viernes, 10 de junio de 2011

Pequeña colección de textos escritos con luz artificial (Mayo de 2005)

En cualquier caso hubo siempre un viento feroz acechando
un viento azul que atravesaba la lluvia
con los ojos más grandes y más tristes del mundo
un viento azul pájaro rebelde o temerario
que me invitaba a subir en sus alas invisibles
para intentar lo imposible o destruirnos

En cualquier caso siempre hubo un viento veloz huyendo
un viento veloz que atravesaba la lluvia
al que ofrecía mi ser para que se lo llevara
para desaparecer en su mirada alquímica y oscura.
Y hubo noches en que este azul viento feroz
al que sin pensar me entregaba

sonaba como una esperanza de barco perdido en la niebla
cuyos tripulantes desaparecen
y desaparecen
con una sonrisa cheshire que flota en la noche

Y hubo noches en que este feroz viento azul
al que yo ofrecía con furia triste mi ser
sonaba como una larga caída de pájaro demente
cuyo único deseo es llegar al fondo

Siempre hubo noches de azul viento veloz que atravesaba la lluvia
de pájaro sin jaula volando hacia Nunca Jamás


inexplicablemente no morí aquella tarde en que yo adoraba la locura, como una palabra dadá más y me fingía poeta de los que saben que la literatura es una forma de vida, de aquellos que escriben con su propia carne las locuras poéticas más peligrosas y fascinantes que existen. aquella tarde en que inexplicablemente no morí decidimos que lo importante era habitar poéticamente y que le dieran por el culo al resto del mundo. si bebíamos, con nuestra sed insaciable de desesperados y contentos, era para perforar el ser, para que saliera de su encierro en la cajita de huesos a las órdenes del tirano Razón y pudiera burlarse de las leyes de la causalidad con los deseos más furiosos que existen. sabíamos -nos lo dijo un poeta francés- que los vicios del hombre aportan una prueba de su ansia de infinitud. aquella tarde dijimos sapos y culebras y los sapos y las culebras fueron escupidos por nuestras blasfemas bocas entre charcos de alcohol dadaísta.


todos los ratos que pasé frente a la ventana, bebiendo cerveza y más cerveza, mirando con entusiasmo el crepúsculo, llorando lágrimas saladas de puro placer al sentir cómo me fundía sin remedio con las nubes desmayadas, con su suave incendio de despedida. las sombras llegaban sigilosas, presencias más misteriosas a cada nuevo trago.


nunca quise comprender el mundo, sino sentirlo salvajemente, sentirlo con el coraje de los suicidas, enlazar placer y muerte en la danza más peligrosa que existe, más peligrosa que la droga más dura y fascinante.


soy dinamita si muerdo el crepúsculo
y me bebo su sangre de joven doncella
con sed insaciable y sonrisa brutal,


como quien espera que un grito desgarrado rompa los barrotes...


el placer perverso de adentrarse en el verso más triste
en la nota exacta que destruye la realidad
para que el pájaro solitario vuele aun con alas rotas


una noche de invierno asomado al balcón
el mar susurra lo indecible que se estrella contra las rocas
la luna muda lámpara fantasmal mi compañera
de mil viajes inventados al fondo del mar


arrojarse y flotar muñeca triste
en el viento más azul que golpea los párpados
-donde yace nuestra infancia asesinada-
que evite el vértigo de sobrevivir para nada.


evidentemente si prestas atención al atardecer se oye el grito de Peter Pan: Wendy ya no sabe volar, la muy zorra. eso significa que estamos solos, bajo la lluvia, y que no sabemos a dónde ir.


lista de provisiones para la caída: cervezas, un precipicio y unos ojos con el coraje de mirar la nada.


duerme, pequeño soñador extraviado, expulsado de tu campana de cristal. duerme, soñando con la gran venganza con una risa entre los dientes y una nostalgia feroz en la mirada perdida. duerme, con el rumor de las olas, la canción que evoca el enigma de la infancia anterior al yo.


y ahora, pequeña muñeca, abre los ojos y dime que eso de ahí afuera no es cierto, que podemos inventar una guarida, si la batalla, ya se sabe, está perdida, entonces sólo queda gritar hasta deshacer el mundo como ejemplo de rebeldía metafísica contra el absurdo; el canto empeñado en desoír los límites impuestos. pequeña muñeca, estoy leyendo un libro de metafísica a la luz de una vela, afuera llueve y se oyen ruidos de coches que se alejan, y no entiendo nada, y la palabra nada es ya metafísica mientras eruditos doctores discuten sobre ella, contradiciéndose al afirmar, al decir la nada es, pero la inmensa lluvia de las calles interminables impone su melodía y la muñeca, bostezando, se despide, cierra los ojos, hasta mañana, duerme con una sonrisa que borra el mundo para crear muchos otros mundos.


escucha el canto del llanero solitario, como una mosca pegado a la luz de la pantalla, que brilla en la oscuridad, máquina de escribir y gusiluz, donde las palabras se pegan y corren como hormigas. escucha su canto que dice qué lejos el mar, y mi vida fluyendo por el río, torpemente agarrada a las briznas del barco ebrio que incendió las aguas, a un trozo de madera como quien camina con los pies desnudos sobre una cornisa envuelta en niebla. qué lejos, y qué cerca, y qué misterio; el mar, el mar del llanero solitario, estas caracolas para escucharlo en diferido, estas palabras nocturnas a cuya sombra descansa el llanero solitario de las miradas de los otros, miradas que lo apuñalan a la luz del sol infame. escucha el canto del llanero solitario, dirigido a otros llaneros solitarios, para crear un coro de voces asidas a lo que no existe. llaneros solitarios cazando palabras en latas de cerveza vacías, llaneros solitarios en torno a la hoguera de las palabras que iluminan la noche más fría, hipnotizados por su fuego, su extraño fuego que atrapa las miradas, para siempre.


no sé si te acuerdas, jugábamos
como dos hojas agitadas por el viento
buscándose entre risas
al borde de la noche
que caminaba de puntillas, sin hacer ruido
jugábamos entonces ignorando
que era inevitable crecer, no sé si te acuerdas
los dos, solos
como si el mundo fuera a acabarse por fin
jugábamos agitados por el viento
como si el mundo fuera a cabarse por fin
como dos hojas que se buscan entre risas
al borde de la noche
mecidas por el viento que juegan
como si el mundo fuera a acabarse por fin


soy el tipo que nunca duerme
porque prefiere conversar con el misterio mudo de la noche.

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