viernes, 19 de febrero de 2016
Las sagradas escrituras posmodernas
Estoy comprando libros por encima de mis posibilidades lectoras. Otra vez. Pero el mamotreto de Gaddis me estaba susurrando desde hacía tiempo «léeme, yo soy la biblia del posmodernismo, soy el camino y la vida, logos seminal, sin mí el universo literario contemporáneo es nada; yo soy el pionero, el precursor, sin mí no existirían Pynchon ni Wallace, tampoco Evan Dara; mi Torre de Papel no tiene fin».
Primeras y apresuradas impresiones:
Se deja leer estupendamente. Me estoy riendo a carcajadas (no esperaba que fuera tan gracioso). Se habla de España, ¡y de Extremadura! Tampoco me lo esperaba. A mí me gusta mucho Extremadura: en esa bendita tierra está la gente más amable del mundo (cuando estuve trabajando en la Biblioteca de Badajoz el guardia de seguridad me llevaba en coche a mi casa, para que no muriera achicharrado por el camino, y mis compañeros de trabajo me daban pasteles, latas de sardinas y otras viandas para que me alimentara bien, tal vez alarmados por lo que habitualmente se considera mi extrema delgadez) y en Badajoz, cerca de la Plaza Alta, hay una churrería-librería que vende libros viejos a un euro. También se habla del catolicismo versus protestantismo, uno de mis temas preferidos (se puede saber por qué, podría decírseme, te interesa/obsesiona tanto la religión, Señor S, a lo que yo contestaría: pues la verdad es que no lo sé, señores del jurado, pero me topo con el tema todo el rato y siento la necesidad de entender qué coño es o deja de ser la religión)
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