El mundo estaba en calma y la casa en silencio.
El lector se convirtió en el libro; y la noche de verano
era como la conciencia del libro.
El mundo estaba en calma y la casa en silencio.
Se decían palabras, como si no hubiese libro,
pero el lector se inclinaba sobre la página,
deseaba inclinarse, aún deseaba ser
el sabio para quien el libro es realidad, para quien
la noche de verano es como la perfección del pensamiento.
La casa debía estar en silencio, y lo estaba.
La quietud era parte del sentido, parte de la mente:
el acceso a la perfección de la página.
Y el mundo estaba en calma. La verdad en un mundo
en calma, en que no existe otro sentido, él mismo
es calma, él mismo es el verano y es la noche, él mismo
es el lector que se inclina y lee hasta tarde.
Wallace Stevens
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