lunes, 30 de marzo de 2020

30/03/2020

Se me ocurren tonterías. Que esto parece una obra de Beckett, por ejemplo. Todos aislados, esperando, en un tiempo suspendido. Esperando qué, pregunta una voz. No lo sé, nunca lo he sabido. Mejor dicho, no lo sabemos. Usemos el plural. Es un momento inmejorable para usar el plural. Si no es ahora, ¿cuándo? Afeitarse solo para pasar el rato. Tiempo del fin, fin del tiempo. Pero no nos pongamos escatológicos, por favor. No hagamos retórica. Mejor sería callar. Sigamos hablando. Etcétera. Fregar los platos, eso luego. Palabras gastadas, casi todas. Hagamos limpieza. Seamos precisos, concisos. Intentémoslo, al menos, ya que todos vamos a seguir con nuestros balbuceos, nuestras canciones idiotas, de todas formas. Afuera llueve. Otro café. Otro cigarrillo. No deberías fumar, dice. ¿Quién? Llueve, eso ya se dijo. Ya lo dijimos. Sigamos. Etcétera.

domingo, 29 de marzo de 2020

29/03/2020

Lo de seguir horarios y rutinas se ha ido al carajo. Ayer me quedé hasta las siete de la mañana viendo películas de Fritz Lang —Perversidad y La mujer del cuadro—, Bergman —Sonrisas de una noche de verano— y Howard Hawks —Luna nueva—. Ahora son las cuatro. Acabo de tomar un café. No tengo hambre. El sol entra por la ventana. Es domingo. Da lo mismo

Registrar lo infraordinario. Poco más puedes decir. Aunque, en medio de tanto ruido discursivo, incluso decir que poco puedes decir parece ser ya decir demasiado. Algo hay que decir, sin embargo. Y algo hay que hacer. Otro café. Liarse un cigarrillo. Poner la lavadora. Por ejemplo. Gestos mínimos, inevitables.

sábado, 28 de marzo de 2020

28/03/2020

No sé cuánto tiempo llevo escuchando la canción Una especie de costumbre, de El último vecino, pero mucho. La he puesto en bucle. Estoy bastante seguro de que soy el ser humano que más veces seguidas ha cantado la frase Cógeme bien de la mano y llévame otra vez a donde está lo sagrado.

jueves, 26 de marzo de 2020

26/03/2020

Escucho a The Cure, veo pelis de Bergman. Necesito, supongo, afectos resplandecientes. Nunca me había emocionado tanto la escena de El séptimo sello en que Antonius Block se encuentra con los comediantes y comparten un cuenco de fresas y leche.  

26/03/2020

Llamo a casa. Mi padre me está haciendo un mesa para el salón —uso una muy cutre, que improvisó mi padre con una parte de una repisa cuando me vine a vivir aquí, al ver que en el salón solo había una mesa para comer— y me manda abrazos virtuales. Me invade una oleada de ternura. Pienso: «Aún estamos aquí, quién sabe por cuanto tiempo, resplandecientes con nuestro afecto, con su canción permanente». Esto lo escribió Maggie Nelson y lo publicó hace unos días Luna Miguel en su canal de youtube, que estos dias está haciendo unas lecturas maravillosas de autoras maravillosas. Hablo con mi madre. Estamos todos bien, dentro de lo que cabe. Mis hermanos y mi hermana, mi sobrino y mis sobrinas, mis tías, mi abuelo y mis abuelas, mis primos y mis primas.

miércoles, 25 de marzo de 2020

25/03/2020

Vistas las lamentables intervenciones de filósofos de renombre internacional —Agamben, Zizek, Byung-Chul Han— que están teniendo lugar estos días, me aterra que pudiera considerarse lo que estoy escribiendo como una muestra más de filósofo desnortado diciendo chorradas. O, casi peor, como un diario del coronavirus que muestra a un yo sufriente y singular. Los filósofos ni saben lo que va a pasar, pese a que a algunos les guste jugar a ser profetas, ni gozan de una posición privilegiada para analizar el presente. ¿Qué estoy escribiendo, entonces? ¿Por qué estoy escribiendo? No lo sé, creo que simplemente tengo la necesidad de escribir, sin más. Diría que son Notas irrelevantes de un cualquiera en estos días extraños, o algo así.

25/03/2020

El miedo y la esperanza son, como nos enseñó Spinoza, las dos pasiones ético-políticas fundamentales. Ambas se orientan hacia un futuro incierto. Pero tal vez habría que invertir el famoso dictum «ni miedo ni esperanza» y afirmar ambos a la vez: miedo y esperanza. 

Hay muchas razones para tener miedo —la crueldad criminal de la Unión Europea, que se niega a emitir eurobonos y pretende, una vez más, machacar a los países del sur de Europa— pero también algunos signos esperanzadores: ingenieros colaborando a nivel internacional para fabricar respiradores, por ejemplo, y todo tipo de iniciativas cooperativas y solidarias.

martes, 24 de marzo de 2020

24/03/2020

Se me funde una bombilla del salón. Me pongo a gritar: ¡PUTO piso de mierda, todo el PUTO día igual! ¡HOSTIA PUTA! Quizá estoy un pelín irritable, aunque es verdad que el piso es viejo y no paran de fundirse las putas bombillas. Hace un tiempo se fundió la del baño, del salón he cambiado unas tres. En una de las habitaciones también se me fundió la bombilla, hace bastante tiempo, aunque no la he cambiado porque esa habitación no la uso. Ahora tengo muy poca luz en el salón. 

24/03/2020

Me hago un café y me pongo a ver La Resistencia

Si antes hacían posentrevistas autorreferenciales, ahora hacen una especie de preprograma desestructurado que no comienza nunca —igual que la filosofía, podríamos decir, tampoco comienza, teniendo en cuenta que la Crítica de la razón pura, El discurso del método o Ser y tiempo pueden ser vistos como preámbulos; que El Capital no está terminado; que no existe la prometida segunda parte de Ser y tiempo; que Platón, quizás, nunca llegó a escribir el diálogo con el que culminaría su obra, que habría aplazado, tras escribir El sofista, El político, y que se habría titulado, precisamente, El filósofo; discurso, entonces, inclausurable, insistente, que está siempre comenzando, que no comienza ni termina, que vive en un estado de perpetua digresión. 

El presente, ya sea pre o pos, está siempre diferido, eludido. Podemos, por tanto, considerar a quienes hacen La Resistencia los Derrida de la televisión, los deconstructores de la metafísica de la presencia catódica.

Además, muchos no vemos los programas completos de La Resistencia, solo cachos en youtube. Dadas estas condiciones de recepción, el programa alcanza cotas de fragmentarismo y ruptura de la linealidad apoteósicas. Al final de cada programa Broncano nos informa de que podemos ver todos los programas completos y sin cortes. Pero todos estos conceptos que he enfatizado —totalidad, completud, continuidad— para mí arruinarían su esencia derridiana diseminante. Esa completud, esa totalidad, son espectros de la época dorada de la metafísica, la promesa de un Sentido Definitivo. Pero la verdad —y soy consciente de estar usando venerables término de la tradición metafísica como esencia y verdad, pero hay que señalar que la deconstrucción opera en el interior de la metafísica, como no podia ser de otra manera— del programa reside más bien en sus márgenes, en los cortes insignificantes...



Más allá de estas pajas mentales derridianas, también es interesante ver el dilema ético en que están envueltos y que, dada su afición a la autorreferencia, se hace explícito —he aquí otra definición de filosofía: hacer explícito lo implícito— en el mismo programa, a saber, cómo hacer comedia en la situación actual.

lunes, 23 de marzo de 2020

23/03/2020

He leído a varios filósofos muy preocupados por el uso de la retórica bélica por parte de nuestros políticos. Santiago Alba Rico dice que una pandemia no es una guerra sino una catástrofe, y obviamente tiene razón en que no es, literalmente, una guerra. Ernesto Castro recuerda la crítica de Susan Sontag de la retórica bélica en La enfermedad y sus metáforas. Y está claro que un virus no tiene agencia ni propósitos. Aun así, aun siendo verdad que no luchamos contra nadie, y estando de acuerdo con la crítica de Susan Sontag, me parece que en cierta medida el uso de las metáforas bélicas, en esta ocasión, podría estar justificado. ¿En qué medida? Pues sencillamente en la medida en que estamos en una economía de guerra y tendremos que afrontar desafíos económicos y sociales parecidos a los que tendríamos que afrontar si esto fuera una guerra.

sábado, 21 de marzo de 2020

21/03/2020

Si bien ayer hablaba de cierta necesidad de seriedad trágica, de confrontar lo real traumático sin la distanica de seguridad irónica, no deja de ser verdad que sigo haciendo bromas o comentarios irónicos. Hoy he hablado de nuestra situación calificándola de eremitismo global contemporáneo y de nuevo régimen monacal internacional. Y ayer, mientras hablaba por teléfono con mi hermano, cuando mis vecinos empezaron a salir a los balcones y sonaron los primeros aplausos dije: «¡Hostia, personas tridimensionales! Se hace raro ver gente que no está en una pantalla». 

viernes, 20 de marzo de 2020

20/03/2020

Ahora llueve y yo estoy solo, como tantos otros, quizás como todos. Todos estamos solos. Ahora compartimos la soledad. Quizás por eso no me siento solo. Es raro. He puesto This is the end. Cierto tono apocalíptico tal vez sea inevitable. Algo se termina. Este es el fin, el fin de una era. O puede que esté exagerando, quién sabe. No sabemos, eso es lo único que sabemos. Las certezas se desmoronan delante de nuestras narices. Me refugio en la música. Solo la música es desgarradora, decía Pascal Quignard. Querer huir de la soledad es cobardía, decia la gran Simone Weil, una pensadora verdaderamente esencial. 

Se habla mucho estos días de la necesidad de afrontar esta situación con humor, y no niego que haga falta el humor, cierto distanciamiento, pero yo, aun siendo un fanático de la comedia —venero a los Monty Python, lloro de risa con la trilogía en cinco partes de Douglas Adams, etcétera— creo que también hace falta, o al menos a mí me hace falta, un poco de, digamos, seriedad trágica y desgarradora, de cercanía con la realidad traumática. Las bromas que hasta hace unos días yo mismo hacía respecto al coronavirus hoy me suenan futilidades pueriles. 

Estas mismas palabras que ahora escribo me suenan fútiles, inútiles. Sé que no sirven de nada. Y me gustaría saber escribir mejor, decir algo más relevante. Pero, robándole las palabras a Clarice Lispector, diría que escribir no es una elección sino una íntima orden de batalla.

20/03/2020

Llamo a mi hermano por teléfono. Le hablo de ESTE artículo de Juan Torres López en el que expone la necesidad imperiosa de cerrar la bolsa y controlar los capitales. Me dice que eso lo venía diciendo él hace unos días. Coincidimos. Hay que cerrar la bolsa y controlar los capitales. No queda más remedio. 

Socialismo o barbarie: tertium non datur. 

Hablamos de mil cosas más. Aunque la crisis del coronavirus es como un centro de gravedad alrededor de lo cual gira todo. No podré ir para semana santa, pasaremos meses confinados, no hay vuelta posible a la normalidad, esto va a tener consecuencias, cambios en nuestras formas de vida, en el modo de relacionarnos...

Aunque, desde luego, no tenemos ni idea de cuáles van a ser las consecuencias. La incertidumbre es la stimmung fundamental de todos nosotros ahora mismo, nuestro modo existencial fundamental.

jueves, 19 de marzo de 2020

19/03/2020

Fragmentos de conversaciones oídas al azar entre mis vecinas tras los aplausos de las ocho de la tarde: «la serenata que le montamos ayer al principito», «el rey no suelta las perras, no», «se ve mucha vida en el barrio, la gente no se lo toma en serio y es muy serio».

A mí, sin embargo, no me parece que haya mucha vida en el barrio. Gente que sale a sacar la basura y a comprar, poco más. Al menos eso es lo que visto cuando he estado asomado a la ventana, escuchando a los pájaros, pequeños servidores del gozo inmaterial, que decía Messiaen.

19/03/2020

Estos días no he comprado papel higiénico porque me daba vergüenza parecer uno de esos zumbados que lo acumulan de manera absurda, pero lo cierto es que solo me queda un rollo y más pronto que tarde voy a tener que comprar.

19/03/2020

Depués de comer me he duchado y puesto, emulando al bueno de Maquiavelo, mis mejores galas (chandaleras, por supuesto), para estar en presencia de los clásicos. He leído un rato a Kant. Creía haber entendido bastante bien la distinción entre trascendente —lo que está más allá— y trascendental —las condiciones de posibilidad de algo— porque uno de mis profesores insitía en esta cuestión continuamente, pero ahora ciertos pasajes de la Crítica de la Razón pura se me antojan un tanto oscuros al respecto. Los conceptos puros de la razón, dice Kant, son ideas trascendentales, pero las ideas están más allá de la experiencia posible, y en este sentido son trascendentes

En fin, tiempo —la condición formal de todo conocimiento— habrá estos días de seguir dándole vueltas al asunto.


También he estado leyendo Prins, de César Aira. En esta novela, un escritor de novelas góticas se retira de la actividad literaria para ocupar su tiempo dedicado al consumo de opio. En un momento dado, el protagonista tiene visiones ordenadas alfabéticamente. El azar objetivo de sus visiones es ordenado por el inconsciente, que está estructurado como un lenguaje (tesis lacaniana que yo no acabo de pillar pero que ahí está).

También leí, hace unos días, El Santo, también de César Aira. Una maravilla total de novela. Me habría gustado que el Gran Confinamiento me pillara con más libros de César Aira. Y con más libros, en general. El 99% de ellos están en León y los echo de menos. Aunque tengo varios que quiero leer y aún no he leído. Europa Central, de William T. Vollman y Hombres en el espacio, de Tom McCarthy, por ejemplo. 

Es difícil abstraerse del inquietante ruido de fondo con el que todos convivimos estos días, pero no creo que sea mentalmente saludable estar constantemente pendiente de las noticias, así que  aprovechar estos días para leer —y para escuchar música y ver películas y series, al fin y al cabo las actividades a las que yo ya dedicaba casi todo mi tiempo libre— me parece una buena opción.

martes, 17 de marzo de 2020

17/03/2020

Nota mental: necesitas rutinas, lo sabes de sobra. Sin rutinas estás perdido. Siempre ha sido así. Las rutinas aportan orden y estructura. No sabes vivir sin rutinas. Crea nuevas y superestrictas rutinas para sobrellevar este Gran Confinamiento... 

Creía que habría pocas personas tan preparadas como yo para estar encerradas en casa, porque la verdad es que normalmente no salgo mucho de casa. Me gusta estar solo en mi casa, leyendo o viendo series y películas. Pero me estoy dando cuenta de que una cosa es no salir de casa y otra no poder salir de casa. Tenían razón mis vecinas al decir que basta con que no puedas salir de casa para que te entren más ganas de salir.

También creía que no tener que trabajar y poder dormir hasta tarde sería una situación idílica. Pero en estas circunstacias no lo es. Seguramente una razón para trabajar sea que simplemente es aún peor no hacerlo.

En cualquier caso, al menos de momento, no siento ansiedad ni nada parecido. Supongo que habrá gente que sí (de nuevo, creo que mis sabias vecinas tenían razón al comentar que mucha gente estará sintiendo ansiedad).

17/03/2020

Salgo a comprar, porque necesito víveres esenciales, tales como café, cerveza, pasta, huevos, tomate frito y latas de atún. Al ir a pagar, me doy cuenta de que soy imbécil y se me ha olvidado la tarjeta. Dejo la compra en el Día y vuelvo a casa a por la tarjeta. Voy pensando todo el rato en que justo hoy se me ha tenido que olvidar la tarjeta y en lo que le diré a la policía si me para por la calle, que soy un tipo extramadamente despistado y olvidadizo y que no estoy paseando por placer. 

Llego a casa, no encuentro la tarjeta por ningún lado. Ante todo mucha calma, me digo. Tiene que estar en algún sitio. Hay un breve momento de pánico. Miro en uno de mis pantalones vaqueros y nada. Miro en otro, nada. Miro en en un tercero, nada. Finalmente, encuentro la tarjeta en una cazadora de entretiempo (tengo una cantidad absurda de cazadoras de entretiempo, no tanto porque sean muchas, siete u ocho, sino porque no me da tiempo a usarlas todas; el entretiempo es un periodo breve, siempre hace demasiado calor o demasiado frío para poder usarlas). Vuelvo al Día, pago mi compra. 

No había casi nadie, por cierto, haciendo la compra. Se ve que la gente acumuló provisiones a lo loco los primeros días. Hablo con el cajero. Le pregunto qué tal lo lleva. Ahora mejor, los primeros días fueron una locura, me dice. Imagino, digo yo. Le digo que ánimo. 

De vuelta a casa me cruzo con una compañera de trabajo. También ha salido a hacer la compra. También nos damos ánimos. Son días rarísimos. Es inevitable sentir miedo, incertidumbre y preocupación, pero también empatía y solidaridad.

17/03/2020

He aquí algunas notas filosóficas deslavazadas, unos comentarios apresurados e irrelevantes. Con algo tengo que entretenerme, no todo va a ser escuchar a Tool obsesivamente (aunque, de hecho, estoy escuchando Fear Inoculum mientras escribo).

He oído por ahí a algún filósofo decir algo así como que la crisis del coronavirus acaba con el carácter fetichista de la mercancía, porque la gente compra legumbres, por ejemplo, artículos esenciales, y no zararandajas (estoy parafraseando). Entiendo lo que quiere decir, pero no estoy seguro de que esto baste para acabar con el fetichismo y demás sutilidades metafísicas de la mercancía. 

Lo que quizás sí pone de manifiesto la crisis es que respecto al Estado Hegel tenía razón, no Marx. Solo nos queda el Estado. Agamben, en un análisis lamentable y conspiranoico, decía hace apenas un mes que los Poderosos se habían inventado una epidemia para controlarnos. A mi juicio, en lugar de intentar entender el acontecimiento en sí mismo, Agamben se limitaba a aplicar un esquema preconcebido, su teoría sobre el Estado de excepción como modo de gobierno. Pero ni se planteaba que el coronavirus de hecho exija medidas excepcionales y que el Estado tenga el deber de tomarlas.

17/03/2020

He escuchado un par de minutos de Stockhausen y ahora Tool me parece un grupo convencional...

No, Tool me siguen pareciendo la puta hostia. Ayer escuché todos sus discos, y todos son apoteósicos.

17/03/2020

Los días del Gran Enclaustramiento Colectivo. Los días a los días son iguales. Café, cigarrillos, escuchar música en youtube. Ladridos de perros (mi vecino saca a pasear a sus dos perros diecisiete veces al día como mínimo). Conversaciones entre vecinas: ya veremos a ver, está habiendo mucha gente con crisis de ansiedad. Basta con que no puedas salir para que te apetezca más. Me asomo a la ventana. Miro la ropa tendida ondeando al viento. Siempre me ha parecido un bello espectáculo ver la ropa tendida. Más aún si el viento, ese diosecillo que no cesa, la anima, le insufla vida. 

lunes, 16 de marzo de 2020

16/03/2020

Para mí, lo más difícil es no tocarme la cara. En una situación normal yo calculo que me toco la cara unas setencientas ochenta y siete veces al día, o más. 

16/03/2020

Al final no tendremos que ir a trabajar a la biblioteca. Lógico. No tenía ningún sentido. Tampoco, evidentemente, puedo volver a mi casa a León. Así que pasaré la cuarentena en absoluta soledad. Como un auténtico monje. Monachos: solo, único, solitario. 

Tengo pensado estudiar, y leer la Crítica de la Razón pura, pero de momento me he pasado tres días escuchando música, básicamente. Ahora mismo estoy escuchando el Lateralus, de Tool. 

viernes, 13 de marzo de 2020

13/03/2020

Creer que dios ni existe ni puede existir y que eso da igual porque dios dice la pura nada, el gran afuera intotalizable, el espacio sin extensión más allá del ser, trascendencia absoluta, lo que no tiene lugar en el lugar del logos, lo totalmente otro, lo impensable, lo radicalmente inexistente que, no obstante, como si de una flor azul imposible que brillara en el esplendor abismal de la noche se tratara, deseas.

13/03/2020

Para mí, a pesar de todos los pesares, la palabra comunismo sigue nombrando un bello sueño, una hermosa posibilidad, la de unirnos para hacer frente a las dificultades y problemas que nos conciernen a todos.

13/03/2020

Días extraños. Han cerrado la biblioteca al público, pero los trabajadores tenemos que seguir acudiendo y cumplir nuestro horario habitual. Sería infame que nos quejáramos. Nuestro puesto de trabajo está asegurado. En ese sentido, somos unos privilegiados. No hablemos ya del nivel de estrés que estará sufriendo el personal de los hospitales. 

Pero es una sensación extraña estar en la biblioteca sin los usuarios de la misma, sin la razón de ser de la biblioteca. Tendremos que capear oleadas de tedio e incertidumbre. Las siguientes semanas aprovecharemos para hacer inventario, ordenar las salas, expurgar, etc. Pero hoy, el primer día de cierre, qué raro se hacía estar en la biblioteca vacía, estando por estar, sintiendo el paso del tiempo, denso y absurdo, sintiendo el tedio y la inquietud, apenas disimulados por las conversaciones banales y las bromas ocasionales. Porque aunque la situación es grave, los temperamentos esencialmente irónicos no podemos evitar bromear. Por ejemplo, justo antes de fichar, al ver que me faltaban unos minutos para completar las horas semanales reglamentarias, no he podido eviar comentar que suponía que estando en medio de una pandemia global la Junta de Extremadura no se tomaría a mal que debiera unos míseros minutos de trabajo. Todos nos hemos reído. 

Días extraños. Fuerza y ánimo para todos.

viernes, 6 de marzo de 2020

06/03/2020

Creo en lugares que no existen porque muchas canciones me han llevado hasta ellos, dijo él.

06/03/2020

A veces —esto va a sonar tal vez pedante o petulante o delirante— me duermo pensando en los tres niveles o dimensiones de la subjetividad trascendental tal como los estableció Kant en la Crítica de la Razón pura: la estética, lógica y dialéctica trascendentales. La estética se refiere a las intuiciones sensibles, la lógica a los conceptos del entendimiento y la dialéctica a las ideas de la razón. Sensibilidad, entendimiento y razón son, pues, las tres dimensiones del sujeto trascendental. Las intuiciones de la sensibilidad las recibimos pasivamente a través de los sentidos. El entendimiento la configura activamente por medio de las categorías. Las intuiciones sin conceptos son ciegas, los conceptos sin intuiciones están vacíos. Entre las intuiciones y los conceptos, posibilitando la referencia de los conceptos abstractos a las intuiciones sensibles singulares, hay que situar la imaginación trascendental. Lo que hace la imaginación básicamente es temporalizar las categorías. Por ejemplo, la categoría de sustancia la imagino, proyectándola al fuuro, como aquello que permanece, lo que subyace a los cambios. Las ideas de la razón, las clásicas ideas metafísicas de Dios, yo y mundo, por ejemplo, no pueden referirse a ninguna intuición sensible. No constituyen, por tanto, conocimiento. Son ilusiones trascendentales. No obstante, son importantes y pueden cumplir una función regulativa.

(Hasta aquí mi radicalmente concentrada exposición de la Crítica de la razón pura. La obra de Kant, desde luego, es infinitamente más compleja).