miércoles, 22 de junio de 2011

De lo humano y lo divino y lo de más allá o más acá

A las cuatro de la mañana, doblo la esquina superior de la página 174 de Amor se escribe sin hache, apago la luz del flexo y me dispongo a dormir. Zambombo intentaba una vez más averiguar cuándo se decidiría Sylvia a recibirle de nuevo en pijama. A eso de las siete y cincuenta y ocho de la mañana, me despierta el móvil. La Casa del Libro me entregará mi pedido en 24 horas. Seguro que llegarán sobre las nueve de la mañana, pienso. Tengo que levantarme a las nueve. Puedo dormir una hora más. He dormido apenas cuatro horas, no me vendría mal dormir una hora más. Pero no me duermo, permanezco en un estado intermedio entre el sueño y la vigilia, soñando a ratos con PJ Harvey, a ratos con Messi y a ratos con un confuso mundo en el que se libra una batalla incomprensible entre piratas informáticos y corporaciones gigantescas y en el que una catástrofe irreversible de naturaleza desconocida ha vuelto el aire irrespirable y las ciudades, inhabitables, bañadas por una luz crepuscular, presentan un aspecto ruinoso y romántico. Decido levantarme a las ocho y media, harto de ese paisaje medio ciberpunk, medio romántico. Llegan a  las diez y media. Miro por la ventana: no hay ruinas, el aire es respirable, todo bien. No abro la ventana para llamar a voces a PJ Harvey, por la sencilla razón de que no estoy tan loco.

Abro el paquete. Miro los libros. Me gustan los libros nuevos. Con el tiempo, la entropía y la baja calidad del papel, las páginas presentarán un aspecto amarillento. El papel se vuelve friable, quebradizo. Así es la vida. Tiempo y destrucción. Cronos y olvido. Descomposición de cadenas moleculares. Celulosa. Palabras.

Fumar, esperar, tomar café, creer en algo o no creer en nada, vaciar ceniceros, aburrirse, mirar a lo lejos.

Por cierto, voy a tomar un café, que tengo sueño, claro es. En La repetición, Kierkegaard dice que una de las pocas cosas que le gustan en el mundo es el café. Me cae bien Kierkegaard. No por lo del café, sino porque es un tío simpático, muy irónico, a veces. En otra novela, no logro saber cuál, otro autor, no logro saber quién, dice que puede tomarse ocho o nueve tazas de café diarias. A mí con dos o tres me vale. En Mente y Cerebro leí que la cafeína y el tabaco son buenos para el cerebro. Quizá el artículo matizara un poco lo que he acabo de decir, pero yo lo interpreté así: hay que tomar café y fumar tabaco para escribir y para vivir.

Volviendo a lo de la entropía y las cosas que envejecen y se estropean y todo es triste y absurdo pero mejor tomárselo con humor. La entropía, que para mí significa finitud y muerte de Dios, aunque no signifique realmente eso, es la responsable de que sea más fácil romper un cristal que reconstruir ese cristal a partir de los pedazos y también de que los libros y todo en general se desordene y cueste mucho trabajo volver a ordenarlo. Es también la responsable de que mi camiseta de Joy Divsion envejezca, lo cual es una tragedia. O, por decirlo en jerga filosófica: nuestra voluntad de fijar el ser está maldita. Creo que ya me he referido en otra ocasión a esta cita de Bataille. La verdad es que apenas he leído a Bataille, pero esa frase me gusta. En la época de antaño, como diría Rachel, la de Friends, el ser fijo, estable, inmutable, la verdad, etc., era Dios (esto ya dudo que lo dijera Rachel). Zizek dice que no sé quién intepreta el cristianismo de la siguiente manera: Dios crea el mundo, el mundo es un desastre, está mal hecho, así que abdica en Cristo, Cristo muere, por lo tanto, muere Dios. La muerte de Dios se lleva a cabo en el interior mismo del cristianismo. Sólo queda el Espíritu Santo, que viene a ser el comunismo (esto sería muy largo de explicar y además no me he enterado muy bien, porque Zizek, de hecho, en la conferencia, sonríe y no explica nada; tiene algo que ver con el agape y con la universalidad, creo). Estamos solos y somos responsables, ya no hay ningún Gran Otro al que pedir nada. Solos. La muerte de Dios. Fin del dualismo metafísico. Un solo mundo, una vida y nada más, pura inmanencia.

Realmente no sé por qué estoy mencionando a tanta gente y hablando sobre el café y el cristianismo. Se me acabó el café. En sexto de EGB djé de ir a clase de religión. Tuvo que ir mi madre a explicarle a la directora del colegio que yo me negaba a ir a dicha clase y que aquello era un colegio público y que hicieran el favor de no adoctrinarme. Bueno, la verdad es que no pusieron pegas y mi madre no tuvo que dar ningún discurso en pro de la libertad de pensamiento ni nada, simplemente fue, dijo que yo no quería ir a clase de religión y ya está, dejé de ir. Asi que durante la hora de religión al minoritario grupo de herejes (Manuel y yo) nos dejaban ir a la biblioteca a leer un rato, ver películas e, incluso, jugar a fútbol en el patio. No es de extrañar que estuviésemos convencidos de que toda nuestra clase estaba constituida por imbéciles, excepto nosotros. Vimos Los niños cantores de Viena como siete veces, con nuestra clase una vez y con las clases de otros cursos siempre que coincidía que iban a verla cuando nosotros teníamos religión, es decir, hora libre para recrear nuestra mente según las circunstancias. Pero la verdad es que ahora me han entrado muchas ganas de leer la Biblia. Estoy convencido de que es literatura de la buena. Claro que seguiría negándome a acudir a clase de religión. Allí, en quinto de EGB, al menos, lo que hacían era rezar. Después ya no sé qué hacían, evidentemente, porque no fui nunca más a clase de religión. Umberto Eco dice que la Biblia tiene un montón de sexo y violencia y todo lo que un lector moderno puede pedir. La verdad es que en el libro de Judith, por ejemplo, ésta seduce a Holofernes y luego le corta la cabeza, para liberar a su pueblo, así que sí, podríamos decir que hay un montón de seducción interesada y violencia teológico-política.

Y nada, ya no se me ocurre qué más cosas decir. Cronos, palabras, olvido, perturbación del equilibrio cósmico, entropía, caos, levedad del ser, etc.

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