viernes, 30 de agosto de 2019

30/08/2019

Suena una música abstracta y melancólica, lánguida, hipnótica. Sonidos en los que es dulce sumergirse. Solo resisto la música alegre durante breves periodos de tiempo. Necesito mi dosis de tristeza sonora.

Suena Slowdive, para ser precisos. Absolutamente mesmerising.

También necesito mi dosis de soledad. Socializar me cansa. Me gusta, de vez en cuando, pero me cansa. Me gusta reírme con amigos, claro, pero también quiero estar un rato a solas, al atardecer, en la hora mágica —la hora en la que a Pascal Quignard le gustaría morir, la hora en que rueda Terrence Malick— mirando melancólicamente una puta nube rosada por el fulgor mortecino del sol moribundo sin tener que pronunciar una palabra.

En el fondo también soy, como dijo el otro, un místico que no cree en nada.

sábado, 24 de agosto de 2019

24/08/2019

Acabo de ver Érase una vez en Hollywood. Me ha parecido una obra maestra. Se me han pasado las casi tres horas volando. Ya tengo ganas de verla otra vez. Hacía años que no disfrutaba tantísimo en una sala de cine...

viernes, 23 de agosto de 2019

23/08/2019

El tiempo recobrado y otra vez perdido. Recuerdos, reencuentros y ahora qué. Cronos sigue su curso. Cada ahora se escinde en un fue y un será temblorosos. 

23/08/2019

Permítanme una vez más ser un poco cursi y sentimental y decir que los reencuentros con viejos amigos y amigas y las emotivas despedidas con efusivos abrazos a las tantas de la mañana dejan en el cuerpo una sensación extraña, una especie de alegría melancólica, arañazos de añoranza, una felicidad ebria y fugaz, no por ello menos verdadera, instantes plenos de sentido que no obstante se desvanecen en el tiempo como las consabidas lágrimas en la lluvia o el humo de los cigarrillos...

viernes, 9 de agosto de 2019

09/08/2019

Solos con nuestra locura y nuestra flor favorita. Me sé este verso de Ashbery de memoria. No sé por qué. Me lo digo a mí mismo de vez en cuando, y me digo también que no hay nada mejor que decirse a uno mismo de vez en cuando un verso de Ashbery que uno no sabe por qué se sabe de memoria. Es mejor que decirse a uno mismo una proposición de Wittgenstein, en mi opinión.

Solos con nuestra cerveza y nuestras canciones favoritas, mientras anochece y el mundo descansa de ser cierto y de estar ahí para nada. 

Que el mundo sea, no qué sea el mundo, he ahí lo místico (tampoco están nada mal algunas proposiciones de Wittgenstein, podrían ser versos).

Solos con nuestras nostalgias y nuestras canciones favoritas, en un mundo azul oscuro, descubrimos que no hay nada más efímero que nuestras eternidades pasadas. Estamos muy felices o muy tristes, no lo sabemos y en realidad da igual. No nos importa. Ahora estamos quietos, y eso a veces también es vivir, y eso también es un verso de Ashbery.

No hay nada sobre lo que escribir, pero aquí estamos, mientras el mundo se apaga. Dejadnos ser un poco cursis, un poco nostálgicos, dejadnos preguntar qué fue de las noches azules, dejadnos —aunque sepamos, ay, que no es suficiente— añorar su fulgor perdido.

Dejadnos escribir de las mismas cosas siempre. No importa, y no importa que no importe. La noche nos envuelve.

Hemos sido irónicos y despreocupados, también hemos sido jóvenes airados y politizados, pero cuando nos hemos quedado solos nos ha dado por pensar en Dios y en la muerte. Sabemos que no está de moda pensar en cosas tan serias, tan tétricas, tan trascendentes, pero no hemos podido evitarlo. Solo lo hemos hecho, sin embargo, muy de vez en cuando, cuando nos han dejado solos con nuestra locura y nuestra flor favorita. 

Hemos escuchado el rumor del viento en las hojas y dicho sí.

09/08/2019

He tejuelado cientos de libros esta semana. Soy un proletario de la cultura libresca.

viernes, 2 de agosto de 2019

02/08/2019

Ya no volverás a sentir nada con la intensidad en que lo hacías cuando tenías veinte años. Ni la música ni la filosofía ni la literatura ni las borracheras ni el amor ni nada. Y tampoco —¡he aquí el verdadero drama!— volverás a tener el pelo largo y negro.