domingo, 29 de marzo de 2020

29/03/2020

Lo de seguir horarios y rutinas se ha ido al carajo. Ayer me quedé hasta las siete de la mañana viendo películas de Fritz Lang —Perversidad y La mujer del cuadro—, Bergman —Sonrisas de una noche de verano— y Howard Hawks —Luna nueva—. Ahora son las cuatro. Acabo de tomar un café. No tengo hambre. El sol entra por la ventana. Es domingo. Da lo mismo

Registrar lo infraordinario. Poco más puedes decir. Aunque, en medio de tanto ruido discursivo, incluso decir que poco puedes decir parece ser ya decir demasiado. Algo hay que decir, sin embargo. Y algo hay que hacer. Otro café. Liarse un cigarrillo. Poner la lavadora. Por ejemplo. Gestos mínimos, inevitables.

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