martes, 2 de abril de 2013

Algunas ocurrencias que pasaron por mi mente sin que pudiera evitarlo

Los dioses, clementes o inclementes, quién sabe, de inescrutables designios en cualquier caso, no tuvieron a bien concederme una mente ordenada, capaz de enlazar ideas sistemáticamente, con rigor, precisión y claridad cartesiana, o de cualquier otro tipo, sino una mente abocada a la dispersión, una mente que pulula al azar, cual saltimbanqui inquieto, entre una confusa madeja de fragmentos, ideas, frases, imágenes, sensaciones, que le llegan en oleadas repentinas y fugaces, bancos de escurridizos peces de colores rumbo a las profundidades abisales. No es tan trágico, desde luego, pero que a un fan de Spinoza le hagan esto, que a alguien convencido de que la filosofía es sistemática o no es, que a alguien así, digo, le hagan esta jugarreta los dioses, poseer una mente que se distrae con el vuelo de una mosca y que contempla con deleite su trayectoria, sus requiebros aéreos y sus piruetas zumbadoras, con el peligro de caer en un diletantismo ensimismado que conlleva el hecho de, digámoslo así, no tener puerto intelectual alguno en el que asentarse, no le sienta nada bien. En fin, que este preámbulo lo que viene a decir, si se despeja un poco la quizá espesa retórica que lo adorna y la también quizá retorcida sintaxis que lo sostiene, es que, dejando aparte el tema de la pereza, un mal inherente a mi naturaleza singular, pero también la pasión más fuerte que hay según ese genio tutelar y uno de los principales dioses de nuestro panteón politeísta pagano que es Beckett, entendiendo el término pasión más bien en su acepción etimológica que en su significado usual y, por cierto, curioso, porque a mí no me digas pero, por lógica, pasión debiera designar un padecimiento, no una acción, no van a encontrar, por muy bien que busquen, queridos, bienvenidos, acaso sufridos lectores, ni un atisbo de la tan necesaria como jodidamente difícil de alcanzar sistematicidad a la que venimos aludiendo y enalteciendo a la par que ignorando olímpicamente. Pensamientos deslavazados, deshilachados, despeinados, eso sí.

1. La primera ocurrencia de la que debo dejar constancia es probablemente una flipada solo justificable en casos de insomnio grave o cualesquiera otras alteraciones del sueño o de la conciencia, pero debe quedar bien claro que no es fruto de uno de esos típicos momentos en los que ciertas sustancias ayudan a alcanzar epifanías de chichinabo que obviamente al rato se desvanecen como lágrimas en la lluvia o como humo entre la niebla, lo que prefieran. Bien, yo lo dejo aquí, y luego ya si eso pues juzgan a qué distancia se me ha ido la olla. El anteriormente mentado en este mismo blog capítulo de la mosca de Breaking Bad es algo así como  la versión kafkiana de Moby Dick. Ahí queda eso. Piénsenlo. Dejen que la idea repose en sus cabezas. Ahí tenemos al protagonista, irracionalmente obsesionado con matar a un bicharraco minúsculo, es decir, a la insignificante mosca. La locura de Ahab trasladada a un espacio cerrado, la ballena blanca transformada en una mosca maldita.

2. La segunda no es tan hermeneúticamente osada o disparatada, creo yo. Tiene que ver, una vez más, lo siento, con un desmedido fanatismo por la figura y obra de, por supuesto, David Foster Wallace. La cuestión, en resumidas cuentas, es la siguiente: por un lado tendríamos a los posmodernos juguetones hiperconscientes del carácter ficcional y lúdico de la literatura, despreocupados, en principio, por los planteamientos éticos o existenciales. Que cada cual se las arregle como pueda, nosotros hemos venido aquí a hacer malabares con las palabras y a desquiciar a según quién con las paradojas y la recursividad y a gozar con una estética pura, emancipada de todo lo que huela a sermón. Por otro lado, pues novelistas profundamente preocupados por cuestiones morales, a lo Dostoievski. Entonces, de pronto, aparece un tipo grande, melenudo, superfan de Wittgenstein, que sabe un montón de matemáticas y de tenis y de cualquier cosa, que, ironías de la vida, maneja a su antojo la ironía posmoderna pero no se siente cómodo en ella, y provoca la gran convergencia de estas dos corrientes. La ética es una cuestión central, que gravita por toda la obra de DFW. Javier Calvo, tal vez el ser humano más importante que hay en España por, entre otras cosas, traducir a DFW, dijo, en la presentación en Barcelona de La escoba del sistema, una novela donde una cacatúa parlante llamada Vlad el Empalador se convierte en la estrella de un programa de televisión religioso, entre otros rasgos pynchonescos lúdico-festivos desternillantes, que la ética de DFW le parecía monstruosa. Juan Francisco Ferré creo que escribió, o lo dijo en una entrevista, que la moral de DFW era lo que menos le interesaba de su obra. Realmente no sé muy bien por qué dicen esto, y sé que ellos saben de lo que hablan. Por ejemplo, en El rey pálido, en el impresionante y magistral capítulo 22, se encuentra uno de los momentos que, de alguna forma, resumen, si tal cosa fuera posible tratándose de quien se trata, la moral de DFW, cuando el profesor empieza a hablar sobre el verdadero y no teatral heroísmo y dice algo así como: caballeros, bienvenidos al mundo real: aquí no hay público, nadie para admirarles ni aplaudirles. Un crítico estadounidense dijo que DFW era estéticamente radical, pero metafísicamente conservador, y tal vez tuviera razón. Más allá, o más acá, o al lado o donde sea, del artificio, del juego, está, sencillamente, la verdad, y la verdad, dice DFW, no cambia nunca de melodía.

3. En realidad una coda de la segunda ocurrencia en forma de pregunta retórica: ¿No ha convertido DFW aspectos lógicos formales en tragedias existenciales? Me explico: en El neón de siempre, relato que forma parte de Extinción, conjunto de relatos que a la luz de La escoba del sistema se nos presentan mucho más oscuros y ensimismados, las paradojas no son meramente un juego, no son divertidas, de hecho son casi terroríficas, trampas en las que a lo mejor sería conveniente no meterse. El artificio a lo Barth se ha esfumado, o ha mutado: DFW no sostiene ni el espejo del realismo mimético, ni el espejo distorsionador del callejón del gato, ni el espejo del espejo, DFW sostiene un bisturí.

4. Comentario de la última frase: tal vez se me ha ido un poco la mano, pero me parecía que la frase quedaba bien, con un final tajante que, claro, este comentario acaba de arruinar.

4 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. No he leído nada de DFW, a excepción de un relato que usted mismo enlaza en su blog.
    Aunque siempre me han atraído especialmente los escritores y escritos de y sobre suicidas, como a Juan Bonilla.

    Sobre La pena o la nada, ok, pero Sólo viento ufffffff

    Y, bueno, que ya está su blog enlazado en el mío. Es posible que gracias a ello su número de visitas aumente en una o incluso dos al año xD

    Por cierto, ¿de sus oposiciones se sabe algo? ¿se convocan? ¿O esta gente que hay encaramada en el poder al más puro estilo bananero también considera que las bibliotecas sobran?

    Saludos¡

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  3. Solo viento es una de mis canciones preferidas de Nacho Vegas... "Y ahora alcanzo a comprender la tristeza de saber que hay más estrellas en el firmamento... y verlas pasar... pasar como el viento", lo declaro a la altura (no, qué hostias, por encima) de Ezra Pound

    Las oposiciones, pues bueno, a ver, hice unas y estoy a la espera de saber el resultado... y no, no se convocan muchas

    "Oí la voz de una mujer diciéndome no puedes seguir siempre siendo solo viento..." Otra ocurrencia disparatada que tuve pensando en esta canción (creo que esta misma mañana... es raro que la menciones... y tal vez un preocupante signo de una no demasiado bien disimulada tendencia a obsesionarse con las cosas) es que todas las eses de "no puedeS Seguir Siempre Siendo Solo.." imitan el sonido del viento... como si en el significante se cumpliera el significado mismo (seguro que estoy desbarrando)

    saludos... te enlazo también, y también ganarás una o dos visistas anuales XD

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  4. No, no me parece desbarre (al menos no injustificado) lo que dice usted acerca de la onomatopeya en la letra de Sólo Viento; más aún teniendo en cuenta que el propio Nacho Vegas ha declarado -como usted sin duda sabrá- que es un filólogo frustrado.

    Gracias por el enlace y preparémonos pues para el inminente estrellato blogosférico XD

    Un saludo

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