jueves, 16 de abril de 2009

Borbotones de palabras

El eterno resplandor de una caída infinita en un pozo sin fondo obnubiló la mente de Jim el maldito, el anacrónico, el misántropo, el irónico, el herido hijo de puta, una visión fugaz que le persiguió toda su corta vida plena de desdichas, Jim el atribulado, el navegante perpetuo, el atravesado, el despreciador de toda conveción social diseñada, según su conspiranoica perspectiva de las cosas, para joderle y sacarle de quicio y arruinarle la vida, para enmarcarlo en la feliz estampa de un presente perpetuo enamorado de sí mismo, una época narcisista por la que se arrastran penosamente individuos, mónadas aisladas, desoladas, retorcidamente cómicas, tiernas, malvadas, todos aletargados, flotando en un líquido narcótico, dulcemente anestesiados, dejándose llevar por la inercia, desidiosos, locos, puteados, cabreados, arañando el suelo como los condenados de algún círculo del infierno, dejándose llevar por la corriente, la masa exangüe de licenciados y licenciadas varados en las barras de los bares, esperando algo, cualquier cosa, que nunca llega y entonces ni siquiera se plantean las preguntas, el miedo nos atenaza la garganta, esbozan muecas, gestos quebrados, frases que no dicen nada, el viento fresco en la cara sienta bien, salgamos afuera, un rato, toda la vida, ¿y tú qué esperas de la vida? yo nada, no busco, encuentro, voy a ir hasta el fondo de las cosas, pero mejor voy a dejarme caer en el pozo sin fondo, sin rencor, libre al fin para nada, gozando, si es que es posible, de esta libertad inútil, esta libertad en el vacío, desnudando las mentiras que recubren con una fina película invisible nuestras vidas, pero para qué, es una estupidez, seducido por el eterno resplandor del fracaso en la era en que se extinguieron al fin los poetas malditos y fueron suplidos por los intelectuales engreídos lectores de contraportadas de libros de Derrida, mi tragedia será en vano, seducido por la simplicidad abstracta de la nada que puede serlo todo vagaré por ahí, las calles mojadas serán mi alimento, mi último aliento será para las estrellas que no nos ven, las estrellas, ves que anacrónico, que romántico, es para partirse de risa o de tristeza, noches azules, demasiadas, iré a cualquier parte, pero iré en tren, y una vez allí no desharé la maleta, daré una vuelta por el centro, probablemente me meteré en un bar y pediré un bocadillo de tortilla y una caña, luego fumaré un cigarrillo, recordaré viejos tiempos, los viejos tiempos no fueron mejores, a nuestro parecer, el poeta lo dice bien claro, a nuestro parecer, pero si lo fueron para nosotros es que lo fueron, qué más da, creo estar en el infierno, luego estoy en él, dijo el príncipe de los poetas, conclusión válida, sin que importe la opinión de nuestros doctrinarios contemporáneos, el gran discurso de la Ciencia, que les follen a todos, Jim el sufriente os desprecia y os quiere, luego cogeré otro tren, y otro, y entrenaré mis poderes mentales para enamorar a chicas a distancia y aunque no me mueve sabed que no he parado de bailar.

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