jueves, 16 de junio de 2011

Consideraciones acerca de la poesía y el idealismo de la publicidad

La poesía está bien, pero hay que reconocer que es una cosa muy de vagos. Con sesenta páginas y poemas de cuatro líneas ya tienes montado un poemario bastante chulo. Siempre puedes decir oiga, es que lo mío es el minimalismo esencialista, la expresividad de la carencia, o del silencio, un rollo místico de adelgazamiento espiritual. Vale, de acuerdo, pero una cosa no quita la otra. Se puede ser un místico y un vago.

Además de ser un arte propio de vagos -pero, vamos, que ser un vago no tiene nada de malo- es un arte que da pie a que los exégetas se luzcan comentando cosas muy raras sobre los poemas -lo de ser un exégeta ya sí que tiene bastante de malo-. Los comentarios pueden ocupar hasta diez veces más -o treinta, o sesenta, o cuatrocientas, según- que el poema comentado y dar la sensación de que el poema en sí no importa mucho, que el comentario podría aplicarse perfectamente a cualquier otro, que el poema está ahí como pretexto. Por ejemplo: el anhelo de trascendencia de un yo escindido y desgarrado por una temporalidad carente de sentido se erige en un deseo de totalidad que se sabe a sí mismo imposible de ser colmado, en los poemas de fulanito. Bueno, pues vale.

En fin, que la mayoría de las veces toda esta jerga sirve, en realidad, como reclamo publicitario. El idealismo ha triunfado en la publicidad, como se sabe.

No hay comentarios:

Publicar un comentario