viernes, 31 de octubre de 2008

La tristeza fosforescente de Pierre Huyghe





Al cesar la causa que la produce, la luminiscencia permanececerá, estoy seguro, como la sonrisa del gato.
Y yo vivo en este universo de líneas fosforitas, de contornos verdes como el agua verde fosforito de las piscinas en invierno, y nada más deseo recorrer todos sus pliegues, habitar su espacio, ese mundo que parece brotar de los labios insomnes que anhelan sombras húmedas y besan sábanas heladas. Que las sonrisas se despeguen y permanezcan flotando en la oscuridad del universo como aviones de papel, como las voces de los cantantes muertos que siguen sonando en el universo, seres situados en zonas fronterizas, donde no están vivos ni muertos. Criaturas del insomnio. El color del insomnio es verde fosforito.

El androide romántico en imágenes



jueves, 30 de octubre de 2008

El androide romántico

No podía dormir y siempre que eso sucede la mente se me dispara, se sale de quicio, rompe sus cauces habituales, miles de hilos de colores fosforescentes se proyectan desde mi mente a la oscuridad y se enredan en ella, formando un tejido potencial de historias, de imágenes, de ocurrencias. La mente como proyector. Me transformaba en un androide con un software que mostraba una predilección inquebrantable y agotadora por los paisajes románticos, por la belleza terminal, decadente, por los atardeceres y los cielos grises e imponentes en los que el hombre aparece como una figura minúscula, frágil, insignificante. Lo sublime es siempre la imagen de alguna transformación de un gran poder, de una gran fuerza terrible que nos amenaza y de eso van la mayoría de mis sueños. Sólo que en mis sueños el malestar suele ganar a la belleza, no tengo ni la más remota idea de por qué. Yo era un androide con un software desfasado, pasado de moda, y eso explicaba mi estado de ánimo y que yo pretendiera vivir únicamente para mis estados de ánimo. Un alma bella. Menuda tragedia. Tormentas furiosas decoraban el pasiaje por el que mi yo androide y solitario caminaba sin esperanzas pero muy bien vestido. En la ciudad, una ciudad industrial, feísima, no quedaba ni un alma. Pronto alcanzaba su límite. Verdes praderas, muy verdes y muy mojadas, se extendían hasta donde me alcanzaba la vista. Nada obtaculizaba mi visión del horizonte así que podía jugar a alcanzarlo. Corría sin importarme que la lluvia estropeara mis zapatos.

Diamond Dust Shoes

Este blog abandonado pretende agitar sus cenizas otra vez. Ahora una imagen de Warhol nos guarece: Diamond Dust Shoes. El brillo dorado y superficial rociará nuestras cabezas nocturnas. Nuestro desarraigo será hermoso y melancólico como una lluvia de zapatos. Solos en la oscuridad miraremos escaparates, la sucesión de imágenes que se repiten en el ciclo de la vida. Dandys del eterno retorno, nuestros gestos frágiles inventarán equilibrios precarios sobre el abismo, se deslizarán por la piel del mundo como una caricia tenaz consciente de que su difícil tarea consiste en abolir la distancia que nos separa de las cosas.

martes, 28 de octubre de 2008

Como un idiota

Las grúas -quietas, calladas, recortadas sobre el horizonte- parecen ruinas o fósiles fantasmales. Los chicos del pueblo se lanzan desde el segundo piso de los edificios cuya construcción se ha paralizado de repente y tal vez para siempre, y caen en la arena, con el corazón palpitante y la adrenalina revolucionada. El cielo gris es una promesa o una amenaza de lluvia. La tarde languidece entre bostezos. Los más valientes (o los más temerarios) se lanzan desde el tercer piso. Y tú estás ahí, aún en el segundo piso, en el nivel de los principiantes, sin atreverte a dar el salto, sin decidirte tampoco a dar media vuelta y regresar a la calle bajando por las escaleras, porque eso sería de cobardes, un gesto ridículo y vergonzoso que significaría resignarte a aceptar tu propia cobardía quien sabe si para siempre.

La sangre se te agolpa en las sienes, te golpea rítmicamente el cuello, a un ritmo cada vez más acelerado que abrasa todo tu cuerpo y te nubla la vista. Aprietas los puños y estás a punto de lanzarte, pero antes de hacerlo imaginas tu cuerpo suspendido en el vacío durante unos breves segundos, que en tu imaginación se hacen eternos mientras esperas, indeciso, en el borde. Imaginas también el contacto brusco con la arena, no sabes cómo reaccionarán tus piernas. Ese corto vuelo asusta y atrae a partes iguales y no sabes cómo deshacer el equilibrio, inclinar la balanza de una vez por todas.

Los demás niños gritan y ríen, la mayoría ya se ha lanzado, ya ha superado esa primera vez que da pavor y se comportan como expertos consumados en el arte de lanzarse desde el segundo piso de edificios en obras a las grandes montañas de arena que sirven para hacer el cemento. Algunos gritos son de ánimo y otros gritos son crueles. Mientras esperas, haciendo esfuerzos increíbles e invisibles por superar tu miedo, van lanzándose, como un goteo interminable, otros chicos, haciendo ostentación de su valentía, escupiéndotela a la cara con insolencia. Se lanzan como si nada, como si no tuviera importancia, se lanzan y ya está, sin pensar, suben las escaleras y bajan volando y aterrizan en la arena sin sufrir ningún tipo de daño. Tú permaneces ahí de pie, concentrado, sin escuchar los gritos de los demás, hasta que todos empiezan a irse, poco a poco, y al final te quedas solo.

Unos se han ido al parque, a tirarles globos de agua a las chicas, otros al quisco, a comprar pipas y gominolas, y otros van a jugar a fútbol. Por la noche van a apagar las luces de todo el pueblo. Eso es algo que ya habéis hecho más veces. Exige una táctica bien coordinada. El pueblo se divide en varios sectores: la barriada, la plaza, la zona del frontón y la zona del pueblo, aunque éste último no está bien delimitado ya que, en sentido estricto, debería denominar la totalidad del pueblo y no sólo un sector, pero supongo que a nadie se le ocurrió ninguna otra forma de nombrar esa zona mal definida, ambigua, de contornos borrosos, situada entre la plaza y el frontón y la barriada. Más allá está la zona del valle, en la que no hay farolas ni casas, salvo dos o tres chalets solitarios, por lo que no la consideramos exactamente una zona del pueblo, sino su límite. Para apagar las luces basta con dirigir la luz de un láser de llavero durante cinco o diez segundos a un aparato que controla la variación de la luz en un determinado sector. Se trata de engañar al aparato y hacerle creer que ya es de día. Pero al poco tiempo, si dejas de enfocar la luz sobre el sensor del aparato, las luces de las farolas vuelven a encenderse. Por eso, para que durante unos segundos todas las luces del pueblo estén apagadas, es necesario subdividirse en varios grupos y actuar de forma coordinada. La manera más sencilla es sincronizar los relojes y actuar a la vez, pero el tiempo necesario que hay que enfocar la luz del láser para apagar toda una zona no es el mismo, por eso las luces nunca se apagan a la vez, aunque durante unos breves segundos todo el pueblo se queda a oscuras.

Una vez el alcalde os persiguió. La persecución os excitó tanto que esa noche fue cuando más veces apagasteis las luces. Corríais por todo el pueblo, en grupos pequeños, de cuatro o cinco, atentos a cualquier ruido. Os llegaban informaciones cruzadas y contradictorias, que el coche del alcalde se dirigía hacia la plaza, y entonces corríais a apagar las luces de la barriada o las del frontón, y en mitad de la carrera se oía que en realidad estaba en la barriada, y volvíais a la plaza, así hasta que os cansasteis y fuisteis a la pista de fútbol sala y descansasteis contándoos las aventuras. El pueblo recuperó la luz y vosotros el aliento. Fumasteis cigarrillos como premio

Podrías ir a jugar a fútbol sala. Jugar a fútbol sala es lo que más te gusta en el mundo. Además, ahora nadie te verá, y no te creerán cuando les cuentes que te has atrevido, que lo hiciste, que por fin te lanzaste a la arena.

Anochece, has perdido la cuenta de las horas que llevas ahí parado, observando la montaña de arena, el prado de la era, que se extiende hasta el parque, el cielo gris, y a la derecha las montañas nevadas, que parece que están mucho más cerca de lo que en realidad están. Parece que podrías llegar andando hasta las montañas, pero en realidad no podrías. La arena parece estar más lejos de lo que en realidad está. Desde ahí arriba la distancia parece un abismo infranqueable. Los demás se tiran, eso significa que puede hacerse. No hay problema, no te vas a partir una pierna, hasta ahora nadie se la ha roto, y ya sería mala suerte que la primera vez que te tiras te rompieras una pierna. De nuevo coges aire, respiras profundamente, esperas un poco más, piensas que la cena ya estará lista, que tu madre estará esperando, que aún tienes que hacer los deberes y ya es el cuarto día de la semana que vas a clase sin hacerlos. Mañana es día de colegio, el último día de la semana, viernes. Se hace cada vez más tarde. Dentro de poco se encenderán las luces de las farolas y hoy tú no puedes ir a apagarlas con los demás, tu madre no te va a dejar salir después de cenar, ya no es verano, hay que ducharse, cenar, hacer los malditos deberes… te va a caer una bronca por no haber ido a casa a hacerlos antes. Caminando por la era, ves que se acerca, solitaria, una figura aún confusa.

Ahora ella ya te ha visto ahí parado como un idiota.

Un viento frío

Es frío el viento que esparce las cenizas del ser
y agita el humo de las chimeneas
y ondea su pelo abandonado en la estación
y se enreda en los dedos que se despiden
y arrastra las colillas hacia las alcantarillas

Es frío porque viene de la nieve
y es mudo como una larga caída
como una larga travesía sin huellas
-botas desgastadas y sin memoria-
atravesando ciudades heladas de frío
que escuchan el eco de la nieve sin memoria
del viento frío que viene de las montañas nevadas
y esparece el ser en cenizas
que revolotean en silencio por las calles
sin voz y sin memoria
y se posan en los tejados y en las botas
y emprenden de nuevo su viaje
sin descanso y sin meta
en manos del viento
que es frío porque viene
de la nieve

sábado, 25 de octubre de 2008

El canto más peligroso

Se rompe mi voz antes de salir al mundo.
Se rompe mi voz y ya no baila alegre por las cornisas,
abriendo los brazos al viento.
Se hace un ovillo y tiembla.
Se rompe ya en la garganta, se resquebraja.
Escombro polvoriento.
Cierra los ojos, se pone triste, se apaga.
Vive durante unos segundos, encerrada en su habitación,
y se hunde en silencio.
Se ahoga en el vacío de una piscina invernal.

Se mira en el espejo y ve una madriguera negra.
Hay una señal de prohibido en la puerta.
Y un campo sembrado de sogas en el ondean las voces muertas
como banderas derrotadas.

Y por fin, a última hora,
un grito estremecedor, el canto más peligroso.

domingo, 5 de octubre de 2008

Sobre la estética de la existencia (esbozo)

Hablemos, pues, del individuo, de el gran solitario. Procuremos, cuidadosamente, desmarcarnos de los discursos esencialistas. Gestos, estilos de mirar, de caminar, de reír, de llorar, de fumar, en definitiva, formas de actuar, prácticas a la vez sociales e individuales, conforman su ser, no como atributos de una esencia inalterable, como predicados de un sujeto (hay que pensar en un marco distinto al de la metafísica aristotélica) sino su ser pensado como las múltiples capas de una cebolla: si arrancas todas las capas no queda la esencia en su esplendorosa pureza, porque no existen ni la esencia ni la pureza. Los individuos no son átomos aislados, la interacción no es una propiedad accidental sino una relación necesaria en la constitución de los individuos en cuanto tales. No hay posibilidad alguna de autoconstituirse monológicamente. El rostro del otro aparece antes incluso que nuestro rostro. Sin el rostro del otro el ser humano no sabría reír. En la ética considerada como estética de la existencia hay que integrar la interpelación del otro; el cuidado de sí y el cuidado del otro no pueden desgajarse y oponerse. Si lo hacen, no hay ética sino escapismo y el cuidado de sí corre el riesgo de transformarse en una espectacularización de sí vacía, en la escenificación esteticista de una tristeza irreparable.

sábado, 4 de octubre de 2008

Anarco-capitalistas orwellianos (Queremos tanto al Gran Hermano)

"En el capitalismo la mayoría no obliga, no coacciona al individuo" nos dicen los ideólogos del anarco-capitalismo, (en una sentencia que revela un amor plenamente interiorizado a Gran Hermano, y por plenamente interiorizado quiero decir sin vistas a ningún tipo posible de línea de fuga, ya que habitamos una casa ideológicamente confortable, construida sin la violencia explícita de la bota permanentemente puesta sobre el rostro como visión del futuro) autodesignados como los auténticos representantes del liberalismo, los que aceptan su lógica con total coherencia. Son los utópicos de la década de los noventa, que continúan dando coletazos pese al derrumbe de la utopía. Amparados en el supuesto de una libertad individual que se identifica con la esencia (no con la existencia ni con una conquista histórica) del ser humano, de un ser humano concebido de forma alarmantemente abstracta, su hipótesis es más bien que nada puede condicionar al individuo. El individuo es libre, es soberano, decide sin que ningún elemento externo perturbe su decisión. Ni siquiera la publicidad, que se limita a informar. Pero entonces, si la publicidad no afecta a la decisión, ni siquiera pueden entenderse las razones de por qué existe la publicidad, ya que no trata de influir en la demanda. En realidad, hace ya mucho tiempo que los mensajes publicitarios no informan, ni tratan de hacerlo, perfeccionando mecanismos retóricos de seducción para dotar de trascendencia a lo intrascendente.

Si la libertad es un atributo esencial de un ser humano deshistorizado e independiente de sus circunstancias, cualquier crítica a la coacción real que sufren individuos concretos es automáticamente desestimada, porque los únicos responsables de esta coacción son los individuos que la sufren, ya que son libres. Cualquier otra explicación es un error epistemológico (todo lo que no comulgue con el individualismo metodológico es un error), un enfoque estructuralista u holista está condenado a priori, no se cuestiona el límite del reduccionismo o el campo de validez de una explicación reduccionista, que sin duda lo tiene, pero no es ilimitado: no todo es explicable en términos individuales en ciencias sociales. Además, por qué deternos en el individuos, sigamos hasta los genes y más allá. De esta forma, Paris Hilton es millonaria por sus propios méritos, y un inmigrante en paro es pobre únicamente por su culpa, ya que lo único que existe es una fórmula mágica: la libertad individual. ¿Qué lugar ocupaban en la estructura social? Preguntas erróneas, no existe nada parecido a una estructura social, todo lo que huela a estructuralismo o a socialismo es sospechoso de aberración totalitaria. O estás con nosotros los anarco-capitalistas o eres un marxista totalitario. No hay matices, sólo estrategias retóricas de exclusión/inclusión. La neolengua anarco-capitalista borra de su diccionario palabras como pobreza o desigualdad o, táctica más depurada, se limita a aceptarlas como lo natural, concebido, además, al más puro estilo de la metafísica tradicional: inmóvil, invariable, lo que conserva su esencia a pesar de los cambios. El modo de producción capitalista no es histórico, sino natural, criticarlo es como criticar la ley de la gravedad, una estupidez. La naturalización del capitalismo por parte de los anarco-capitalistas, ¿no conlleva, sin embargo, una contradicción? Somos libres, la libertad individual es la esencia del ser humano, pero esta libertad ha de circunscribirse a los límites que impone el propio capitalismo. Fuera del capitalismo, no existe libertad. Así, la verdadera libertad del ser humano, la capacidad de iniciativa, se ve severamente restringida. No tenemos capacidad de iniciar nuevas formas de organización social, creamos nuestras circunstancias sólo si aceptamos las circunstancias del capitalismo.

La guerra es la paz, la ignorancia la sabiduría, la coacción la libertad individual

Apuntes breves e inmediatos (lo interior es un pliegue de lo exterior)

El sonido digitalizado de la armónica de Dylan vibra en el aire frío de la mañana. El cielo tenuemente nublado, ni blanco del todo ni gris del todo: fuzzy logic. Un repentino acceso de tos, los pies fríos, entra el viento por la ventana abierta. Apago el cigarrillo. El movimiento de los árboles revela ya el alma de octubre.

viernes, 3 de octubre de 2008

Visión de un hombre fundiéndose con el horizonte

Un hombre camina de espaldas. Se aleja lentamente. Pero no vemos que sus pies se muevan. Suena una música atmosférica. Como si se deslizara sobre una cinta metálica. Seguramente va con los ojos cerrados. Se va haciendo de noche en la meseta. Queda poco tiempo. La línea del horizonte va a desvanecerse en breves instantes. Los objetos van a diluirse, su ser va a estallar en mil pedazos, en una explosión sorda, muy discreta pero inevitable y catastrófica. Suena la banda sonora del fin del mundo, la música de mono.