No tiene sentido, pero da igual. La razón, al menos la mía, no puede dominar las pasiones, al menos las mías, por mucho que Séneca. Quiero decir: la alegría y la tristeza acontecen, eso es todo. Ya no sé hablar, pero da igual. Tartamudearé, sin tener nada que decir, palabras a la pata coja, palabras, palabras, palabras. El resto es silencio. Algo huele a podrido en Dinamarca. Bien, dejemos de citar a Hamlet. Inmersión total en los caprichosos designios de afectos que se mueven en ondas expansivas, luego se contraen, se pierden, se agotan, se desmayan, resucitan, etc.
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