domingo, 16 de agosto de 2015

Él (VIII)

Él dice: a veces creo que puedo morder palabras, palabras como, por ejemplo, pez dorado, cobijo, calle, lluvia, ceniza, labios rosados, empapados de whisky con cerveza y saliva, al amanecer...

Él (VII)

Él dice: quién sabe si este cielo sereno, que se eleva por encima de los edificios viejos, grises y sucios, presagia mi suerte, o si es tan solo el espejismo de mis pupilas ebrias, soñadoras de espacios imposibles.

Él (VI)

Él dice: me encuentro bien, bastante bien, un poco raro, pero la brisa vespertina sopla otra vez, tampoco a ella la esperaba, y me he puesto a escuchar discos que hacía mucho que no escuchaba, y eso  ha hecho que me sienta bastante bien. No tengo grandes cosas que decir, eso es todo. La brisa, la música, el reinado de cronos que nos obliga a cambiar, mis antiguas palabras, mil veces repetidas, y el resplandor de algo que no sé nombrar y se escurre entre mis dedos como lluvia, como una sonrisa triste. La verdad es que no sé lo que quiero decir. Quiero decir, eso es todo. Está atardeciendo otra vez. Quería decírtelo, aunque no te conozca. Creo que alguien se hará cargo de las palabras sin destinatario.

Espectro

De improviso, un recuerdo, un rescoldo de tu antiguo yo, brilla con una triste luz anaranjada, una luz hermosa pero desvaída, que alarga las sombras y la melancolía. Tu espectro sale de su escondrijo, te observa detenidamente, y se escabulle de nuevo. Fugaz, inasible, así son los espectros. No lo esperabas. Te ha sorprendido mucho encontrarte otra vez con él. Estabas seguro de que se había perdido para siempre, entre los pliegues del tiempo, en sus intersticios inhabitables. Estabas seguro de que te había abandonado, o de que tú le habías abandonado, lo mismo da. Pero aquí está. Aunque decir aquí tal vez sea decir demasiado, y decir que está también sea decir demasiado.