viernes, 22 de diciembre de 2006

El ser y la nada

Quizá mañana la marioneta desorientada se rebele y rompa los hilos y caiga hermosamente al vacío, sonriendo. Libre al fin para caminar por el bosque en silencio, solitaria... una noche oscura como la noche, tras un sueño intranquilo, la marioneta sufrirá una metamorfosis, se convertirá en una luciérnaga fosforescente y descifrará el enigma del ser. Y nada más descifrarlo, antes de poder contárselo a nadie, morirá con un último chispazo de luz cuya belleza terminal no redime la condición de la marioneta, ni la de la luciérnaga, ni la del hombre... pero sirve al menos para derramar lágrimas azules sobre el universo. Su cadáver se esparcirá como un polvo, como un llanto estelar y silencioso, diluyéndose lentamente en la nada, absorvido poco a poco por la oscuridad, por la serenidad salvaje, helada e inmutable del universo.

martes, 19 de diciembre de 2006

Extraña existencia (o la piscina vacía del invierno)

La imagen es la siguiente: la piscina vacía del invierno. Hay hojas olvidadas alrededor y una chica (tendrá diecisiete años) que lee sentada en un banco de madera junto a la piscina, enfundada en una bufanda y con las manos protegidas por unos guantes de lana negros. Hay un silencio que crece hasta adquirir la consistencia de un muñeco de nieve derretido hace tiempo, en algún lugar lejano. Digamos que el silencio habla pero no se le ve. Hay una conspiración de invisibilidades que entretejen nuestro ser vagabundo con las hojas apelmazadas por la lluvia alrededor de la piscina vacía del invierno. La chica lee, cruza las piernas, el viento le mueve el pelo que le cae sobre la frente, pero este detalle apenas se percibe, si no se presta la atención suficiente este detalle nimio e insignificante pasa desapercibido, lo cual, en el fondo, es importante o no lo es, según se mire. De pronto la chica levanta la mirada del libro, sus ojos acarician el silencio, ese silencio blanco que proviene de otro mundo y se infiltra en este, por pasadizos secretos. Saca un cigarrillo. Lo prende. La verdad es que fuma demasiado y no hace nada en la vida. Es decir, mira. Hay espectadores y hay actores. El mundo es un lugar extraño, la noche es una piscina. Para nadar basta con mirar. La mirada es capaz de hacer acrobacias con imágenes que no son verdaderas, pero que son. Es decir, existen.

Extraña existencia la del muñeco de nieve abandonado que se encarga de producir un silencio parecido a un lienzo blanco en el que se haya dibujado un poema imposible, invisible; extraña existencia la de la bailarina diminuta de la cajita de música que ya para siempre pasará frío y bailará, seguirá bailando aunque se abra el séptimo sello y los siete ángeles con sus siete trompetas toquen la música del Apocalipsis; extraña existencia la del payaso borracho, la de las ninfas colgadas del precipicio, la del estudiante de filosofía que lee El Sofista de Platón y se va de cañas y habla sobre el cine de David Lynch, la del músico a punto de suicidarse que escribe en su buhardilla, untándose los dedos de lágrimas, de rabia y de deseos inalcanzables, que le perforan por dentro como una lluvia de cristales, la última canción, tan hermosa y desesperada que asusta, la última canción this is the end, my friend; extraña existencia la de la muñeca que cierra los ojos y muere y resucita luego cuando todos duermen, la de la mujer inverosímil que surge del mar y avanza por la playa desierta, iluminada por la luna más blanca que el silencio, una luna como de arena, pero más espectral... una arena lunar o lunática; extraña existencia la del pintor expresionista abstracto obsesionado con la banda de Moebius, los teoremas de Kurt Gödel y la conjetura de Poincaré (temas protagonistas de sus cuadros, si bien estos siempre parecieron copias de Pollock) que frente a su ventana se defiende de enemigos imaginarios que acabarán venciéndole; extraña existencia la del poeta delgaducho y traficante de marihuana que se pasa los veranos en Mallorca tomando el sol y componiendo versos que tratan de imitar el sonido del agua del mar, la luz del sol reverberando sobre el mar, o las bañistas deslizándose sobre la superficie del mar...

Extrañas existencias, destellos, imágenes como chispas inquietas que apenas viven un instante sobre la superficie del mar y se alejan, naufragan, son rescatadas por aventureros intrépidos y, huidizas, se deshacen entre las manos, desaparecen como el gato y dejan la sonrisa, que flota durante unos segundos y también desaparece.

La chica que lee tal vez piensa qué extraño existir como la sombra de una sombra. La chica que lee tal vez imagina que alguien quizás también la está leyendo ahora a ella. La chica que lee no es de verdad pero existe: sabe nadar en la piscina vacía del invierno.

El flautista de Hamelín y la música del no-ser.

Como un suspiro helado
o una mano de hielo desmayada
se cuela por la ventana

-desde algún lugar remoto
del que nada sabemos ya-
algo sin nombre que sin embargo tiembla


(algo aterido de frío como una bailarina desnuda
en una cajita de música
en la que siempre es invierno)
un eco no de lo que fuimos
sino tal vez de algo
parecido a la belleza perdida

o traicionada de la infancia
o de la invención de la infancia

Como un beso partido por la mitad
tirado en cualquier lado
quizá en algún lugar nevado
como un riachuelo de sangre brillante
que se cuela por la ventana
y se mezcla con el humo

de tantos cigarrillos aplastados
y con la música convertida de pronto
en el desvarío de un barco a contracorriente

nadando en la piscina vacía del invierno
y naufragamos entre la niebla
con cierta belleza fantasmal
no como en la balsa de la Medusa
naufragamos sin desgarramiento
casi con alegría dando saltos

riendo tras el flautista
como niños tontos hipnotizados
por la flauta que toca

la música del no ser.

lunes, 4 de diciembre de 2006

Cuando el niño era niño

Cuando el niño era niño viajaba en un asteroide naranja todas las noches, y las estrellas le saludaban.

Dos poemas encontrados

la chica azul baila sobre las ruinas del mundo
perfectamente desnuda perversa y alegre

la chica azul sonríe ante el hermoso desastre


No hay nadie a quien llamar
Mientras lobos errantes

retan a la luna
que una vez
se deshizo entre mis manos