jueves, 12 de enero de 2012

La verdadera vida ausente

La verdadera vida, la invivible, se anuncia a lo lejos, como un punto de luz fugaz, un destello solitario surcando un cielo sumido ahora en una profunda oscuridad, porque siempre es de noche y siempre hay alguien con una linterna encendida en pleno día buscando hombres. La verdadera vida, inmediatamente después de ser entrevista confusamente, se fuga y desaparece y queda apenas el recuerdo tambaleante y dudoso de que alguna vez brilló. Correrás hacia adelante buscándola, la lluvia te empaparía, si lloviera. Si hiciera frío, te helarías. Pero no cejarías en tu empeño. Un silencio de pájaro herido, un rumor de olas, el ritmo vital lento de la melancolía, besos de despedida en una estación de autobuses fría, la escarcha matinal de los días de invierno; todo esto queda, como un eco, resonando por las calles, un discurso roto y sensaciones flotando como polvo esparcido por el viento, cuando la verdadera vida, la invivible, desaparece para que la busquemos. Los días pasan, bastante absurdos. Amanece y atardece y vuelve a amanecer y luego vuelve a amanecer otra vez y así pasan los días. Evidentemente, de forma absurda. Giran alrededor de un centro vacío. Alrededor del yo, de la identidad, de esta nada que encarnamos y de la cual nada sabemos. En el fondo, no sabemos nada. Todavía. Nada de nada, quiero decir. Pero igualmente proseguimos la marcha porque tampoco es que haya otra cosa que hacer.

No es tan trágico, créanme. Sueñen con un amanecer de pupilas ardientes y brisa fresca. Eso estaría bien. Clavadas en el horizonte para siempre. Las pupilas ardientes, digo. Esa es la solución. No miento. No les estoy vendiendo nada, así que no tienen motivos para pensar que les miento.

1 comentario:

  1. "un destello solitario surcando un cielo sumido ahora en una profunda oscuridad"

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