jueves, 30 de agosto de 2012

Godspeed You! Black Emperor - The Dead Flag Blues


1. The dead flag blues (intro) -6:37
2. Slow moving trains -3:33
3. The cowboy -4:17
4. The dead flag blues (outro) -2:00

domingo, 26 de agosto de 2012

Arder

Ya no hay fuegos, nadie arde por nada. 
De tarde en tarde, el sabor a ceniza mojada.
Luego las sombras, cosidas a mis ojos,
siembran de silencio el aire y yo, lejos de todo,
camino feliz por el confín del mundo, mudo
y terrible como un ángel que llora por nada,
que arde por nada cuando al fin oscurece,
que desaparece con un fulgor inútil
de alas quemadas en la noche.

martes, 21 de agosto de 2012

El problema

El problema radica en que nuestro espíritu científico piensa y vive de forma concreta imágenes que habían surgido como metáforas.
Bachelard

Y así, sin diferenciar ámbitos discursivos, nos topamos continuamente con consideraciones falaces realizadas desde un orgulloso espíritu científico respecto a los mitos y relatos simbólicos, con confrontaciones mal enfocadas entre la Ciencia y el Mito, en las que siempre sale ganadora la Ciencia, considerada como discurso epistemológicamente superior. El problema es que se considera a los mitos como si fueran lenguajes descriptivos, sin preguntarse siquiera si lo son. Se da por supuesto que lo son y, desde este supuesto, se confrontan con la Ciencia, sirviéndose de los hechos como árbitro neutral que decreta la victoria de la Ciencia. Todo cambia si vemos los mitos, no como un discurso precientífico superado de una vez por todas por la verdadera Ciencia, visión, por cierto, muy ligada al mito moderno del progreso, sino como instancias discursivas en las que el lenguaje no refiere directamente a hechos, sino a valores y a valoraciones, lenguaje más connotativo que denotativo y abierto, por su carácter simbólico, a una pluralidad irreductible de significados posibles, por cuanto el símbolo, esencialmente ambiguo, disemina el significado de las figuras en las que se expresa, sin que se agote en ellas, ya que, en tanto que signo, el símbolo remite a algo distinto de sí, a un contenido que excede la figura que habría de acogerlo, siendo este desajuste lo que caracteriza a lo simbólico como tal. Este excedente, este suplemento, puede ser pensado como informe, como las sombras de la razón, lo cual no equivale a pensarlo como un mundo paralelo inasumible desde la razón. Aquello de lo que no se puede hablar con sentido puede ser dicho o aludido mediante un lenguaje analógico, indirecto, que no busca determinar hechos ni explicar cómo es el mundo reduciendo unas cosas a otras, sino expresar el asombro ante el hecho de que las cosas sean, porque lo misterioso, como diría Wittgenstein, es el ser; expresar esa dimensión de apertura que constituye al existente, ampliando el sentido de lo que es. Un lenguaje capaz de acoger lo maravilloso atacando al mundo de los hechos, como diría Jünger. La expresividad de este lenguaje, creemos, no puede situarse ni en lo subjetivo ni en lo objetivo, sino en ambos lados, entrelazados al modo de una cinta de Moebius.

Arte serial


El tema de la serialización, de las repeticiones y las diferencias, puede verse desde las dos grandes obras de Deleuze, Diferencia y repetición y La lógica del sentido. Este último libro está construido por treinta y cuatro series.


Es preciso que cada término de una serie, siendo ya diferencia, sea puesto en relación variable con otros términos, y constituya así otras series desprovistas de centro y de convergencia. Hay que afirmar, en la serie misma, la divergencia y el descentramiento. Cada cosa, cada ser, debe ver su propia identidad sumida en la diferencia, ya que cada uno no es más que una diferencia entre diferencias. Hay que mostrar a la diferencia difiriendo. Se sabe que la obra de arte moderna tiende a realizar estas condiciones: se convierte en este caso en un verdadero teatro, hecho de metamorfosis y permutaciones.
Gilles Deleuze, Diferencia y Repetición, pág. 101.

Fue una década extraordinaria en la que proliferaron los objetos dispuestos en cadenas aparentemente infinitas y obsesivas, cada uno de ellos en correspondencia con otro: una cadena en la que todo estaba vinculado con todo, pero en la que nada era referencial.
Rosalind Krauss, LeWitt en progresión

Por supuesto, otro artista al que es obligado remitirse siempre que se hable de serialización es Andy Warhol, el gran Andy Warhol, a quien yo veo como el exponente supremo de artista de la repetición y la diferencia. En el terreno literario, quizá sea Bernhard el mejor ejemplo de cómo se hace arte a base de repeticiones obsesivas, siguiendo una lógica compulsiva, casi demencial, sobre todo en Corrección. Seguro que también podríamos sumar a Beckett a esta insigne lista de obsesivos. Se trata en estos casos de recorrer exhaustivamente las series hasta agotar todas sus posibilidades. Concretamente en el caso de Beckett Deleuze habla de agotar lo posible a través de disyunciones inclusivas. El procedimiento lo expone el propio Beckett en el comienzo de El innombrable: por pura aporía o bien por afirmaciones y negaciones invalidadas al propio tiempo, o antes o después. También en David Foster Wallace, creo yo, puede verse esta afán de agotar todas las posibilidades de un tema, de ir hasta el fin de la serie, de colmar su potencia, de exprimirla al máximo, de ahí que sus textos parezcan extenderse sin fin, con un tempo lentísimo, intentando captar todos los detalles de una situación, enfocarla desde todas las perspectivas posibles.

Una y tres sillas


Es posible que una pieza en muchos sentidos inaugural del alcance y la economía alegórica por intersección de niveles o registros de significancia diferenciales lo constituyera la célebre Una y tres sillas, de Joseph Kosuth. A la yuxtaposición del objeto real y su representación se le añade -o cruza- la definición de él propuesta en el orden textual, escritural. Y, por supuesto, es este tercer elemento-nivel el que desbarata la posible verticalización jerárquica que en el orden de la representación podría articularse entre los dos primeros para introducir el desvío alegórico, para impulsar la significancia de la pieza en efectos tangenciales, derivativos.
Jose Luis Brea, Nuevas estrategias alegóricas. 


Como figura de este tercer momento, este tercer mundo donde se superan las dualidades precisamente para presentar la fuerza y complejidad de la unión concepto-objeto, nada mejor que el ejemplo clásico, la obra Una y tres sillas del propio Kosuth (presentación de un objeto -la silla-, su fotografía y su definición de diccionario). El ejemplo es espléndido porque permite mostrar la relación con los dos mundos anteriores: si en LeWitt los cubos se serializaban, mostrando en sus diversas formas los ejemplos de una misma idea, si en el mundo suprasensible del conceptualismo radical únicamente se habría incidido en la idea de silla, desmaterializada, alejada de sus imágenes, ahora Kosuth (y no hay que olvidar que es una obra de 1965), al mostrar los tres niveles, presenta la univocidad de la idea precisamente a través de la pluralidad de sus manifestaciones, es decir, deconstruye la idea misma. Tan real es el objeto sensible como su imagen o su definición. Se sigue eliminando toda ambigüedad, pero ahora a través de esa diversidad alegórica de las representaciones que causan "intersección de niveles o registros de significancia diferenciales", como ha escrito Jose Luis Brea
Domingo Hernández Sánchez, La ironía estética: estética romántica y arte moderno

viernes, 17 de agosto de 2012

Inventario

Aquí y allí, dentro y fuera, arriba y abajo, antes y después, lleno y vacío, sí, yo diría que eso es todo, todo y nada, se me olvidaba la nada, y la luz y la oscuridad, se me olvidaban la luz y la oscuridad, sí, ahora ya está todo, o todavía no, se me olvidaba el todavía no, creo, y algunos objetos quizás, que nunca están quietos del todo, sino en movimiento, se me olvidaba el movimiento, sí, ahora sí está todo, o no, se me olvidaba el no, aunque podríamos incluirlo como una modalidad de la nada, creo, no estoy seguro, incluir y excluir, excluir también es necesario, aunque mi propósito era incluirlo todo. Necesario y contingente. Al principio, al menos, era mi propósito incluirlo todo, luego ya veremos, lo veremos cuando el luego sea ahora, quiero decir. Mi propósito inicial, los inicios y los finales. Se me olvida algo, sin embargo. Noto una sensación extraña en la nuca, como si me la mordiera algún insecto. El olvido y la memoria, desde luego. Olvidar, excluir. Involuntariamente. Lo voluntario y lo involuntario, eso también. También y tampoco. Derecha e izquierda. Plegarse y desplegarse. El caparazón y el claro del bosque. El ser y el ente. Creo que se me olvida algo, que falta algo, que algo se me escapa, pero no sé qué. Saber e ignorar. El bien y el mal, claro. Dios y el diablo. Ausencia y presencia. Centro y márgenes. Ya estamos acabando, creo, aunque el algo que me falta sigue faltándome, me pica la nuca una especie de insecto, pequeño mordiscos, no duele demasiado. Algo sí, poco, lo justo. Acabar y empezar, se me olvidaba empezar, olvido imperdonable, pero no era eso lo que me faltaba. Perdonar, no perdonar. No, no se me olvidaba, ya lo había dicho. Lo digo otra vez, repetir, veces y veces, un montón de veces. A veces tal, a veces cual. He aquí el sentido de la vida, o el sinsentido de la vida, es lo mismo, pero diferente, también diferente, a la vez diferente, en distintos sentidos, en todo caso, si no uno se contradice. Vivir y morir, esto sí que lo resume todo, creo. El principio y el fin, esto ya lo he dicho, creo. El alfa y el omega. El círculo. En el principio está el fin, como si dijéramos. ¿Dijéramos quienes? Decir y callar. Las palabras y el silencio. Montañas y valles, por ejemplo. Eso también, por qué no, el oasis en medio del creciente desierto. El desierto, buen lugar para los iluminados, en teoría. En la práctica es un fastidio. Esto y aquello. Lo de más allá. Cerca y lejos, por supuesto. Ayer y mañana, pero esto es lo mismo que antes y después. Lo mismo y lo diferente. Mermelada ayer y mañana, pero nunca hoy, nunca ahora. Siempre y nunca. Todos y ninguno. Luego están los algunos. Algunos hacen esto, algunos hacen lo otro, y así. Hacer y deshacer. Tejer y destejer. El movimiento y el reposo, creo que me estoy repitiendo. Los objetos están ahí, susceptibles de movimiento y reposo. He aquí lo que llaman física, creo. El caos y el orden, eso sí que no podía faltar. Palabras y cosas, más o menos esto ya se venía diciendo, de alguna forma, o puede que no, no importa, tampoco era eso lo que me falta aún por decir, lo todavía no dicho sigue sin decirse. Quizá sea su modo de ser. Por eso me repito a veces, porque busco, he de buscar, de seguir buscando, y mientras tanto hablar, enumerar, con la intención de decirlo todo, pero me falta algo para redondear el todo, y he de decir, de seguir hablando, aunque me repita, porque noto que estoy muy cerca ya de lograrlo, de decirlo al fin, noto que eso que falta se insinúa vagamente en el aire, suave y quedo se insinúa, casi transparente, diáfano, como la luz que se derrama sobre la meseta, casi lo toco con la punta de los dedos, estoy con las manos extendidas, pero no toco nada, distancia y dolor, melancolía de algún modo, exiliado de no sé dónde. La tierra y el cielo. El rostro de la profundidades vacío de forma y las formas eternas del cielo platónico. Esto último no ha tenido mucho sentido. La razón y la locura. Antes estábamos hablando del espacio y del tiempo, al principio quiero decir, ahora no sé de qué. Antes era mejor, creo. Mejor y peor. Buscar y encontrar. Antes era más puro mi decir, conceptos cristalinos y fundamentales tales como arriba y abajo. Quizás desde el punto de vista de Dios no existan arriba y abajo, de todas formas. Quizás Dios no existe, pero, aún así, qué es Dios, qué es eso que no existe, pregunto. Esencia y existencia. Esto es muy abstracto. Abstracto y concreto. Amor y odio, se me olvidaban el amor y el odio. Antes, cuando todo era mejor, estas palabras, amor y odio, eran fuerzas que regían el universo, juntaban a los seres, de cualquier clase, y los separaban. Me refiero a mucho antes. Mucho y poco. No tan mucho, depende de la perspectiva. Aquí todo es difuso, bastante difuso, como la palabra bastante, por ejemplo. Para algunos es bastante una cosa, para otros otra cosa, y así. Cantidad y calidad. Extensión e intensión. Pero no es esto todavía. Lo que falta se obstina en faltar. Así no hay manera. Posible e imposible. Hecho y derecho. Sensible e inteligible. Acto y potencia. Forma y materia. Ni siquiera El Filósofo lo sabía todo. Oh tú, Dios, acto puro, el más solitario de los monstruos, pensando en tus pensamientos, ignorando que hay hombres en la tierra, tú que eres el que eres, aunque el que es es otro Dios, en realidad, el de la Biblia, el que contesta yo soy el que soy, contestación ambigua, equívoca. Equívoco y unívoco. Azar y destino. Es impresentable que lo que falta falte todavía a estas alturas, a estas alturas, quiero decir, del tiempo que llevamos ya aquí, todo este rato de búsqueda infructuosa. Mañana seguiremos buscando, hoy no, hoy ahora aquí termino ya mi búsqueda, aunque nada termina nunca, desde luego, siempre después del final pasan cosas, creo. El rato que llevamos, no sé, yo llevo ya bastante rato aquí hablando, no sé ustedes, ni siquiera sé quién son ustedes. Puede que tampoco sepa quién soy yo, puede que, de hecho, yo no sea el mismo del principio, pues el tiempo que ha pasado no lo habrá hecho en vano, algo me habrá cambiado y, a decir verdad, no estoy nada seguro de que el tiempo que ha pasado para ustedes sea el mismo tiempo que ha pasado para mí, la misma cantidad de tiempo, quiero decir, si es que decir cantidad de tiempo tiene sentido. Verdad y mentira. No hay duda de que cada vez es más difícil que se me ocurran las cosas que he de enumerar. Fácil y difícil. Duda y certeza. Sí, quedaban aún algunas oposiciones, evidentemente. Las fuerzas me abandonan, lo noto. Habré de irme a dormir con la molestas sensación de algún insecto que me está mordiendo la nuca, ya lo estoy viendo, lo preveo desde este momento preciso del tiempo, que en el futuro inmediato todo seguirá igual. Puede que el insecto sea un gusano, el gusano de la nada. Me gusta esa frase: el gusano de la nada, el gusano de la conciencia, algo así, o la nada de la conciencia, no recuerdo bien ya. Igual y distinto, pero esto es lo mismo que lo mismo y lo diferente. Claro que, si cada futuro inmediato que se suceda en el futuro es igual, cuándo cambian las cosas. Así sería todo siempre igual. Cada futuro presente es igual al, o cada presente futuro, mejor dicho, es igual al presente pasado anterior o, mejor dejemos esto de una vez. Pasa lo mismo con el montón de arena. Parece imposible, si se piensa. Un grano y otro y otro y el montón cuándo. No sabemos pensar bien. Hay algo que falla, no sé qué, pero sé que algo falla, no sé nada más. Más y menos. Espacio y tiempo, creo que no he hablado de otra cosa, creo que no hay otra cosa de la que hablar, es una cuestión muy amplia, una cuestión que lleva mucho tiempo, que lleva mucho tiempo solo el hecho de plantearla. Abordarla es difícil. No quiero ni pensar en solucionarla. Me agoto solo de pensarlo. Pero falta algo. Debe de existir una grieta o algo por la que se cuele un resplandor. Esto no es decir mucho, lo sé, pero al menos es decir algo, eso no podrán negarlo, aunque quisieran. Yo, sea quien sea ahora, confío en esa grieta, signifique esto lo que signifique. No sé pensar ni hablar mejor, sabrán disculparme. Soy una sombra quizás, espectro tejido con palabras torpes. El resto ya se sabe. Cuando llegue a ser quien soy, quizás entonces, pero no, tampoco, qué ocurrencia. Bah, da igual. Se abrirá un grieta en el cielo de la tarde que rasgará las nubes rosadas, el viento soplará con fuerza agitando las ramas de los árboles, la luz borboteará a raudales, se derramará como una inundación, chorros de luz manando sin parar y entonces nada, no ocurrirá nada más, eso será todo. No me preguntéis qué significa. No sé si se están dando cuenta, pero desde hace un rato, un rato pequeño, según creo, más pequeño para ustedes que para mí, probablemente, vengo abandonando la idea de que falta algo y ya no enumero tanto como antes. Grande y pequeño ya lo dije, creo, no sé, me estoy cansando de tanto no saber, de tanto creer, de tantos probablemente y quizás, pero mientras yo siga siendo yo, mientras el tiempo no me haya cambiado lo suficientes, estas son mis palabras y no hay nada que hacer al respecto, creo, aunque quizá podría forzarme a no usar esas palabras, los quizá, los creo, los probablemente, los no sé, podría prohibirme su uso yo a mí mismo, para ver qué pasa. La idea no me atrae, sin embargo. Algo cambiaría, seguro, pero necesito los quizá, los probablemente y los creo, y los no sé, porque si yo ya no fuera vacilante e inseguro seguramente yo sería otro yo, y me asusta la idea de no ser yo, no sé si se dan cuenta. Es un círculo, creo. Fíjense bien. Mi yo inseguro tiene miedo de dejar de ser yo precisamente por ser un yo inseguro. No sé si han intentando imaginarse ser otra persona. No sé, no sé, no sé. Lo que a mí me sucede es que, al intentar imaginarme ser otra persona, esta otra persona se convierte en yo. Algo así, me temo que no me explico bien. Quiero decir, si te imaginas siendo otra persona, te imaginas a ti siendo esa otra persona. En el fondo, sigues siendo tú. Es imposible imaginarte siendo otra persona, al menos para mí. Posible e imposible, esto sí que lo he dicho ya, me acuerdo perfectamente. El caso inverso también es interesante. Imaginar que otra persona es tú. Interesante y aburrido, esto no lo había dicho todavía. Otra persona que es tú, de alguna forma, porque todo esto es bastante extraño, y entonces comprende tu ser porque está en él, ve lo que tú ves, siente lo que tú sientes y piensa lo que tú piensas, exactamente del mismo modo en que tú lo haces. Extraño y normal. No necesitarías explicar nada. Está bastante claro que esto es imposible. Claro y oscuro. No te harían falta las palabras, para explicarte, pero quizás esto sería una catástrofe, la ruina del lenguaje, su aniquilación más bien, aunque ahora mismo estoy pensando en que, si otra persona estuviera en mi ser, por decirlo así, no tendría que esforzarme por transmitir, con palabras, lo que estoy pensando, lo que estoy intentando decir, a la vez que estoy pensando en que todo esto es terriblemente confuso, porque no se puede decir sin palabras, claro, y que tal vez no me esté haciendo comprender. Qué disparate. Por lo pronto, pronto y tarde, antes y después, volvemos al tiempo, al movimiento también, claro, el tiempo es la medida del movimiento, como sabemos, aunque esto no esté, ni mucho menos, claro. Por lo pronto, de todas formas, no sé qué venía a continuación, esperen, iba a decir algo más, todavía algo más, algo más que no es aún lo que falta, de lo que hablaba antes, de aquello que falta, se acuerdan de que faltaba algo, seguramente se acuerdan, lo he dicho bastantes veces ya, deben ustedes de acordarse bien, pues no era eso que falta el algo más que iba a decir. No importa. Qué silencio se ha hecho, de repente, aquí, y qué de noche. La imposible noche, y las rocas ígneas tejidas en su piel. Con esto basta, por ahora, siginifique lo que signifique y aun si no significa. Mirad ahora esa luz, dejad las palabras, que descansen un rato. Como un lienzo el silencio, ved eso, ved las palabras como gotas de color, goteando sobre el lienzo del silencio, escuchad su música, aunque no suene, escuchadla igual. Palabras, música, color, hay tenues hilos que unen estos elementos, seguramente los hay. No ha quedado muy bien esto del lienzo. Me he liado un poco. Hay hilos, ya lo he dicho, pero se me han enredado un poco quizá. Da igual, seguro que entienden, más o menos, qué quiero decir. Quiero acabar ya de una vez, no sé cómo. Así, sin más, es una posibilidad. Una entre tantas. Acabar aquí.

miércoles, 15 de agosto de 2012

Love of Lesbian - Me amo

Sally y Ana


Fallar en esta prueba no tiene nada que ver con la incapacidad de atribuir estados mentales a los demás. Lo que de verdad sucede es que el niño (o el adulto distraído) ubica metonímicamente la canica de acuerdo a su desplazamiento espacial de la cesta a la caja (lo acabo de leer y de asentir enérgicamente). Uno puede fallar si le preguntan así a bote pronto y, no obstante, ser consciente de que la mayoría de las personas tienen estados mentales. De todas formas, lo que nunca se menciona en esta prueba es que si la canica es de Sally y la guarda en su cesta, ¿por qué narices Ana la cambia de sitio? Si todo el mundo se comportara como Ana y se dedicara a cambiar las cosas de los demás de sitio nadie encontraría nunca nada y el mundo sería un caos apabullante.

miércoles, 8 de agosto de 2012

Entrevistas breves con místicos chiflados


Según el autor, este post debería permanecer aún en estado de borrador, si bien esta declaración encierra una paradoja evidente.

-Tienes que comprender que soy un místico sin doctrina al que las explicaciones racionales le interesan muy poco, casi nada, porque carecen de verdadera importancia, no solucionan nada, no tocan siquiera las cuestiones cruciales, no se adentran en ellas, no las ven, ni de lejos.

-Un ansia irrefrenable de trascendencia bulle en mí como un fuego feroz; no puedo evitarlo, estoy al acecho de algo indecible, en tensión permanente; mi cerebro está empapado de intensidades y visiones que tiemblan en la noche con una dulce agresividad y una extraña serenidad, y solo quiero desplegar mi ser al máximo, fluir en una profunda eternidad.

-Lo que digo no tiene sentido, y precisamente su falta de sentido es su sentido. Mejor que callarse, sin embargo, arañar el sinsentido que fulgura en la piel del firmamento como un rostro ígneo tejido en ella con símbolos y palabras oblicuas que no signifiquen nada más que ellas mismas.

-Estoy fijado aquí por el resplandor de una mirada inagotable y mi ser se desborda en un clamor de voces asidas a la inexistencia.

-En cuanto empiezo a hablar me doy cuenta de que no es eso lo que quería decir, de que las palabras no me bastan y me rehuyen. Extraño oficio perseguir lo que huye, lo que jamás será encontrado, porque huir es su modo de ser. Es como vivir atado a la presencia de una ausencia luminosa e invisible que hace señales al ocultarse.

-Morder el viento, me gustaría que esa simple expresión albergara una densidad semántica infinita de forma inmediata y evidente para cualquiera, pero esto es imposible, su sentido está necesariamente indeterminado, incompleto, preso del azar de las lecturas. Tal vez sea mejor así. Una voluntad prendida de un objeto de deseo imposible, diría que eso es, más o menos, lo que significa para mí, pero mira qué desastre, antes teníamos una hermosa expresión, una hermosa imagen, y ahora una palidez conceptual abstracta. De la aérea ligereza de las metáforas hemos pasado a un cementerio de fósiles, del movimiento inaprensible de un gesto hemos pasado a la quietud decrépita de un significado que pretende fijar el vagabundeo de lo semántico. Una pretensión irrisoria.

-Los poetas entienden un lenguaje sin sentido, como dijo Blanchot. Se trata de entender que no es exactamente con la facultad del entendimiento como se puede entender ese juego de lenguaje que llamamos poesía. No es un uso descriptivo del lenguaje. Se puede perfectamente expresar sensaciones con determinadas imágenes que no representen las creencia del poeta. Puedo decir, por ejemplo, que un ángel ha venido a llorar a mi ventana. Aquí la pregunta de si creo en los ángeles es, evidentemente, una pregunta estúpida. Además, ni siquiera está claro qué es lo que pretendo transmitir. ¿Tristeza? Pero el caso es que ahora no estoy en modo alguno triste. Es más simple, y quizá también más complejo: la imagen no significa más que ella misma. La belleza no significa nada. Nada más que a sí misma. Ese es su poder de atracción irresistible, y de ahí emana, a la vez, la frustración que produce, porque se trata de un límite, no se puede traspasar. Parece como si tuviera que significar algo más, como si nos fuera a ofrecer una respuesta, pero permanece en sí misma, terca, enigmática, fascinante...

-Las ideas relampaguean en estallidos simultáneos y al tratar de imponerles el orden sucesivo de la sintaxis se me escapan. Es como tratar de barrer hojas en medio de un vendaval.

-Estoy a solas frente al trono vacío de Dios, escuchando su silencio.

-Verá, para mí lo místico no es ver el mundo como una totalidad limitada, como una unidad, sino lo contrario, ver la unidad sustraída, su multiplicidad destellante, sin centro, sin circunferencia, disperso como una nube, extendiéndose en direcciones aleatorias.

-Bailo al borde del precipicio, pensando en la música de las supercuerdas; no hay sonidos, solo una armonía silenciosa que el universo teje y desteje sin propósito, incansablemente.