miércoles, 1 de octubre de 2014

Fragmentos

1. El otro día, no importa en realidad qué día, escribí: ahora que las hadas han muerto, las noches son más frías, más largas, más oscuras. Han muerto en silencio, sin lamentos ni alharacas, sin estridencias de viejas plañideras, sin tan siquiera emitir un débil quejido que el cielo pudiese acoger en su seno transparente. Han muerto con orgullo estoico. Pero, eso sí, en sus ojos, en sus enormes ojos negros, turbios y mudos, se concentraba toda la tristeza del mundo. La muerte de las hadas ha sido, por supuesto, un asesinato.

2. Escribir novelas requiere un esfuerzo titánico. Me refiero, claro está, a escribir buenas novelas. Pero inventarse títulos requiere un esfuerzo mínimo y es la mar de entretenido. He aquí unos pocos títulos de libros inexistentes: Sobrevivir no es un mal plan; Aurora sangrienta: páginas de poesía teológico-política; En el cielo de los suicidas nunca llueve; Un murmullo subterráneo recorre el mundo.

3. Tengo un montón de información inútil almacenada en mi cerebro. Fechas de muertes y nacimientos. Los poderosos y absurdos engranajes del tiempo y de la reproducción de la especie funcionan sin descanso. Si fuera un dios, o cualquier otra inimaginable entidad con la capacidad de contemplar sub specie aeternitatis este espectáculo, diría, con lacónica elegancia y olímpica frialdad: los seres humanos nacían y morían.

4. Valeria Luiselli nació en 1983. Yo también nací en 1983. Kafka nació un siglo antes, en 1883. En 1983 murió John Fante. En 1983 murió Luis Buñuel. En 1983 murió Ross McDonald, seudónimo de Kenneth Millar, considerado por muchos el mejor discípulo de Raymond Chandler, según dice la contraportada de su novela El blanco móvil. En 1983 murió Tennessee Williams, autor de La gata sobre el tejado de zinc caliente, un libro que tengo pero que no he leído. Solo he visto la película. En 1983 murió Xavier Zubiri, filósofo. Tengo un ejemplar de Cinco lecciones de Filosofía. Zubiri habla de Aristóteles, de Kant, de Comte, de Bergson y de Husserl. El ejemplar está muy deteriorado. Es un edición de 1980. No sé qué pinta ahí Comte. Mentiría si dijera que toda esta información estaba almacenada en mi cerebro. 

5. Valeria Luiselli es muy guapa. No sé si se puede decir algo así en estos tiempos sin ser considerado misógino, machista, cavernario, capullo, primate primitivo y cosas así. Espero que sí se pueda. Brenda Lozano también es muy guapa, también es mejicana y también es escritora. Por eso mi cabeza, o Internet, las ha unido inextricablemente. Lo más seguro es que haya sido Internet. No creo que todas las escritoras mejicanas sean así de guapas. Pero, de momento, solo he podido leer artículos suyos por Internet. En la biblioteca no tienen ningún libro suyo y mi presupuesto para libros de este mes se lo ha llevado William T. Vollmann. Habrá que esperar a la próxima partida presupuestaria dedicada al noble arte de coleccionar libros.

6. Brenda Lozano escribía en un artículo que Clarice Lispector era muy guapa, y que había que decirlo. De ahí que esté yo ahora hablando de esto. Marguerite Duras escribió sobre su rostro, sobre su rostro que un día fue hermoso y de repente dejó de ser hermoso y se convirtió en un rostro devastado. A Marguerite Duras le gustaba más su rostro devastado. Su rostro devastado seguía siendo, de alguna manera, un rostro bello. La belleza devastada tal vez sea más profunda, se me ocurre ahora, aunque la frase me suena demasiado profunda.

7. Lo más profundo es la piel, eso lo sabemos todos.

8. Sigamos un poco más con el tema anterior, fuera el que fuese. Sobre los rostros y la belleza de los demás es fácil juzgar, o relativamente fácil. Pero el rostro propio es otro asunto. David Foster Wallace escribió en La broma infinita sobre la dificultad de saber si uno mismo es guapo o feo, o sobre la dificultad de verse a uno mismo de una forma o de otra. Algo así. No me acuerdo de si Hal estaba frente al espejo fumando hierba y cavilando sobre estas cuestiones -es una novela MUY larga, no se puede uno acordar de todo-, pero no creo, porque Hal fumaba a escondidas, en los conductos de ventilación, donde el viento genera gemidos desolados. La escena, en cualquier caso, es plausible. A mí me lo parece, vaya. Hal intentando verse a sí mismo como si fuera otro y entrando irremediablemente en los típicos bucles de pensamiento marihuano.

9. He tenido un déjà vu de lo más raro mientras escribía el fragmento anterior. ¿Qué demonios está pasando en Matrix?

10. Hablemos ahora de mi pelo. No es un tema que tenga interés, cierto, pero no se me ocurre ninguna otra cosa. No me gusta nada mi pelo. Querría tenerlo rizado, como Bob Dylan. Pero la genética es una amante cruel. ¿Una amante cruel? Disculpen, esa frase no ha tenido el menor sentido. Antes lo llevaba largo. Antes, hace siglos. Un verano, tendría once o doce años, no me acuerdo bien, me cortaron el pelo mucho más corto de lo que yo quería, mucho más corto de lo que normalmente me lo cortaban, y el resultado me estremeció de horror y me fui corriendo desde la peluquería hasta mi casa a toda velocidad y al llegar a casa tenía ganas de llorar y le dije a mi madre que no pensaba salir de casa hasta que me creciera el pelo y mi hermana me dijo que no dramatizara tanto por nada y yo respondí algo así como que me veía horroroso y que aquello era una catástrofe estética de dimensiones inenarrables y que la peluquera era una imbécil y mi hermana me dijo que me pusiera una gorra y listo. Y eso es lo que hice. Me puse una gorra y decidí no quitármela hasta que me creciera el pelo. Y ahora, ya ves tú, no me gusta llevar el pelo largo.

11. Último fragmento que versa sobre mi pelo. Se me ha dicho que cuando tenía diecinueve años o así me tapaba la cara con el pelo. Literalmente. Que no se me veía la cara porque tenía el pelo muy largo y hablaba mirando para el suelo, de manera que el pelo caía sobre mi rostro como un velo protector. Ese relato está bastante exagerado, creo yo.

12. William T. Vollmann es más feo que David Foster Wallace. Wiliam T. Vollman está vivo, David Foster Wallace se ahorcó el 12 de septiembre de 2008. Esta fecha sí me la sé de memoria. Enfrente de mí hay una foto suya, con la bandana -palabra que la RAE no registra, por cierto- cubriéndole el pelo, el cráneo, el cerebro.

13. No sé si el cielo de los suicidas parece un cerebro. No sé si tienen un cielo para ellos. Pienso en John Kennedy Toole, que se suicidó con 31 años. Pienso en Chusé Izuel, que se suicidó con 24 años, el 27 de febrero de 1992, y que, según cuenta Félix Romeo, se reía mucho con La conjura de los necios.

14. A la izquierda de la foto de David Foster Wallace tengo una foto de Jerusalén. Es una vista aérea. Se ve la cúpula de la roca. A la derecha, una reproducción de La escuela de Atenas. Fe y razón. Jerusalén y Atenas. Los dos polos de lo que somos, en mi opinión.

15. En otra pared hay un cuadro de Marilyn Monroe.

16. Yo también me río con La conjura de los necios. Me río mucho. Me río hasta que se me parte el alma. Disculpen la solemnidad de la última frase. La solemnidad y la tontería siempre andan cerca la una de la otra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario