jueves, 29 de marzo de 2012

Güisquipedia

Según la Wikipedia, uno de los nombres que se barajaron para su denominación en español fue Güisquipedia. Incomprensiblemente, no fue el más votado.

PD: No sé por qué se me ha ocurrido buscar Wikipedia en la Wikipedia. El contenido en Wikipedia de la categoría Pensamiento y Filosofía es un 1%, el mismo que el de Matemáticas. Para más información, consultar en Wikipedia, obviamente. Por cierto, Wikipedia no está muy segura de cómo surgió ella misma, no sabe si fue Larry Sanger, doctor en Filosofía, u otra persona, quien propuso a Jimbo Wales la idea de usar un wiki.

miércoles, 28 de marzo de 2012

Borradores

Tenía un montón de borradores por ahí en ese estado límbico o potencial, a medio camino entre el no-ser y el ser, y quizá lo mejor hubiera sido borrarlos todos, o borrar algunos y mejorar otros, o pulirlos más, o lo que fuere menester, pero bueno, los dejo aquí, en forma de megapost caótico y fragmentario y sanseacabó. Hay textos en los que se repiten algunas cosas porque son versiones abortadas y hay textos llenos de odio furibundo que no están escritos del todo en serio. Lo digo porque tengo miedo de que se me tome en serio. Es más, me gustaría que se me leyese como si no escribiera yo, porque yo escribo como si no escribiera yo, aunque me temo que explicar esto me llevaría muchísimo tiempo. Aunque a veces también escribo siendo más yo que yo mismo, eso es cierto. Sé lo que quiero decir, no se crean, pero no sé decirlo bien. También hay bastante chorradas, como rimar zagal y mundanal, o cerveza y pereza, y textos que imitan de forma descarada y torpe un tono de querencia y cadencia fosterwallaciana. No sé por qué estoy escribiendo esta especie de prólogo.


Había algo deliciosamente aterrador en el aire, un nubarrón oscuro, desgajado del cielo, al que si mirabas con toda tu atención, concentrándote intensamente en la contemplación del nubarrón como si fuera la única cosa existente en el mundo, poniendo entre paréntesis todo lo demás, podías sentir que el nubarrón sonreía, que, en realidad, estaba a punto de soltar una gran carcajada, una carcajada ambigua y, de momento, contenida, tensamente contenida, quién sabe si maligna, y que por eso, por esa promesa, por esa amenaza, que se insinuaban apenas en el aire, era deliciosamente aterrador aquel nubarrón, que aquel nubarrón parecía no solo cobrar conciencia de sí mismo, sino dispuesto a aniquilar el mundo, y aniquilar el mundo era una idea tan aterradora como atractiva viendo aquel nubarrón oscuro, aquel espíritu burlón, de inescrutables designios, que avanzaba majestuoso por el cielo, creciendo como un latido, a punto de bombear una lluvia oscura y definitiva, feroz y feliz, una lluvia que lo empaparía todo, fresca y apocalíptica, esperada y temida, la revelación final, el fin de los tiempos, de vuelta a las tinieblas. Era extraño, pero había alegría en el corazón del nubarrón, una alegría demencial quizá, la alegría de la paz que seguiría a la destrucción. Contemplándolo, era imposible no desear que estallara, que liberase toda su violencia, la música estrepitosa que anidaba en su interior. La música estrepitosa de su alma, dije, pensando en algo que leí, quizás, o que creía recordar que leí, o algo. El corazón del hombre es la herida abierta de Dios, creo que eso lo leí, también, en alguna parte. Aquel nubarrón no era un castigo divino. Era inocente y cruel, poderoso, como la naturaleza, como todo.

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Oculto en su buhardilla, apartado del ruido mundanal, un zagal con cara de ardilla (de biblioteca), desmejorado y con delirios de grandeza, lee y bebe cerveza, y a veces, venciendo su proverbial pereza, escribe textos plagados de solecismos solipsistas. Todo su ser es referencialidad infinita porque la literatura, dice, es una casa de citas. Se recrea en la ambigüedad semántica de su definición de la literatura, aunque en realidad no es suya; es también una cita. Relee a Joyce, su nuevo dios, el que ocupa el lugar central del olimpo literario. Joyce hijo está sentado a la derecha del padre, que es el mismo Joyce, en la consustancialidad del Padre y del Hijo, siendo Joyce Padre e Hijo de la literatura moderna, y Shakespeare es el Espíritu Santo, probablemente, el Fantasma que recorre el Ulises y que recorre La Broma Infinita y que recorre La Guerra de las Galaxias. Darth Vader le dice a Luke: yo soy tu padre, pero es el espectro del padre, porque habla desde el lado oscuro, y el lado oscuro representa la muerte, las tinieblas primigenias. Darth Vader es un usurpador. El usurpador de sí mismo, en realidad, porque es el padre de Luke y, al mismo tiempo, quien usurpa al padre de Luke. Digamos que está separado de su esencia verdadera, o de su deber ser como padre, ya que ha abandonado a Luke, igual que Dios abandona a Jesús. Luego viene la famosa escena en que Darth Vader se quita la máscara, con todo el simbolismo que ello implica: el desvelamiento de la verdad. En Spiderman también el Duende Verde, en forma de espectro, le habla a su hijo, y le pide que vengue su muerte, por lo que se convertirá en enemigo de Spiderman, cuando antes habían sido amigos. Spiderman es una clase de ética kantiana en la que se nos enseña que el deber está por encima del deseo, aunque al final Mary Jane se entera de que Peter Parker es Spiderman y el conflicto de Peter queda bastante diluido, pero bueno. La esencia del cristianismo, reflexiona, no es sino la muerte de Dios. Todo el significado del cristianismo es reducible a ese tema: Dios ha muerto. Ese es el mensaje del cristianismo. Zaratustra se limita a señalar lo obvio, que Dios ha muerto. La resurrección, por supuesto, es una cantinela pueril fruto del miedo de los hombres ante la verdadera verdad revelada: que estamos solos y somos responsables, que no existe el Gran Otro. Un gran poder conlleva una gran responsabilidad, como sabía el tío de Peter Parker.

El zagal, irónicamente distanciado de sus propias teorías, dice no creer en ellas. El Padre quizá sea Homero, en todo caso. Educador de los griegos, por tanto el Padre de todos, de sus hijos que son nuestros padres. Así como Bloom es todos nosotros y todos nosotros somos Bloom. Y no hay vision sub specie aeternitatis del laberinto, ni hay que beber vino tinto, solo vino blanco y espumoso como el mar griego. Thalatta! Thalatta! Solemne, bajando las escaleras para dirigirse a una cafetería en la que desayunará, dice: leer es tejer. Y también: los bardos deben beber. Y también: leer es abrir la puerta a una horda de rebeldes. La señora del tercero le escucha mientras baja (el zagal, no la señora) ruidosamente por las escalera y declama sus verdades. Con expresión de preocupación en su anciano rostro, cuajado de arrugas, y mirada inquisitiva, casi inquisitorial, en tono poco o nada cordial, la señora pregunta, asomando apenas la cabeza por la abertura de la puerta, cuya cadena, por precaución, mantiene puesta: ¿qué dice usted, joven? Palabras, evidentemente, responde el zagal, en tono cómicamente indignado, que en ese momento cree ser nada menos que Humpty Dumpty, el Amo y Señor de las Palabras. Muy bien, vaya con Dios, hijo, dice la señora. Al recaudador de prepucios espero verle dentro de muchos años, si no le importa, responde el zagal, feliz de poder hacer una referencia a Joyce en un diálogo matutino. A punto está de añadir: y mi madre es el mar, señora, la gran dulce madre. Cree que antes de cerrar la puerta la anciana señora ha dicho: el mundo está fuera de quicio, pero quizá son solo imaginaciones suyas. Que la señora se haya despedido citando al príncipe de Dinamarca no parece algo muy probable. De todas formas, por si acaso, desde el segundo piso el zagal grita: ¡que haya nacido yo para ponerlo en orden! No está nada mal representar escenas de Hamlet antes de desayunar, piensa. Debe ser saludable. ¿Está loco Hamlet? ¿Fingir ser algo y serlo no es lo mismo? Yo no sé parecer, dice Hamlet. Le gustaría llamar a la puerta de la señora y preguntar: ¿usted cree que Hamlet está loco? Quizá la señora lo sepa. Quizá la señora dio clases de literatura, hace años, y vivió entre estanterías de libros, leyendo y releyendo y buscando respuestas a preguntas que, bien lo sentimos, no la tienen, pero ella buscó infatigablemente, admirablemente, sola en su empeño demencial, con el cerebro secándosele cada vez más, luchando contra los elementos, contra los Lestrigones, dispuesta a cazar Snarks. Quizá ahora mismo, aprovechando la luz solar, apoyada en la ventana, esté releyendo Hamlet. Quizá ella me pueda explicar qué hostias dice Joyce sobre Shakespeare en el Ulises, porque la verdad es que es un lío tremendo.

Frente a su taza de café con leche, el zagal sujeta un churro en lo alto y piensa solemnemente: mojar el churro o no mojarlo, esa es la cuestión.

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Es obvio que ni a Haneke le gusta el cine de Haneke, que a ningún ser humano le ha gustado nunca una película de Haneke y que, de hecho, si a alguien le gustase una película de Haneke, Haneke mismo, en persona, iría a su casa a darle una paliza por ser tan estúpido y no haber entendido nada. A Haneke le parecería triste que a alguien le gustara una película de Haneke; Haneke se pondría a llorar y hablaría en sueños con Adorno preguntándole qué ha hecho mal, cómo es posible que él, todo un Haneke, haya hecho una obra de arte afirmativa y esteticista. Y su siguiente película sería un plano de catorce horas de pura angustia, porque solo la angustia es un emoción verdadera, y entonces Haneke diría ¿¿a ver quién es el listo al que le ha gustado?? con aire desafiante y un brillo triunfal en la mirada. Haneke es todo negatividad, porque si te gusta asientes, y Haneke no ha venido a la tierra a consolar a nadie, sino todo lo contrario. Haneke tiene la obligación moral, como artista, de arremeter contra la estética. Haneke es el adorniano supremo, el adorniano inflexible, el adorniano invencible.

Pero entonces, ¿cómo se toma uno que Haneke haya hecho un remake de Funny Games para el público yanqui? Yo me lo tomo a risa porque no soporto la superioridad moral del señor Haneke (Haneke es el representante del juicio de Dios en la tierra, o eso cree él), pero creo que Haneke, para recuperar un poco la coherencia perdida, debería fustigarse mientras grita ¡¡Adorno, he pecado mucho, te he traicionado por el dios de la industria cultural!! 

PD: Curiosamente (¿contradictoriamente?), a Lars Von Trier no solo lo soporto, sino que me parece imprescindible, y probablemente Las Von Trier se cree más Dios que Haneke.

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Hoy voy a hacer mi gran aporte teórico a la cabal comprensión de la lógica económica de la cultura. Me he levantado así de magnánimo esta mañana. En realidad, ya que pensar cansa, y ya lo han hecho otros por mí, todo lo que diga va a estar basado, más o menos, en lo que dice Boris Groys en Sobre lo nuevo: ensayo de una economía cultural. También en otra cosa que leí... Bueno, den por hecho que siempre estoy haciendo referencias y que soy muy perezoso para poner notas a pie de página y esas cosas que se hacen porque te obligan los profesores; además creo, sinceramente, que la idea de tener ideas propias es un ridiculez, un mito solipsista y romántico, en el mejor de los casos, un eslogan comercial, en el peor; sé tu mismo, el eslogan romántico del consumo (esta idea, por ejemplo, es de Eloy Fernández Porta, gran ensayista, frecuentemente criticado por necios que tienen la inteligencia justa para pasar el día).

Empecemos. Del mismo modo que deshacerse de la Filosofía es la operación filosófica por excelencia, y que de tanto en tanto un pintor debe destruir la pintura, cargarse la literatura es un gesto literario en sí mismo. Como diría cualquier hegeliano pasado de roscas, la identidad lo es de la identidad y de la no identidad. Las antinovelas son, en realidad, novelas. Son lo otro de sí de la novela... Voy a empezar de nuevo en el siguiente párrafo a ver si logro explicarme medianamente.

Mejor dejemos en paz a Hegel. La idea de Groys es que la producción de lo nuevo en el ámbito cultural no es una expresión de libertad, que romper con lo antiguo no es una decisión libre que tenga como condición previa la autonomía del hombre, sino que es, exclusivamente, la adaptación a las reglas que determinan el funcionamiento de la cultura. Esto es tan cierto, tan evidente, que no hace falta más que echar un vistazo a las generaciones literarias que crecen como setas en España, todas novedosas, y cada día más efímeras. A mí no me parece mal, ni bien, y digo esto para advertir que un filósofo moralista es la cosa más ridícula que existe; en cuanto un filósofo moraliza habría que perseguirle por la calle y llamarle traidor. Total, que lo nuevo no es la revelación de la esencia, ni de la verdad, ni del ser, ni de la naturaleza, ni de la belleza, como realidades que hubiesen estado ocultas por convenciones caducas. Por ejemplo, la novedad de Joyce no reside en que descubra la verdadera esencia del fluir de la conciencia, ni la de Proust en descubrir la verdadera esencia del tiempo. Chorradas esencialistas propias de filosofastros desastrosos. Llamo filosofastro desastroso e indigno de consideración a todo quel que aún no se haya dado cuenta de que todas las chorradas esencialistas se basan en la idea (falsa) de que el arte representa la realidad y, en consecuencia, el criterio para juzgar el arte es examinar la concordancia con la realidad. Esta idea no solo es antigua, es también irritante, al menos para mí, quizá debido a mi dogmatismo deleuziano, pero incluso el acérrimo enemigo de Deleuze, Wittgenstein, reconoció que su teoría representacionalista estaba mal... Wittgenstein, por cierto, fue otro que quiso cargarse la filosofía, pero que, como cargarse la Filosofía es algo que solo les interesa a los filósofos, al final ha quedado en la historia de la Filosofía. Bien, lo que presupone la equivocadísima (no estoy siendo tendencioso, es solo una ilusión) teoría representacionalista del arte es que existe un acceso directo, no mediado simbólicamente, a la realidad. Esto es una bobada, así que no perdamos el tiempo. Sencillamente no existe tal acceso, vaya. El orden simbólico estructura la realidad.

(Acabo de perder gran parte del texto, una parte muy importante, de hecho. Incluso puede que fuera lo mejor del texto, una parte repleta de chistes geniales sobre muertos vivientes y filosofía post-hegeliana entreverada con detalladas explicaciones de la lógica económica de la innovación entendida como trasmutación de los valores, pero, desgraciadamente, el explorador se cerró de sopetón y guardó el texto a la mitad, justo hasta la frase el orden simbólico estructura la realidad. También aludía a la encantadora definición de la Filosofía que nos proporcionó Newton, acaso su máxima proeza intelectual y por lo que será recordado en el futuro, ya que, como todo el mundo sabe, los filósofos escriben textos cuya vigencia puede superar los dos mil años, cosa que no está al alcance de los científicos, porque los filósofos hacen bien las cosas, para que duren, que la filosofía es una dama impertinentemente litigiosa, dijo Newton. Es una dama, es impertinente, y es litigiosa. Genial, en mi opinión, y un gran halago. Deleuze dijo que la Filosofía sirve para entristecer. Lo que quería decir es que la Filosofía es una empresa radical de desmitificación. A Spinoza no le tembló el pulso al demostrar que la mayoría de las veces los hombres creían ser libres por ilusiones de la conciencia como las causas finales y la ignorancia de lo que les motiva a actuar, ni al demostrar que la idea de un Dios personal carece de sentido o que la naturaleza no tiene ningún fin.)

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La semioscuridad grisácea de la tarde envolvía la ciudad en un halo de irrealidad y hastío. Las calles dormitaban, respirando al denso son de un nubarrón oscuro e informe, que gravitaba por encima de las cabezas de los transeúntes como un inmenso párpado a punto de cerrarse. Los bares y las tiendas permanecían cerrados. Algunos chicos cruzaban la carretera desierta, en dirección al conservatorio de música, con grandes instrumentos a la espalda, y también algunas chicas. Cerca del conservatorio, al lado del edificio de Correos, vagabundos andrajosos reían con voces cazalleras, daban tragos a sus cartones de vino barato y orinaban contra los alargados cipreses del parque. La ciudad entera parecía un animal afiebrado, postrado, inane, expectante. Cuando no pasa nada, absolutamente nada, el deseo de que algo pase es como un chillido sordo y desesperado de angustia anegado en la garganta. Porque cuando no pasa nada, absolutamente nada, sucumbes al cortejo de las sombras y te transformas en un espectro, en un ser impalpable, en una ausencia errante. La nostalgia por la realidad te puede volver loco. Y una vez te has vuelto loco, lo más seguro es que te de por cometer locuras. No llovía, sin embargo. Soplaba el viento, muy frío. Caminaba con las manos en los bolsillos de la cazadora, en dirección a la biblioteca. Le pareció ver a Esther, pero no era ella. Se parecía, pero no era ella. Antes de entrar en la biblioteca, se sentó en las escaleras de la entrada, prendió un cigarro, protegiendo la llama del viento con la ayuda de su cazadora y fumó en silencio su cigarro, absorto en sus pensamientos vacíos, mirando sin ver, calles desiertas, punteadas por el ruido de algún coche solitario y el sonido de tacones que se alejaban rumbo a no importa dónde, interrumpiendo apenas el silencio. Le gustaba el sonido de los tacones de las mujeres, su cadencia triste y elegante, erótica y melancólica, un sonido que siempre se aleja dejando ecos trémulos en el aire, hasta que al fin se extinguía, como finalmente se extinguen todas las cosas. Tiró la colilla al suelo y la aplastó con el pie, concienzudamente, espachurrando el filtro amarillento y revelando su interior de tripas blancuzcas y sintéticas. Le pareció ver a Carolina, pero no era Carolina. Se palpó la herida del rostro con el dedo índice y entró en la biblioteca.

Rostros viejos, decrépitos, inclinados sobre los periódicos, pasan hojas susurrantes, carraspean, se suenan, cruzan la sala, renqueantes, con bastones, rostros con gruesas gafas, mirar inquisitivo, exploran la actualidad, se mojan los dedos con saliva, pasan páginas y páginas, lenta y aplicadamente. Otros duermen, o miran por la ventana, o pasean sin rumbo. Ceños fruncidos sobre noticias políticas, deportivas, sociales, económicas, sobre la parrilla de la televisión, diarios locales, nacionales, internacionales, caos de datos, de opiniones, de tinta fresca, caos de viejos carraspeantes y encorvados, inmóviles; ya solo los viejos leen los periódicos. Aquí, en esta ciudad, ya solo quedan viejos. Después nos tocará a nosotros, hacernos viejos y morirnos. Un viejo atraviesa la sala murmurando para sí frases ininteligibles. Todo el mundo le observa. El no observa a nadie.

En el espejo del baño, se mira la herida, que atraviesa su rostro oblicuamente, entre la nariz y el pómulo derecho. Esta es la sangre de mi cuerpo, sangre seca de la alianza nueva y fugaz, que no será derramada por nadie. Se lava las manos, se las seca restregándolas contra su pantalón vaquero y sale del baño, a la claridad artificial de la sala de préstamos. Pasea indolente mirando títulos y títulos y ordena algunos libros mal colocados. Va de la A a la Z y vuelve de la Z a la A. Miles de novelas, de nombres, de hombres medio locos, suicidas, depresivos. Aunque algunos tal vez fueron felices.

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Entrevistas breves con hombres más o menos reaccionarios

-Tal como yo lo veo, la contracultura, los antipoemas, las antinovelas, los asaltos a la cultura, etcétera, buscan romper con lo antiguo, con la tradición, ser lo otro de sí de la tradición, algo radical, una novedad tan radical... Pero, seamos serios, no es una expresión de libertad, de un artista se exige que produzca algo nuevo, igual que en el pasado se le exigía ser fiel a la tradición, y si innovaba, era por error, una consecuencia inintencional de sus acciones, hoy se le exige que produzca algo nuevo, sencillamente porque así son las reglas del juego económico en la modernidad, en la temprana y en la tardía, romper con lo antiguo no presupone la autonomía del artista, al contrario, está determinado a hacerlo, o a intentarlo, si quiere ser relevante. El juego es el juego.

-La ilusión consiste en entender lo nuevo como la revelación de una esencia extracultural oculta por la convenciones culturales. Pero lo nuevo solo adquiere el estatus de nuevo en relación con la tradición, cuando la tradición está archivada y libre de amenazas, bien conservada institucionalmente, es cuando se impone la exigencia de innovar. Si hay contracultura, es gracias a la conservación institucional de la cultura, gracias al archivo. Esa es la condición de posibilidad de la contracultura, no la libertad.

-Le voy a dar un ejemplo de organización al margen del Estado para que se haga una idea de cómo funcionaría el anarcocapitalismo: la mafia.

-Librarse de la Filosofía es un gesto filosófico, destruir la pintura, una innovación que pertenece a la historia de la pintura y que, pasado el tiempo, se archivará en la historia de la pintura, si ha sido suficientemente significativa la destrucción para figurar en ella y, desde luego, la muerte de la novela, un tema inagotable sobre el que escribir novelas.

-Comprender el sistema como un todo exigiría estar fuera del sistema. Una descripción completa del sistema es una ilusión. No se puede comprender la totalidad de un campo con la ayuda de uno de los conceptos que forman parte de ese campo. Es lógico. Sencillamente nadie puede comprender en su totalidad el sistema económico en el que estamos inmersos. Las propias descripciones del sistema son productos culturales que están insertos en la lógica económica que describen. Un producto cultural que arremete contra la cultura es parte de esa cultura contra la que arremete. No lo digo en plan moralista, lo digo en plan lógico.

-Dudo, de todas formas, que Marx se hiciera ilusiones al respecto. Sus libros, evidentemente, según su pensamiento, forman parte de la superestructura. Existe la posibilidad de influir en lo verdaderamente real, la infraestructura, desde la superestructura. De hecho, solo accedemos a la infraestructura desde la superestructura. El partido se juega en el espacio simbólico, por decirlo así. Lo simbólico es real, dado que tiene consecuencias. Es una virtualidad real.

-Digo que soy reaccionario porque no creo en el progreso. El progreso es la ilusión de la modernidad y presupone la esencia, el ser, la verdad, etcétera, como objeto inalcanzable al que continuamente nos aproximamos. En una especie de futuro ideal, lo alcanzaremos. Nosotros no, la humanidad, en su esplendorosa abstracción. Detesto la idea de utopía. En ese sentido el marxismo fue plenamente moderno, es decir, falso. Ya lo había advertido Spinoza, la teleología es mentira. No existen causas finales.

-La utopía no sirve para caminar. No sirve para nada. A los opresores no hay que oponerles bellas ideas falsas. Hay que organizarse y luchar. Hay que diseñar estrategias que realmente nos doten de la capacidad de pararles los pies. No precisamos ninguna idea moral de justicia, precisamos tener la potencia necesaria para que no nos opriman. Jamás va a existir una sociedad sin antagonismos, lo cual no quiere decir que no haya que luchar, que haya que resignarse. Cuando el sistema económico amenaza la supervivencia de un grupo, resistir y luchar no es un imperativo moral, es un imperativo vital. Hay que perseverar en el ser, eso no es una ley moral, es una ley ontológica. No hay opción.

-Usted se imagina que siempre se puede elegir entre la violencia y la paz. Es conmovedor, pero falso. La violencia sistémica ya está ahí. Ahora tiene una elección mucho más difícil, elegir entre tipos de violencia. La paz de la explotación es la guerra contra nosotros.

-No se asuste, hombre, no creo que la violencia vaya a solucionar nada, pero no por razones morales sino, digamos, técnicas. Imagine que yo formo un grupo revolucionario violento y tomo el poder y, claro, cuando estoy en el poder, no me queda más remedio, puesto que yo soy la verdad, que detener la historia y ser profundamente conservador y dictatorial. Fundaría un régimen horrible. La URSS es la mayor catástrofe del siglo XX, evidentemente. En ese sentido no soy reaccionario. Otra cosa es que decir que eso fue el comunismo me parezca absurdo; fue capitalismo de Estado. Hay que reiventar el comunismo.

-Ayn Rand es probablemente la filósofa más tonta de la historia.

-El anarcocapitalismo me produce náuseas.

-Prefiero tener dolor de estómago a tener que pensar en el anarcocapitalismo, porque si pienso en el anarcocapitalismo pienso que si tuviera un dolor de estómago mortal me moriría sin más, a no ser que tuviera dinero para ir al hospital.

-Los anarcocapitalistas son malos.

-El anarcocapitalismo es una modalidad del mal.

-Si me cruzo con un anarcocapitalista, cambio de acera.

-Respirar cerca de un anarcocapitalista me revuelve el estómago.

-Los anarquistas son peor que los curas, pero los anarcocapitalistas son peor que Satanás.

-¿No íbamos a habla de contracultura?

-Muchos imaginan la Academia, el Establishment, etcétera, como un fantasma autoritario, por el placer de atacarle. Por supuesto, esta imagen abstracta es estratégica. Del mismo modo que la posmodernidad imaginó la modernidad como algo unitario para poder atacarla mejor.

-La ofensiva neoliberal ha declarado la guerra a lo público. Estamos en guerra. Y tenemos todas las de perder.

-Supongo que en una comuna anarquista, cuando no haya Estado y alguien necesite ser operado de cáncer, habrá algún gurú loco capaz de adquirir conocimientos de medicina por ciencia infusa mientras baila un diabolo. O quizá la paz y la armonía y la comunión con la naturaleza hayan erradicado por arte de birlibirloque las molestias que ocasiona la realidad, y ya no existan las enfermedades. Quizá la salvación del mundo reside en el veganismo.

-Soy un ente de ficción, digo lo que quiero.

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Cuando aparece un genio, los necios se conjuran contra él, pero también produce una legión de jóvenes insomnes. Los necios se dedicarán a escribir insulsas sátiras en las que se trasluce el veneno del remordimiento, los jóvenes insomnes lo admirarán incondicionalmente. Mi profesor de Estética se extrañaba de que la legión de odiadores profesionales de Lynch fuera a ver sus películas, si de antemano ya sabían que no les iba a gustar. En realidad no es tan extraño, porque a los odiadores profesionales les encanta despotricar. Que si las películas de Lynch son fantasías esquizofrénicas para mentes obsesivas y perturbadas, que si no tienen ningún sentido, que si son una estafa, que si Lynch se ríe de nosotros, que si el rey está desnudo. A un necio se le descubre enseguida por esa pasión incontenible con que se refiere al cuento de Andersen como prueba de su infinito ingenio y como argumento de autoridad supremo. No se refieren, sin embargo, a la fábula de la zorra y las uvas, que explica perfectamente su comportamiento.

Desde luego, hay múltiples lecturas e interpretaciones de las películas de Lynch. Para mí, por ejemplo, está clarísimo que Carretera perdida no es, en su totalidad, un delirio, una fantasía o un sueño. La primera parte es  realidad, la segunda es la elaboración de la fantasía de Fred, hasta que la fantasía se vuelve insoportable y Fred tiene que huir de vuelta a la realidad. El Hombres Misterioso es un fantasma de Fred. Se conocieron en la casa de Fred, y el Hombre Misterioso no tiene por costumbre ir donde no se le invita. Pero, como casi siempre sucede con Lynch, entre el plano de la realidad y el plano de la fantasía hay una especie de pasadizos ontológicos que interconectan transversalmente ambos planos. En Inland Empire la habitación de los conejos viene a ser, creo yo, la otra escena, en sentido freudiano, una suerte de inconsciente donde la lógica de la causalidad ha sido abortada y hay risas enlatadas que suenan de manera totalmente ridícula e incongruente respecto de los diálogos y donde alguien tiene un secreto que no puede revelarse.

Supongo que suena muy pedante, pero creo que la mejor forma de ver la estructura de Carretera perdida es concebir el plano de la realidad y el plano de la fantasía como una cinta de Moebius, es decir, que una vez recorridos te das cuenta de que pasa de un plano a otro sin darte cuenta porque todo este tiempo ha habido un solo plano. Fred acaba la película en el mismo punto en que empezó, pero del otro lado. En el mismo punto en el que recibió la noticia de Dick Laurent está muerto, pero ahora es él el que da la noticia. Está en el mismo punto, después de haber recorrido la cinta de Moebius. Si recorres con el dedo o con un bolígrafo la cinta de Moebius llegas al aparente otro lado sin haber cambiado de lado. Quizá no me estoy explicando bien, lo mejor será que construyáis una cinta de Moebius con un folio. Yo tengo una. Bien, con vuestras cintas de Moebius en la mano... No, no hace falta que construyáis una.

Fred está traumatizado por haber hecho lo que ha hecho (no digo qué ha hecho, por si alguien no ha visto la película), aunque no lo recuerda. Le gusta recordar las cosas a su manera, no necesariamente como han pasado. Lo que ha hecho lo ha hecho movido por los celos. En su fantasía, todo está invertido, como en Alicia a través del espejo. Bueno, todo no. Sigue teniendo un oído excelente, por ejemplo, y el Hombre Misterioso reaparece, porque puede estar en dos sitios a la vez, como queda claro en su primera aparición.

El Hombre Misterioso es una especie de mediador evanescente entre ambos mundos. Una incógnita.

El cine de Lynch, en general, no puede ser comprendido en su totalidad, por la misma razón que no comprendemos la realidad en su totalidad. La realidad no mediada simbólicamente es una x siniestra, irrepresentable, la noche del mundo. Lynch no para de sugerir esta dimensión siniestra en sus películas, especialmente en Cabeza borradora, con todos esos sonidos industriales que acompañan al protagonista, las imágenes abyectas y repugnantes y, claro, la cabeza desmembrada del protagonista, órgano sin cuerpo, la imagen misma de lo siniestro. La realidad preontológica, previa a su organización simbólica, está descompuesta, como en los fragmentos (nótese el doble sentido) que han llegado hasta nosotros de Empédocles, en los que habla de una época anterior en la que aún no se había formado el mundo y en la tierra brotaron muchas cabezas sin cuellos, erraban brazos desprovistos de hombros. Miembros suelos... erraban. O, como diría Hegel, aquí una cabeza ensangrentada, allí una horrible aparición blanca. Esta noche del mundo es previa a la formación del sujeto, previa a la constitución del logos. El sujeto se forma accediendo al universo simbólico. También sugiere esta dimensión al comienzo de Terciopelo azul, cuando la cámara se sumerge en la hierba y muestra primerísimos planos de insectos.

Otro aspecto importante del cine de Lynch es su particular uso de la ironía, donde lo macabro y lo más mundano se combinan de tal manera que se revela que lo macabro está contenido siempre en lo más mundano. Como dice David Foster Wallace, algo típicamente lyncheano es una expresión facial grotesca que se mantiene varios minutos más de lo que las circunstancias justifican, hasta que comienza a significar diecisiete cosas diferentes a la vez. El propio DFW, en La filosofía y el espejo de la naturaleza, lleva esta ironía hasta un punto extremo. La madre del protagonista es operada por un cirujano que la cagó y su madre se queda con aspecto de estar desquiciadamente asustada todo el tiempo. El título del relato es idéntico al de un libro de filosofía de Rorty y es, desde luego, irónico.

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-En aquella época yo estaba narcisísticamente obsesionado con la imagen que proyectaba de mí mismo en los demás, aunque no quería proyectar ninguna imagen específica y hubiera preferido, directamente, no proyectar ninguna imagen, pero hacer esto no es posible, hagas lo que hagas, proyectarás una imagen y esa imagen servirá como base de lo que los demás pensarán de ti, porque las apariencias son cruciales, son lo que verdaderamente importa, digan lo que digan, nadie está escindido entre lo que parece y lo que es, la apariencia forma parte del ser, el ser, lo que eres, es la unidad de la apariencia y el ser, por decirlo así, de modo que salvar las apariencias no es una actitud superficial, o mejor dicho, lo es, solo que lo superficial es también crucial y lo más crucial, porque las profundidades ignotas de la psique que no se revelan sencillamente permanecen incognoscibles, así que lo más profundo es la piel, lo que aparece, las apariencias, los fenómenos y no los noúmenos. Trataba de ocultar mi rostro con el pelo, que lo llevaba muy largo, aunque no lo hacía conscientemente, lo de ocultar el rostro, quiero decir. Así que supongo que mi imagen estaba asociada involuntariamente con todo tipo de connotaciones relacionadas con el engreimiento y la soberbia y el mutismo altanero y esnob del típico raro medio autista que se cree un artista y secretamente se siente orgulloso de sus nulas habilidades sociales y se entrega a la compleja elaboración introspectiva de pensamientos inútiles, pero la verdad es que esa no era, de ningún modo, la imagen que yo quería proyectar de mí mismo ni era lo que quería que los demás pensaran de mí y, de hecho, no quería que los demás pensaran nada de mí y mucho menos que me dijeran lo que pensaban de mí.

-Este miedo al potencial destructivo del prójimo era un ingrediente fundamental de la imagen que los demás veían de mí, claro. Nunca entendí bien las conversaciones de mis compañeros de instituto. Mis reacciones y mis respuestas solían provocar una hilaridad que estaba muy lejos de mis intenciones. Eran consecuencias inintencionales, por decirlo así, de mis actos de habla. Estoy pensando algún ejemplo, para que pueda hacerse una idea. Una noche, en un bar, todos mis amigos estaban jugando a uno de esos juegos odiosos en los que hay que hacer confesiones y beber si los demás también han hecho algo que tú has hecho, o algo así. No entendí el juego. Literalmente. Creo que invertí por completo el sentido del juego. Es decir, yo estaba jugando al revés, o algo así. Me di cuenta después. Así que ahí estaba yo, completamente borracho, diciendo sandeces hilarantes sin querer, y todo el mundo se estaba riendo y algunos decían que estaba como una puta cabra y había una chica que coreaba mi nombre y que luego me invitaba a cerveza y que luego brindó conmigo con tanto entusiasmo que me rompió la botella de cerveza y me hizo un corte en el pulgar de mi mano derecha y luego me llevó al baño a limpiarme la herida y lo que quiero decir es que en todo momento yo estuve muy confuso porque aquello era una situación caótica o una situación regida por normas que se escapaban a mi comprensión y a mi control y que cuando aquella chica me estaba diciendo que no me podía ir a casa porque si me iba se acababa la fiesta yo no podía estar seguro de si se estaba riendo de mí o estaba siendo simpática de un modo sincero y cuando, en algún momento de la noche, ella me preguntó por Kafka, porque por alguna razón había sacado a colación el tema de qué libros me gustaban, me hubiera gustado decir que estaba inmerso en una situación kafkiana, aunque odio el abuso del adjetivo kafkiano, así que no dije eso, no recuerdo qué dije, y entonces tuvo lugar la típica escena de bailar mal deliberadamente y dar vueltas a la chica, teatralmente, y a la inversa, deconstruyendo roles de género, con todos los grados de conciencia e ironía que implica la escena y el subtexto ambiguo que contiene en forma de señales equívocas de significado ambivalente.

-Esto no es del todo cierto, estoy hablando como si estuviera en un relato de DFW. Toda mi vida he sido un fraude.

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-Por ejemplo, la expresión darle a la tecla. Es horrible, una atrocidad, un crimen; solo pensar en ella hace que  mi frente se empape de sudor frío y mi estómago se revuelva. Imagine un diálogo entre un escritor que usa esta expresión y un amigo que le llama por teléfono para preguntarle qué tal le va. Qué andas haciendo, diría el amigo. Dándole a la tecla, respondería el escritor. Si yo fuera el amigo del escritor, dejaría de hablarle. En serio, no le hablaría nunca más. Y si un hijo mío usara esa expresión, no podría quererle. También odio, lógicamente, expresiones concomitantes, tipo dominar la tecla. Por no hablar de trajinar con la tecla. También odio a la gente que escribe yo creo, que. ¿A cuento de qué viene esa coma? Insoportable. También a la gente que escribe ojalá, todos escribieran, aunque fuera un poco. De nuevo no sé a cuento de qué viene esa coma. Me refiero a la primera. Ojalá todos escribieran, aunque. ¿Ves? Así sí. Yo, además, no solo no deseo que todo el mundo escriba, sino que deseo que lo haga muy poca gente. Hay demasiada gente que escribe. La inmensa mayoría lo hace mal. Me incluyo, por supuesto. Creo que todos deberíamos escribir menos y leer más. Lo creo sinceramente. Odio a la gente que dice sobre gustos no hay nada escrito. No entiendo por qué dicen algo que es, evidentemente, falso. Sobre gustos hay miles de libros escritos. Casi no se escribe sobre otra cosa, de hecho. El adagio latino es de gustibus non est disputandum. Sobre gustos no se disputa, de acuerdo. Quizá en la expresión no hay nada escrito, escrito signifique no literalmente, sino lo escrito entendido como forma de autoridad última. Aún así, me disgusta la expresión. Creo que ya le he comentado en alguna ocasión que hay gente que dice cosas como las faltas de ortografía son imperdonables, hasta el punto que ni siquiera, etcétera. Irónico. El severo profesor queísta, podríamos llamarle. También hay gente que escribe me parece aberrante que alguien no sea capaz de escribir a la primera sin faltas de ortografía. Esto lo escribe alguien que en un comentario anterior había escrito tambien, así, sin tilde. A mí no me parece aberrante. Quizá le suene extraño, porque no hago más que quejarme y odiar, pero odio aún más a los que odian a alguien por cometer faltas de ortografía, o les parece aberrante.

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Era el tipo más loco que haya conocido nunca, un tipo que escribía relatos extrañísimos en los que mezclaba su obsesión con la lógica y ciertos aspectos de de la filosofía idealista y los escribía con un tono ácido y descreído que rozaba lo macabro y un humor que usaba como coraza protectora y nadie los leía excepto dos o tres compañeros de clase, entre los que estaba yo. Recuerdo un relato en el que hablaba de la soledad abstracta de los conjuntos vacíos y de cómo estos cobraban conciencia de su soledad y sufrían por ello y echaban de menos ser habitados por elementos, aunque fuera por un solo elemento, y se referían a su deseo de abandonar su estado de vacío como una imposibilidad lógica y un anhelo carente de esperanza y sin embargo ineluctable y la conciencia de los conjuntos vacíos era un trasunto de la conciencia del hombre en su simplicidad capaz de contenerlo todo sin ser ella propiamente nada y de la angustia como la única emoción verdaderamente humana. El conjunto vacío bromeaba sobre lo difícil que le resultaría aniquilarse, pero nadie le escuchaba. Aquellos relatos infringían todas las normas de los manuales acerca de cómo se debe escribir un relato, porque Arturo no concretaba nada y todo era desesperadamente abstracto y hermético y muchas veces un puro sinsentido, como el relato de la línea que se levanta convertida en un círculo y da vueltas en la cama sin poder salir ni ver la luz del día y que para Arturo era una fábula geométrico-existencial y sociopolítica sobre el colapso de la modernidad. Recuerdo su obsesión con la película Carretera perdida y sus teorías descabelladas sobre el cine de David Lynch y recuerdo que algunos días, en medio de clase, me susurraba al oído Dick Laurent está muerto, o el Hombre Misterioso está ahora en clase y también está en nuestra casa, grabando el salón, o nunca te fíes de una mujer teñida de rubio, mejor aún, nunca te fíes de una mujer, y al acabar la clase decía que la estructura de la película era sin duda una cinta de Moebius en la que se revelaba que el plano de la realidad y el plano de la fantasía eran el mismo plano. Él estaba permanentemente inquieto y excitado por todo tipo de ideas extravagantes que le acosaban las largas noches de insomnio, que en gran parte eran culpa del exceso de cafeína, y siempre daba la sensación de estar inmerso en algún tipo de complejo combate introspectivo contra sus propios demonios y las desmesuradas cantidades de café iban acompañadas de cigarros que fumaban compulsivamente y parecía tener un miedo atroz a que algo se le estuviera escapando, a que algo, no se sabía bien qué, se le estuviera pasando por alto. Un día me dijo algo sobre analizar la realidad hasta el punto de la locura. Otro día dijo algo sobre que para realizar algo verdaderamente grande había que afrontar el peligro y bordear la locura. Era uno de esos tipos que sabes que no pueden acabar bien, desde el principio hay un brillo en su mirada de tristeza o de ansiedad, o un anhelo desmesurado y vago que se trasluce en sus ojos. Un brillo de cristales fragmentados o estrellas tristes. Realmente estaba obsesionado con los círculos y las líneas y con su identidad, desde que leyó un libro de Nicolás de Cusa, y con la cinta de Moebius, que había construido con un folio. A veces se ponía muy pesado y solo hablaba de cosas que le interesaban a él, y ni siquiera prestaba atención a si les estabas escuchando o a si te estaba aburriendo hasta  el llanto y parecía dar por hecho que tú habías asistido al curso de sus pensamientos porque se ponía a hablar como si estuviera en medio de una conversación cuya primera parte, en realidad, solo había tenido lugar dentro de su cabeza. Eso lo hacía mucho, casi siempre sin darse cuenta. No creo que asumiera nunca que los otros no tenían acceso a sus estados mentales y daba por supuesto que los demás deberían ser conscientes de sus estados de ánimo aunque no los manifestara. Claro que sabía que esto era imposible. Lo sabía, decía, pero no lo sentía.

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-Yo diría que fue un día de abril, hace ya unos veinte años, no sé exactamente qué día fue, pero sí que sufrió lo que él describió, con su exagerado gusto por las exageraciones, como una epifanía demoledora que produjo un cambio sustancial en todas sus conexiones sinápticas y alteró su estructura cerebral de modo que su anterior identidad quedó superada por completo. También, en otras ocasiones, describió aquel suceso como un acontecimiento de conversión radical que rediseñó su psique y todo su ser de modo que proyectó su vida hacia la consecución de un único objetivo y que a partir de se momento todas sus energía y toda su atención estaban concentradas o focalizadas en un único punto y que así era como había conseguido mantener un grado máximo de eficiencia en todos y cada uno de sus pensamientos. Tal vez se volvió loco, pero déjeme decirle una cosa, se le veía feliz, por primera vez en su vida era feliz, creo yo, y no estaba dispuesto a cambiar su felicidad por nada, y si le mirabas a los ojos podías ver un brillo en ellos que nunca había tenido anteriormente y comprendías que iba a afrontar todos los riesgos que se encontrara en su camino con una determinación suicida. Lo que le sucedió no está claro, sin embargo. Estaba obsesionado con la idea de que su cerebro tenía un déficit de serotonina y con la idea de que era capaz de subsanar este déficit por medio de una atención despiadadamente intensa a todo lo que ocurría a su alrededor. No era fácil comunicarse con él. Tenía periodos de mutismo introspectivo infranqueable y periodos logorreicos en los que hablaba sin cesar y sin preocuparse mucho de que los demás siguieran el hilo de su discurso. Estructuralmente estoy compuesto de tal forma que las digresiones y divagaciones son inherentes a mi naturaleza y son un rasgo que pienso llevar hasta el extremo. Eso lo dijo el días antes de desaparecer. Deseaba tener todos los datos en su cerebro de forma simultánea y organizada de tal modo que pudiera acceder a ellos siempre que lo necesitara, sin gastar energía, sin tener que esforzarse. No sé muy bien con qué propósito. Hablaba del Bibliotecario Supremo y decía que el mapa de su cerebro era como una red de metadatos y referencias cruzadas capaz de recuperar toda la información relevante en cualquier momento. Soñaba con un orden perfecto. Todo el ruido tóxico de lo inesencial será abolido y en su lugar se instaurará una armonía perfecta. Algo así decía. La música más maravillosa y lógica jamás escuchada por el hombre. Estaba convencido de que las matemáticas eran un lenguaje esencial, pero que aún más esencial era el hermoso y frío mundo de la lógica, un prodigio de abstracción y seguridad. Las relaciones son lo primero, la materia secundaria. Antes de largarse, sostenía una peculiar versión de platonismo en la que lo fundamental eran las relaciones eternas y exteriores a los términos que las efectúan. Estaba completamente obsesionado con esa idea. Los cuerpos mueren, las relaciones no. Era algo hermoso, según él.

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Me daba mucha pena pensar en la soledad abstracta de los conjuntos vacíos y me los imaginaba como gigantescos círculos flotando eternamente en el espacio oscuro y gélido, círculos gigantescos e inmóviles sin nadie que los habitara, me imagina que, de algún modo, los conjuntos vacíos cobraban conciencia de sí mismos y eso les deprimía porque, al fin y al cabo, no eran nada, solo la conciencia de esa nada, y también me imaginaba que sospechaban que existían otros conjuntos poblados de elementos, incluso de infinitos elementos, mientras que ellos, por ninguna voluntad divina, solo por azar, tenían que sobrellevar una existencia vacía, para siempre, y que soñaban con la posibilidad de que algún día, algún elemento, les habitara y les aliviara y dotara a sus vidas de significado.

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Dice la inefable Lourdes que la derecha son los nuevos rojos. O algo así de estúpido. No voy a decir nada, porque mi odio visceral hacia Russian Red me nubla el cerebro y el juicio. De todas formas, que conste que yo odiaba a Russian Red antes de que declarase ser de derechas y que cuando vi que los de Rockdelux incluían una insulsa y cursi canción suya (como todas; creo que ya estoy diciendo algo, cosa que dije no iba a hacer) en un recopilatorio, procedí a proferir alaridos salvajes hacia el cielo con los brazos extendidos en actitud suplicante y después, de rodillas, pregunté al Dios de los indies por qué nos había abandonado y permitía a aquella pija que maullaba atrozmente aparecer en Rockdelux. ¿Por qué, Señor? ¿Acaso hemos estado adorando becerros de oro por ahí? ¿Qué grave pecado hemos cometido?

Y entonces los cielos se abrieron y el dedo ardiente de dios grabó en piedra con fulgente caligrafía que no adorásemos falsos ídolos y dijo que aquello había sido una prueba para seleccionar a los verdaderos creyentes y que algunos pecadores habían sucumbido a los encantos demasiado obvios y prefabricados de una cantante efectista de nulo valor artístico que pone ojitos y se viste bien y nada más y que se avergonzaba de esos pecadores y que ya no eran hijos suyos. ¿Irán al infierno los oyentes de Russian Red?, pregunté. Sí, respondió Dios, con la atronadora voz de la justicia. ¿Se salvarán los oyentes de Nacho Vegas? Sí, volvió a afirmar Dios.

domingo, 25 de marzo de 2012

Gratuito


Ya si eso luego me autoflagelo en plan Adorno, pero este anuncio me hace muchísima gracia.

sábado, 24 de marzo de 2012

Entrevistas breves con hombres que odian determinadas expresiones

-Yo no respeto a nadie que use la expresión boca a oreja en vez de boca a boca. Ni siquiera los considero seres racionales. En todo caso, habría que decir boca a oreja y de nuevo a boca. Si solo va de una boca a una oreja el flujo de la información se habrá detenido ahí. En resumen, la expresión boca a boca está bien, boca a oreja es una idiotez. Porque la expresión boca a boca se refiere al flujo de la información, no a la recepción de la información. Si quisiéramos poner el énfasis en la recepción de la información, podríamos decir boca a neurorreceptores, por ejemplo. Imagine que usted me recomienda un libro, los sonidos salen de su boca y, a través de mi oreja, esos sonidos llegan a mis neurorreceptores, donde cobran sentido, pero yo no le digo a nadie más que ese libro es buenísimo. Esa situación sería un boca a oreja en sentido estricto. El libro no se convierte en un fenómeno de ventas. Pero si yo se lo digo a muchas más personas y esas personas, a su vez, a muchas más, de modo que se multiplica exponencialmente la información, podría llegar a serlo. Esta segunda situación, por supuesto, se describe con la expresión boca boca, pero no con la expresión boca a oreja. 

Al fin

Se van a editar The Broom of the System y House of leaves en castellano.

jueves, 22 de marzo de 2012

Tim Burton Returns

En 1995 vi Pesadilla antes de navidad, lo cual, lógicamente, me convirtió en un fan de Tim Burton total y absoluto. Hace mucho tiempo, escribí un texto sobre Tim Burton, para la revista del Instituto, porque alguien me lo pidió, creo. Como todo fan es, en el fondo, un poco idiota, y se siente traucionado a la mínima, después de ver su versión de Alicia casi salgo de casa con un rifle a buscarle para decirle qué engendro apestoso había perpetrado y qué blasfemia imperdonable había cometido contra el buen nombre de Lewis Carroll. Pero ahora parece que Tim, el verdadero Tim, vuelve, con Frankenweenie y Dark Shadows.

Mi texto:

Todo comenzó en Burbank, lugar que sus padres consideraban el paraíso y que para Tim Burton era un lugar maravilloso desde un punto de vista infernal... Cuando uno es chico, piensa que todo es extraño. Y, a su vez, piensa que todo es extraño porque es chico. Pero un día uno descubre que ya es un hombre y que todo es extraño. Fue un pésimo estudiante, igual que muchos otros genios, como Kubrick o Tarantino. En esa época fundó el club del cementerio, solía ir solo al cine, nadie le comprendía, filmó una película con muñecos a la que llamó La isla del doctor Agor, con claras influencias de El gabinete del doctor Caligari, película fundamental para el universo Burton. Otras influencias de Burton son todas aquellas películas de terror que producía la Hammer, en las que la sangre era de un rojo brillante, muy intenso, irreal. 
La estética expresionista, la obsesión por los acabados perfectos, las perspectivas y espacios geometrizados diagonal y contradiagonalmente, el manejo perfecto de las luces y las sombras, del claroscuro, de la combinación entre lo poético y lo sombrío, entre el lirismo y el gusto por lo raro (Eduardo Manostijeras, Pesadilla antes de Navidad) y la imaginación, la inmensa imaginación, hacen de Tim Burton el niño, ya no tan niño, prodigio de la dirección en Hollywood, aunque éste muerda ferozmente la mano que le da de comer y se burle sin concesiones de su maquinaria y de todo, en realidad (Mars Attack, crítica brutal a todo el sistema americano y a la película Independence Day, éxito hollywoodiense donde los haya). Tim es, sin duda, el gran genio del cine fantástico, el único capaz de crear esa atmósfera de irrealidad que envuelve todas sus películas (sobre todo a Sleepy Hollow), creando una sensación extraña, confusa, rara y bella, de pura ficción: un disparate barroco de fantasía e imaginación, un mundo paralelo e intangible, construido sobre los cimientos d la imaginería burtoniana. Porque Tim Burton es un artista loco que hace cine, para beneficio de los espectadores. 
Autor independiente, personalísimo, su cine está filmado en descarada primera persona del singular, ajeno a las leyes del espacio y el tiempo, ajeno a las modas, hoy luce casi como uno de sus monstruos, con su caótica melena, con su cara de enfermo mental y su vestimenta negra. Tim Burton llegó de alguna galaxia remota, por la noche, y aún regresa de vez en cuando, junto a su genial músico, Danny Elfman, y nos traen sus visiones fantasmagóricas y su alucinante música gótica. Creador absoluto, oscuro e inquietante, nocturno y sombrío, freaky, artista maldito, incomprendido, inteligente e irónico, con un humor negrísimo, cuando menos singular (Bitelchús). Gran narrador de cuentos de hadas macabros, con cierto encanto amargo y poético. Y es que nadie ha sabido captar como él la rara belleza de los monstruos, en sus escenarios barrocos e irreales, envueltos en una niebla espesa, enfocados diagonalmente, tristes por su destino de monstruos, tristes porque no pueden alegrar a los niños en Navidad, aunque hayan secuestrado a Santa Claus, ya que su corte de seres de la noche asusta a los niños. Jack Skellington debe resignarse a su destino de monstruo. Este personaje surgió de la febril imaginación de Tim ya en su adolescencia. 
Artistas incomprendidos, su ídolo Vincent Price, el peinado, Winona Ryder, la música de Elfman, los seres que habitan la noche, el mito de Frankestein, Edgar Allan Poe, la inclinación a los temas macabros por el puro deleite de lo macabro, la Navidad, calabazas y espantapájaros terroríficos, Johnny Deep, su actor fetiche y álter ego en la pantalla, cementerios, oscuridad, leyendas, Ed Wood, películas de serie B, la constante revisitación del monstruo, el cuento de hadas en su forma favorita: la bella y la bestia, la amargura y la sensibilidad con las que castiga gozosamente al espectador son las claves del director más diferente y atrevido y genial de, cuanto menos, la última década. 
Hay una teoría que sugiere que Tim Burton es, sencillamente, Dios. Me explico: en Tim Burton habitan tres personas; esto es: por un lado tendríamos las superproducciones de encargo (Batman, Batman vuelve y El planeta de los simios). Por otro, sus obras maestras, sus proyectos personales (Eduardo Manostijeras, Pesadilla antes de Navidad, Ed Wood, Sleepy Holow y sus cortos Vincent y Frankeweenie). Y por último, sus alocadas y extrañas comedias (La gran aventura de Pee-Wees, Bitelchús y Mars Attack). En fin, el extraño mundo de Tim Burton, sus febriles cuentos de hadas y de pesadillas, de bellas y monstruos, de Navidades y marcianos, de chicos que quieren ser Vicent Price o que resucitan a su perro, de fantasmas incapaces de echar de casa a sus nuevos inquilinos, de un Batman siniestro y psicópata, enamorado de la perversa Catwoman.
Sergio García, 2001 
Bueno, un poco repetitivo y exagerado.

Cormac McCarthy

Lo de Cormac MCarthy sí que es escribir y lo demás gilipolleces, dijo el Señor S. en un arrebato de fanatismo instantáneo, después de leer cinco páginas de Todos los hermosos caballos, y recordando un libro infantil que se llamaba Belleza negra, un libro que le gustaba hasta decir basta cuando era pequeño.

domingo, 18 de marzo de 2012

Escribir

Navigare necesse est

Escribir para cazar Snarks, para no temer a los Lestrigones, para sobrevivir a la jauría atroz de los recuerdos. Escribir sin más y porque sí, para escapar del infierno, para adentrarse en el infierno. Escribir gritando, aullando, con sangre, palabras fosforescentes en la noche. Escribir, así en la alegría como en el desgarro. Escribir largas letanías que nada significan. Escribir para borrar tu recuerdo, para aniquilarlo. Escribir dormido, borracho, medio muerto, palabras aladas que surquen el aire y se hagan carne y polvo y barro y aliento y sangre. Escribir saltando y danzando por todos los barrancos, para mirar el abismo, para mirarlo de frente. Escribir el miedo y aniquilarlo. Escribir estrellas lejanas, caminos sin destino, arañazos en las entrañas. Escribir palabras que resuciten tu recuerdo, palabras de lluvia con sabor a cenizas. Escribir para vivir y vivir para escribir. Escribir de noche, a solas, a oscuras, en silencio. Escribir como un corredor de fondo cojo, como un nadador exhausto que aún no ve la costa, como un ciego en una isla desierta, como un vampiro sediento, como un animal acorralado, como espantapájaros jorobado, como un muñeco de nieve que se derrite. Escribir en la duermevela, mientras aún existe el mundo y aunque no exista. Escribir para ser yo, para dejar de ser yo, para arrojarme por los aires. Escribir, así en el éxtasis como en la melancolía. Escribir para entrar en el laberinto, para salir del laberinto. Escribir para ver el jardín, para volverme invisible, para encontrar la llave y entrar en el jardín siendo invisible. Escribir con las manos frías, con la ventana abierta, palabras azules que sobrevivan en la noche. Escribir para estar solo, para no estar solo. Escribir como quien respira, como quien mira, como quien muerde, como quien muerde lo que mira, labios fosforescentes en la noche que respira. Escribir como quien desaparece. Escribir para desaparecer. Escribir para que la nieve caiga dulcemente a través del universo y mi alma se desvanezca. Escribir para despertar, para soñar, para danzar, para perseguir, para buscar, para esperar, para escapar. Porque escribir es cantar, amar, llorar, recordar, olvidar, caminar, volar. Escribir para huir, para no huir. Escribir, así en el fango como en las nubes. Escribir despacio, escribir deprisa, palabras quebradas corriendo bajo la lluvia. Escribir como un marinero en tierra, como un pájaro enjaulado, como un náufrago que desespera, como un sediento, como un artista del hambre, como un renegado, como un desterrado. Escribir para ser Ulises, para ser Ahab, para ser Samsa. Escribir en la arena, frente al mar, palabras para nadie y para todos. Escribir vértigos, ausencias, precipicios. Escribir para hablar con los muertos, para dormir con los muertos, para no tener miedo a la muerte. Escribir para encontrar la flor azul. Escribir para llamar a la ardiente enamorada del viento. Escribir palabras que guarezcan, palabras con sabor a nieve sucia. Escribir para mentir y mentir para decir la verdad. Escribir de día, a pleno sol, con los ojos rojos, pulverizando rosas. Escribir para tragarse el mundo, para vomitar el mundo. Escribir como quien detiene el mundo. Escribir para ser fuego y dinamita y huracán y cometa solitario. Escribir manos alzadas y alucinadas y labios mordidos y espasmos de luz y truenos y relámpagos en las venas y viento y polvo en el aire. Escribir, así en la paz como el la violencia, encerrado y al aire libre, en invierno y en primavera, en otoño y en verano, de día y de noche, por la mañana y por la tarde. Escribir con los dientes, con los puños, con los ojos, con la lengua, con las uñas, con las pupilas hambrientas. Escribir tormentas. Escribir como quien delira, y para que el mundo delire, para vivir en el corazón del delirio. Escribir palabras, una detrás de otra, que caminen por una playa, rumbo a la eternidad derruida. Escribir para ser el sombrerero loco. ¿En qué se parece un cuervo a un escritorio? Escribir para ser del tamaño de lo que veo, para cazar al gran pez. Escribir en la luna, borracho, fumando un cigarro, contemplando la tierra, diminuto punto en el espacio. Escribir para engañar al hombre del saco, para rescatar restos de luz, para saltar sonámbulo y caer en el mar. Escribir, así en el barro como en el tejado. Escribir caminos dorados, aunque no lleven a ninguna parte y si no llevan a ninguna parte. Escribir palabras que luchen, que permanezcan erguidas en la derrota. Escribir destilando gota a gota el viento lento que susurra. Escribir para vivir al otro lado del espejo, para que las magdalenas calmen la sed, para cortarle la cabeza al rey. Escribir para beber bebidas inventadas, en vasos que no existen. Escribir para que hordas de rebeldes cabalguen el caos sin despeinarse, y se asomen al claro del bosque, a la calma que reina en el ojo del huracán. Escribir desde el ojo del huracán, desde la cubierta del buque fantasma, desde el subsuelo. Escribir como el funambulista ebrio, en precario equilibrio, rumbo a lo que no existe. Escribir los gritos errabundos que caen, exhaustos, cuando atardece y que se clavan justo ahí, donde es más triste la luz, y los silencios que crecen como latidos, bombeando sueños dementes. Escribir feroz y feliz, la música estrepitosa y misteriosa de las esferas. Escribir para resistir, para sobrevivir, para matar el tiempo, aunque luego el tiempo se enemiste contigo. Escribir el fulgor que asoma su cabeza entre nubes de óxido y herrumbre. Escribir el derrumbe, como quien canta, como quien agita los brazos, aspas locas, ascuas solas en la noche que termina. Escribir aullidos de electricidad erizando la piel y las entrañas de la noche que termina.

sábado, 17 de marzo de 2012

Sobre rostros y fantasmas

Miro un rostro pálido y casi cadavérico que me mira, reflejado en el espejo, pero no fantasmal, porque es, sin duda, palpable. Pómulos demasiado pronunciados, por un exceso crónico de delgadez. Un rasguño que parece el rastro oblicuo de una lágrima roja y afilada atraviesa el rostro. Una purpúrea cicatriz, ojeras también purpúreas, labios agrietados. Ese podría ser yo, pienso. También: a ese rostro debería darle un poco más el sol, ese tipo debería engordar, dormir más y dejar de golpearse contra las ramas de los árboles nocturnos. No hay mejor forma de darse cuenta de que las cosas están ahí que golpearse contra ellas, eso es cierto. Se trata de una prueba irrefutable de que no eres un fantasma. El rostro de las fotografías viejas sí que es un fantasma, pienso, porque no le afecta el tiempo. Fantasma por ausencia, pues. El espectro de ti mismo.

Genios

Cada genio produce una legión de jóvenes insomnes.
Nabokov

Los optimistas

Los optimistas escriben mal.
Arno Schmidt

Evidentemente, toda vida es un proceso de demolición. 
Fitzgerald

El hombre de espíritu

El hombre de espíritu, sin embargo, es precisamente de lo más activo cuando, por decirlo así, no hace nada (...). El que no hace nada, en calidad de hombre de espíritu, es realmente a los ojos de los que entienden por no hacer nada realmente no hacer nada, porque en ellos, cuando no hacen nada, no pasa nada, el mayor peligro y, por consiguiente, el más peligroso.
Thomas Bernhard, Extinción

miércoles, 14 de marzo de 2012

Et in Esparta ego

Mi lema no es et in Arcadia ego, sino et in Esparta ego
Roberto Bolaño

Condición del hombre. Inconstancia, aburrimiento, inquietud. 
Blaise Pascal, Pensamientos

Corrección

Continuamente nos corregimos y nos corregimos a nosotros mismos con la mayor desconsideración, porque a cada instante nos damos cuenta de que todo (lo escrito, pensado, hecho) lo hemos hecho mal, de que hemos actuado mal, de que, hasta ese momento, todo es una falsificación, y por eso corregimos esa falsificación y la corrección de esa falsificación la corregimos otra vez, y corregimos el resultado de la corrección de esa corrección y así sucesivamente.
Thomas Bernhard, Corrección.

PD: cierto que dije que iba a descansar del blog, pero sigo, en realidad, descansando del blog, porque no me cansa, ni me quita tiempo, poner aquí contenidos ajenos, contenidos que merecen un alto grado de difusión y el más alto grado de difusión, así que a eso, a difundir contenidos que merecen ser difundidos en el más alto grado de difusión, voy a dedicarme, de momento, en el blog, lo que va convertir a este blog en una casa de citas, ciertamente, me doy cuenta yo también.

El trabajador ideal

Miguel Brieva

Directos a la catástrofe.

¿Por qué España tiene un desempleo tan elevado?

En esta época de locos nos faltaban los idiotas del horror.
Franco Battiato.

miércoles, 7 de marzo de 2012

Dar vueltas

Repentinos ataques de pánico nocturno. El desasosiego sin motivo concreto agitándose en la oscuridad como un monstruo eléctrico. Las mejillas seguramente resplandecen y palpitan porque la sangre se agolpa ahí con un ritmo enloquecido. Dar vueltas y vueltas. En un círculo se confunden el principio y el final. Girar así, en círculos. Esperar que pase la noche. Despertar en primavera. Mirar el cielo, el azul y el blanco entrelazados, como espuma de mar, difuminada e inmóvil. El viento lento y somnoliento. La inquietud persevera, sin embargo. Azul helénico y blanco como piel blanca. ¿Si estiro los dedos podré tocar? No parece posible, ciertamente. De modo que siempre es de noche, hagamos lo que hagamos. Errar, no hacemos otra cosa. Argonautas dementes. Viajar es necesario, vivir no. Sin fin. Espuma o saliva celeste, cuando las bocas ya no hablan. Desde luego hablar no es lo mejor que se puede hacer con la boca. Eso está claro. Una inquietud como de andar de aquí para allí con una idea clavada en el cerebro que no termina de realizarse y te atosiga sin parar. Casi cada minuto. Una inquietud perversa y perseverante que resplandece en el azul celeste. Ahora, lo primero, dar un paso. Los siguientes vendrán por añadidura. Como un alud. Precipitándose, avanzando, al fin, de una vez.

-No más de cuatro cafés diarios, luego te agitas por la noche, vueltas y vueltas, normal, qué te crees que es tu cuerpo, chico.
-Pero yo adoro tener demasiada cafeína en mi torrente sanguíneo. Mi cuerpo es un campo de batalla.

Deliras. Viniste aquí con una misión. Tienes una misión. Bobby Fischer tuvo su misión. Entregar su vida al ajedrez. Tú no sabes nada de ajedrez, pero eso da igual, lo importante es entregar tu vida a algo y liberarte. Liberarte de ti. Así. Todo el mundo sueña con entregar su vida a algo, al ajedrez o a la gramática. A lo que sea.

-Pero piensa en Gödel, entregó su vida a la lógica y acabó paranoico perdido y muerto de inanición porque estaba convencido de que envenenaban su comida. Bobby Fischer, también paranoico. David Foster Wallace, ahorcado. Virginia Woolf, otra suicida. Deleuze, arrojándose por la ventana. ¿Sigo?
-Malinterpretas terriblemente la muerte de Deleuze, amigo. Piensa en Séneca, qué hermoso acto final de autonomía. La grandeza estoica, amigo.

Pero tú no eres estoico, aunque bien que te gustaría. Dominar las pasiones con el rayo helado del intelecto. El rayo que no cesa. El logos que todo lo gobierna. Luz eterna. Ataraxia. Imperturbabilidad. Ese orgullo de filósofo puro, habitante de cumbres heladas, inhóspitas. Respirar el aire fuerte de las montañas. Así hablaba Zaratustra, superhombre. Así. Los poetas mienten mucho, eso lo sabemos. Y Zaratustra también es un poeta. Y Platón también es un poeta. Blanco espuma difuminado, no hay viento. Pintar el aire. Con palabras. ¿Se puede hacer o no se puede hacer? No puedes seguir siempre siendo solo viento. Se lo dijo una mujer a Nacho Vegas. Tampoco yo puedo, ni nadie. Escucha.

-Tú sabes mejor que nadie, porque lo ha repetido miles de veces, que una voluntad que no se determina no es real.
-Amigo mío, todo sucede según un orden necesario. Lo demás son ilusiones de la conciencia. Amor fati, eso también lo he dicho miles de veces.

Amor fati. La afirmación trágica de la vida. La alegría trágica. Así hablaba Zaratustra. Así vivieron los griegos, los mejores de entre los griegos. Sófocles, el hombre más feliz de Grecia. ¡Ah, Dedalus, los griegos! Mar helénicoazulceleste mezclado con espuma. Qué desgracia encontrarse con un alemán cuando uno esperaba encontrarse con un griego. Dijo Nietzsche, espíritu mediterráneo y, por tanto, griego y, por tanto, no alemán. Alemán de verdad era Hegel, con su cabeza cuadrada. El dios de Hegel no sabe bailar y, por tanto, no merece la pena creer en él.

-¿Te imaginas a Hegel bailando?
-Sí, con candelabri in testa, como los zíngaros del desierto.

Buscando una razón para desesperarse por alguna razón. Algo que justificase. ¿Qué vas a hacer ahora? El cielo purpúreo, sangre difuminada. Algo más que esta melodía rota de frases rotas de almas rotas de destinos rotos. Algo más que tanto inútil estruendo por nada. Agitarme en el aire quiero, como un pañuelo. La monotonía de los días que pasan. Nómadas, dice Battiato. Judíos errantes, todos. Tu lengua no sabía a cenizas mojadas, quizá la mía. Lengua de espectro. Solo en lo oscuro. Huir, salir de aquí, mi meta. No más de diez cigarrillos diarios. Sin dinero, sin casa, sin nada, aquí encerrado. El miedo, de repente, se agranda como un globo. Y de repente se desinfla, como un globo. No te quedes ahí parado como un idiota y pensando como un idiota. Ahí. Así. Sin fin. Dando vueltas.

-La vida adulta es, básicamente, un aburrimiento.
-Y Peter Pan una figura trágica. Te juro que Peter Pan es una obra trágica. No simplemente algo pueril.

Chateaubriand: el aburrimiento me ha devorado siempre. David Foster Wallace: presta atención a la cosa más tediosa que puedas encontrar (las declaraciones de la renta, el golf retransmitido por televisión) y un aburrimiento como no hayas visto nunca se te echará encima en oleadas y a punto estará de matarte. Si consigues capear esas olas, será como si pasar del blanco y negro al color. Como encontrar agua después de varios días en el desierto. Un éxtasis constante en todos y cada uno de tus átomos.

PD: Ahora sí que sí me tomo un descanso del blog. Tengo que estudiar. Así que eso, hasta la vista.

Fragmentos presocráticos

En la tierra brotaron muchas cabezas sin cuello,
erraban brazos desnudos desprovistos de hombros
y vagaban ojos solos carentes de frente.
Empédocles (DK 31 B 57)

Antes de leer lea...

Ese viejo cascarrabias y humorista malhumorado que fue Schopenhauer aconsejaba, antes de acometer la lectura de El mundo como voluntad y representación, leer su tesis doctoral, sobre la cuádruple raíz del principio de razón suficiente, un tratado filosófico, o algo así (no recuerdo el título exactamente), leer también un ensayo de Goethe sobre los colores, familiarizarse con la filosofía kantiana, al menos con las obras fundamentales de Kant, creo que también adquirir ciertos conocimientos sobre filosofía oriental y, una vez leído  El mundo como voluntad y representación, después de todos esos preparativos, volver a leerlo. Si no, decía, siempre puede servir como decoración en una estantería y ahí lucirá mucho. En fin, esto de leer su tesis y el ensayo de Goethe no lo hacen ni los estudiantes de Filosofía, aunque Schopenhauer tenga razón y todas estas lecturas previas ayuden a comprender mejor su obra. También podríamos seguir y decir que para comprender bien a Kant antes hay que familiarizarse con la metafísica dogmática, y antes con la escolástica, y antes con Aristóteles y, claro, con Platón, y no estaría nada mal tampoco saber algo de Newton, y mejor si lees a Schopenhauer en alemán, a Aristóteles en griego y los escolásticos en latín, y que tampoco puedes entender a los escolásticos sin saber algo de lógica y teología, y para saber algo de teología tienes que leer la Biblia, por no hablar de que para entender bien a Platón y Aristóteles no puedes olvidarte de leer antes a Parménides y a Heráclito, al menos. Pero mientras no seamos dioses el conocimiento, así todo de golpe, pues como que no.

Todo lo anterior viene a cuento porque en una Guía para perder el miedo al Ulises, de Joyce se aconseja leer, antes del Ulises, la Odisea, repasar la Biblia, hacerse con algunas nociones de griego y latín, y si puede también de inglés y gaélico, y armarse de paciencia. No sé si esto es irónico o qué, la verdad. Aparte de que la guía luego no es una guía ni es nada. Desde luego, seguro que si conoces la Odisea, la Biblia, sabes griego, latín, inglés y gaélico, disfrutarás mucho más leyendo a Joyce y captarás más significados, y todo lo que tú quieras, pero no es un requisito indispensable para leer el Ulises. Y, obviamente, esto no incita a perderle el miedo al Ulises.

El fragmento que esta supuesta guía cita, por cierto, se entiende muchísimo mejor si se lee el primer capítulo entero.Entiendes que ella es la madre de Dedalus y por qué se le aparece en sueños, por ejemplo.

Así que aquí está mi guía para perderle el miedo al Ulises:
Lo primero que llama la atención del lector al adentrarse en la obra de Joyce es que se trata de una comedia bestial en la que se alude a Dios como recaudador de prepucios.
Obviamente no es solo esto, pero si de perderle el miedo se trata... ¡Recuperemos al maldito Joyce de su secuestro a manos de profesores pedantes y capullos varios! ¡Vade retro intelectuales de mierdra!

martes, 6 de marzo de 2012

El camino

Mi mente, dice, como todas las demás, es un camino serpenteante, y así mi vida, en consecuencia, a imagen y semejanza de mi mente, es también un camino serpenteante, como todas las demás, y así avanzan ambas, mi mente y mi vida, serpenteando por el camino serpenteante, un camino que es recto y curvo, uno solo y el mismo camino, recto como las líneas rectas por las que avanza la escritura, de forma sucesiva, y curvo como las curvas de las letras que forman las palabras, palabras curvas yendo siempre por líneas rectas, de izquierda a derecha, uno solo y el mismo camino, serpenteante, y recto y curvo también, y también es uno solo y el mismo camino el camino que sube y el camino que baja, depende de si tú subes o de si tú bajas, y al camino no le importa que subas o que bajes, le da igual, por él puedes hacer lo que quieras, que no se va a inmutar lo más mínimo, y cualquier camino, todos los caminos, al final van a dar todos al mismo lugar, todos los caminos, por más serpenteantes que sean, conducen únicamente a un lugar, uno solo y el mismo lugar para todos los caminantes, por más vueltas que den, y no importa lo diferentes que sean los caminos que recorren los caminantes, no importa tampoco cuándo se incorporen al camino, ni tampoco desde dónde lo hagan, que solo existe un único destino para todos los caminos y para todos los caminantes, el mismo para todos. Irremediablemente.

Palabras y cosas

La palabra no representa al mundo exterior, sino que es éste el que convierte en significativa a la palabra. Y no es posible afirmar que la palabra es real como lo son lo visible y lo audible, de tal manera que pueda comunicar lo real existente, basándose en su realidad existente. Pues, nos dice Gorgias, incluso aunque la palabra tenga realidad, es distinta del resto de lo real y, en especial, los cuerpos visibles son diferentes de la palabra, ya que lo visible es conocido por un órgano y la palabra por otro distinto. Así, pues, la palabra no capta la mayor parte de las cosas reales.
(DK 82 B 3) (SEXTO EMPÍRICO, Adv. mathem, VII, 65)
La relación del lenguaje con la pintura es infinita. No porque la palabra sea imperfecta y, frente a lo visible, tenga un déficit que se empeñe en vano por recuperar. Son irreductible uno a otro: por bien que se diga lo que se ha visto, lo visto no reside jamás en lo que se dice, y por bien que se quiera hacer ver, por medio de imágenes, de metáforas, de comparaciones, lo que se está diciendo, el lugar en el que ellas resplandecen no es el que despliega la vista, sino el que definen las sucesiones de la sintaxis.
Michel Foucault, Las palabras y las cosas
Hacer posible el lenguaje significa lo siguiente: hacer que los sonidos no se confundan con las cualidades sonoras de las cosas, con el ruido de los cuerpos, con sus acciones y pasiones. Lo que hace posible el lenguaje es lo que separa el sonido de los cuerpos y los organiza en proposiciones, los libera para la función expresiva. Siempre es una boca la que habla, pero el sonido ha dejado de ser el ruido de un cuerpo que come, pura oralidad, para convertirse en la manifestación de un sujeto que se expresa.
Gilles Deleuze, Lógica del sentido 

sábado, 3 de marzo de 2012

Diálogos battiatonianos

-¿Qué música es esa?
-Battiato.
-Pero si no mola nada.
-Pero qué dices, esto lo está petando ahora mismo. Battiato es lo más, un ser de otra dimensión. Con Battiato se puede conquistar el espacio interestelar siguiendo cierta ruta en diagonal por la vía láctea.
-Anda ya, ¿de qué año es esto?
-Battiato es intemporal, no pertenece a la temporalidad regida por Cronos, sino a la temporalidad regida por Aión, o sea, la de los efectos incorporales, los acontecimientos, que son indiferentes a las acciones y a las pasiones de los cuerpos.
-No sé.
-No entiendo cómo no te mola Battiato, en serio. La era del jabalí blanco va a retornar, estoy seguro.
-¿Qué coño es eso de la era del jabalí blanco?
-Ni idea, pero espero que retorne pronto. Seguramente sea un sintomático misterio.
-Pero si suena a casio cutre.
-Bueno, son los ochenta, todo tenía que sonar así, es la grandeza de los ochenta, su geist esencial.
-¿Geist?
-Espíritu, en alemán.
-¿Por qué lo dices en alemán?
-Hay cosas que se dicen en alemán, aunque no se tenga ni puta idea de alemán. Geist y weltanschauung, sobre todo.
-Bueno.
-Tienes que comprender que Battiato es un ser capaz de superar las corrientes gravitacionales y que todos nosotros somos provincianos de la Osa menor.



Franco Battiato - Nómadas



A mí Battiato me mola. Porque dice cosas tan raras como nómadas que buscan los ángulos de la tranquilidad. Porque cuando dice la palabra crepúsculo esta parece estirarse y suena como si aún tuviera más sílabas de las que tiene. Porque es capaz de meter en una canción la expresión aparente dualidad, y no pasa nada. Porque conoce los bajos fondos de la inmensidaddimensiones insondables. Porque baila como nadie. Porque es un hombre a una nariz pegado. Porque es imposible que Battiato no mole.

viernes, 2 de marzo de 2012

Horses

Y justo en el momento en que la ponzoña y la miseria y el fango y la ciénaga infecta parecen ser el único horizonte posible que se extiende delante de tus narices con toda la pestilencia y el rigor inhumano de la desesperación atravesar el crepúsculo dorado como un caballo alado y desbocado y rabioso que no le teme a la muerte y cabalga y cabalga tan feliz como inconsciente hasta que la noche cae y aún después de que la noche haya caído cabalga y cabalga con una música de fuego inyectada en sus ojos e impulsado por el viento, un etéreo caballo alado tan raudo y veloz que es como una exhalación o una dudosa chispa de fuego tan violenta como fugaz.

jueves, 1 de marzo de 2012

La cumbia epistemológica



Luego está el humor que, como decimos, concuerda plenamente con nuestra estricta observancia (nuestro sectarismo sin tapujos) spinozista.

Y, desde luego, lo que viene siendo la etimología griega se les da mucho mejor a Les Luthiers que a Heidegger, eso por muy hedeggeriano que sea uno es innegable. Lo de "consonantongo" es digno de Carroll, además.



Exégesis del dinero como horizonte de la sociabilidad realmente existente y una simpática deconstrucción de ciertas estratagemas pueriles a la hora de abordar una obra



En serio, me entran unas ganas tremendas de leer a todos los escritores jóvenes que son vilipendiados en la blogosfera con argumentos -cuando, en el mejor de los casos, hay algo remotamente semejante a un argumento- bastante idiotas. La mayoría de las veces sacan frases de contexto, y poco más.

Por ejemplo (Heidegger, perdóname, porque voy a hacer una barbaridad):

Este ser abre en sí mismo el "en donde" del ser consigo mismo. Heidegger, para simples mortales como yo, habla en un lenguaje de otro planeta. Lo único que pretende es sorprender al lector con ejercicios pseudovanguardistas que carecen de significado. Es lo que tiene ser alemán y esquizofrénico a la vez. ¿El ser consigo mismo? ¿Y con quién iba a estar mejor? Ay señor, llévame pronto. Sigamos con nuestro análisis de Ser y Tiempo. El "ser ahí" no es nunca "inmediatamente" un ser exento de "ser en". Esto de usar comillas es un truco barato para llamar la atención sobre su forma de escribir. ¿Ser en? ¿En dónde? Ya desde el titulo de la primera parte, exégesis del "ser ahí" en la dirección de la temporalidad y explanación del tiempo como horizonte trascendental de la pregunta que interroga por el ser, se ve claro que Heidegger nos está tomando el pelo. ¿Y en esto consiste la filosofía del siglo XX? ¿Esto era uno de los libros de Filosofía más importantes del siglo? Los filósofos deben creer que somos idiotas y que, en consecuencia, no nos damos perfecta cuenta de sus trucos retóricos epatantes, de su jerga de rufianes, de su oscurantismo alevoso, de su hermetismo irritante, de que toda esta pirotecnia pueril está a exclusiva disposición de ocultar su falta de mensaje. Por ejemplo (cito de memoria): el "ser ahí" cabe los entes "intramundanos" se conduce relativamente a este su "ser" con una comprensión tácita y de término medio en su cotidianidad fáctica, siendo, él mismo para el mismo, en su ser, ónticamente lo más conocido, pero ontológicamente lo más extraño que ha menester de un preguntar expreso con vistas a una comprensión ontológicamente fundada de sí como base para el planteamiento de una ontología general que deconstruya las bases normativas de la ontología antigua que determinó los conceptos fundamentales hasta la "Lógica" de Hegel. No sé vosotros, pero a mí me da que el rey está desnudo.
Evidentemente, esto no se puede tomar en serio. Heidegger es el filósofo más importante del siglo XX, sin ninguna duda, aunque también es cierto que se presta a la parodia como nadie. De hecho, cuando yo estudiaba, parodiar a Heidegger se convertía casi en una competición surrealista por ver quien decía las mayores barbaridades, tipo el pre-ser-se del ser-cabe los entes es, sin duda, a la luz del logos en el claro del bosque, la superación patafísica de la metafísica: Jarry & Heidegger han liberado nuestras mentes patentizando la verdad del ser, regicijémonos, pues, con la buena nueva: el ser es. Esto sí que son payasadas de estudiantes (fumados, a altas horas de la noche, además) así que no espero que le hagan gracia a nadie. Lo único que quiero decir es que parodiar y satirizar sin fundamento es facilísimo, infinitamente más fácil que comprender, que esclarecer, que analizar de verdad una obra. Y que no tiene ningún mérito.

Bueno, lo que quería decir, en realidad, antes de ponerme a "deconstruir" a Heidegger, es que lo que necesito para ponerme a leer a los jóvenes vilipendiados es más pasta. Por eso había puesto la canción.

PD: De todas formas, yo creo que hay que dar por hecho que el conservadurismo estético es la norma, y los críticos de retaguardia un dispositivo de normalización, y está bien que así sea, para que haya una dialéctica (odio esta palabra, pero no se me ocurre ahora otra) de fuerzas en combate. La realidad es un campo de fuerzas (Nietzsche dixit). En resumen: hay muchos más de ochocientos cabrones, y hay que ganarles a todos.