miércoles, 3 de febrero de 2016

Interconexiones múltiples

Dejemos de lado por un momento —ejem— el mundo extratextual de ahí afuera y centrémonos en los libros. Aunque sabido, no deja de ser curioso cómo los libros establecen extrañas conexiones entre ellos, cómo tejen relaciones entre sí y se llaman unos a otros en una suerte de conversación sin fin, de murmullo incesante... ningún libro es una entidad completa, cerrada, y eso no es ningún sofisma posmoderno sino una evidencia palmaria...

...Me pongo a leer, por fin, tras mi sanción por retrasos en la biblioteca pública y tras mi penosa etapa de enclaustramiento estudiantil, en la que devoré inútilmente cantidades demenciales de información, El cuaderno perdido, de Evan Dara, a la par que el ya mencionado libro de Rebecca Solnit Wanderlust, y me encuentro con que el ¿narrador?, ¿protagonista?, ¿ojo peripatético?, ¿voz incopórea?, de la novela de Evan Dara, un ente invisible en todo caso (igual que el propio Dara, del que nada se sabe) dice...
me levanto de mi oscuro banco en el parque y reanudo la marcha, caminando, nada más que caminando, una lanzamiento de pelota tras otro, adentrándome en la oscuridad, un pie tras otro, caminando, nada más que caminando, por siempre caminando, solo continuar, caminar y continuar...
Camina, luego tiene un cuerpo... no es una voz incorpórea... nuestra hipótesis estaba errada, parece... es igual...

...En El cuaderno perdido también sale el tema de Escher (y del fondo y la figura al que hacíamos referenica AQUÍ...)
sí, sé que Escher no vale nada y está sobreexplotado comercialmente y es bazofia, que es el antiarte, que los árbitros han arbitrado en su contra, pero fue sentarme e ir pasando las páginas y las intrincadas litografias comenzaron a cautivarme
Poco antes de levantarse del oscuro banco del parque y ponerse a caminar, nada más que caminar, el narrador/protagonista/voz se había referido a la posibilidad de refutar la dicotomía entre el fondo y la figura, lo que conecta claramente con Escher, aunque el narrador/protagonista/voz es escéptico en cuanto a esa posible refutación: haría falta temblor ocular compartido, interpenetración auténtica, y de momento el narrador/protagonista/voz parecer ser más bien un caminante solitario, algo más que un espectador y algo menos que un participante...

PD: Solo llevo leídas 33 páginas —33, la edad de Cristo, la edad que yo mismo cumpliré en abril de este año...—, pero me está pareciendo, desde ya, una novela flipante...

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