viernes, 24 de octubre de 2014

Algarabía libresca

Las ferias de libro viejo y de ocasión son siempre motivo de regocijo y algarabía. Libros viejos y tirados de precio -pero cuyo valor es incalculablemente alto, de hecho es una asíntota que se acerca más y más a la curva del infinito, por decirlo de un modo enrevesado que de la impresión de que yo sé algo de matemáticas o lo que es una asíntota-, ¿qué más se le puede pedir a la vida? Bueno, si recapacitamos un poco hemos de admitir que se le pueden pedir bastantes cosas más, pero lo fundamental para poder resistir a la intemperie existencial, al descalabro social y al hundimiento abismal en la oscuridad más oscura y total está en los libros, en esos libros que siguen portando la antorcha y alimentando su fuego eterno contra viento y marea, contra todos los azotes e inclemencias que amenazan su delicada pero necesaria existencia.

¿Cómo puede ser, cabría preguntarse, el fuego eterno y frágil a la vez? ¿De qué eternidad estamos hablando? Pues mucho me temo que de una eternidad quebradiza, de una eternidad que necesita alimento para brillar y dar cobijo, para ser guía y refugio.

(En un solo párrafo he hecho referencia a conceptos tan grandilocuentes, tan inmanejables, tan desmesurados como infinito y eternidad, así que me veo obligado a rebajar el tono a partir de ahora).

Como flores de loto que brotasen en el cieno, como iridiscentes gemas esparcidas azarosamente aquí y allá por un terreno baldío, gemas que recogiesen la luz solar y la concentrasen en su precioso seno formando reverberantes puntos de inusitada intensidad lumínica, así surgieron ante mi vista, propulsados por mis escudriñadores e infatigables dedos, ávidos de descubrimientos sorprendentes, las siguientes joyas literarias, objetos propiciadores de incontables horas de felicidad clandestina:

-El asno de oro, Apuleyo.
-Vida y opiniones del caballero Tristram Shandy, Laurence Sterne.
-El Spinoza de la calle Market, Isaac Bashevis Singer
-Bajo el volcán, Malcolm Lowry
-Manhattan Transfer, John Dos Passos
-Pabellón de reposo, Camilo José Cela

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