AQUÍ.
Pedro Sánchez ni siquiera parece humano. A mi juicio, sus mensajes siguen patrones sospechosa y excesivamente regulares*, una suerte de estereotipias verbales mecanizadas y programadas para reaccionar a ciertos estímulos. No creo que haya una mente capaz de generar frases nuevas detrás de esa fachada, ni de sentir emociones. Y está claro que su risa es una conducta mecánica que no va acompañada de la experiencia de auténticas emociones en su cerebro. Es una risa de campaña electoral, verdaderamente siniestra.
Digámoslo sin ambages: Pedro Sánchez no pasaría el test de Turing. Porque no es un humano sino un robot al que se le ha implementado un software de cómo ser un político.
*Es cierto que todos los políticos repiten machaconamente los mismos mensajes, pero en el caso de Pedro Sánchez no podemos evitar la sensación de que lo hace porque su forma de vida no está basada en el carbono sino en el silicio.
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Ni «espíritu de sacrificio», ni «afán de superación», ni «aspiración a la excelencia». Ni ningún respeto o simpatía por tales cosas.
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