jueves, 18 de abril de 2013

Posmodernismo audiovisual: intertextualidad paródica y dialogismo deconstructivo



Sabrán disculpar el terrorismo verbal del título (Dios no ama a los pedantes, pero a los resentidos les odia, y con los irónicos, como no podía ser de otra manera, es ambivalente, a veces les ama y otras les odia).

No sería osado decir que ya en la coreografía original de Beyonce había un elemento que deconstruía los roles de género y que aquí lo que se hace es explicitarlo.

Prosigamos nuestra labor (sea cual sea). En Community, la serie de Abed, amo y señor y genio supremo de la intertextualidad y de la metatextualidad, un auténtico vórtice de autoconsciencia y erudición pop, se burlan de Glee.



Ahora, el final de Regional Holiday Music, que pongo más que nada porque mola, con el impagable Merry Chang-mas




Es curiosa la reivindicación de la idea de originalidad, porque si en algo no se basa Community, es en la originalidad, sino en la parodia (y en una inabarcable red de referencias), y las parodias, en cierta medida, son parasitarias de lo parodiado, lo que sucede es que cuando una serie lo hace de forma tan brillante entra por la puerta grande en el Olimpo del humor y se convierte en un hito televisivo.

Sigamos Glee. Concretamente, con una escena que tiene un montón de implicaciones (rebuscadas). Tomando como base un videoclip de Lady Gaga (que por cierto hace referencias a Michael Jackson y a Tarantino), puede verse que la música sirve, en cuanto referente compartido, para crear vínculos comunitarios y romper el solipsismo del sujeto que estaba aislado con sus cascos. Hasta que llega la autoridad y acaba con la jouissance de forma imperativa.



También podríamos hablar del paso de la música diegética (aunque en realidad no la escuchamos, solo escuchamos a la chica de los cascos cantar, por lo que, en rigor, tal vez debiéramos hablar de voz diegética) a la música extradiegética (aunque, en rigor, la música sí forma parte del desarrollo de la escena, de lo que se narra, así que no sé, a lo mejor el uso que hace Glee de la música desborda esta categorización, o yo me estoy haciendo un lío) con que se celebra la apertura al otro, salvando así el abismo de la alteridad, pero creo que por hoy ya se me ha ido la olla bastante.

Al hilo de esto (más o menos, y obviamente rompiendo la promesa implícita que de cumplirse hubiera ya terminado con el post) podríamos aludir a La escoba del sistema, novela en la que un veinteañero David Foster Wallace introduce enrevesadísimas bromas filosóficas. En el capítulo seis, Norman Bombardini pide nueve filetes porque está planeando crecer hasta un tamaño infinito y acabar así con la alteridad. Si la alteridad es lo Otro en el Yo, un Yo infinito acabaría con lo Otro. En este mismo capítulo hay otra broma en relación con Wittgenstein, cuando el camarero argumenta que no puede hacer lo que le pide porque servir nueve menús simultáneos está más allá del ámbito de su experiencia. Lo que está haciendo David Foster Wallace viene a ser lo que él mismo interpretará como la base de lo gracioso en Kafka: una especie de literalización radical de verdades que solemos tratar en forma de metáforas. También al hilo de esto (y ya me callo) decía Deleuze que el humor siempre es literal y (lo siento, pero también viene al hilo) ahí está el trío cómico de medio aspies formado por el gran Abed, el solo gracioso en las dos primeras temporadas de The Big Bang Theory Sheldon Cooper y Moss de The IT crowd para demostrarlo.

PD: Próximamente, en sus mejores pantallas, un análisis de Plane Jane: una chica del montón, de la MTV, considerado como un cruce entre el cuento del patito feo y la Celestina.

PD2: Si se me permite un ultimísimo apunte sobre el humor kafkiano, diría que se basa también en una especie de exclusión de la causa final, en un mundo donde los motivos de las acciones no están claros, si es que los hay. Josef K. no sabe por qué le están procesando. Es un humor peculiar, desde luego. Otra cosa graciosa en Kafka es que, por ejemplo, Josef K se inventa que tiene una cita a las nueve de la mañana, aunque nadie le ha citado a esa hora, y luego resultará que, en efecto, la hora de la cita era exactamente las nueve.  

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