Discretos haces de luz se inmiscuyen entre las nubes grises, como una alegría clandestina, arrebatada, ligera, fugaz. La danza rumiante e interminable de los elementos prosigue, se despereza, se despliega, canta, susurra al oído, a los ojos, a la piel que recibe el frescor del aire, envoltorio de un pasado que no fue nunca presente, espasmo liberador, ajeno a la nostalgia, brinco involuntario de la mente, felizmente arrojada fuera de sí.
Alegría, hermosa chispa de la divinidad
Schiller
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