jueves, 14 de julio de 2011

Nada de nada

Has tenido montones de pensamientos mientras esperabas el autobús, montañas de ideas, cordilleras de deducciones, oleadas de percepciones, riadas de análisis, torbellinos de síntesis, huracanes de conexiones, tormentas de analogías, terremotos de inferencias, etc. En realidad, lo sabes, sólo has pensado en escribir un texto que empezara así, que empezara en segunda persona -porque después de la palabra yo en un texto es otro el que escribe (Valente): yo es otro (Rimbaud), el sujeto de enunciación es colectivo (Deleuze), el lenguaje es quien habla (Heidegger), etc- diciendo has tenido montones de pensamientos,

luego, una vez sentado en tu sitio del autobús, que estaba libre, no como tu sitio de la biblioteca, que estaba casi vacía, pero tu sitio no, tu sitio estaba ocupado, tú no tienes sitio en el autobús, no es tuyo, tampoco en la biblioteca, tampoco es tuyo, pero si están libres esos sitios te sientas siempre en esos sitios, porque aunque no sean legalmente tus sitios, son tus sitios,

una vez sentado, pues, en tu sitio del autobús, entonces sí, has tenido montones de pensamientos, deshilavanados, fugaces, peregrinos, absurdos, sobre esto y lo otro, sobre qué iba a ser si no,

has pensado, aunque tú no lo hayas pensado, lo han pensado, lo han dicho, otros, muchos otros, no vas a ponerte a hacer una lista ahora, que decir algo de algo es todo lo que se puede decir, no se puede decir todo de algo, al menos no a la vez -esto se lo has oído decir a Jose Luis Pardo- porque el lenguaje es secuencial, serial, sucesivo, porque lo que puedes escribir es diez veces más tonto de lo que puedes pensar, y esto lo escribió Thomas Bernhard en su libro En las alturas, y tú sólo has leído hasta la página 29 de ese libro, pero eso lo dice al principio, en la página 8, así que eso ya lo has leído y has pensado: Bernhard tiene razón, más razón que un santo, a partir de ahora lo que diga Bernhard va a misa, y eso que sólo has leído 29 páginas,

porque decir nada de nada qué sería, a ver, eso sería sofística, retórica vacía, chorradas a mansalva, te has dicho eso, y te has dicho que Platón estaría orgulloso de ti, que Platón saltaría de alegría al ver que su prole sigue luchando contra los sofistas, también decir cualquier cosa de cualquier cosa sería arte propio de sofistas, pero decir algo de algo, ah, eso no, eso es predicar de un sujeto, S es P, eso es el juicio, el pegamento que mantiene unido al pensamiento y al ser, eso impide el delirio, la catástrofe, la ruina, la hecatombe del sentido, que sería que se pudiera decir cualquier cosa de cualquier cosa, S es P y no P, predicar lo que sea de cualquier sujeto, una cosa y su contraria, P y no P, así a la buena de dios, eso turbaba los sueños de Platón, eso a Platón le tocaba las narices y no estaba dispuesto a que le tocaran las narices los sofistas de las narices, y por eso les declaró la guerra,

pero después de tan profundas y cansinas disertaciones filosóficas te has agotado, has mirado a la gente del autobús, y no has podido evitar pensar -porque, básicamente, eres un cabrón desalmado- que hay mucha gente fea en el autobús, que en el autobús siempre hay mucha gente fea, que no se sabe por qué, pero que en el autobús siempre hay más cantidad de gente fea de lo normal, que luego, al bajar del autobús, en la calle, la gente no es tan fea como la gente del autobús, que la gente de la calle es, incluso, guapa o muy guapa, comparada con la gente del autobús, que a tu autobús se sube un porcentaje exagerado de gente fea, de gente que no se conforma con ser fea sino que, además, viste mal, y luego están las señoras que usan cantidades desmesuradas de colonia, que usan gafas de Armani y comen chicle abriendo desagradablemente la boca y cuyo olor te marea, porque nadie puede soportar un olor a colonia tan penetrante, que, señora, haga el favor de no echarse tanta colonia, joder, que vamos a morirnos todos de una intoxicación,

pero también pudiera ser que tú seas un ser maniático e insoportable, un ser básicamente obsesivo y delirante, que no sea nada grave vestir tan mal y desprender un olor tan mareante, que igual ni visten mal, que te parece a ti que visten mal, que quizá haya alguien mirándote en el autobús pensando que vistes fatal, que llevas las zapatillas sucias y medio rotas y que eres muy feo y que tus gafas no molan nada,

genial, ahora te has vuelto paranoico: la gente no te mira en el autobús por ninguna razón, no te mira en la biblioteca por ninguna razón: la gente se mira entre sí y ya, porque sí, entra alguien en la sala de estudio y le miras, entras tú y te miran, la gente oye un ruido y mira a ver qué pasa, aunque no pase nada, aunque sólo sea que a alguien se le ha caído un bolígrafo, la gente mira el bolígrafo caído y no deja de mirar hasta que el bolígrafo es recogido por su legítimo dueño,

y has pensado más cosas, has pensado en la descripción de una yonqui que estaba de pie en el autobús, has pensado que, seguramente, tuvo un rostro muy hermoso, hace años, digamos cuando ella tenía unos veinte años y sonreía y tenía los dientes blancos; ahora tiene la cara chupada, los ojos tristísimos, de animal herido, y tu descripción empezaba así: en el brillo de sus ojos se adivinaba un tristeza resignada e inabarcable,

otra cosa que dice Bernhard en las primeras 29 páginas de En las alturas, es:
no hay chusama mayor que los escritores, artistas,
todas las realizaciones ocultadas, enormes esfuerzos pagados con calumnias y silencio,
la condición del escritor se sitúa más bajo aún que la del comerciante, muy por debajo de la condición del político,
para llegar a los escritores: descender al fango,

Rimbaud dijo: la desgracia fue mi dios,

y sé que esto no viene a cuento, pero es que me he quedado ya sin nada que decir, me he quedado sin nada que decir antes de que haya podido decir algo de algo, he dicho nada de nada, seguramente, he dicho cualquier cosa de cualquier cosa, he repetido palabras, imitando las 29 páginas que he leído de Bernhard, sólo para pasar el rato, para entretenerme, no para alcanzar la verdad, ninguna verdad, ni siquiera una pequeñita; noto cómo Platón se enfurece y me manda a la mierda, con las huestes sofistas, id, malditos, grita, a corromper el lenguaje, a delirarlo, a abusar de su hospitalidad, a romper el tejado de la casa del ser, pero no contéis conmigo, Yo, Platón, soy la verdad,

luego, después del anterior párrafo, que debiera haber sido el párrafo final -en el que, por cierto, acabo de darme cuenta de que he cambiado de la segunda persona a la primera sin darme cuenta, no como en este espacio entre guiones, en el que he cambiado conscientemente a la primera persona-, has pensado que no se puede ser tan injusto con Platón, que Platón inventó la Filosofía, que -ahora vas a exagerar un poco, lo presientes- la Filosofía empieza y termina en Platón, que en Platón está también la inversión del platonismo,

ahí dejo -primera persona de nuevo- eso de que en Platón está la inversión del platonismo, en otro post igual intento averiguar qué quiere decir

2 comentarios:

  1. Anónimo1:58 a. m.

    Sr.S, a mi me parece que sus gafas...!si molan! xDD
    y lo siento, u_u mi comentario debió ser mas relevante en cuanto al post
    pero no se me ocurrió algo bueno,(pero su post esta guay)o_o siempre me da un gusto leerlo.

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  2. Gracias... las de la foto del perfil ya no las tengo... tengo otras que molan aún más XDD

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