No sé si me gusta más la chica wittgensteiniana de DFW en La escoba del sistema o la chica heideggeriana de Vollmann en Pelo violeta (estoy muy a favor, en cualquier caso, de los relatos protagonizados por chicas obsesionadas con filósofos). Leonore Beadsman o Catherine. Gran dilema. ¿Qué se dirían entre ellas?
Ahora, en esta luminosa mañana de octubre, en la que la belleza matinal se une al descanso sabático y hasta mi ventana llega el rumor lejano de los coches y la quietud de la inmensidad azul del cielo es como una laguna de tranquilidad imperturbable, voy a resumir la filosofía de Heidegger, que yo mismo estoy lejísimos de entender cabalmente -¡si es que tal cosa es siquiera posible!-, diciendo que en sus manos la ontología se transforma en fenomenología, y que lo que eso quiere decir es que detrás de los fenómenos no hay nada. Lo que hace Heidegger es, grosso modo, desmantelar el mito de una presencia plena oculta detrás de las apariencias, el mito conspiranoico más querido por la metafísica occidental clásica. Todo este rollo es mucho más complejo, pero creo que para tratarse de una mañana de sábado ya hemos hecho suficiente ejercicio mental.
PD: Hegel decía que la nada es siempre la nada de algo... Ahí lo dejo, remarcando enfáticamente la preposición para cargarla arbitrariamente de un supuesto significado profundo cuyo desciframiento dejo a la amable consideración del lector...
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¡Esto sí que es empoderamiento! Degustemos las palabras de la gran Danerys en Valyrio, su lengua materna: Dovaogēdys! Naejot memēbāt...
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Ni «espíritu de sacrificio», ni «afán de superación», ni «aspiración a la excelencia». Ni ningún respeto o simpatía por tales cosas.
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