Leo por ahí que al escribir, hoy en día, tienes que dejar claro que has leído lo suficiente como para cuestionar que las personas realmente frunzan los ceños o se encojan de hombros. Me parece raro cuestionar algo así. Yo creo que me pasé seis años en el Instituto (por qué estuve seis años en lugar de cuatro es otra historia) frunciendo el ceño o encogiéndome de hombros. Los fruncimientos de ceño solían producirse en las clases de Matemáticas. El profesor hablaba su idioma marciano y dibujaba extraños símbolos en la pizarra*. Fruncimiento de ceño al canto. Los encogimientos de hombros tenían que ver con el empeño de los profesores en que hiciera la letra más grande o les comprase una lupa. Me encogía de hombros para darles a entender que aumentar el tamaño de mi letra era algo que prácticamente rozaba lo imposible y que era inútil que mandasen a luchar sus naves contra los elementos. Mi letra y yo somos así, queridos profesores.
*Una pequeña demostración de que el nivel del nocturno era realmente mucho más bajo que el del diurno, no solo un rumor: durante mi sexto y al fin último año de Instituto, en el que fui al nocturno, saqué sobresalientes en matemáticas, saqué dieces a cascoporro, pero en la prueba de selectividad solo saqué un cero y medio, y el medio punto fue porque llegué a ver la mitad de un ejercicio del chico que se sentaba a mi lado.
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Why Movies Just Don't Feel "Real" Anymore
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¡Esto sí que es empoderamiento! Degustemos las palabras de la gran Danerys en Valyrio, su lengua materna: Dovaogēdys! Naejot memēbāt...
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Ni «espíritu de sacrificio», ni «afán de superación», ni «aspiración a la excelencia». Ni ningún respeto o simpatía por tales cosas.
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