sábado, 11 de junio de 2016

Breves conversaciones con el fantasma de DFW

Soñé que el fantasma del DFW me visitaba y yo le contaba entusiasmado que había descubierto la fórmula definitiva para acabar con el solipsismo. No hay que huir de él, le decía, no hay que tratar de superarlo, sino todo lo contario: hay que radicalizarlo, atravesarlo como si fuera una membrana. Al otro lado se encuentra el éxtasis, la beatitud perfecta. Hazme caso, seguía, será como pasar del blanco y negro al color, como encontrar agua tras esta larga travesía por el desierto. El fin del éxodo. Lo dijo Wittgenstein: llevado a sus últimas consecuencias, el solipsismo coincide con el realismo. El yo se contrae hasta formar un punto inextenso. Las cosas se aparecen tal como son. Y por supuesto Dios es las cosas tal como son, en el milagro inefable de la visión, ¿no lo ves?

El fantasma de DFW me sonrió con tristeza. 

—Sí, pero acabas de excluir a toda la sociedad de tu mundo. A los demás. Te has convertido en Wittgenstein, infinitamente solo en su cabaña noruega de Skjolden.
—Wittgenstein fue feliz allí.
—Pero tú no eres Wittgenstein.
—...
—Por no hablar de un pequeño detalle, el hecho de que te has cargado el lenguaje, porque el lenguaje es una institución social.
—...

Y el fantasma de DFW se esfumó. 

2 comentarios:

  1. he tirado de diccionario y algo de la wikipedia sin encontrar rastro de DFW... sólo puedo añadir que tiene usted unos sueños la mar de raros, ¿ha probado a tomar valeriana en grandes dosis?, quizás ahí aparezcan todas las respuestas, o no, pero habrán dejado de importar (que es casi lo mismo)

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