lunes, 27 de abril de 2009

Fuga Geométrica II

-Al final nos va a volver locos, si sigue, si no para...
-Pues a mí me gusta.
-Pero eso es porque tú ya estás loco
-Sí, eres un puto colgado, lo sabe todo el mundo.
-Ya, bueno, si que me guste el viento es motivo suficiente para merecer el nombre de loco, loco me quedo.
-...
-...
-El loco del viento acompaña a la ardiente enamorada del viento
-Joder, pa que te encierren
-Puto colgado, ¿mañana vas a venir a clase?


El propósito de la redacción era contestar a la pregunta de si la historia se repetía. La respuesta de Pablo fue muy confusa o, mejor dicho, no fue una respuesta sino una serie de conjeturas en forma de oraciones condicionales que abrían más interrogantes y se perdían en digresiones especulativas que no parecían llevar a ningún lado.


LA HISTORIA, ¿SE REPITE?

Si consideramos los acontecimientos en su irreductible singularidad, ¿cómo podrían repetirse? Si contemplamos el curso de los acontecimientos históricos encajándolos en la figura geométrica del círculo, ¿qué clase de terrible temporalidad carcelaria sufrimos? Si en lugar de pensar en un círculo infernal, pensamos en el círculo de la teodicea cristina, ¿la temporalidad lineal propia de la modernidad es sólo un momento, o una serie de momentos, fugaces, insustanciales, el reflejo pálido de una temporalidad más auténtica, la del mito, pensando, aunque pueda parecer lo contrario, platónicamente, momentos destinados a culminar felizmente un Gran Círculo, que empieza y termina con Dios, o con la realización del Espíritu Absoluto, pensando hegelianamente (Hegel piensa desde Aristóteles, Kant desde Platón)? Pero Dios no se repetiría de la misma forma. Lo mismo no es el objeto de la repetición. La larga travesía de la historia, con sus contingencias y singularidades, desplegaría la esencia del ser que es, es decir, Dios, Inicio y Fin. La identidad absoluta se reconciliaría consigo misma. No está ya constituida antes de la historia: se despliega, deviene. Si aceptamos toda esta parafernalia hegeliana, y una interpretación que peca de simplista o, peor aún, de errónea, en la cual la diferencia finalmente se cancela y regresamos al Uno primordial (pero no el Uno inmediato místico) la respuesta a la pregunta de si la historia se repite podría ser que puede, que quién sabe. Si en lugar del círculo pensamos en la mucho más atractiva figura de la espiral creo que tendremos la posibilidad de pensar un concepto de repetición más sutil. No obstante, la historia seguiría teniendo un centro teológico, Dios, así que, si Dios ha muerto, necesitamos, sobre todo, una nueva concepción geométrica sin un Gran Centro Atractor, sin Origen ni Meta. Tanto Hegel como Marx piensan la historia con un Sujeto de la misma, según Foucault. Al quitar el Sujeto de la Historia uno puede sentirse desconcertado. Lo que sucede es que la filosofía de la historia que dio lugar a la concepción de una Historia, con mayúsculas, unitaria, se tambalea, su supuesta universalidad se revela una particularidad elevada a Historia Universal. No obstante, quizá necesitemos la ficción de un sujeto. Quiero decir: quizá se trate de una ficción operativa, con efectos reales. El modo de ser de los conceptos no difiere demasiado del modo de ser de las herramientas: sirven, funcionan, se usan, o bien se quedan obsoletos, se oxidan, etc. Tal como la pensamos, la historia no es sino un producto de la modernidad. Su temporalidad es una línea recta, simbólica. Con la caída del Sujeto, ya sea el Espíritu o los modos de producción, asistimos a las ruinas del futuro; la imaginación del futuro es indistinguible de un remoto pasado, aunque esté situado en una atmósfera post tercera guerra mundial o post catástrofe nuclear en la que la post-humanidad sobrevive entre inteligencias artificiales demasiado humanas: volvemos a un estado de barbarie, en castigo por la barbaridad de la civilización que ha creado tecnología ultradestructiva. La Ciudad de Dios se vuelve ciudad infernal en esa teología secularizada que es la concepción progresiva de la historia.

Puede que la historia se repita, una vez como tragedia, otra como comedia. No se repite lo mismo. La historia es el teatro de la diferencia. Se trata de un teatro sin espectador, sin punto de vista externo; todos estamos sumidos en su remolino y en sus caprichosas figuras geométricas: círculos, líneas, espirales. Antes de responder a la pregunta de si la historia se repite necesitamos una nueva concepción geométrica de la misma que salve el futuro y supere (¿hegelianamente?) la posmodernidad.

Pablo García Ruiz, 8º de E.G.B, Grupo A.


Su profesora de Lengua y Literatura, la señorita Loren, le aconsejó a Pablo que tratara de ser más claro, que escribiera algo que no pudiera ser confundido con una tomadura de pelo. Pablo respondió que él no había intentado tomar el pelo a nadie, sólo esbozar un plan de trabajo teórico, y que la pregunta exigía, en primer lugar, considerar el propio concepto de historia y, en segundo lugar, el concepto de repetición, y que, en tercer lugar, no hacerlo así sí que sería una tomadura de pelo, porque en ese caso estaría simulando saber lo que no sabe. La señorita Loren le contestó que sólo se trataba de una redacción, que los de Coca-Cola iban a juzgar su corrección a la hora de escribir, no sus ideas, y que si quería participar en el concurso de redacción iba a tener que limitarse a escribir frases bien construidas, a demostrar la amplitud/riqueza de su vocabulario/léxico y su capacidad para inventar/construir comparaciones/símiles/analogías y metáforas y desarrollar la redación acogiéndose al rígido esquema de presentación-nudo-desenlace, o dicho de otro modo: introducción-desarrollo-conclusión. Pablo, que pasaba por un período platónico, respondió que todos esos consejos de sofista le parecían inmundos, porque de lo que se trataba era de ver la Verdad, y que los sofistas eran falsos pretendientes de la Verdad y que si se iba a librar una batalla entre las letras y la filosofía él ya había escogido su bando.

La señorita Loren le obligó a repetir la redacción. La señorita Loren consideraba que era una pena que un chico con tanto potencial como Pablo estuviera tan perturbado. Siempre le contemplaba en el patio, durante el recreo, paseando de un lado a otro, completamente solo. Era el chico más retraído del mundo. Sólo hablaba, de vez en cuando, con Irene Valinski, de 8º B, una chica en cierto sentido tan rara como él, pero mucho más alegre y habladora. A Irene le caía bien Pablo, pero no sabría decir por qué.

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