miércoles, 15 de febrero de 2017

La inspiración según Pascal Quignard

La inspiración es una comparación sorprendente; subraya el carácter interior al cuerpo de aquello que lo empuja a expresarse; una elegía conmovedora que vaga por el cuerpo. Una melodía despunta en la garganta. Se ocultan demasiado fácilmente las simples «ganas de expresarse» de las que resultan, es decir, el humor, la propiciación, el buen estado que suponen, el ardor interno o la excitación o la buena comida que las han decidido. Paradójicamente, denunciar el tema de la inspiración es negar en nosotros, sin cesar, lo previo de un cuerpo. El arte es exceso, síntoma, lujo que están inextricablemente ligados a las condiciones muy físicas que subyacen a ellos. El hecho de que pensemos, hablemos, dictemos, leamos, cantemos, está, en cada ocasión, despojado de toda autonomía. Igualmente, esta oscura visita de una ganas de expresarse y de querer compartir. En todo el cuerpo se hace sitio una forma de arenga vacía pero ya cada vez más ritmada. El arte prolonga una cierta salud, curiosidad, vitalidad, buenas condiciones físicas, efervescencia y rumor interno, compulsiones que tratan de exteriorizarse, aunque fuertemente cadenciosas ya en el cuerpo. Un cuerpo inmóvil «animado». Pensamiento, expresión están ligados a esta energía sin objeto que atraviesa un cuerpo no hambriento, no doloroso, etc. Es el hambre de quien ya no tiene hambre (la caza vacía, la voracidad sin víctima). Es el bienestar o ese pulso de vida y sangre que visita la cabeza y se acumulan en forma de secuencias lingüísticas y se apremian rítmicamente hasta la exteriorización.
Pascal Quignard, Pequeños tratados I 

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