jueves, 28 de julio de 2011

El confinado

El dolor del confinado retumba mudo en la ventana
aletea silencioso expandiendo sus ojos grises por el mundo
sólo el sol amable y quieto de la tarde ofrece consuelo
pero todo se aleja cada vez más y el confinado se hunde
cae en su propia cárcel de barrotes de oro y silencio:
el más solitario echa a veces de menos la visión de los hombres
esas espantosas marionetas movidas por hilos que no comprende
porque los hilos que habían de mover al confinado se rompieron
quedándose así solo y contemplando sus barrotes de oro
la hermosa jaula que oculta sus alados delirios solipsistas:
pájaros que surcan el mundo bajo la lluvia y el granizo
empapándose de una melancolía que no es de este mundo
ni de otro sino sólo un vuelo en la sombra de un sueño
que giran inquietos describiendo círculos concéntricos
alrededor de un centro ausente cuyo rostro es nadie.

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