, ninguna inscripción que no sea borrada por el tiempo. Caminas a solas. Por ningún lugar ya. El tiempo lo borra todo. Eso hace. Tus pasos sin huella posible en la piel del desierto o de la noche, abocados al silencio, avanzan, sin embargo, sin dirección ni rumbo, perseverantes e inútiles. El polvo zarandeado por el viento te golpea los ojos. Caminas a tientas. Podrías gritar, ahora, aquí, lejos de todos. Un grito sin destinatario, que se perdería en la oscuridad de la noche, rasgándola.

De la oscuridad postrockera a... bueno, a otra cosa



A Silver Mt. Zion





domingo, 8 de enero de 2012

Apariencia y melancolía


He aquí a Warhol deconstruyendo la profundidad metafísica en que estaban envueltas las imágenes melancólicas de De Chirico. La melancolía de Warhol es pura superficie, pura apariencia, sin remisión posible a esencias ocultas. Warhol es absolutamente superficial. Lo cual, por supuesto, no implica que rehúse tratar grandes temas. Pero lo hace sabiendo que detrás no hay nada. Que la vida no es sino una serie de imágenes que cambian al repetirse. El ser reducido a su apariencia, desprovisto de esa ilusión de profundidad, producto del empeño fáustico de seguir imaginando espacio más allá de lo que imponen los límites de la luz. Así, los objetos que presenta Warhol no aparecen como signos de otra cosa que los explique y les de significado. La superficialidad pura, la apariencia pura implican, como no podía ser de otra forma, una pura intrascendencia. La vida es intrascendente.

Diálogos


(Este texto es un poco insufrible, pero ya que esta escrito... Tiene algunas faltas, pero no es culpa mía, sino del ordenador, que a veces no pone tildes.)

-Se trata de una foto. Una foto en blanco y negro. Es una escena de Malas Tierras, la película de Malick. Creo que se llamaba así. Martin Sheen lleva unas botas puntiagudas y pantalones vaqueros y una cazadora también vaquera. Está sentado. Cabizbajo. A su lado está la actriz protagonista, cuyo nombre no recuerdo, pero eso es lo de menos. También está sentada. Lo verdaderamente crucial de esa escena es que la actriz lleva unos zapatos negros y unos calcetines blancos y un pantalón muy corto. Lo verdaderamente relevante es que la combinación de zapatos negros, calcetines blancos y pantalón muy corto debería causar una impresión de catástrofe estética y, sin embargo, misteriosamente, no solo no causa una terriblemente mala impresión sino que, de algún modo, se las arregla para resultar fascinante y desprender una belleza amable y serena. La escena es una especie de poema ingenuo. Y esa ingenuidad, irradiada por la actriz protagonista, viene entrelazada con un tipo peculiar de nostalgia. Me refiero, por supuesto, a la nostalgia de lo que uno nunca ha vivido. Aunque quizá ese sentimiento no se desprende de la foto sino que, por decirlo de algún modo, es un efecto del observador, que modifica lo observado. Algunos espectadores son proclives a verse afectados por dicho sentimiento, que no es inherente, por tanto, a la foto en si. La expresión en si es siempre sospechosa, por cierto. Algunos, no todos. No es algo universal (en el sentido fuerte, en el sentido débil de atribuible a varios sujetos tal vez si) más bien es una experiencia estética privada, que puede ser compartida o no, dependiendo del carácter de cada uno. Oleadas de fragilidad trémula y cósmica te golpean la cara, una emanación que es como un vapor te rodea por todos lados, efluvios misteriosos... Estoy exagerando, ciertamente. Pero si lo piensas un poco, es muy extraño ese sentimiento. Sientes nostalgia de una experiencia que no te pertenece. ¿A quién, entonces, pertenece? Porque a alguien tiene que pertenecer, digo yo. Mi tesis es la siguiente: existe un intelecto agente separado de nosotros y del cual a veces recibimos impresiones que nos resultan extrañas. Ese intelecto agente contiene potencialmente todos los afectos, todas las experiencias, es como una especie de gigantesca mente abstracta y nebulosa, un ordenador cuántico flotante. Experiencias místicas que nos sacan de nosotros mismos, por ejemplo. Están codificadas, no ya en un sistema binario, sino cubriendo los espectros infinitos que hay entre un numero y otro (infinitos cantorianos, probablemente) a una velocidad vertiginosa. Ese intelecto usa la lógica difusa e incluye eventos indeterminados y caóticos en sus previsiones. Digamos que es capaz de reflejar las acciones humanas, el ruido, la furia, el barro, la tristeza, el miedo, el asco, todas las imperfecciones, todas las incertidumbres, que este intelecto es una especie de ojo que lo mira todo bajo la especie de la eternidad. Aunque no es como si la experiencia de otro nos fuera trasplantada a nuestro cerebro. Ese supuesto otro, en realidad, no existe. Al fin y al cabo, solo podemos tener experiencias nuestras. Incluso si la sentimos como ajenas, siguen siendo solo nuestra idiosincrásica manera de experimentarlas como ajenas. Así que ese intelecto agente separado no es más que un postulado imaginario. Olvida mi tesis: era completamente estúpida. Esa nostalgia por un pasado que no vivimos se da, sin duda, en el presente, y viene a ser una variación de esa manía de desear lo que no existe. El Gran Otro no existe, insisto. Me refería al Gran Otro, aclaro. La fotografía vista como signo de la presencia de una ausencia. De esta forma la contemplaba yo. No quiero decir, en modo alguno, que esta ausencia sea una especie de doble de la presencia, no. Ni siquiera sé si lo que dicho tiene sentido. Estoy tratando de hablar sobre límites y superficies. Estoy luchando contra el lenguaje y contra mi cerebro para expresarme. Estoy tratando de comunicarte una maldita idea y no quiero que pienses que es profunda, porque no lo es. Hay que ser muy simple para tener ideas profundas. Imagina que llegas a los límites de la realidad. Suponiendo, claro está, que la realidad tenga límites. Imagina estos límites no como el contorno de la totalidad del mundo, sino como el término de la potencia de la realidad, unos límites dinámicos, no predeterminados. La realidad se autodespliega incesantemente, regida por el azar y la necesidad. Entonces imagina que llegas a ese lugar, suponiendo que es un lugar, aunque no lo sea. Solo supónlo. Suena música, caminas por una especie de nube, te embarga la emoción. Quizá, incluso, te lloran los ojos, recuerdas momentos felices, no sé, por ejemplo, la primera vez que le tocaste las tetas a una chica de catorce años, cuando ibas al colegio (es solo por poner un ejemplo cualquiera) y, en fin, estás ahí, recobrando el tiempo perdido en una secuencia de imágenes radiantes y veloces y extiendes tus manos y puedes rozar los límites de la realidad, es un instante pletórico, solo al alcance de un personaje de ciencia ficción, pero ¿qué pasa en ese preciso momento? Lo que pasa es que no puedes traspasarlos. Si los traspasas, creas más realidad, porque esos límites son dinámicos. Extiendes tu mismo los límites de la realidad con tu acción de extender los brazos. Lo que quiero decir es que la ausencia no es una presencia de un orden ontológico diferente. Es la ausencia y punto. Y es, no obstante, la condición de posibilidad del mundo. Como el rollo del vacío que es tan importante como la materia para constituir el ser de un vaso, o de una taza, o de lo que sea. Pero no es nada. Es el Afuera Absoluto, si quieres. Por llamarlo de algún modo. Es una Grieta. Es el Resplandor de una Mirada Que No Puedes Ver. Aunque supongo que no queda muy claro lo que digo, lo siento mucho. Esta nostalgia suele ser severamente amonestada por críticos culturales y demás listillos de mierda que la tachan de reaccionaria y paralizadora. Les respondería diciendo que, por favor, distingan. Yo soy muy de distinguir planos y ver relaciones complejas y múltiples combinaciones entre dichos planos. Pongamos tres planos: el metafísico, el estético y el ético. Yo digo: el ser del hombre es proyecto, o digo que su esencia consiste en su existencia (no que la existencia preceda a la esencia, como pensaba el idiota de Sartre). Aquí tenemos una preciosa afirmación que va a la casilla de metafísica. Ahora, eso mismo, expresado en un personaje literario, a la de estética. Y ahora, usted, en su vida, se comporta de acuerdo con esa afirmación de índole metafísica figurada literariamente, y nos situamos en el plano ético de las acciones
-Esto empieza a parecerse a una puta clase de Filosofía.
-Además, no se ve la relación entre la nostalgia, lo del Afuera, y ahora esto de los planos.
-Y si soy proyecto permanece indeterminado qué soy, que es algo solo determinable por el tiempo. El tiempo es la forma de la determinación.
-¡Por el amor de Dios, va a empezar a hablar de Kant!
-Entonces el estado de resuelto del hombre...
-¡Dios mío, no, el puto Heidegger!
-El estado de resuelto del hombre, digo, consiste en que uno está determinado a hacer algo, pero no sabe todavía a qué, de tal manera que existen relaciones muy complejas entre la afirmación metafísica del ejemplo y el plano ético de las acciones llevadas efectivamente a cabo. Si me resuelvo a matar a gente, soy un asesino, por ejemplo. ¿Convierte eso a la afirmación metafísica en criminal?
-¿Nos está poniendo deberes?
-¿Está disculpando a Heidegger?
-Lo que digo es: ¿Existe una relación biunívoca entre la nostalgia experimentada en el plano estético y el conservadurismo en el plano político?
-La palabra biunívoca seguro que ni siquiera existe.
-¿Es que no se puede experimentar nostalgia y orfandad existencial y a la vez no ser, necesariamente, conservador, reaccionario, etc?
-¿De qué habla ahora?
-Pues seguramente no se puede, capullo. Tú  conviertes todas las contradicciones en diferencias. Es un puto truco.
-Yo sigo sin saber de qué habla.
-Además, examinemos un poco más la nostalgia. En cierto sentido sí, es un sentimiento reaccionario y paralizador. Como el pájaro de Borges, que volaba con la cabeza hacia atrás, mirando dónde estuvo todo el rato, así el nostálgico. Uno desea seguir viviendo en un pasado que ya es inaccesible. Pero no es del todo cierto. Uno se ve envuelto en el presente por un pasado deseable, pero no está tan claro que quiera irse a ese pasado. Al presente de ese pasado. En el presente de ese pasado no existía la distancia que es la condición de posibilidad de la nostalgia. En el momento de vivirlo, no había nostalgia.
-En serio, yo he dejado de escuchar
-Yo ya no sé si está defendiendo la nostalgia o ha cambiado de opinión
-La pulsión de muerte, ¿es nostalgia por un estado inanimado?
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-Lo único que digo es que la nostalgia es un sentimiento complejo. El paraíso perdido, por ejemplo. Por supuesto, nunca existió. Pero quedarse en esto es pueril. Estar perdido es su propio modo de ser. Existe como perdido. Esa es su forma de ser. Adquiere el carácter de paraíso si y solo si está perdido. Es el efecto de una distancia insalvable. No vale decir: no existió el paraíso. Hay que decir que es como un motor inmóvil de anhelos irrealizables y que su no existencia forma parte de su naturaleza de motor que mueve sin ser, a su vez, movido. Que no exista no tiene ninguna importancia.
-Ahora esto parece una clase de teología, o un comentario de Aristóteles.
-Parece Aristóteles comentado por un demente.
-¡Por Zeus, me podíais dar la razón, como hace todo el mundo en los diálogos platónicos!
-Esta si que es buena.
-Se cree Socrates, el pobre.

miércoles, 4 de enero de 2012

Memorias de un loco, Flaubert

Inocente, ingenua, repleta de clichés, excesivamente romántica y excesivamente nihilista. Escrita con diecisiete años. Genial.

martes, 3 de enero de 2012

Momento único

Los dioses no estaban ya, y Cristo no estaba todavía, y de Cicerón a Marco Aurelio hubo un momento único en que el hombre estuvo solo
Flaubert