lunes, 1 de abril de 2013

La pena o la nada







No es que pueda vivir, es que quiero. Es que yo quiero. La vieja carne al fin, por vieja que sea. Porque si la memoria existiera fuera de la carne no sería memoria porque no sabría de qué se acuerda y así cuando ella dejó de ser, la mitad de la memoria dejó de ser y si yo dejara de ser todo el recuerdo dejaría de ser. Sí, pensó. Entre la pena y la nada elijo la pena.
William Faulkner, Las palmeras salvajes 

PD: Hacía mucho tiempo que no traía a Nacho Vegas, nuestro poeta norteño de referencia, por aquí, y viene acompañado, con rigor geométrico, por nuestro sureño dipsómano preferido y su torrencial, todopoderosa, alucinada y en no pocas ocasiones enmarañada y mareante prosa, propia de alguien influido a partes iguales por el whisky y la Biblia. Faulkner seguramente cabalgaba al amanecer y desayunaba el centelleante polvo de los caminos, con la mirada fija en un horizonte inalcanzable y eso, quieras que no, marca.

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