lunes, 15 de febrero de 2016
Ciclotimia política
Mi relación con la política es totalmente ciclotímica. Paso de un interés obsesivo a una indiferencia olímpica en cuestión de días. La indiferencia puede convertirse fácilmente en repugnancia y hostilidad. Ahora mismo, por ejemplo, la sola idea de ver programas que aborden temas políticos me produce una serie de síntomas físicos muy desagradables: náuseas, mareos, arcadas, jaquecas, lipotimias. Así que, por una cuestión de salud, me veo obligado a volverme apolítico. Soy consciente de que esto constituye un pecado imperdonable para la izquierda. Que los progres echan espumarajos por la boca cada vez que alguien osa declarse apolítico. ¡Estás equivocado, loco, no existe tal cosa!, dicen. Vale, de acuerdo. Pero tengo derecho a no ser bombardeado diariamente por oleadas de discursos idiotas y discusiones truculentas, y a no ver jamás los programas demenciales de la televisión. Jamás.
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