lunes, 9 de enero de 2012

Un grito

Caminas por el desierto. Miras la desnudez de la tierra rojiza. La blanca nada batiendo sus alas en el horizonte produce un viento frío. Y un destello de luz inverosímil antes de que las sombras reptantes caigan sobre ti como un sueño vibra apenas un instante. Caminas a oscuras. No te importa. Ya has estado allí. Miras la noche hasta que desapareces. El desierto ahora coincide plenamente con su nombre. Ninguna huella, ninguna inscripción que no sea borrada por el tiempo. Caminas a solas. Por ningún lugar ya. El tiempo lo borra todo. Eso hace. Tus pasos sin huella posible en la piel del desierto o de la noche, abocados al silencio, avanzan, sin embargo, sin dirección ni rumbo, perseverantes e inútiles. El polvo zarandeado por el viento te golpea los ojos. Caminas a tientas. Podrías gritar, ahora, aquí, lejos de todos. Un grito sin destinatario, que se perdería en la oscuridad de la noche, rasgándola.

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