viernes, 14 de enero de 2011

La imaginación creadora

(Advertencia: el siguiente post es confuso, impreciso y falto de rigor)

Antes de Kant la metafísica vivía su sueño dogmático plácidamente. Eran buenos tiempos. Con Spinoza podía pasarse del conocimiento confuso mediante imágenes, intuiciones sensibles, al conocimiento supremo, las intuiciones intelectuales. Era un paso difícil, pero posible. De la ignorancia a la sabiduría, del miedo a la alegría y a la felicidad, de la servidumbre a la libertad, libertad que suponía la plena posesión de nuestro poder de pensar, de ser y de actuar. Los viejos buenos tiempos, ya digo. Pero, en fin, viene Kant. Todos quisiéramos que Kant no hubiese existido, pero lo sucedido, como sabían los griegos, ni los mismos dioses pueden hacer que no haya sucedido: el tiempo es irreversible, los dioses están sometidos al destino.

Kant se carga la continuidad de la sensibilidad y del entendimiento, y dicha continuidad era la que permitía el paso de las afectos a la sabiduría feliz. Ahora hay una señal de prohibido el paso. Las intuiciones intelectuales son fantasías. Wittgenstein también pondrá una señal de prohibido el paso. Para Kant la intución depende del objeto, es pasiva, receptiva, no puede ser creadora, es derivada. Se pueden construir conceptos en matemáticas, eso sí, pero sólo en matemáticas. Por ejemplo, el concepto de círculo hace intuible en una figura todas sus propiedades universales. Pero si la filosofía hace esto produce fantasmas. La sustancia de Spinoza, por ejemplo, sería un fantasma.

Así, la metafísica no aporta conocimiento. Despierta de su sueño un poco atontada, no sabe muy bien qué ha pasado, no sabe por qué Wittgenstein quiere destruir la filosofía y la manda callar, por qué le niega el derecho a crear. Sus creaciones no tendrían sentido, dice. Luego viene la triste historia del positivismo lógico, que ni entiendo ni me interesa lo más mínimo, así que no se la voy a contar. Deleuze, sin embargo, no se arredra ante tan poderosos enemigos. Da un paso al frente (un nietzscheano paso al frente) y dice: sí, bien, las intuiciones intelectuales sólo pueden ser fantasías, pero esas fantasías no pueden ser declaradas irreales, patológicas o inexistentes. Sólo mediante ese desvarío de la razón indisciplinada puede el pensamiento alcanzar el punto de génesis del concepto, el fondo preconceptual desde el cual los conceptos se crean. Siempre y cuando se trabaje adecuadamente sobre esa fantasía.

Lo que distingue a la obra de arte de la enfermedad, de la locura empírica, es el tipo de trabajo que se realiza sobre esa fantasía. Gracias a ese trabajo, la fantasía se convierte en intuición intelectual. La imaginación creadora es el puente que une sensibilidad y entendimiento. Por eso la estética es crucial en el sistema filosófico de Deleuze, no es un refugio. Deleuze siempre ha dicho que para que el pensamiento se produzca necesita ser forzado por una necesidad exterior a él mismo. El hombre no aspira por naturaleza al saber. El hombre es forzado a pensar, y es esta fantasía lo que le fuerza. Al menos esto es lo que he entendido de una conferencia sobre Deleuze que dio Jose Luis Pardo.

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