lunes, 16 de enero de 2012

Comentario terriblemente pesado de un comentario terriblemente pesado

Estaba leyendo un comentario en un blog, un comentario terriblemente enrevesado, escrito con una sintaxis laberíntica, en el que el autor se disculpaba por ser tan pesado y por ser tan pesado disculpándose por ser tan pesado (esto es más que probable que me lo haya inventado yo, llevado por mi amor a las paradojas autorreferenciales) y he empezado a leer ese comentario como si viniera de un personaje de DFW, porque el comentario era fosterwallaciano a más no poder (incluso sin el añadido de estar disculpándose por ser tan pesado disculpándose de ser tan pesado), alcanzaba niveles de autorreferencialidad mareantes y demenciales (amo los niveles de autorreferencialidad mareantes y demenciales, tanto que si considero que no hay el suficiente nivel de autorreferencialidad suplo esta carencia inventado más niveles), de hecho era una especie de versión de la persona deprimida, la persona pesada, ahora en blog, y, claro, me llevó mucho rato comprender que no era un texto de ficción, aunque, por otra parte, sigo sospechando de la fiabilidad del narrador, quiero decir, aún no tengo claro que el tipo hablase en serio, sin ironías, guiños, referencias, etc, lo cual nos lleva a la cuestión de la ambigüedad inherente al discurso irónico que dinamita -por decirlo de algún modo- las fronteras entre la seriedad y la broma y explota -por decirlo de algún modo consistente con la anterior metáfora, aunque sea una consistencia vaga, no el tipo de consistencia de la lógica, o al menos no exactamente el mismo tipo- la fijación del sentido (también nos lleva a plantear si la sospecha es el medio, idea de Boris Groys, creo, es decir, si nosotros, habitantes del siglo XXI supertecnológico, no sospechamos ya de entrada... supongo que Groys me apalearía por resumir de esta forma su idea, como sospechar ya de entrada, pero, en fin, qué se le va a hacer) Con razón -en parte- Hegel odiaba la ironía. Hegel -que no era un charlatán, como pretenden sus enemigos más idiotas, enemigos que parecen creer que por ponerse del lado de Schopenhauer son tan listos como Schopenhauer, y no- comprendió muy bien el carácter corrosivo de la ironía, carácter que Schlegel consideraba la auténtica patria trascendental de la filosofía (no me estoy explicando bien, lo sé, y mi uso de paréntesis y guiones no parece muy consistente que digamos, y, de hecho, no entiendo muy bien qué quiere decir eso de que la ironía es la patria trascendental de la filosofía, es solo que me mola la expresión patria trascendental de la filosofía; también me mola la expresión topografía trascendental que -y esto lo digo totalmente en serio- expresa perfectamente qué es la filosofía, así que si alguien les pregunta qué es la filosofía, respondan con toda la convicción del mundo: topografía trascendental). Lo propio de la ironía (y lo he dicho y repetido cientos de miles de veces, de forma un pelín obsesiva) no es que sea broma y excluya la seriedad, es que es seriedad y broma al mismo tiempo, de ahí la ambigüedad inherente al concepto de ironía (esto de ambigüedad inherente al concepto también lo repito mucho, y lo dice Hegel refiriéndose al símbolo; sobre la concepción hegeliana del símbolo habría mucho que decir, pero hoy no). Total, que no hay manera de saber si el comentario iba en serio o no. Ahora -en este texto cuidadosamente estructurado, pese a que no lo parezca- venía un comentario sobre Derrida, la diseminación semántica y el vagabundeo de la metáfora (que entroncaría con la no fijación del sentido), pero creo que estoy siendo ya suficientemente y terriblemente pesado y enrevesado como para no hablar (lo que faltaba) sobre Derrida, lo cual, sumando mi ignorancia sobre Derrida y su (de Derrida) digamos que no excesivamente (estoy usando adverbios a cascoporro, lo noto yo también) clara manera de expresarse, harían de este texto algo aún más enrevesadamente posmoderno (esta palabra carece de significado, por otra parte, razón por la cual es capaz de asumir cualquiera, lo mismo que pasa con friki) pesado y completamente absurdo y ahora, para más inri, tendría que disculparme por estar siendo tan despiadadamente pesado y posmoderno -¿lo ven? asume cualquier significado, cualquiera, incluso ninguno (esto plantea problemas que ya marean incluso antes de ser planteados, por ejemplo, ¿es posible significar la insignificancia misma?)- y por estar usando una cantidad demencialmente grande de adverbios sin otro propósito aparente que el de usar adverbios sin propósito para disculparme luego por estar usando tantos adverbios y componer así un texto (este mismo) endiabladamente mareante y carente de propósito...

PD: Ya lo último. Decía Derrida que escribir era un acto impúdico en que se traicionaba al destinatario porque este era cualquiera y que habría que pedir perdón por escribir (no pienso intentar explicar por qué Derrida decía esto porque me quedaría una posdata más larga que el post en sí (esto del post en sí... ¿la posdata no forma parte?) y mucho más enrevesada, además que mi ignorancia respecto a Derrida es real, lo cual dificulta muchísimo que sea capaz de explicar qué quería decir (sobre el querer-decir dijo que su condición esencial era la ausencia del objeto intuido, lo cual tampoco pienso explicar... como mucho decir que, por ejemplo, el significado de manzana, evidentemente, no depende de mi percepción actual de la manzana, que sería el objeto intuido, porque, claro, si los signos no se diferenciasen del referente, pues no habría lenguaje), así que eso, me disculpo -especialmente este texto exige una disculpa (y aquí, entre paréntesis, he de confesar que todo esto de romper la cuarta pared y dirigirme directamente al lector (cualquiera, según Derrida) para disculparme me suena, en calidad de lector que sospecha incluso cuando lee algo que ha escrito él mismo, a estrategia retórica no tan pulcra ni franca como pudiera parecer (y aquí, en el paréntesis del paréntesis que, a su vez, va entre guiones, he de confesar que la estrategia de confesar que la estrategia retórica de disculparse era poco franca es también, ella mismo, poco franca))- sinceramente.

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