martes, 16 de abril de 2013

Borradores

Pues eso, que tenían un montón de borradores ahí guardados, condenados al ostracismo, y ahora ven la luz todos juntos y revueltos.


El Apocalipsis

Antes, Audrey Hepburn o Ava Gardern o Lauren Bacall eran estrellas. Ahora tenemos a Lena Dunham. La conclusión es evidente: el Apocalipsis está muy cerca. Y si no lo está, debería estarlo.


Encuentros literarios

-Todos los párrafos del cuento están crípticamente conectados entre sí formando un conjunto, pero pueden leerse en cualquier orden. De hecho, los escribí en un determinado orden y a continuación los imprimí, los mezclé al azar y los volví a escribir en ese orden dictado por el azar.
-¿Y por qué has hecho eso?
-Me pareció guay. Aun así el resultado es demasiado claro. Quiero decir, me gustaría ser capaz de que a un lector de Ruíz Zafón le diera un síncope leyendo mi cuento e, incluso, de que me odiara. Lo considero un imperativo del honor literario. Que un lector de Zafón me odiara me haría feliz.
-...
-Si las criadas tracias no se ríen de tu obra, algo has hecho mal.


Western

Es indudablemente cierto que, como dice David Foster Wallace, los deportistas se expresan emitiendo una sarta permutatoria de tópicos muertos, pero no estoy muy seguro de que la culpa sea suya, porque, al fin y al cabo, los periodistas suelen hacerles preguntas que incluyen de antemano la respuesta, de tal forma que el deportista en cuestión no parece tener otra salida que asentir y lanzar la consabida y socorrida ristra de tópicos muertos para salir del paso. Habría que ser, además de un deportista, un orador consumado y especialmente habilidoso para poder sortear con éxito las respuestas banales a las que casi inevitablemente les conducen los periodistas. Yo diría que, en sentido estricto, las preguntas de los periodistas deportivos ni siquiera son preguntas. El partido bien, ¿no? Ante algo así, ¿qué se puede responder? Un lacónico sí bastaría. Por mi parte, animo a todos los deportistas a responder estrictamente a lo que se les pregunta sin añadir comentarios de ningún tipo y a soportar el incómodo silencio que se produciría mirando fijamente a los periodistas, como si estuviesen protagonizado el duelo final de una película de Sergio Leone


Procastinadores, uníos

Si uno lo piensa bien, el chiste procastinadores, uníos... pero mañana, es trágico y característico de una época histórica agotada e inane donde al parecer lo único que podemos esperar es una infinidad de inversiones irónicas del pasado reciente. El chiste es trágico porque es básicamente cierto: ya no quedan trabajadores, solo procastinadores, los proletarios ya no van a unirse, el reinado de terror neoliberal no tiene oposición, esta se posterga indefinidamente o se contenta con apelaciones fútiles a los buenos sentimientos o se se cree ilusamente que una buena gestión es la solución de la crisis.


Hombres menguantes en pueblos miserables

Unos roces inquietos sobre el cristal le hicieron salir de su ensimismamiento: sí, granizaba sobre las desoladas, abandonadas, solitarias y feas calles de su miserable pueblo. Granizaba sobre los tejados con goteras y sobre las chapas rayadas de los coches, que flanqueaban la calle como dos filas de viejos tristes que esperan, sentados, a que pase la tarde. Granizaba sobre un mundo descompuesto y aburrido, al que había que dar un pequeño empujón para ayudarle a que cayera definitivamente, a que se hundiera de una buena vez y para siempre, a que se borrara como se borra un dibujo en la arena gracias a las olas o se desvanece un mal sueño con la llegada de la luz del día. Los periódicos tenían razón: el mundo se había ido al carajo, pero este lugar siempre había sido un lugar del carajo, un lugar feo hasta decir basta, absurdo como pocos, y feo, rematadamente feo. Granizaba sin fuerza ya, lo que le entristeció sobremanera: así no se iba a llevar a cabo la anhelada destrucción de su pueblo; este seguiría en pie, absurdamente, impertérrito, el muy cabrón. La granizada fue perdiendo fuerza hasta convertirse en un tímida, pausada, mansa lluvia, como si hubiera sucumbido al desánimo y cayera con una resignación vagamente estoica no exenta, quizás, de cierto orgullo. Se dijo, por decirse algo, más que nada, que acaso su deber fuera permanecer en pie, como un centinela de lo imposible. Esto del centinela de lo imposible le sonaba bien, aunque no significaba, en el fondo, nada, o menos que nada. Estaba cansado, irritable, acomodado en un silencio hosco e impenetrable, rodeado por una marejada de pensamientos ridículos. Pensó en aquel poeta cuya vida fue haciéndose insoportable por culpa de su irremediable tendencia a dejarlo todo para otro día, a postergar la acción indefinidamente, a desplazarlo todo eternamente, para una mañana que, claro está, nunca llegaba. Pensó en la pereza, la cual, como se ha dicho, es la mayor de las pasiones. Pensó en la tiranía de la felicidad, en ese imperativo tiránico por excelencia, auténtico pathos capitalista y compulsivo. Sabía que era un viejo cascarrabias, que siempre lo había sido y que seguiría siéndolo. Un viejo cascarrabias perdido en un mundo tan carente de teología y geometría que, la verdad, a estas alturas, giraba por girar. Contempló la salida del sol, irradiando serenidad al deslizarse sobre el pavimento mojado, y aspiró el olor de la lluvia reciente. Pensó que no sería descabellado que él también se hubiera metido en una especie de espiral invertida y estuviera siendo gradualmente absorbido por ella, lo cual no le importaba demasiado: sentía empequeñecerse, menguar.


Diarios. Marzo

10 de marzo

Me he visto de refilón en el espejo, luego me he metido la camiseta por dentro del pantalón vaquero y me ha parecido que quedaba bien, lo cual demuestra fehacientemente el declive imparable de mi mente: me estoy volviendo loco.

11 de marzo

He hecho unas fotografías artísticas, una serie entera sobre cielos grises y lluvia y árboles a contraluz. No tengo ni idea de fotografía. Me ha dado tanta risa estar al lado de la ventana como un idiota que se cree un artista que he tenido que tirarme al suelo. Casi se me desencaja la mandíbula y ahora me duele la barriga. Las fotos han quedado muy bien, en mi humilde opinión.

12 de marzo

No he salido de la cama. ¿Para qué?

13 de marzo

Leyendo todo el santo día, con la esperanza de que el mundo desapareciera. No lo ha hecho, el muy cabrón. Este mundo necesita un poco de teología y otro poco de geometría. No sé a dónde vamos a ir a parar. Tampoco importa mucho.

14 de marzo

Tremendo aburrimiento. No obstante, he preferido aburrirme a hacer cualquier otra cosa. Hacer cualquier otra cosa hubiese sido un suplicio. Tengo alma de viejo cascarrabias. Entre el aburrimiento y el horror, elijo el aburrimiento. Lo que pasa es que, al final, al convertir el aburrimiento en una opción de mi naturaleza singular, me lo he pasado moderadamente bien. He recortado cuadros de Van Gogh de un libro y los he pegado en la pared. Cipreses y estrellas. Un buen día.

15 de marzo

Música depresiva más literatura depresiva igual a felicidad. Esta extraña ecuación no tiene demasiado sentido lógico, pero a mí me funciona. Paso del mundo. Me he detenido un segundo a reflexionar sobre el asunto de si voy a seguir siendo un adolescente nihilista toda mi vida. He pensado que si me dejan sí, pero no me dejarán, los muy cabrones. Me da igual, de todas formas.

16 de marzo

Más fotografías. Solo me interesa la luz. Esto de que solo me interesa luz no es cierto, pero me ha quedado bordado.

17 de marzo

Todo lo que leo me parece de pésimo gusto y no retiene mi atención más de media hora. He pensado en abrir la ventana y declamar poemas al viento, pero inmediatamente he caído en la cuenta de que no me gusta declamar poemas, ni al viento ni a nadie. El viento es un poema. Esto es cursi, pero qué más da.

18 de marzo

Envejecer es un asco, se lo mire por donde se lo mire. Igual que este mundo. Nunca me pongo nostálgico, sin embargo, porque la nostalgia es directamente lo que soy. Quiero decir que no cambio de estado, no me pongo de ninguna forma. No, esto es mentira. Confesar lo que uno es equivale a mentir, lo dijo Kafka y por tanto es una verdad absoluta e indiscutible. Lo que dice Kafka va a misa.

19 de marzo

Café, cigarros y libros son los tres componentes del paraíso. A veces hay que leer con rabia, no obstante; con una rabia serena. Y huir, siempre huir, y mientras se huye agarrar un arma.

20 de marzo

Perra vida.

21 de marzo

Incapaz de prestar atención a los grandes autores. Todo el santo día leyendo relatos de ciencia-ficción escritos por aficionados. No se puede escribir peor. Me lo he pasado muy bien.

22 de marzo

No poder beber tanto como esos grandes escritores: qué falta de entusiasmo incluso para la autodestrucción, qué deprimente pequeñoburgués. Qué nostalgia de los hermosos tiempos de la autodestrucción. Bastante desganado, ahora.

23 de marzo

Leer a Hegel sería un buen entrenamiento, pero no sé para qué. El espíritu es dolor. Que se joda el espíritu. Que se joda Hegel. Pero, lo admito, prefiero a Hegel que a todas esas ideología new age. El espíritu es la negación y verdad de la naturaleza: totalmente de acuerdo. El puto Hegel.

24 de marzo

Salgo de la cama, pero obligado por misteriosas fuerzas y con dolor de cabeza. Nadie más espiritualmente apto que yo para consumar el nihilismo de una buena vez. La apoteosis de la inacción, el héroe catatónico en su máxima pureza y esplendor.

25 de marzo

La gente que está de acuerdo con el mundo, ¿para qué escribe? Me aburren. Dejad de escribir.

26 de marzo

La moral es la debilidad del cerebro, dijo Rimbaud. Una de las innumerables causas de que este mundo sea como es, una de las principales, es que existan los sermones morales. Hay que entender: ética no igual a moral.

27 de marzo

Una buena dosis de crueldad parece ser un ingrediente esencial de todo escritor, pero no hay que pasarse. Cuestión de medida, naturalmente.

28 de marzo

No se aprende nada de la experiencia, si acaso lo que habría que hacer es extraer algo de la experiencia, el acontecimiento que sobrevuela los estados de cosas, dicho de forma retorcida y poco comprensible; y algunas experiencias habría que borrarlas por completo.

29 de marzo

Agitado sin causa exterior alguna. Un pájaro surca el nuboso atardecer.

30 de marzo

Nada que comunicar. Igual que Kafka. Nada de nada. Literalmente.

31 de marzo

Escribí un relato. Lo reescribí cinco veces. Luego lo borré y empecé de nuevo. De sintaxis bien, pero no pasaba nada. Algo así como un dios ausente planeaba sobre mi cabeza, poco más.

32 de marzo

Un día absurdo, evidentemente.

33 de marzo

Marzo no se acaba nunca, al parecer

34 de marzo

Siguen pasando cosas extrañas.

35 de marzo

Me he dado cuenta de que los días han dejado de existir, lo cual me hace feliz.

36 de marzo

Qué placidez tan inesperada.


Él

Él mira por la ventana: la lluvia de primavera, suave como un susurro apenas audible, delicada y triste, cae en forma de largos hilos continuos.


Entrevistas con escritores que se están volviendo locos poco a poco

-Hay una suerte de arquitectura referencial que espero sinceramente que no sea preciso conocer para entender el relato. Básicamente mi cerebro funciona vampirizando lo que leo y veo en lugar de produciendo ideas propias. Así que esta es la lista: los cipreses remiten a Van Gogh; la cerca cuyo diámetro es tan grande que podría ser una línea remite a Nicolás de Cusa; lo de no comprender el significado de las palabras remite, por supuesto, a Wittgenstein, ya que se supone que en una escenario postapocalíptico en el que ya no queda forma de vida alguna, no quedaría, en consecuencia, significado alguno; la hierba remite a una frase de Deleuze según la cual el cerebro es más bien una hierba que un árbol; el cerco, que es la línea de Nicolás de Cusa, remite a Eugenio Trías, en particular a Los límites del mundo, que a su vez tiene que ver con la famosa frase de Wittgenstein según la cual un sujeto no forma parte del mundo sino que es el límite del mundo; el final, cuando se descubre que los dos lados son el mismo, remite, por una parte, a Kafka y, por otra, a la banda de Moebius; el polvo que brilla al atardecer está escrito inspirado en Faulkner, concretamente en un relato titulado Ninfolepsia; los párrafos son en realidad unidades casi independientes y creo que podrían ordenarse de cualquier forma, lo cual tiene que ver con los principios de heterogeneidad y conexión característicos de una estructura rizomática y la razón de por qué es así creo que no es meramente formal sino que se debe a que, debido al contenido del relato, no hay tiempo, lo cual implica, creo, que no existe posibilidad alguna de narrar; los dioses que nos han abandonado son, de algún modo, una referencia a Heidegger; las tres viejas están inspiradas en las parcas, claro, aunque no son las parcas; la casa está inspirada, no en William Gaddis, sino en la portada de un libro de Gaddis, Gótico Carpintero, que no he leído aún; la luz y la oscuridad no pueden ser otra cosa que maniqueísmo, claro, o si lo prefieres, un tema bíblico; la descripción del nacimiento de un río y la desembocadura en el mar es una alegoría tal vez demasiado obvia de la vida y, claro, una referencia a Manrique; las estrellas que se alejan son una referencia a un texto de Agamben en el que habla sobre qué significa ser contemporáneo... Aunque la verdad es que el relato me parece fallido en muchos sentidos.


Él

Él también había entrado en una especie de espiral invertida que iba engulléndole muy despacio.


Escribir, borrar, vuelta a empezar

Al fin salió el sol y ahí están los árboles de flores rosas y los juncos doblándose y la hierba agitándose como en una película de esas lentas en las que la lentitud querría ser sinónimo de trascendencia. Eso por cuanto se refiere al exterior. Adentro una nube de humo y libros tirados de cualquier manera sobre la cama. Más adentro una insoslayable sensación de vértigo. Sin motivo alguno, que se sepa. Sigo sin saber cómo se llaman esos árboles de flores rosas. Los hay por todas partes. Están en un montón de ciudades, eso seguro. Sigo escribiendo y borrando todo lo que escribo. Un ejercicio desesperante. Mejor sería aceptar que voy a cometer un montón de errores sintácticos y a repetir demasiado ciertas palabras y seguir adelante a pesar de todo.


Ganas de leer a...

George R. R. Martin y a Stephen King. Estoy un pelín cansado de la mierda metaliteraria de los superintelectuales y de sus interminables desbarres sobre la muerte de la novela y demás embrollos en los que se meten esos infatigables buscadores de esencias... ¡Por el amor de Dios!, todo el siglo XX hablando sobre la muerte de la novela, y el XXI empieza igual. Tal vez de forma abrupta, yo despacho el tema así (atención, sufridos lectores, les advierto de que ahora...


Espectros

Toda la tarde los árboles de flores rosadas han estado saludando, con lágrimas en los ojos, a los oscuros nubarrones que pasaban por encima de ellos, pero esos espectros indiferentes y solemnes no se han enterado y se han largado sin decir nada.


Telebasura, adicción a.

Durante el intermedio de una repetición de Tú sí que vales en el que se anunciaba Splash, después de haber visto El intermedio y a ratos una entrevista a Luis del Olmo en el programa ese raro del tío de la barba de diferente color al del pelo, CuéntameSmallville, esta última comentando que muy probablemente era la mejor serie de la historia, de haber echado de menos a Buffy, otra probablemente mejor serie de la historia, y antes de ver Días de cine y de más tarde quedarnos viendo pasmados varias horas Astro TV, cuyo presentador nos pareció éticamente intolerable y epistemológicamente subnormal...
-Joder, ¿no estamos viendo demasiada televisión?
-Hostias -expresión corporal y tono de voz que reflejan claramente el hecho de haber experimentado una profunda y súbita epifanía-, últimamente estamos viendo CANTIDADES INDECENTES de televisión, incluyendo todo tipo de telebasura...


Pájaros de mentira

De noche, leyendo a la luz de un flexo que emite un zumbido como de animal agonizante un libro sobre un autista capaz de ver el futuro, he tenido una súbita, fulgurante, urgente y desesperada revelación que, por suerte o por desgracia, ya he olvidado. En mis sueños, frases sin significado se sucedían con una cadencia desquiciada y me he despertado y he ido a por un vaso de agua y he tratado de calmarme, sin demasiado éxito. He bebido dos vasos de agua y he vuelto a la cama. Ya no he podido dormir más, pero he permanecido en la cama durante varias horas, con los ojos abiertos en la oscuridad. Al escuchar el canto artificial de los pájaros, me he levantado. La cabeza me dolía, casi me desmayo un par de veces. El café me ha espabilado. Aún no me acostumbro a estar en Marte. El café de aquí es asqueroso. El polvo rojo se te mete en los ojos, hay que tener cuidado con las tormentas de arena.


Entrevistas con fans de Malick

-Si a la gente no le gusta Malick es porque vivimos en una época de un cinismo desolador, y porque a la gente le gusta ver películas con una estructura idéntica una y otra vez, una y otra vez, y no se cansan nunca. La misma maldita estructura. Malick ha alcanzado cotas de un lirismo desgarrador. Como Proust, y también como Joyce y Faulkner en algunos momentos. Claro, también están los intelectuales. Para ellos es demasiado lírico, supongo.


Diálogos, o no.

Hey
-...
-Oye
-...
-Atiende, alelao.
-Dime
-¿Qué lees?
-Una especie de copia del relato La niña del pelo raro 
-¿Está bien?
-No sé, me parece que podría haberlo escrito yo; es decir, que me parece malo. Un fan de Wallace nunca le llegará a la altura de los talones a Wallace, y esto incluye a todos los fans de Wallace.
-Tendrías que salir un poco
-¿Para?
-¿Vivir?
-En cuanto a eso, que lo hagan nuestros criados por nosotros.
-Uno, no tenemos criados. Dos, deja de repetir esa cita, solo te hace gracia a ti.
-Es objetivamente graciosa.
-Que no
-Vale, zanjemos de una vez la cuestión: leer forma parte de vivir, así que cuando estoy leyendo también estoy viviendo. Quítale a una cebolla todas sus capas y no obtendrás la cebolla en sí, la esencia de la cebolla, te quedarás sin nada.
-¿A qué viene eso? ¿Por qué siempre pones el mismo maldito ejemplo de la cebolla?
-Porque demuestra que la esencia de una cosa no es algo distinto de todas las relaciones y potencialidades de esa cosa.
-...
-Dicho de otra forma, para mí es un problema semántico. Cuando dices vivir, no sé a qué te refieres. Respiro, estoy vivo. Supongo que lo dices añadiéndole connotaciones morales que, francamente, exceden mi capacidad de comprensión. No soporto las abstracciones.
-Joder, no conozco a nadie que hable con más abstracciones que tú.
-Pues te equivocas, no soporto los términos abstractos. No los entiendo. Soy despiadadamente literal. La cebolla es la vida. Una de las capas de la cebolla es la lectura.
-Eso no es literal
-Vale, cierto. Soy despiadadamente analógico
-Y terriblemente pedante.
-No creas, los hay peores. Aspirantes a escritores. Menuda raza.
-Gracias a Dios, no los conozco.
-Estoy de acuerdo. Pocas cosas hay en el universo tan patéticas como el oficio de escribir. Lo raro es que haya escritores cuerdos, en realidad.
-¿Podemos hablar de otra cosa?
-Piensa, por ejemplo, en Philip K. Dick. Un puto genio, eso no lo duda nadie. Pero, en fin, creía que vivía dos vidas paralelas, una de ellas como romano del siglo I después de Cristo y la otra supongo que como un autor de ciencia-ficción. Dick es el mejor de la ciencia-ficción, no hay duda. A Bolaño le gustaba Dick, como debe de ser.
-...
-No sé si era Coleridge, pero en fin, quien fuera, un poeta de todos modos, arruinó su vida porque lo dejaba todo para otro día. Ni respondía cartas ni nada. Se arruinó. No hacía nada.
-¿Por qué?
-Pues seguramente porque muy bien de la cabeza no estaba. Son poetas, mueren en la nieve, en las aceras, se vuelven locos, esas cosas.
-Tú es que los mitificas.
-Que mitificar ni no mitificar, te digo que es patético.


Ensayo sobre la ignorancia

Soy abumadoramente consciente de mi ignorancia y de mi malsana manía por querer saberlo todo y de que ambas cosas se retroalimentan en un círculo obsesivo que llega a provocarme insomnio, dijo S. El deseo de querer saberlo todo se ve frustrado una y otra vez, por la sencilla razón de que es imposible. La frustración incrementa la conciencia de la ignorancia. No me refiero a la ignorancia socrática, ni a la docta ignorancia, me refiero a la imposibilidad de abarcar todos los libros, películas, etc, que uno quisiera leer y ver.


Contra Heinlein

Lo que es ridículo no es la definición del valor de Marx, sino lo que cree Heinlein que es la definición del valor de Marx. Dice Heinlein, probablemente fingiendo que es idiota, o cuando estaba borracho, o bajo los efectos de una amplia variedad de drogas, que por mucho esfuerzo y trabajo que uno ponga, no conseguirá convertir una tarta de barro en una tarta de manzana, y eso viene a demostrar, según él (y solo según), que la definición marxista del valor es ridícula. Por mi parte, por mucho esfuerzo y trabajo que ponga, no consigo encontrarle el más mínimo sentido a la monumental chorrada que dice este tipo, tal vez uno de los mejores autores de ciencia-ficción, puede ser, pero sin duda, en cuanto filósofo, una nulidad total. Las mercancías se reducen, EN CUANTO VALORES DE CAMBIO, NO, EVIDENTÍSIMAMENTE, EN CUANTO TALES MERCANCÍAS, a algo común, y este algo común no puede ser, como dice Felipe Martínez Marzoa, algo corpóreo, que serían propiedades de valor de uso que, precisamente, son negadas por el valor de cambio... En fin, les ahorro el coñazo, pero Heinlein no tiene ni repajolera idea de lo que dice.


Telecinco como apoteosis estomagante de estrategias retóricas posmodernas

En calidad de consumidor de dosis indecentes de telebasura he de decir que Telecinco exagera las típicas estrategias retóricas de incluir el comentario de la obra como parte de la obra, hasta el punto de que el comentario es lo único que importa. Esto claramente es así en Tú sí que vales, programa que gira casi exclusivamente alrededor de a ver qué dice Risto Mejide. Que el jurado carezca por completo de criterio supongo que es un rasgo esencial en la mecánica del programa, el rasgo que le dota de cierto suspense. Un grupo de música espantoso compuesto por veinteañeros pijos que deberían estar en régimen de aislamiento de repente, por obra y gracia de un jurado de sordos, puede convertirse en algo fresco, dinámico, etc. Las categorías estéticas que usa el jurado merecen un estudio aparte, pero es evidente que se basan siempre en la imprecisión y la ambigüedad. El imperativo podría formularse de la siguiente manera: habla siempre de tal manera que aquello que digas pueda aplicarse prácticamente a cualquier cosa. También sería interesante analizar la posición que adopta Risto, que suele ser la de un moralista muy severo, aunque totalmente incoherente. De hecho, ejemplifica bien ese rasgo terrible del poder: capacidad de influir sobre la conducta del otro e irracionalismo. Realmente, dentro del programa, Risto está en una posición de poder. Esta posición no es tan autoritaria, en sentido clásico, como pudiera parecer, es aún peor. Casi nunca se limita a decir a un concursante: no vales y punto, yo tengo el poder, círculo rojo. Es muchísimo más perverso, en el sentido posmoderno ya analizado por Zizek. Trata de que el concursante esté de acuerdo con él, con sus razonamientos, de manera que el concursante haga suya e interiorice la culpa de su fracaso. Risto viene a decir: no soy yo, por ser aquí la autoridad, quien te echa, sino que eres tú mismo. Merche es también un elemento de gran perversidad, disfrazada de ingenuidad, grititos irritantes en medio de las actuaciones y sonrisas comprensivas. Merche directamente no hace su trabajo y pregunta a los concursantes cómo deben de ser juzgados. De nuevo estamos ante la terrible maldición de la hipocresía posmoderna y una sorprendente inversión de los roles: el concursante debe autoevaluarse, lo cual, en el fondo, es una ilusión: el concursante puede elegir, con la condición de que elija lo que debe. Merche no asume nunca la responsabilidad que le corresponde. O pregunta al propio concursante, o se apoya en el público en busca de consenso, o repite lo que han dicho Risto o Corbacho, de forma que ella también desplaza la responsabilidad de su decisión a otros. Mientras que Risto directamente culpabiliza al concursante, Merche, más ingenua, acaso aún más perversa, convierte la culpa en algo flotante. Corbacho suele actuar como contrapunto de Risto, su función está determinada en gran medida por la posición que ocupa en la lógica del programa. Normalmente es un poli bueno. En definitiva, lo que hace Tú sí que vales es espectacularizar no las actuaciones, sino el juicio sobre las mismas, el comentario, la disputa. Lo que tendría que ser un suplemento se ha convertido en la atracción principal.

4 comentarios:

  1. Anónimo9:08 p. m.

    Con tu tristeza cómica y mala hostia entraňable, un talento y un filón. ;)

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  2. Yo añadiría un giro postmoderno (en el peor sentido) más: Risto, como jurado, no es a su vez más que otro personaje del show.

    Bajo su apariencia (engañamarujas) de jurado independiente no hay más que la puesta en escena de otro rol que, pasando por ser el epítome de la independencia, es claro que es todo lo contrario: el más dependiente de los giros que el guión de esa mierda de programa (sin perdón) le impone.

    La audiencia, faltaría más, en una clara lógica dialéctica, cree en él (le amas o le odias, diríamos) precisamente como jurado objetivo y "anti"; como paradigma de la libertad, rebeldía y anarquía.
    El programa (que es el sistema) funciona precisamente porque anula y absorve (nunca existió en realidad) a su través toda posibilidad "real" de salir ("realmente) de su funcionamiento.

    PD: ´Sr S, acabo por escribir más en su blog que en el mío...xD

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  3. Totalmente de acuerdo. Es un personaje, escenifica un rol.

    La televisión está muy formalizada, incluso para aparentar informalidad. Paradójicamente, para lograr un efecto de naturalidad, la naturalidad no es demasiado aconsejable, aunque puede que esté simplificando mucho las relaciones entre apariencia y verdad: la tele es la caverna, hay que salir, etc. XD

    El papel de Risto en la trama se sabe de antemano. Bueno, y los del resto.

    De todas formas, yo creo que la tele es, desde un punto de vista narrativo, bastante compleja. En tú sí que vales (y creo que es lo más irritante del programa, y es ya una plaga que infecta a más programas) hay un uso constante de prolepsis para captar la atención del espectador. Lo hacen de forma descarada y manipuladora, pero seguramente les funciona.

    Sí que hay una especie de juego de ilusiones. En este caso, creer en Risto (Risto hace como que no interpreta a una personaje, nosotros como que nos lo creemos). Pero quizá la audiencia ya no es tan ingenua: la sospecha es el medio, decía Groys.

    La cuestión es, dicho con una expresión que solía usar un profesor que tuve, que "Adorno triunfa en Hollywood", es decir, que incluso la crítica de lo artificial que es la tele y todo eso puede, a su vez, convertirse en espectáculo. No hay tanto falsa conciencia como cinismo, en el sentido de Sloterdijk.

    El programa ese que hay de juicios falsos... No lo he visto, pero ahora que lo pienso, ¿qué eso?, ¿asume que es ficción o intenta engañar a la audiencia? Es una especie de género indeterminado, ¿no? jeje

    Encantado de que comente XD

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