domingo, 10 de julio de 2011

Carta abierta al espantapájaros caótico

Querido espantapájaros:

Me gustaría que me explicara por qué ha plagiado mis textos. No soy rencoroso, pero es que tengo curiosidad. Cuando borraba mi nombre y, en su lugar, escribía el suyo, ¿no se decía a sí mismo joder, soy un impostor? No se trata de restablecer la función de autor, ni de negar la legitimidad de todas las formas posibles de establecer referencias con otros textos y autores, parafrasear, parodiar, ironizar, reinventar, citar, aludir, intertextualizar, lo que sea, toda la pirotecnia formal posmoderna que le venga en gana. Pero, claro, convendrá conmigo en que usted no ha hecho nada parecido a eso. Incluso puede pasar, a veces, que uno, sin querer, deslice en el texto que está escribiendo alguna frase de algún autor al que ha leído mucho y, por tanto, digamos que lo ha interiorizado y hecho suyo. Tampoco pasa nada por eso. Por ejemplo, cuando yo aludo a estrellas que caen sin que nadie las mire, hay una referencia encubierta a Faulkner. En su momento ya cité la frase, y a veces me parece que queda mal interrumpir el texto para citar la fuente, de modo que se convierte en un motivo que he incorporado a mi escritura, pero en ningún momento he pretendido hacer creer a nadie que la frase ¿Qué estrella cae sin que nadie la mire? la escribí yo. Es una alusión, a veces velada, si bien es posible que haya lectores que desconozcan la fuente. Yo ni siquiera la tomé directamente de Faulkner, sino de Bolaño, que la cita al principio de Estrella distante. También hay alusiones a Pizarnik, por ejemplo, decenas, a pájaros, jaulas, ardientes enamoradas del viento, pero lo que no he hecho ha sido poner un poema de Pizarnik y decir: lo he escrito yo. Evidentemente, como Pizarnik es una poeta muy conocida, me pillarían, y haría el ridículo. Supongo, entonces, que el arte del plagio requiere fijarse un objetivo poco conocido, alguien que tampoco escriba demasiado bien, porque se notaría. Si plagias a Proust, por ejemplo, nadie se creería que los has escrito tú. Proust escribe demasidado bien. No sirve.

Le contaré cómo descrubrí su blog. Hallábame ayer en mi casa, por la noche, tras pasar el día en el pueblo de mi madre, donde hicimos una barbacoa, y me dije: voy a buscar en Google el poema de Ezra Pound donde dice escuchad al viento, ese es el paraíso. El viento, como sabrá, es un símbolo poético que uso hasta el hartazgo. El caso es que yo había citado mal a Ezra Pound. No dice escuchad al viento, dice dejad hablar al viento. Por eso, en lugar de salir el poema de Pound, lo que Google encontró fue mi propio texto, en el que citaba mal a Pound, y mi texto salía, claro, en mi blog, pero también en el suyo. Me pareció raro. Entré en su blog y, sopresa, empecé a leerme a mí mismo. Al principio pensé que, quizás, me estaba enlazando, o algo, pero cuando advertí que los textos estaban modificados, y que cambiaba mi nombre por el suyo, la cosa quedó clara. 

Ahora, creo que es el momento de que se plantee la vieja pregunta leninista (también sabrá que esto de "la vieja pregunta leninista" lo he dicho más de una vez, es una alusión más bien irónica) ¿qué hacer?

¿Debería eliminar el blog? Podría hacer eso, desde luego, pero, ¿sería un curso de acción virtuoso? Más virtuoso sería lo siguiente: reconocer en su blog que me ha copiado casi todas las entradas. La virtud es un premio en sí misma; acuérdese de Sócrates. Seguramente no hará eso. Quizá ni lea esta carta, ni se entere de que me he enterado. Quién sabe.

También tiene que preguntarse lo siguiente: ¿qué pensaría Roberto Bolaño de mí? No creo que Bolaño se enfureciera con un escritor mediocre, si además de ser mediocre fuese honesto y amase la literatura con sinceridad. Hay escritores, como Bolaño, que juegan en primera, otros nos tenemos que conformar con la tercera, o con la regional, no pasa nada. Escribe, aunque sea mal, fracasa mejor cada vez (mira, un ejemplo de cita encubierta, esta vez a Beckett; ahora ya no es tan encubierta, claro). Si pones la foto de Bolaño en tu blog, y lo describes como pura furia poética, tienes razón. Pero, si plagias, ¿qué crees que pensaría Bolaño de ti? No te invitaría a una caña, no podrías formar parte de su banda de poetas para atracar un banco, ese atraco que acabaría en desastre, pero que también sería hermoso.

Como digo, no comprendo las razones que te han movido a plagiarme. Si de verdad te gusta escribir, escribe. Mejor o peor, eso sólo les importa a los incapaces de librarse de la manía de juzgar. Se trata, más bien, de desplegar la potencia que uno tiene, de explorar, de experimentar. Si de verdad te gusta Deleuze, deberías saberlo.Y, claro, no se depliega la potencia de uno plagiando a otro. Cierto que quien habla es el lenguaje, estoy con Heidegger. Las palabras no son nuestras, no nos pertenecen. Aún así, eso no legitima el plagio. Precisamente, usted ha tratado a las palabras como si fuesen una propiedad. Que el lenguaje sea quien habla implica que el escritor, como decía Valente, escuche atentamente, en una especie de receptividad activa, no para repetir lo ya dicho, claro. Plagiar es lo contrario de escuchar atentamente.

En fin, no le molesto más, que esta carta ya va siendo muy larga.

Atentamento suyo,
el Señor S.

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