jueves, 30 de mayo de 2013

Disney pierde la cabeza

Jack ha perdido su cabeza

Todas las cabezas han de tener un cuerpo si pretenden ir a algún sitio


PD: Oz, un mundo fantástico, obra maestra (y siniestra) de Disney. La última imagen es de Cabeza borradora, claro.

Pensar es gratis

Pensar es gratis, aproveche, piense y cuestione todo. 
No hace falta ser un lince en lógica para darse cuenta de que cuestionarlo todo incluye cuestionar el hecho mismo de que haya que cuestionarlo todo. La cita encierra una obvia paradoja autorreferencial.

miércoles, 29 de mayo de 2013

He aquí unos cuantos fragmentos

He aquí unos cuantos fragmentos de obras literarias, en los que ciertos detalles contextuales han sido omitidos, lo que tal vez dificulte su comprensión (pedimos perdón por ello), y seleccionados sin ningún criterio.

Desde el principio mismo debí de haberme ejercitado en no desear nada demasiado ardientemente. Desde el principio mismo, fui independiente, pero de forma falsa. No necesitaba a nadie, porque quería ser libre, libre para ser y dar sólo lo que dictaran mis caprichos. En cuanto esperaban algo de mí o me lo pedían, me plantaba. Esa fue la forma que adoptó mi independencia. En otras palabras, estaba corrompido, corrompido desde el principio. Como si mi madre me hubiera amamantado con veneno, y, aunque me destetó pronto, el veneno permaneció en mi organismo. Parece ser que, incluso cuando me destetó, me mostré completamente indiferente; la mayoría de los niños se rebelan, o fingen rebelarse, pero a mí me importaba un comino. Era un filósofo, siendo todavía un niño de mantilla. Estaba contra la vida, por principio. ¿Qué principio? El principio de la futilidad. Todos los que me rodeaban luchaban sin cesar. Por mi parte, nunca hice un esfuerzo. Si parecía que hacía un esfuerzo, era solo para agradar a alguien; en el fondo, me importaba un bledo.

Henry Miller, Trópico de Capricornio

Una noche, Annabel se las compuso para burlar la viciosa vigilancia de su familia. Bajo un macizo de nerviosas y esbeltas mimosas al fondo de la villa, encontramos amparo en las ruinas de un muro bajo, de piedra. A través de la oscuridad y los árboles tiernos, veíamos arabescos de ventanas iluminadas que, retocadas de colores del recuerdo sensible, se me aparecen hoy como naipes -acaso porque una partida de bridge mantenía ocupado al enemigo-. Ella tembló y se crispó cuando la besé el ángulo de los labios abiertos y el lóbulo caliente de la oreja. Un racimo de estrellas brillaba plácidamente sobre nosotros, entre siluetas de largas hojas delgadas; ese cielo vibrante parecía tan desnudo como ella bajo su vestido liviano. Vi su rostro contra el cielo, extrañamente nítido, como si emitiera una tenue irradiación. Sus piernas, sus adorables piernas vivientes, no estaban muy juntas y cuando localicé lo que buscaba, sus rasgos infantiles adquirieron una expresión soñadora y atemorizada.

Vladimir Nabokov, Lolita

Y resulta que David Wallace tiene un conjunto enorme y en absoluto organizable de pensamientos internos, sentimientos, recuerdos e impresiones sobre el tipo de esta pequeña foto que iba un año por encima de él en la escuela rodeado todo el tiempo de lo que parecía ser casi un aura de neón de excelencia escolástica y académica, de popularidad y de éxito con las señoritas, así como sobre cada uno de los comentarios cortantes o incluso pequeños gestos o expresiones de aquel tipo cada vez que David Wallace se quedaba plantado con el bate en vez de darle a la pelota en un partido de béisbol juvenil de la liga de la American Legion o decía alguna chorrada en una fiesta, y sobre lo impresionante y auténticamente cómodo en el mundo que el tipo siempre parecía, como una persona viva en lugar del perfil o fantasma de una persona titubeante y patéticamente tímida que David Wallace se consideraba por aquel tiempo.

David Foster Wallace, El neón de siempre.

Es el pozo de los días, la tranquila e insaciable hendidura de la tierra. Están suspendidos como en un precipicio, en una tranquila paradoja, el alba, la tarde, el crepúsculo, el ayer, el hoy y el mañana, polvo de estrellas, la viva rosa cándida moribunda que poco a poco, invenciblemente, sube y se convierte en la inmóvil guirnalda de la tarde lasciva. Y después el reflujo meridiano -hasta que mañana, mediodía y tarde recaen, desocupan el cielo, y deslizándose de hoja e hoja, de rama en rama, de tronco en tronco, en silencio, bajan recogiéndose, de brizna en brizna, entre la hierba, siempre descendiendo y rastreando entre susurros soñolientos de insectos-, la totalidad de la luz que se concentra sobre aquella boca tierna e inmóvil, en un último y moribundo suspiro. Él se levanta. El valle está rebosante de luciérnagas errantes.

William Faulkner, El Villorrio

Y luego, en susurros, como todo lo que hasta entonces había dicho, preguntó si calma era, en este caso, antónimo de locura. Y la voz le dijo: no, de ninguna manera, si lo que tienes es miedo a volverte loco, despreocúpate, no te estás volviendo loco, sólo estás manteniendo una plática informal. Así que no me estoy volviendo loco, dijo Amalfitano. No, en absoluto, dijo la voz. Así que tú eres mi abuelo, dijo Amalfitano. El tata, dijo la voz. Así que todo nos traiciona, incluida la curiosidad y la honestidad y lo que bien amamos. Sí, dijo la voz, pero consuélate, en el fondo es divertido.

Roberto Bolaño, 2666

El viejo había visto muchos peces grandes. Había visto muchos que pesaban más de mil libras y había cogido dos de aquel tamaño en su vida, pero nunca solo. Ahora, solo, y fuera de la vista de la tierra, estaba sujeto al pez más grande que había visto jamás, más grande que cuantos conocía de oídas, y su mano izquierda estaba todavía tan rígida como las garras convulsas de un águila.

Ernest Hemingway, El viejo y el mar

Aseguremos sin tardanza que con Zooey nos encontramos ante un ser complejo, contradictorio y polifacético, y sería preciso incluir aquí por lo menos dos párrafos documentales. Para empezar, era un hombre menudo y de cuerpo extremadamente esbelto. Visto de espaldas -en especial si su columna vertebral era visible- casi podía haber pasado por uno de esos niños urbanos desnutridos a los que mandan todos los veranos a campamentos subvencionados para que engorden y tomen el sol. De cerca, ya fuese de frente o de perfil, era excepcionalmente, incluso espectacularmente, guapo.

J. D. Salinger, Franny y Zooey

-Somos todos insectos, escurriéndonos hacia algo terrible o divino, ¿no está usted de acuerdo?

Philip K. Dick, El hombre en el Castillo

Pero, ¿qué ocurre con un hombre que sabe? Ve el mundo tal como es y mira miles de años atrás para ver cómo se produce todo. Observa la lenta aglutinación de capital y poder, y cómo ha llegado hoy a su cúspide. Ve America como una casa de locos. Ve cómo los hombres tienen que robar a sus hermanos para poder vivir. Ve cómo los niños se mueren de hambre y las mujeres trabajan sesenta horas por semana para ganarse la comida. Ve a todo este maldito ejército de parados y los miles de millones de dólares y miles de kilómetros de tierra desperdiciada. Contempla cómo se aproxima la guerra. Contempla cómo cuando la gente sufre tanto se vuelve mala y fea y algo muere en ella.

Carson McCullers, El corazón es un cazador solitario

Anochece: afán impaciente de actividad, aparición alada de las palabras, sensación furiosa de felicidad. Se me hinchan las piernas con frecuencia. Me mareo con frecuencia. Me gusta mi destino que tiende a desmoronarse.

Imre Kertész, Yo, otro

Es divertido DeLillo cuando utiliza alguna de sus frases enormemente crípticas: el artista, adicto a la soledad, vive al borde de un mundo de hielo y de meditación invernal. ¿Qué quiso comentar con esto?

Enrique Vila-Matas, Exploradores del abismo

-¿A qué se debe, Alfonse, que las personas decentes, bienintencionadas y responsables se sientan intrigadas ante la catástrofe cuando la contemplan en televisión? -le dije
Le hablé de la reciente velada de lava, lodo y aguas devastadoras que tan distraída habíamos hallado los niños y yo.
-Queríamos más, más.
-Es natural, es normal -dijo él, asintiendo con gesto confortante-. Le sucede a todo el mundo.
-¿Por qué?
-Porque padecemos marchitamiento cerebral. Necesitamos una catástrofe de vez en cuando para interrumpir el incesante bombardeo de información.
-Resulta obvio -apostilló Lasher, un hombre menudo de facciones tensas y cabellos peinados hacia atrás.
-El flujo es constante -dijo Alfonse-. Palabras, imágenes, cifras, hechos, gráficas, estadísticas, motas, ondas, partículas. Tan sólo las catástrofes logran captar nuestra atención. Las deseamos, las necesitamos, dependemos de ellas. Siempre y cuando sucedan en otro lugar.

Don DeliLlo, Ruido de fondo

martes, 28 de mayo de 2013

La muerte de Dylan Thomas

Dylan Thomas murió tras beberse dieciocho whiskys y algunas cervezas. Lo lógico y saludable hubiera sido beberse dieciocho cervezas y algunos whiskys.

viernes, 24 de mayo de 2013

Hasta el infinito y más acá

Este post es bastante confuso y potencialmente un coñazo insufrible (incluye, por ejemplo, multitud de paréntesis y de guiones usados con la función de los paréntesis, ambos -guiones y paréntesis- usados indistintamente, sin un criterio claro, la mayoría de las veces solo para hacer digresiones y comentarios irrelevantes como, por ejemplo, uno relativo a los filósofos solteros). Lo advertimos desde ya para que, a partir de ahora, si a alguien se le ocurre leerlo -cosa que no recomendamos hacer (aunque esto de no lo hagáis niños pueda parecerse sospechosamente al típico truco publicitario de antipublicidad)- lo haga bajo su propia responsabilidad. Nosotros nos lavamos las manos (como Pilatos, quien, por cierto, formuló esa gran pregunta: ¿qué es la verdad?)


La verdad es que para alguien que desesperaba a su simpática profesora particular de matemáticas por carecer de apuntes, y que carecía de apuntes porque simplemente no solía acudir con asiduidad a las clases de matemáticas, y que veía las integrales y las derivadas como milagros incomprensibles cuya presencia en el universo había que aceptar sin tratar de encontrarles una explicación, y que consideraba que una de las principales funciones de las matemáticas era fastidiarle los veranos, numerosos pasajes de Todo y más: breve historia del infinito le resultan totalmente incomprensibles.

Mi versión ultrasimplificada de Cantor -la versión que flotaba como un más bien confuso vapor por mi mente- era más o menos así: tómese el conjunto de los números naturales, ahora tómese un subconjunto, los números pares, por ejemplo. Ambos conjuntos son infinitos y sin embargo el subconjunto de los números pares es una parte del conjunto de los números naturales. Se supone que hay algún modo de demostrar con los tecnicismo de rigor algo así como que hay una correspondencia uno a uno entre los elementos de ambos conjuntos. Hay infinitos mayores que otros. Fin de la historia. La cuestión, al parecer, no es solo, como cabía imaginar, un poco más compleja, sino delirantemente más compleja.

En realidad, también cabía imaginar que fuera delirantemente más compleja, y para alguien que no tiene ni idea de matemáticas aún más -prácticamente imposible de comprender, lo cual me lleva a fantasear con retroceder en el tiempo y empezar a prestar atención a las matemáticas desde pequeño con el fin de llegar a Cantor un poco mejor preparado, lo cual como mucho daría para escribir un relato de ciencia-ficción.

Para ser sinceros, mi versión de Cantor no tenía nada -o muy, muy poco- que ver con Cantor. Que hay infinitos mayores que otros ya lo decía Spinoza (no quiero decir que Cantor no tenga mérito, solo que yo no tengo ni idea de transfinitos cantorianos y por tanto ni siquiera una versión medianamente parecida de su concepción del infinito podía anidar en mi cabeza). En la cartaXII a un tal Meyer Spinoza desarrolla un ejemplo geométrico -bendecido por el mismísimo Leibniz- según el cual habría infinitos limitados y que podrían ser unos mayores que otros, pese a ser infinitos.

Mi versión ultrasimplificada de la cuestión infinito potencial versus infinito actual era más o menos así: Tómese la serie de los números naturales. No tienen fin, porque a cualquier número se le puede añadir uno más. El conjunto entero no puede estar nunca en acto. Su infinitud es potencial. Solo los motores inmóviles, los dioses y cosas así de extrañas pueden ser infinitos actuales. Ahora hacemos una elipsis gigantesca, atravesamos unos cuantos siglos y llegamos a Spinoza (otra vez). Un conjunto finito no se define por sus términos sino por una relación. Toda relación se abisma en lo infinito, por así decir. La idea es de Nicolás de Cusa, creo, y si no lo es tampoco importa mucho. Hay una infinidad de términos que puede cumplir la relación. Creo que esto se complica bastante por culpa de las relaciones diferenciales. En resumen, todo se reducía a: Aristóteles infinito potencial, Spinoza infinito actual (dicho un poco al margen, en Spinoza ni siquiera la potencia es potencial sino que está en acto)

Como ven, todo va bien, dentro de lo que cabe, mientras mantenemos al infinito en un nivel filosófico que no implica notaciones raras -si acaso, un poco de jerga-, pero en cuanto entran en juego las matemáticas, los mareos y el vértigo son inevitables, aunque también es posible que el amable y cálido proceder filosófico sea considerado arisco y abstruso, de ahí, dicho sea de paso -dicho sea de paso también que todo lo que decimos es de paso, pero sobre todo este largo y prescindible párrafo-, que algunos profesores de Teoría Literaria despachen la cuestión de las relaciones diferenciales -imbricadas en un tema más general que podríamos denominar las matemáticas y la ontología pueden llegar a ser buenas amigas- en la filosofía de Deleuze, concretamente en su noción de diferencia, diciendo que los posmodernos piensan que la identidad es un mito, opinión que, evidentemente, ni siquiera se acerca a considerar con un mínimo -ni siquiera con un infinitesimal- de seriedad la cuestión -por no hablar de la cuestión de que Deleuze está inmerso en una guerra de guerrillas conceptual contra Hegel y la dialéctica, con aliados del calibre de Nietzsche, el hombre dinamita, el que lleva a cabo la velocidad infinita del pensamiento (estas dos últimas expresiones tal vez convenga no tomarlas en sentido literal)-, por muchos juicios de valor airados que emitan los centinelas al servicio de la ciencia y la razón. En realidad, lo más probable es que el profesor de Teoría Literaria al que nos venimos refiriendo no haya leído Diferencia y repetición, motivo por el cual todas sus afirmaciones sobre la irracionalidad de determinadas filosofías nos parecen -podríamos estar equivocados- opiniones fundadas en prejuicios y en rumores, y en un empeño por imitar, incluso en los manierismos verbales -aquí estamos haciendo uso de algunos manierismos fosterwallacianos, pero es por hacer la gracia (al menos a mí me hacen gracia, ¿qué pasa?)-, a Gustavo Bueno, quien, aunque no estemos de acuerdo con él en su juicio de que Diferencia y repetición es una serie de ocurrencias, intelectualmente está a años luz -de nosotros y de algunos de sus más desnortados seguidores-. Si lo hubiera leído, ¿por qué narices se refiere de forma confusa a posmodernos en general? ¿Qué tiene que ver Deleuze con Derrida, aparte de ser ambos franceses y de que sus apellidos empiezan por la misma letra? Tener razón, sea como fuere, le vuelve a uno muy fogoso, que diría Walser. Creer tener razón sin tenerla, o al menos sin admitir que uno podría estar equivocado -a fin de cuentas, tampoco hay para tanto si uno se equivoca- le vuelve a uno aún más fogoso. Otra cuestión tal vez insufriblemente aburrida es la de si nuestro cazaposmodernos no estará él mismo hipostasiando la idea de Razón, aunque diga -en esto coincidimos plenamente- que no se pueden hipostasiar las ideas. Su proceder nos parece peligrosamente cercano a la metafísica dogmática y su concepto de razón muy poco elaborado. Podemos, no obstante, estar equivocados. Sus ocurrencias de que un idealista es alguien que no tiene problemas en hacer circunferencias con radios infinitos nos parecen eso, ocurrencias.

Versión ultrasimplificada -y deleuzespinozista- de relación diferencial: sea dy una cantidad infinitamente pequeña, más pequeña que cualquier cantidad dada o dable. Esto de la cantidad más pequeña que cualquier cantidad dada es básicamente la definición de Leibniz de infinitesimal y nuestra versión ultrasimplificada no va a adentrarse en temas de cálculo por la sencilla razón de que no tenemos ni idea de cálculo y solo pretendemos pasar como buenamente podamos por cosas que nos inspiran temor y temblor como las notaciones y el cálculo, siendo nuestro puerto seguro el lenguaje natural, lo que nos llevará necesariamente, lo sentimos, a ambigüedades semánticas y pantanos metafísicos. Piénsese en la cantidad más pequeña de y, pues dy siempre es, por definición, una cantidad más pequeña. Entonces, dy es, con relación a y, cero. Supongo que esto es lo extraño del concepto de infinitesimal. DFW acude en nuestra ayuda, diferenciando entre ser igual a cero y no ser nada. No es lo mismo. Con la nada, como diría los viejos griegos, no hay nada que hacer. De la nada nada sale y todo eso (la nada nadea, diría Heidegger, pero esa definitivamente es otra historia). Con el cero en matemáticas se pueden hacer muchas cosas, según parece. Bien, pues sea dx igualmente cero en relación con x. Entonces, dx/dy = 0/0, pero 0/0 no es cero. Digamos -supongamos- que dx/dy = z, siendo z un límite al que se tiende, algo cada vez más y más pequeño, pero nunca la pequeñez en sí. Seguramente este embrollo está horriblemente mal explicado. Volvamos pues a nuestro puerto, el lenguaje natural, con toda su amibigüedad -motivo por el cual nos vamos a quedar con las ganas de usar las siglas Q.E.D., porque nada va a quedar demostrado-. La relación diferencial se da cuando subsiste la relación aunque sus términos se desvanezcan. Otra forma de decirlo, que no sé si aclarará algo el asunto, es que la relación es exterior a sus términos. Lo importante es que en la filosofía de Spinoza todo es un asunto de relaciones.

Pongamos un ejemplo, y digamos también que todo este lío tiene que ver con la forma de pensar la identidad de Spinoza y Deleuze. La identidad de una persona no sería ningún tipo de sustancia al estilo Descartes -interpolación prescindible y no poco absurda: pensamos que DFW tendría que haber preferido la gloriosa Ética del Príncipe al Discurso del método de Descartes- sino la relación entre los cuerpos más simples que se componen entre sí. Lo que prima es la relación. De ahí que pueda concebirse fácilmente que una persona siga siendo la misma -teniendo siempre en cuenta que la identidad no es un sustancia sino un modo, un grado de potencia, pero esto es muy largo de desarrollar, así que vamos a dejarlo aquí- a lo largo de su vida, aunque se mueran las células y cosas de estas -aquí estamos hablando de las células y cosas de estas como términos que se desvanecen-, si ningún término efectúa la relación lo más probable es que uno esté muerto. Por eso -más o menos al margen- pese a que Spinoza hable de eternidad, la eternidad no es personal, sino, de alguna manera extraña, de las relaciones, motivo por el cual -ahora vamos a decir varias cosas al margen- a Unamuno no le satisfacía nada la eternidad spinozista (esto ya lo digo como mera curiosidad: en una nota de Todo y más, DFW se refiere a la soltería de todos los grandes filósofos, excepto Heidegger, lo que recuerda a la novela Niebla -creo que era en esa novela, no estoy seguro- de Unamuno, en la que este dice aquello de no me hables de filósofos solteros) Otra cosa al margen que se me ocurre es recomendar al lector Vida y opiniones de los más ilustres filósofos griegos, de Diógenes Laercio, un libro muy entretenido, con un montón de anécdotas delirantes: la palma se la lleva Diógenes el cínico.

Ahora vayamos de la teoría de la individuación en Spinoza, según la explicación de Deleuze, a una de las grandes tesis especulativas de Diferencia y repetición, aunque conviene dejar claro que no se trata de que Deleuze sepa más o menos matemáticas -de hecho, Deleuze está pensando en conceptos singulares, no en funciones abstractas, y en un orden dinámico (por ejemplo, la repetición-ritmo de la música frente a la repetición-medida, donde la repetición-ritmo crea puntos singulares, acontecimientos)-, porque lo que está haciendo es filosofía -lo cual, pese a ser obvio, a algunos científicos parece pasárseles por alto y, cometiendo un atentado contra la lógica, deducen de supuestos fallos en la aplicación de conceptos científicos una enmienda a la totalidad (decimos supuestos fallos porque, por ejemplo, cuando Deleuze, de forma tal vez extravagante, lo admitimos, habla de la multiplicidad como de n-1, ese concepto es filosófico, por mucho que use una notación aparentemente matemática, lo que quiere decir es que la multiplicidad no está en referencia a una unidad superior englobante, lo que a su vez tiene que ver con una concepción inmanente que trata de librarse del Uno platónico trascendente y también con una concepción del tiempo que hace imposible que se de algo así como una Gran Totalidad Cerrada)- pero sí parece que hay una concepción de las relaciones diferenciales que tiene bastante importancia. Por ejemplo, cito: lo Grande y lo Pequeño no se dicen naturalmente del Uno, sino, en primer lugar, de la diferencia. Naturalmente, mayor que, menor que, implican una relación diferencial. La tesis fuerte -no sé dónde ve la gente pensamiento débil, ahora viene una tesis ontológica tremenda- es que el Ser mismo se dice de la diferencia.

PD: Fin, por ahora. Si reunimos fuerzas y Dios nos asiste, tal vez podamos explicar -en el futuro (y con menor profusión de comentarios al margen, paréntesis, etc)- un poco más esto de que el ser se diga de la diferencia. O -no es improbable, si se repara en que la mayoría de las promesas de las posdatas son incumplidas diríase que por sistema- que me de por otra cosa (sí, acabo de cambiar a la primera persona, pese a mi gusto casi adictivo por el plural -también soy muy fan de la injustamente denostada -a mi parecer- segunda persona -usada con insuperable maestría por Perec en Un hombre que duerme- y también soy muy fan de llenarlo todo con adjetivos, pese a lo de que si no da vida, mata, motivo por el cual me gustan a rabiar algunos cuentos de Lovecraft y expresiones como caos reptante)

miércoles, 22 de mayo de 2013

Funeral Canticle - The Tree of Life



Ya, lo sé, esto no es exactamente la música pop superficial de consumo masivo con estribillos pegadizos y acompañada de coreografías en las que intervienen animadoras del equipo de fútbol americano del Instituto que prometimos en la posdata del post anterior.

Write drunk, edit sober

La cita del título es de Hemingway. Traducido a jerga epistemológica, podríamos decir que escribir borracho es el equivalente del contexto de descubrimiento y la sobria edición el equivalente del contexto de justificación. Otra traducción más: la creación, no solo la creación artística, recurre a medios escasamente confesables, poco o nada racionales, del orden del sueño y así, en su génesis. Esta idea es de, adivinen, Deleuze. Pongamos un ejemplo: Cantor, el creador de las matemáticas transfinitas, pensaba que Dios, ni más ni menos, le había ayudado a realizar sus descubrimientos. Es decir, estaba creando en un estado de embriaguez o alucinación considerables, pero aun así resulta que su trabajo está matemáticamente justificado. Escribía borracho, editaba sobrio. Borracho no debe ser entendido en este contexto literalmente, aun cuando numerosos escritores estuvieran literalmente borrachos al escribir. Feyerabend* tal vez diría que hay que escribir estando borracho y editar estando igualmente borracho. Sea como fuere -no entramos en el debate sobre si, y cómo, podría deshacerse la diferenciación entre contexto de descubrimiento y contexto de justificación, que a priori parece bastante razonable- lo que está claro es que una razón cerrada sobre sí que no se asomara a sus sombras difícilmente crearía algo. (Confesamos, entre paréntesis, nuestra tentación de llamar a esto de asomarse a las sombras de la razón de forma pomposa líneas de fuga capaces de desestabilizar los elementos de un sistema dado y crear relaciones inéditas entre ellos**). Clasificar, sistematizar, categorizar, aplicar teorías ajenas, eso sí lo hacen bien quienes consideran que la razón agota todo el campo del pensamiento o que la razón ni siquiera tiene sombras***. Son los editores sobrios y también son necesarios, no decimos que no. De la revolución científica queda lo sobriamente editado, pero en su génesis influyeron una multitud de delirios y teorías metafísicas sin las que a lo mejor no se hubiera producido. El neoplatonismo, tradiciones mágicas, herméticas, la cábala, etc****.

*La oveja negra de la filosofía de la ciencia, un tipo muy simpático. Curiosamente, muchos de los que le critican -por otra parte, hay cosas de Feyerabend que nadie con un mínimo de cordura aceptaría- tienen un conocimiento científico muy inferior al suyo. Al fin y al cabo, Feyerabend era físico, no un mero lector envalentonado de libros de divulgación.

**O también: atisbar intuitivamente el campo prefilosófico e informe del que surgen los conceptos y las ideas.

***En infame jerga hegeliana: las sombras consideradas como lo otro de sí de la razón.

****Veáse, por ejemplo, Historia del pensamiento filosófico y científico, de Reale y Antiseri, volumen II. O veáse también La revolución científica: una historia alternativa, de Steven Shapin, donde se expone por qué ideas tan limpias como la de la existencia de un método científico deberían suscitarnos muchas dudas, lo mismo que el relato de la revolución científica. Incluso nociones aristotélicas seguían actuando en las mentes de los revolucionarios, la tradición aristotélicas seguía vigorosa en el siglo XVII. A este respecto, nuestro idolatrado DFW, en Todo y más: breve historia del infinito, también convierte a Aristóteles en el malo de la película, cosa que nosotros mismos hicimos en cierta ocasión -pero ni de lejos osamos compararnos con DFW, obviamente, ya que estamos hablando de un mero trabajo estudiantil- al comentar El mensaje y el mensajero sideral, Galileo-Kepler, como el triunfal y glorioso derrocamiento de la influencia de Aristóteles, cuya alargada sombra atravesó milenios, pero pensamos ahora que la villanía metafísica aristotélica es un relato simplificado de lo que en realidad ocurrió, aunque lo que en realidad ocurrió es una madeja demasiado confusa para nuestras limitadas fuerzas. Baste con señalar que nuestro relato de la irrupción del pensamiento moderno necesariamente está condicionada por nuestra situación histórica y que por tanto casi inevitablemente vamos a ser de algún modo injustos con modos de pensar que nos resultan muy raros, de ahí el tratamiento generalmente injusto que se le prodiga a la escolástica al considerar que en ese período no ocurrió nada digno de mención. Respecto a esto, para paliar un poco esta injusticia, puede consultarse con provecho, siempre y cuando a uno le interese la época medieval, El pensamiento en la edad media, de Paul Vignaux.

PD: Después de haber remitido al lector a cinco libros, seguramente volverán los post chorra con vídeos de Glee para mantener una sana superficialidad y no convertirnos en horribles homos academicus

martes, 21 de mayo de 2013

Todo y más

Todo y más: breve historia del infinito, de David Foster Wallace. Pensaba que este libro nunca iba a ser traducido. Error. Lo está. Ya. Listo para leer. A pesar del terror fóbico que me han inspirado las matemáticas e incluso la lógica a lo largo de mi vida, este libro trata de temas que básicamente molan un montón, si estás interesado. El infinito, las paradojas, las temibles y mareantes regresiones viciosas que giran en círculos lógicos como mosquitos desquiciados por una especie de luz invisible. Yo confío totalmente en DFW: si en este universo, sea finito o infinito, ha habido alguien con la capacidad de explicar cualquier cosa, por abstrusa que sea, de forma divertida y apasionante, ese era él. Mi profesor de lógica me caía muy bien, pero cuestiones capaces de dejarte mareado, con el estómago revuelto y una vaga sensación de estar caminando sobre el borde de un precipicio le parecían triviales y no parecía comprender por qué una multitud de ojos muy abiertos y atónitos le miraban como si estuvieran contemplando a un extraterrestre que escribía a toda velocidad interminables secuencias de signos sobre la pizarra. Espero que DFW tenga algo más de empatía con quienes tardamos semanas en comprender por qué el barbero no puede cumplir lo que promete: afeitar a quienes no se afeitan a sí mismos, y solamente a estos.

Tarea para lectores desocupados que no conozcan la paradoja del barbero: piensen la solución, aunque en realidad no tiene solución. Reformulo la tarea: piensen por qué el barbero no puede cumplir lo que promete, contrariamente a la famosa frase de Lisa Simpson parece que cumple lo que promete.

PD: Hablando de frases de los Simpsons: la vida es una constante derrota tras otra hasta que terminas deseando que muera Flanders (Homer).

lunes, 20 de mayo de 2013

Demolition Man

Con frecuencia se entiende la crítica como una demolición, como una deconstrucción. Si esto fuera efectivamente cierto el desenlace inmediato sería el nihilismo.
Jesús G. Maestro.

Ahora vayamos al origen del término deconstrucción, el parágrafo sexto de El ser y el tiempo, el problema de una destrucción de la historia de la ontología. Ahí se indica con claridad meridiana que tal destrucción no tiene el sentido negativo de un sacudirse de encima la tradición ontológica, sino de una creadora apropiación de la misma. Tiene una función positiva, su función negativa resulta indirecta y tácita, y eso es lo que pretende expresar Derrida con el término deconstrucción. Así que lo que no es cierto es que demolición sea equivalente a deconstrucción.

PD: No vamos a seguir señalando todas las veces en que Maestro tergiversa con evidente mala fe, porque no acabaríamos nunca.

Houston, tenemos un problema

La filosofía de Deleuze afirma que todos los problemas son conceptuales
Jesús G. Maestro

La filosofía crea conceptos en función de problemas que considera mal vistos o mal planteados, eso es lo que afirma Deleuze, no que todos los problemas sean conceptuales. Si un meteorito fuera a estrellarse contra la Tierra dentro de una semana, tendríamos un problema, y desde luego no un problema conceptual. Si fueran los filósofos los encargados de resolver el problema, en lugar de los ingenieros y los físicos, entonces tendríamos un problemón de aúpa, porque mientras discuten sobre qué es un meteorito este nos aplastaría. Hay montones de problemas que más vale no dejarlos en manos de los filósofos.

domingo, 19 de mayo de 2013

El erudito

El erudito, como no tenía nada mejor que hacer, sacó unos cuantos libros de las estanterías de su biblioteca. Leyó con atención, en busca de significados. Los músculos de su cuello estaban tensos. La posición que adoptó era sumamente encorvada. Parecía, a decir verdad, un pajarraco esmirriado. La cabeza, llena de pensamientos pesados, se precipitaba sobre las páginas. Le pesaba mucho. La nariz casi rozaba las páginas. Desde tan cerca, soy incapaz de ver significados, pensó, así que trató de adoptar una posición más erguida, pero le costaba mucho hacerlo. Cuando estaba ya casi erguido, se sintió agotado y su cara se estampó contra las páginas. El dolor le impedía ahora concentrarse. Si no me concentro, los significados no van a acudir a mí, pensó con melancolía. Reposó unos minutos con la mejilla apoyada sobre las páginas. No se está mal así, se dijo. Dentro de un rato sin duda la cabeza va a dejar de pesarme tanto y podré levantarme, pensó. Luego se durmió.

viernes, 17 de mayo de 2013

Más sobre Malick

Aquí. Menos mal, ya pensaba que era el único habitante de la tierra a quien To the wonder no le había parecido una obra menor. En cualquier caso, nunca jamás en la vida hay que fiarse de los gustos del público progresista. Si acaso -aquí sí- para ser dialéctico y contradecirlos sistemáticamente. Yendo tal vez demasiado lejos, yo diría que hay una relación inversamente proporcional entre el gusto de un progre y la calidad artística: cuanto más le guste algo a un progre*, peor es.

*Lo digo sin ánimo de ofender a los progres, que supongo que, si alguno de ellos lee este blog, en este mismo momento estarán poniéndome un sello de persona non grata. De todas formas, la idea de progreso no deja de ser una idea religiosa secularizada que conserva la misma estructura y esa extraña cita con la trascendencia que impide la vivencia del tiempo-ahora de la que hablaba Agamben en relación con Walser. Si aún quedan hegelianos, me alegro por ellos, pero a mí me es imposible tener tanta fe en el triunfal desfile del Espíritu en la Historia. La Historia no tiene sujeto.

Hablar con los árboles (Manifiesto irracionalista)

Nosotros, los lectores irracionales, merecemos un respeto. O no, da igual. Que no nos respeten los profesores de literatura materialistas y dialécticos nos la suda. La dialéctica no es más que un triste trabajo propio de burros de carga. Que se queden con la razón. Se la damos toda entera para ellos solos. Que la disfruten. Renunciamos alegremente a tener razón. Que sigan insultando desde sus atalayas de mierda, con sus rictus espeluznantes y sus caras avinagradas. Pensar es pensar contra alguien, dicen. Pues muy bien, entonces nosotros no pensamos. Se puede vivir sin pensar, y seguramente muy bien. La literatura se dirige a la inteligencia, dicen. Los lectores tienen que descifrar complejos códigos de ideas objetivadas y analizar los materiales literarios. Que los descifre su madre, decimos nosotros. Consecuentemente con nuestro irracionalismo manifiesto y nuestro manifiesto irracionalista, declaramos que la literatura no se dirige ni a la razón ni a la conciencia, sino a los afectos. Crea nuevas formas de sentir y de percibir. Nuevas formas de estar en el mundo, incluso, si nos ponemos estupendos. Así Walser. Éxtasis y líneas de fuga. Los ejes antropológicos y la historia se la dejamos a ellos. Tienen razón. Pero nosotros no veneramos a la razón, ni a la ilustración. La ilustración nos la suda. Que se ilustren ellos. No queremos tener razón, insistimos. Nosotros nos dedicaremos a empresas patentemente más absurdas, encantados de la vida con nuestros dislates: VAMOS A DEVENIR VIENTO Y A HABLAR CON LOS ÁRBOLES. Si nos encierran categorialmente, vamos a agarrar un arma y a agujerear el cerco. Declaramos que la literatura es la visión, a través del agujero, de la incierta trayectoria de la bala, una vez que ha ido más allá del horizonte para adentrarse en lo desconocido.

El paseo filosófico de Robert Walser

Por Giorgio Agamben.

Y, dicho sea de paso, Walser no escribía bien porque tuviera Síndrome de Asperger. Llegará un día en que los que se dedican a leer literatura como si esta no consistiera en nada más que en proyecciones psicológicas serán erradicados de la faz de la tierra. Será un día muy dichoso.

jueves, 9 de mayo de 2013

Daenerys Targaryen


LA PUTA AMA

To the wonder

Lo maravilloso irrumpiendo como un fulgor que nimba el mundo de los hechos. Malick, una vez más, en estado de gracia. Componiendo con maestría absoluta, con un estilo aún más depurado, imágenes del tiempo, instantáneas fugaces, frágiles, porque la memoria no recuerda tramas ni historias completas, encadenadas causalmente, perfectamente orientadas según convenciones narrativas archiconocidas y previsibles, sino que rescata involuntariamente momentos, condensaciones de experiencias vividas, gestos nimios teñidos de alegría y de tristeza que se alzan sobre el suceder bruto de los hechos en calidad de acontecimientos imborrables. Instantes. Un lirismo inmune a los estragos de la ironía, una propuesta artística que se arriesga, frente al nihilismo y desesperación imperantes, a emprender la aventura que va de los hechos al sentido, porque esa aventura es, ni más ni menos, el propósito del arte. Una estupidez, seguramente, como dice Boyero. Pero una estupidez maravillosa.

PD: Es sabido a que los listos la belleza en el arte les molesta, pero para nosotros, los simples y estúpidos, es necesaria.

miércoles, 8 de mayo de 2013

Declaraciones exaltadas del mismo fanático de Malick al que venimos haciendo referencia

Malick es el más grande poeta del cine. Von Trier es un perturbado y un llorica. Adorno también era un llorica. De Haneke mejor no hablar.

Consejos de un discípulo de Heidegger a un fanático de Malick

En lugar de mirar con una serie de categorías previas en la cabeza que fijen el sentido de lo que tienes ante los ojos, lo que tienes que hacer es dejar que los fenómenos se muestren a sí mismos por sí mismos, sin presuponer que detrás de estos habría una especie de noúmeno fundamental del que no serían sino emanaciones, derivados ontológicos menores. No hay nada detrás, y sin embargo los fenómenos, su sentido, no se muestran de forma inmediata. Hay una doble lucha: contra los metafísicos de la profundidad y contra los positivistas. El cine de Malick no es intelectualista, lo cual no quiere decir que sea irracionalista. El cine de Malick se dirige principalmente a la sensibilidad, casi como si quisiera extraer el ser mismo de lo sensible: perceptos puros, singularidades. Malick espía a todos los seres hasta hallarlos en el instante en el que muestran su disposición para el milagro. Digan lo que digan los profesores de literatura que repiten como loros los planteamientos de Gustavo Bueno, esto no implica reducir el arte a lo sensible, en detrimento de las ideas objetivadas que habría en una obra de arte, ni reducir su sentido de forma psicologista a la recepción del espectador. La idea de que solo una casta aristocrática de intérpretes privilegiados, los transductores, tendrían derecho a saber lo que una obra de arte es, y explicárnosla al público analfabeto, es tan elitista como estúpida. Que haya una lectura, una visión del cine de Malick, en este caso, en intensidad, en la que prima la experiencia sobre la extracción de significados, no quiere decir que no se comprenda la obra. Comprender el cine de Malick tiene más que ver con dejarse llevar, envolver, fascinar, por las imágenes, que en escarbar en busca de ideas. Desde luego, también se puede hablar de las ideas. Pero esas ideas no son independientes de su forma de expresión. Si lo fueran, habría escrito un maldito libro de Filosofía o de Teología, no rodado una película. Si miras con un esquema de ideas preconcebido encontrarás estas ideas en cualquier sitio. Es más, yo diría que incluso podría prescindirse del discurso que acompaña a las imágenes, o mejor, por ser un poco menos radical, que el discurso es muy secundario respecto de las imágenes.




martes, 7 de mayo de 2013

Recuerdos de los noventa

Retrospectivamente considerado, sin duda aquel fue un momento de éxtasis. Una revelación fulgurante. Un instante de plenitud, de conversión, de iluminación catódica. El brillo multicolor, el crepitar fosfénico. La pantalla irradiaba su magia envolvente por todo el salón, atrapaba con su poder hipnótico nuestras atentas y deslumbradas miradas. La fusión entre el sujeto y el objeto, entre el observador y lo observado. Se acabó la escisión entre el yo y el mundo. Se acabó el solipsismo, el dar vueltas alrededor de uno mismo sin parar. Ixión liberado de su castigo. Sísifo al fin libre y feliz. Como sumergirse en un espacio onírico que había estado esperando durante mucho tiempo a ser habitado. Nuestro indigente ser de repente se vio nutrido y saciado con la plenitud infinitamente viva de las imágenes de los dibujos animados. Series y más series de dibujos animados todas las mañanas de los fines de semana. Como descubrir un barril de cerveza en medio del desierto. Horas y horas de inmersión en una felicidad ilimitada se divisaban en un despejado horizonte de consumo televisivo frenético. Ese fue el día en que la oferta televisiva se amplió de dos a cuatro canales.

lunes, 6 de mayo de 2013

Más entrevistas con preguntas omitidas: un post que empieza más o menos con seriedad y deriva como el que no quiere la cosa hacia la gansada (incluye referencias a Stephen Hawking y a Bruce Lee)

-Por mi parte, encuentro irritantes esos discursos que proclaman alegremente que la inteligencia es el elemento verdaderamente seductor, en detrimento del cuerpo, de los gestos, de la carne. Paradójicamente, en lugar de discursos fríamente cerebrales, complejos y elaborados, suelen ser discursos que se apoyan en aspectos emotivos, o directamente sentimentaloides, y que se expresan por medio de eslóganes simplistas o juegos de palabras -quiero cumplir contigo todas mis fantasías textuales- que yo no calificaría precisamente de inteligentes, aunque de gustibus, ya se sabe. Postulan una suerte de teórico intelectualismo platónico que, sin embargo, en la práctica incumplen. Dicen que lo verdaderamente sexy es la inteligencia, y a continuación ponen una imagen de una mujer desnuda leyendo, por ejemplo. La incoherencia es palmaria. Además, es más que evidente el machismo que hay en ese uso de las imágenes, por más que se declaren tonterías vagamente humanistas en pro de la cultura libresca. La idea subyacente es esta: la mujer, ser irracional e histérico, es incapaz de leer con el cerebro, por eso, abrasada por una pasión incontenible, cuando lee se le nubla el juicio, si es que lo tiene. Ejemplo paroxístico de la reducción de la mujer a sujeto pasivo es la campaña que no sé qué fotógrafo hizo con no sé qué intención. Supuestamente, el mensaje de esta campaña es que leer es un placer. Así que, ante la cámara, se ve a una mujer que abre un libro y empieza a leer, y mientras va leyendo comienza a emitir una serie de gemidos inequívocamente sexuales que poco a poco van aumentando de volumen y cuyo ritmo va acelerándose hasta alcanzar su previsible clímax. Tenemos dos opciones, pensar que se trata de una ingeniosa performance transgresora que violentará a individuos rancios y conservadores con su libérrimo atrevimiento, o pensar por qué dicha campaña hubiera sido impensable realizarla con hombres. La segunda opción, descartada la primera porque no estamos en los años cincuenta, arroja un resultado muy claro: la posición que ocupa el hombre en el mundo de la cultura sigue siendo dominante. El hombre es el productor, la mujer una pornolectora. La campaña es un ejemplo simbólico de dicha dominación.

-No soy tan inteligente como para comprender algo tan extraño como que la inteligencia es el mayor atractivo sexual. Llámame raro, pero no me parece que Stephen Hawking vaya por ahí irradiando campos magnéticos de atracción sexual a su paso, ni que la gente le implore que, por favor, le susurre al oído una explicación detallada de por qué en un universo autocontenido Dios es una hipótesis innecesaria.

-Los foros de Internet son muy divertidos. Por ejemplo, un tipo pregunta lo siguiente: ¿Por qué los hombres inteligentes y buenos somos feos físicamente y los musculosos y deseados unos estúpidos? Continúa: ¿Por qué los hombres que somos feos, por ejemplo que estamos como esqueletos, que usamos lentes, siempre tendemos a ser más inteligentes? En realidad, los ectomorfos* miopes y astigmáticos no tendemos a ser más inteligentes, pero claro, la presencia de esos cabrones musculosos con visión perfecta nos jode mucho, así que decidimos que son idiotas. Reducción de la disonancia cognitiva. Incluso podemos decidir que las gafas molan y que los músculos no molan y que por tanto estamos estética y moralmente a favor de las gafas y en contra de los músculos excesivamente desarrollados.

*El ectomorfo típico tiene que aguantar miles de observaciones referentes a lo delgado que está y responder miles de veces que ganar peso es una cuestión que entraña una dificultad suprema para él y que Bruce Lee era delgado y repartía hostias como panes, así que ojito.