miércoles, 26 de noviembre de 2014

La dos vías de desarrollo del sentimiento, según Robert Musil

Ser un mero copista, un amanuense de la era digital, tal vez esa esa mi verdadera vocación. Citas sin fin. Proliferación promiscua de textos descontextualizados. La ausencia de Libro como lugar de un auténtico desparrame verbal, de aprendizaje interminable, de experiencias imaginarias pero tan reales como las ninfas de los bosques o el incorruptible eón de los dioses al que se accede contemplando intensamente cualquier cosa: los árboles otoñales, por ejemplo, casi sin hojas ya, las farolas que permanecen encendidas durante el día, seguramente a causa del cielo nublado, los tejados, las paredes desconchadas de ese edificio abandonado, el humo negro que sale de aquella chimenea...

Según Robert Musil pueden distinguirse dos caras y dos vías de desarrollo del sentimiento.
Por una parte, nos encontramos con la «vía externa o mundana de desarrollo del sentimiento» en la que los sentimientos corresponden a una finalidad concreta. Así sucede con el amor, la ira o la envidia, que son siempre amor, ira o envidia hacia algo o alguien. El sentimiento surgido toma entonces forma apetitiva y dirige la actuación del sujeto hacia algo determinado. Aplacada la necesidad, calmados -aunque no necesariamente colmados- los sentimientos en su forma apetitiva han cumplido su misión y cesan. Por otra parte, nos encontramos con la «vía interior o mística del sentimiento», que carece de finalidad concreta, siendo por tanto indeterminada. Así ocurre con la ternura, la irritabilidad o la benevolencia. Aquí, el sentimiento expresa una relación con el todo. Es indeterminado y no lleva a la acción, expresando una disposición anímica relativamente invariable y siempre dispuesta a encontrar cauce en el que expresarse. 
Rafael García Alonso, El espacio sagrado y los dos estados.

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